sábado, 30 de mayo de 2009

UN MUNDO FELIZ (1932), DE ALDOUS HUXLEY. ÉTICA DE LA ALEGRÍA.


Junto a "1984", de George Orwell, me atrevería a decir que este es uno de los pocos libros que resumen el siglo XX, el siglo de la terrible realización de varias antiutopías que causaron millones de muertos, sacrificados en pos de la conquista de una sociedad perfecta que nunca llegaría.

Lo sorprendente del mundo que describe Huxley es que la organización social sí que es perfecta. Los hombres se dividen en categorías según su inteligencia y abordan las tareas para las que se les ha predispuesto desde la cuna a través de un condicionamiento que dura años. El trabajo se adapta a la persona y no al contrario. Todo el mundo hace lo que más le gusta, pues no podría dedicarse a ningún otro oficio:

"Porque los detalles, como todos sabemos, conducen a la virtud y a la felicidad, en tanto que las generalidades son intelectualmente males necesarios" (pag. 36).

"- Y éste - intervino el director sentenciosamente -, éste es el secreto de la felicidad y la virtud: amar lo que tiene uno que hacer. Todo condicionamiento se dirige a lograr que la gente ame su inevitable destino social." (pag. 48-49).

Para que la felicidad sea más completa y sin fisuras, se fomenta la promiscuidad sexual y el dolor, tanto físico como psíquico, está prácticamente abolido. El auténtico sostén de tan admirable sociedad es el demonio de la nuestra: la droga. El soma proporciona a los ciudadanos una evasión total de los problemas.

¿Qué objeciones podemos nosotros oponer a tan maravilloso mundo? La producción de seres humanos está controlada y se realiza en serie, cubriendo perfectamente las necesidades industriales. No existe el paro y los sindicatos son innecesarios, pues a nadie se le ocurriría protestar. Hay que decir que el logro literario de Huxley en cuanto a la descripción de una sociedad nueva es inconmensurable. Yo he vuelto a disfrutar de cada página (y ya son tres las lecturas que llevo de esta novela) y a imaginar vividamente la ambientación de cada escena. Creo que no existe ninguna adaptación cinematográfica, aunque sí que hay muchas películas inspiradas en esta obra.

Como hemos dicho, aquí cada hombre tiene su pequeña esfera de actuación, es un engranaje perfectamente sustituible en la gran maquinaria social. Nadie intenta elevarse más allá de su pequeño mundo ni hacerse una idea general sobre nada:

"Cuanto más talento tiene un hombre, más grande es su poder de corromper a los demás. Y es mejor que sufra uno solo a que se corrompan muchos. (...) no existe ofensa tan odiosa como la heterodoxia en el comportamiento. (...) La heterodoxia amenaza algo mucho más importante que la vida de un individuo; amenaza a la propia sociedad." (pag. 173-174).

Una sociedad deshumanizada pero ¿debemos deshumanizarnos para ser felices? El estado del ser humano es de una perpetua infelicidad, poblada de frustraciones, conflictos y deseos no satisfechos. El hombre de "Un mundo feliz" carece de estos problemas y siente su vida plenamente realizada. Sin embargo, a nosotros nos resulta terrible esa forma de vida, porque no la identificamos con nuestra existencia individual, única y presuntamente libre. Solo que nosotros también nos encontramos atados por cadenas invisibles, condicionados por una eterna sed consumista y obligados a sentirnos realizados en nuestros trabajos (quién puede gozar de él). Podemos criticar otras organizaciones sociales sean o no utópicas, pero no hacemos nada por reformar la nuestra, que condena al hambre y a la miseria a gran parte de la humanidad.

Para muchos el hombre que quiere ser feliz tiene que ser primero desgraciado y enfrentarse a las pruebas que le va poniendo la vida, identificando la auténtica dicha con el menor deseo posible de bienes materiales. Estoy bastante de acuerdo con esta afirmación y añadiría que la lectura y el aprendizaje son las actividades que forjan el auténtico espíritu humano, aunque en nuestra sociedad abunden más lo ejemplos de lo contrario: la mayoría de los ciudadanos no miran más allá de los asuntos que le afectan más directamente: sus experiencias en su puesto de trabajo, con su familia o en su lugar de residencia. Cuando miran un poco más allá es para tragar las pequeñas píldoras de noticias seleccionadas de un telediario, en el mejor de los casos. Lo más corriente es que se conformen con un partido de fútbol o con un programa del corazón. Cuando llega a casa, la gente no quiere reflexionar, solo desconectar. De encontrarse respaldado por nuestros gobiernos, el soma sería un producto altamente popular.

