viernes, 4 de diciembre de 2009

007 ALTA TENSIÓN (1987), DE JOHN GLEN. REGRESO A LAS ESENCIAS.


He de reconocer que desde pequeño soy un fan acérrimo de las aventuras de James Bond. El año pasado me tragué seguidas las veintiuna películas oficiales más la no oficial "Nunca digas, nunca jamás" y este año acudí puntualmente a mi cine a ver la horrorosa "Quantum of solace". Ciertamente, si examinamos la filmografía de Bond, hay películas que dejan mucho, pero que mucho, que desear. Pero los fans de Bond somos bastante irracionales y admitimos prácticamente cualquier cosa, que luego será objeto de sesudos debates en los foros correspondientes. A mí personalmente prácticamente todas las películas me entretienen y a todos les saco algo positivo, hasta a las más absurdas como "Moonraker", que me hace reir mucho más que cualquier comedia de las de ahora.

A mitad de los ochenta, la fructífera etapa de Roger Moore en la serie se había agotado por el envejecimiento del actor, que era ya patente en su última película "Panorama para matar", donde parecían actuar más los dobles que él mismo, reservándose su presencia para los primeros planos. Su etapa había sido caracterizada por la ligereza y simpatía que supo imprimir al personaje, bastante alejado de la concepción original de Ian Fleming, que había imaginado un personaje más atormentado y complejo (cuyo origen interpretó con brillantez Daniel Craig en "Casino Royale"). Para recoger el testigo de Moore fue seleccionado Timothy Dalton, un actor de sólido prestigio teatral que ya había sido anteriormente candidato al papel.

El Bond de Dalton es un personaje frío y calculador, muy alejado de la socarronería de Moore y bastante emparentado con la visión del personaje que aportó Sean Connery, el primer Bond. Su presentación, en la magníficamente planificada escena de Gibraltar, resulta espectacular. Luego le vemos iniciando una misión en Bratislava irradiando una profesionalidad como espía que nunca le habiamos visto a Moore. Me gusta especialmente la tensa escena de la deserción de Koskov: el clima del otro lado del telón de acero está perfectamente conseguido y la interpretación de Dalton, como un Bond un poco amargado y cansado de su rutina resulta impecable y coherente con el personaje de las novelas. Además es un Bond educado con el sexo femenino y prácticamente monógamo, lo nunca visto. Claro que ya nos encontrábamos en los tiempos del sida...

Lo cierto es que la película va de más a menos y llega al final desinflada. La culminación de su misión en Afganistán lleva a Bond nada menos que a aliarse con los talibanes en su lucha contra los soviéticos, como lo hará posteriormente el inefable Rambo. Como cambian los tiempos... En cualquier caso, para mi gusto, esta parte ya resulta aburrida y rutinaria, con las típicas y anodinas escenas de acción. Me quedo con las imágenes del Bond más íntimo, el que seduce lentamente a la chica y se pasea con elegancia por las calles de Tánger.

Cierto es que la siguiente película de Timothy Dalton resultó un desastre mayúsculo y cerró la franquicia por varios años, pero creo que se trata de una etapa a reivindicar, por el esfuerzo del actor en dotar de humanidad y credibilidad a un personaje que había ido perdiéndola a pasos agigantados en las entregas precedentes.

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