viernes, 5 de junio de 2009

PÍLDORAS AZULES (2001), DE FREDERIK PEETERS. UN RINOCERONTE AMENAZANTE.


Observen a esta pareja. Mantienen una relación desde hace tiempo y son felices. Se quieren. Pero nada es perfecto. Ella tiene el virus del sida, al igual que su hija, fruto de una relación anterior. Él lo acepta y toman las más elementales precauciones a la hora de hacer el amor. Pero la noche antes a esta imagen el preservativo se ha roto. Noche de angustia y rápida visita al médico. El médico sonríe. Les dice que las posibilidades de haber contraido el sida son las mismas que encontrarse a un rinoceronte cuando salgan por la puerta. Gran sorpresa en sus rostros y en el del lector. La afirmación tiene su lógica: si el virus se transmite por la sangre, solo puede haberse producido contagio si el chico tenía una herida en el pene y, aún así, un contagio diagnosticado tan temprano puede ser curado con cierta facilidad. Rápido análisis del pene. Ni una heridita. Falsa alarma. A pesar de ello, la pareja se siente como si un rinoceronte les estuviera esperando a sus espaldas. Toda una historia en una sola viñeta.

Frederik Peeters crea una historia de amor autobiográfica con el sida de fondo. Pero no es una historia dramática, como pudiera parecer. La pareja se quiere y disfruta de su amor, conviviendo con un niño enfermo que debe someterse a tratamientos cada vez más agresivos. Con una generosidad infinita Frederik siempre está ahí, apoyando a sus seres queridos, al igual que lo hacía el personaje de Gino en la novela que comenté hace un mes, "Hacia la boda", de John Berger. El protagonista saca fuerzas de su interior para afrontar la situación. A veces dialoga consigo mismo de forma onírica. Una creación delicada y valiente este cómic, que le ha valido varios importantes premios al autor. A mí como lector me ha enseñado que sigue habiendo mucho desconocimiento acerca del sida. Los enfermos no son moribundos, sino personas que pueden llevar una vida relativamente normal, tomando ciertas precauciones.

El autor consigue en muchos momentos algo muy dificultoso para un artista: que el lector se implique en la historia y comparta los sentimientos de los protagonistas, que se angustie con ellos y celebre sus pequeñas alegrías. Una obra que recomiendo a todos los amantes de la literatura. Un perfecto primer acercamiento al cómic adulto europeo para quien nunca se haya atrevido y una respuesta de peso a quienes siguen pensando que los "tebeos" son algo infantil.

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