"La felicidad real siempre parece escuálida en comparación con las compensaciones que ofrece la desdicha. Y, naturalmente, la estabilidad no es, ni con mucho, tan espectacular como la inestabilidad. Estar satisfecho de todo no posee el encanto que supone mantener una lucha justa contra la infelicidad, ni el pintorequismo del combate contra la tentación o contra una pasión fatal o una duda. La felicidad nunca tiene grandeza."

Y es cierto. Las grandes novelas o películas no suelen tratar sobre la felicidad de sus personajes, más bien al contrario (por eso están prohibidas en el mundo feliz) al igual que las emociones demasiado intensas. Este es el precio de la felicidad humana, según sus máximos dirigentes. Es probable que tengan razón, pero es un precio demasiado alto ¿o no? ¿Qué diferencia habría entre esta sociedad y el cielo al que aspiran los cristianos? ¿No se nos describe como un lugar de eterna felicidad? ¿Quiere esto decir que quienes van al cielo dejan su humanidad en el camino? Eternas cuestiones del infortunio humano que traza utopías en sus pensamientos, utopías que al principio suelen tener una pequeña zona oscura, que acaba tragándose tanta luz.

viernes, 29 de mayo de 2009

NOVELA DE AJEDREZ (1941), DE STEFAN ZWEIG. DUELO DE MENTES.


(Libro comentado ayer en el Club de lectura de la librería Cincoechegaray).

Leer a Stefan Zweig constituye una fuente de placer insuperable. Ya llevo tres libros suyos este año y me gustaría continuar en esa línea. Este es uno de sus últimos escritos, narrado con aparente sencillez, en pocas páginas, pero de una gran profundidad, pues explora nada menos que los abismos de la mente humana.

El argumento tiene su clímax en el enfrentamiento entre dos grandes maestros del ajedrez, que se encuentran por casualidad en un barco, pero lo más interesante se encuentra en la confidencia que uno de los contendientes hace al narrador: le explica que su obsesión por el ajedrez viene de un episodio muy desagradable de su pasado, de un libro que logró robar cuando se encontraba preso por la Gestapo en las peores condiciones posibles (y no me estoy refiriendo a condiciones materiales, sino espirituales) y el ajedrez pasa a ser su tabla de salvación, como podía haber sido cualquier otra. El otro contendiente es un ser lacónico y mezquino, sin habilidades sociales ni cultura, que solo vive para ganar dinero jugando al ajedrez, que bien pronto va a descubrir sus debilidadesde su rival. El final redondea una gran novela. Las grandes narraciones no siempre necesitan de quinientas páginas para resultar sublimes. Zweig es un maestro en la economía narrativa. Estoy descubriendo que a sus escritos ni les falta ni les sobra nada y, lo que es mejor, consiguen que el lector los medite durante días. Por eso se está convirtiendo a pasos agigantados en unos de mis escritores favoritos.

martes, 26 de mayo de 2009

EL DILUVO, (Hitler, el final II). Comedia.


Cuando regresaba a Berlín para hacerse cargo de la defensa de su capital, un coronel de las SS comentó: "Berlín será el más práctico de nuestros cuarteles generales, ya que pronto podremos ir en tranvía al frente del Este y al frente del Oeste". Hitler se partía de la risa y ascendió al coronel a general por tan jugoso comentario. En su filosofía no cabía el pesimismo y estaba convencido de que iba a ganar la guerra. La circunstancia de que rusos, ingleses y americanos estuvieran invadiendo Alemania con bastante éxito era considerada por él como "dificultades pasajeras". De hecho estaba escribiendo un libro de autoayuda para dictadores y en aquel momento anotaba en su cuaderno: "Entre fraudes electorales, golpes de Estado, desastres militares, bombardeos terroristas y atentados contra tu persona, la dictadura pasa como un suspiro..." Cerró la libreta como nostálgico. Su heroica epopeya estaba llegando a su fín.

