jueves, 9 de julio de 2009

ROMMEL, EL ZORRO DEL DESIERTO (1951), DE HENRY HATHAWAY. ELOGIA A TU ENEMIGO.


No es frecuente encontrar películas que desborden admiración hacia un general del bando contrario. Pero, evidentemente, Rommel fue algo más que un general.

Siempre he leído que la guerra en el norte de África fue un oasis de caballerosidad en las inhumanas prácticas habituales en la Segunda Guerra Mundial. Quizá lo distanciado y lo secundario del frente libio concedieron más autonomía a Rommel que al ejército que combatía en Rusia, al menos al principio. Su primera aparición en pantalla, encarnado por un prodigioso James Mason, un actor al que nunca le he visto una mala actuación, dicho sea de paso, retrata al personaje a la perfección: se le ve desde la perspectiva de un prisionero de guerra británico (que resulta ser Desmond Young, su primer biógrafo). Rommel, con una autoridad y dignidad sobresalientes defiende los derechos del prisionero frente a un oficial alemán. El perfecto soldado y caballero, que pretende ganar la guerra como si de una partida de ajedrez se tratara: ateniéndose estrictamente a las reglas de juego.

Pero no es en los días gloriosos de la campaña del desierto en lo que se centra la película, sino en la participación del ya mariscal en el complot contra Hitler, perfectamente dibujado como un loco histérico cuyo único lema es "victoria o muerte" (por cierto, asimilado más tarde por Fidel Castro) y que mantiene a sus generales con las manos atadas, con la única consigna de resistir en cada palmo de terreno.

Henry Hathaway realiza una película más intimista que bélica, lo que es muy de agradecer. De hecho las escasas escenas de batalla están recogidas de documentales de la propia guerra. Su interés principal es mostrarnos el paulatino desencanto de Rommel y su apoyo (a un nivel secundario, eso sí) a la iniciativa de acabar con la vida del Führer. Eran las ramificaciones de Walkiria. De hecho se nos regala con una tensa escena en la que Stauffenberg coloca su celebérrimo maletín a los pies de Hitler. Como sabemos esto desencadenó una sangrienta venganza que terminó alcanzando a Rommel al que, como héroe de la nación alemana le fue permitido suicidarse, para acabar honrándosele en una hipócrita y majestuosa ceremonia fúnebre.

La película es muy entretenida e interesante y, como ya he dicho, sostenida por un James Mason que parece nacido para el papel (de hecho lo retomó en "Las ratas del desierto", de Robert Wise), aunque ciertamente nos presenta una visión muy parcial del personaje. Se obvia que, aunque fue un genio táctico en las distancias cortas, pecó de estrechez de miras cuando no apoyó la conquista de Malta, que constituía una verdadera sangría para su avituallamiento, lo cual le dejó prácticamente sin combustible ni refuerzos cuando le quedaba poco para conquistar Alejandría. Y, lo que es más importante, como ya dije en el caso de Stauffenberg, es que fue muy heroico participar en el complot contra Hitler cuando Alemania se derrumbaba sin remedio, pero apoyó totalmente su causa mientras se sucedían las victorias, mirando hacia otro lado ante las continuas atrocidades cometidas por el Estado por el que luchaba que, en mayor o menor grado, debía conocer.

En cualquier caso un personaje fascinante, del cual, como no puede ser de otra manera, tengo un par de libros pendientes por leer.

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