lunes, 5 de enero de 2009

BORRÓN BIZCO



(Relato escrito apresuradamente en el último maratón de escritura en La Casa de las Palabras).

Iba de nulo por la vida. Estaba negado para cualquier actividad humana, todo le salía mal y en todas partes sobraba. Para acabar de rematar el cuadro, su apariencia física era la de un fantoche: cráneo prominente que hubiera hecho las delicias de Lombroso y los criminalistas del siglo XIX, nariz chatísima, casi comparable a la de Michael Jackson en horas bajas, dientes afilados como los de Tiburón y, el rasgo más estremecedor de todos: ojos bizcos de nacimiento, uno mirando al este y el otro al oeste, por lo que para mirar algo debía hacerlo poniéndose de lado, nunca de frente.

Por todo ello llamaban Borrón Bizco al pobre muchacho en el pueblo. Nunca conseguía empleo alguno y tampoco lograba concentrarse en los estudios por estar obligado a leer los libros con un solo ojo, por lo que le costaba retener los conceptos el doble que al resto de los alumnos.

¿Qué iba a hacer con su vida el pobre Borrón Bizco? Todos hablaban mal de él, los niños le apedreaban y no tenía esperanza alguna en el futuro.

Una mañana se desesperó más de lo habitual. Llevaba tiempo despertándose en él el instinto sexual. Cuando advirtió que nunca yacería con mujer alguna, comprendió que aquella era la gota que colmaba el vaso. Fue a un olivar y se ahorcó en silencio. Los habitantes del pueblo siguieron murmurando contra él: "Este Borrón Bizco, siempre llamando la atención."



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