Al llegar encontró la ciudad algo alicaída, quizá debido al diluvio de bombas que tiraban los rusos, algo picados por la invasión sufrida cuatro años atrás. "¡Qué rencorosos!", pensó, "y tener que venir yo a ocuparme de esta tontería..." En el bunker encontró al algunos generales bajos de moral. Decían que algunos berlineses querían huir. "Vaya, vaya, no os preocupéis, que ya está aquí vuestro viejo tío Adolf". "Solo medidas de bárbara dureza pueden salvar a Alemania y estimular a sus soldados. ¿Qué les parece si proclamo a los cuatro vientos que si ganamos me afeito el bigote?, o mejor ¿y si organizamos una cabalgata por todo Berlín, un desfile de carrozas en el que vayamos repartiendo caramelos? Podríamos llamarlo el día del orgullo nazi". Hitler no podía quedarse sentado, algo tenía que hacer para ayudar a su pueblo, pues se sentía algo responsable de sus males. Había tenido un malentendido con Stalin. "Cuando expresé mi firme voluntad de arrasar Moscú y Leningrado se me entendió mal, en realidad quise decir "abrazar". Así cuando entramos para abrazarnos como hermanos con los rusos se nos recibió con mala cara. Una cosa llevó a la otra y al final tuvimos esta aburrida guerra, que ya empieza a resultar un poco pesada". A todo esto avisaron al Fuhrer de que tenía una conferencia con Mussolini. Al tomar el auricular encontró a su amigo un poco consternado: "¡Benito, hombre! ¿Qué tal te va, sinvergüenza? A ver quién de los dos dura más, jajaja. Espero que tus camisas negras estén un poco menos blandengues que de costumbre. Menudo aliado que me busqué..."

En aquel momento se cortaron las comunicaciones en el bunker. Los rusos disparaban directamente a la Cancillería. Hitler se enfadó bastante por la descortesía y expresó su firme convicción de no invadirlos más, por maleducados. "¡Eso no vale, encima de que todos van contra mí me bombardean en mi propia casa! ¡Yo así no juego!"

Como se aburría, decidió organizar su boda con Eva Braun, por pasar el tiempo. Tras una noche de despedida de soltero sin alcohol ni mujeres y con comida vegetariana, llegó el gran día. El juez que celebraba el casamiento preguntó a los contrayentes si eran de raza aria pura. Hitler, juguetón, casi revela que su padre era judío, pero logró callarse, tapándose la boca de la risa. Dejó la tarea de descubrir ese detalle de su biografía a los historiadores. La boda fue una boda de tronío. Se llevaron a la novia aparte, y tras comprobar su virginidad, una de las secretarias salió con una toalla manchada de sangre. Los miembros de las SS y generales presentes se rompieron la camisa entre exclamaciones. La fiesta fue tan animada que hasta se descorchó una botella de champán. El romántico Hitler no le dio a elegir el destino de su viaje de novios a su esposa, aunque sí que le dejó escoger el medio de transporte: "¿Prefieres veneno o pistola, cariño?"

lunes, 25 de mayo de 2009

EL DILUVIO. (Hitler, el final, I). Tragedia.


El hombre que lo había sido todo para Europa (tirano, genocida, señor de la guerra), se miró al espejo y vio ante sí, no al vigoroso líder del pueblo alemán, sino a un anciano decrépito, el rostro muy pálido, arrugas bajo los ojos y un pronunciado temblor en la mano izquierda. Sólo la antigua fuerza de su hipnótica mirada se mantenía. Observándose, se dijo: "Si Alemania pierde esta guerra, demostrará que es indigna de mí".

Fuera, el diluvio de bombas rusas arreciaba en todo Berlín, haciendo estremecerse el bunker de la Cancillería. Hitler fue a acariciar a Blondie para tranquilizarse y se dispuso a celebrar su cumpleaños. Aprovechando un momento de calma, pudo salir a respirar unas bocanadas de aire fresco a los jardines del exterior. El aspecto que le ofrecía la ciudad distaba mucho de la gloriosa capital imperial que él había soñado. El cielo tenía un color anaranjado, reflejando múltiples incendios y solo se divisaban edificios en ruinas. Trató de abstraerse de la realidad y se dirigió hacia sus invitados, sus más valientes soldados, un grupo de niños de no más de trece años que se había distinguido en la defensa de la periferia de Berlín. El Fuhrer pasó revista a la formación. Los adolescentes le devolvían la mirada con una mezcla de terror y adoración. "¿Cuántos tanques has destruido?", le preguntó a uno. "Cinco, mi Fuhrer", contestó el chiquillo. Hitler le condecoró tembloroso, "sigue así muchacho, sigue así, vamos a echarlos de aquí". El muchacho abandonó por un momento su postura marcial y con unos ojos suplicantes y llenos de lágrimas, rogó: "quisiera volver a ver a mis padres, señor". Hitler hizo como que no escuchaba y volvió lentamente hacia el bunker. La granizada de bombas volvía a caer cerca.

