miércoles, 30 de diciembre de 2009

EL BUENO, EL FEO Y EL MALO (1966), DE SERGIO LEONE. TRES MALDITOS BASTARDOS.


Me he preguntado muchas veces como es posible que, siendo el western uno de los géneros supremos del cine, plagado de obras maestras, tenga tan pobre equivalencia en la literatura. Si hablamos de literatura del oeste lo primero que se nos viene a la mente es Marcial Lafuente Estefanía, autor de miles de novelitas muy populares hace años. ¿No puede un novelista ser tan introspectivo con los pensamientos de un vaquero como con los de, pongamos por caso, un soldado napoleónico? Sin embargo, el western es el género menos literario que imaginarse pueda. Parece que los pistoleros tienen que tener un rostro reconocible, ya sea el de John Wayne, el de James Stewart o Clint Eastwood. Es algo muy curioso. Seguro que existen excepciones, pero mis pobres conocimientos no llegan hasta ahí.

Respecto a "El bueno, el feo y el malo" se trata de una de esas películas que uno recuerda vagamente haber visto más de una vez, pero que nunca ha podido visionar entera de una sentada, y tiene la impresión de haber saboreado a trocitos. Esta vez he podido disfrutarla sin problemas y en su versión original italiana, llena de insultos de unos personajes a otros. Tiene gracia que cuando se dicen "figlio di puttana", aparezca en los subtítulos traducido como "bastardo", o algo parecido.

La película de Leone, admirable en todos los sentidos, es un continuo juego del gato y el ratón entre tres personajes en busca de un tesoro escondido en medio de la Guerra Civil Americana. Aunque se nos quieran diferenciar en el título, en el fondo los tres son muy parecidos: individualistas, egoístas, mentirosos, tramposos y, sobre todo, jugadores de riesgo con un punto de nihilismo que solo puede curarse a través del vil metal. El guión está plagado de buenas ideas, situaciones imposibles y diálogos memorables. Evidentemente, una de las películas que más ha influenciado en Quentin Tarantino. Hasta su música es utilizada en "Kill Bill".

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