Las súplicas del chiquillo le hicieron recordar un episodio que había intentado expulsar de su memoria, pero que ahora volvía a surgir con fuerza inusitada. Fue en Hamburgo, durante una visita que realizó a la población para interesarse por las víctimas de un devastador bombardeo. Una mujer, que hasta aquella noche había creído en él, sorteó a los escoltas y logró llegar hasta su persona. Le contó la historia de su hija, víctima de la tormenta de fuego provocada en toda la ciudad por el lanzamiento de toneladas de bombas incendiarias. Tratando de escapar del sótano de la casa, que empezaba a arder, la chiquilla quedó atrapada en el asfalto que se estaba fundiendo debido al inusitado calor. Como en unas arenas movedizas, la niña fue engullida lentamente por la misma ciudad en la que había nacido. "Aquí bajo nuestros pies reposa, mi Fuhrer". Hitler se limitó a prometer una ayuda que finalmente llegaría con cuentagotas y trató de subir la moral de la población prometiendo bombardeos de represalia. Aquella niña aria, sacrificada en su guerra particular volvía a atormentarle. En aquel mismo momento podía ordenar la rendición del ejército, terminar con una guerra que sabía irremisiblemente perdida desde hacía tiempo. Pero no lo hizo. Le fascinaba el inmenso poder que seguía irradiando. El poder de decidir la muerte de razas enteras y de solicitar el sacrificio de su propio pueblo. El poder de observar con satisfacción, como la inmensa mayoría de sus súbditos seguían obedeciéndole aunque no creyeran ya en él. Volvía a imaginar la Europa por la que había luchado, una Europa pura, dominada por la raza aria, sin judíos y con los eslavos esclavizados bajo el yugo alemán. "Un hermoso sueño", se dijo.

Esa misma noche, una de las últimas de su vida, soñó con la niña de Hamburgo. Surgía de la tierra, quemada por el asfalto y con una mirada terrible y acusadora, le señalaba a él, provocándole un terror indescriptible. Detrás, millones de almas esperaban su turno.

PRESENTACIÓN DE REVISTA VOCES, NÚMERO 9.



El sábado pasado, en un lugar privilegiado frente al mar, la terraza del hotel Arrayanes de Almúñecar, tuvo lugar la presentación del número 9 de la ya veterana revista "Voces" (su primer número data del año 2004) la voz de la expresión cultural de los creadores de Almuñecar y Nerja. Me invitaron a participar y aporté dos relatos sobre Hitler, uno dramático y el otro en clave de comedia.

El acto fue presentado por el poeta granadino Juan Diego, labor que realizó con gran amenidad y elegancia y algunos de los autores allí presentes leímos nuestras aportaciones. Los recientemente fallecidos Mario Bennedetti y Antonio Vega estuvieron muy presentes. Para mí fue un gratísimo reecuentro con muchos de mis amigos de la tertulia de Nerja, que hacía tres meses que no veía, aunque internet hace que no se pierda del todo el contacto. Desde aquí mi saludo a todos ellos y a los que no pudieron asistir. La noche terminó con una agradable y distendida conversación, jalonada por los proyectos personales de cada uno.

En la siguientes entradas recojo los dos cuentos que me publicaron. Les dejo el enlace con la revista completa en pdf, repleta de buena literatura (en cuya definición no incluyo mis relatos, pero juzguen ustedes mismos).

http://www.arteslibres.net/revista_voces/voces9.pdf

sábado, 23 de mayo de 2009

EL EXTRAÑO VIAJE (1964), DE FERNANDO FERNÁN GÓMEZ. EXTRAÑOS COMPORTAMIENTOS.


Una producción insólita dentro del cine español. Comienza con un impecable retrato de la aburrida vida en un costumbrista pueblo español de los sesenta, con sus personajes paradigmáticos: el cura, las criticonas, la chica indecente, los hombres maduros reprimidos... para irnos introduciendo en el mundo extraño y asfixiantede una de las mejores casas del pueblo, donde viven tres hermanos muy peculiares. Sus comportamientos, así como el del protagonista, resultan altamente insólitos para el espectador, al que al final se le aclara la trama con una resolución magistral. Me ha encantado ver una escena desde dos puntos de vista (la del cuarto y la mecedora), que contesta a muchas de nuestras preguntas.

No resulta sorprendente que la película fuera un fracaso de público. Su temática no casaba con los gustos de la época. Es ahora cuando podemos apreciarla en todo su valor, como historia de misterio y como testimonio de la desasosegante vida rural de entonces, regida por una moral asfixiante generadora de mil hipocresías. Y hay quien sigue afirmando que con Franco se vivía divinamente...

viernes, 22 de mayo de 2009

VIVIR EL CINE.


Mi nombre es Álvaro, pero eso poco importa para lo que he de contarles. Si digo que desde pequeño he sentido una especial fascinación por el cine les mentiría, pues recuerdo que me quedé dormido en las primeras sesiones a las que asistí, quizá porque eran mis padres quienes elegían las películas... Es en mi etapa adolescente cuando recuerdo mis primeras buenas experiencias frente a la pantalla grande. Me gustaban las películas de aventuras, quería ver acción en la pantalla que compensara lo grisáceo de mi devenir cotidiano. Acabé asistiendo a todas las sesiones dobles que podía, dándole más importancia a aquellas emocionantes historias de hora y media que al resto de mi anodina vida. Poco a poco fuí implicándome cada vez más en lo que veían mis ojos en la sala oscura. El resto del mundo desaparecía, solo estábamos yo y las imágenes que salían del proyector. Todo transcurría normalmente hasta que un día, sin aviso previo, me encontré dentro de la pantalla. No veía al público al otro lado ni nada parecido, sino que mi nueva realidad era la de la película que hasta hacía unos segundos estaba siguiendo como mero espectador. Esta primera experiencia transcurrió en una historia de guerra bastante aburrida. Estuve de patrulla durante un buen rato con un pelotón de soldados americanos en una isla del Pacífico, cuyo nombre no recuerdo, durante la Segunda Guerra Mundial. Al final intercambiamos algunos disparos con unos japoneses, nada del otro mundo, aunque resultó divertido. Con el The end de la pantalla volví a mi asiento, como si nada especial hubiera ocurrido y abandoné la sala en perfecto orden, no esperaba aplausos por aquello, ya que mi papel era bastante secundario.

En las siguientes sesiones a las que asistí descubrí que lo había sucedido no era un hecho aislado y, con toda normalidad, seguí participando en las historias desde un punto de vista privilegiado. Exceptuando los musicales, en los que me costaba mucho seguir el ritmo de las coreografías, me gustaba salir en todas. Ayudé a Espartaco en su lucha liberadora contra Roma, aún cuando durante la toda la película sospeché que sus ideas olían a comunismo. Seguí a Lawrence de Arabia por aquellos vastos desiertos, pasando mil penalidades para derrotar a los turcos, aún cuando al final sospeché que estaba ayudando a la causa del imperialismo británico, así que me desquité peleando junto a Braveheart contra los ingleses, para terminar sospechando que estaba ayudando a sembrar la semilla de un peligroso nacionalismo... En fín, participé en tantas historias que no sería capaz de recordarlas todas, aunque sí que debo contarles que desembarcar en Normandía junto al capitán Miller dejó en mí tal regusto amargo que estuve cerca de un mes sin pisar una sala de cine. Claro que no pude resistir la tentación de volver...

Mi regreso no fue especialmente glorioso. Fue en un matinal en el que emitían "Rey de Reyes". Fui tan descuidado y negligente que elegí el bando equivocado, convirtiéndome en uno de los romanos que contribuyeron al asesinato de Cristo. Ya antes había interpretado papeles poco heroicos, como cuando conocí la vida como gangster en "El padrino", pero esto era demasiado, sentía que había realizado un acto herético. Cuando terminó la película, este sacrilegio me había marcado tanto que no lo podía apartar de mis pensamientos. Los remordimientos me atormentaban y veía abriéndose a mis pies los abismos del infierno. Lo que me sucedió desde ese momento hasta el día de hoy está entre brumas, aunque supongo que anduve vagando como un alma en pena hasta terminar en la celda acolchada de un psiquiátrico. Evidentemente, no les he contado a los doctores mi historia, nunca me creerían y me dejarían encerrado de por vida. Hoy por fín me han dejado mezclarme con los demás internos, ya no estoy aislado. Me he enterado de que mañana toca sesión de cine después de la merienda. Debemos estar en semana Santa porque ponen "La historia más grande jamás contada". Esto debe ser una señal del Cielo. Mis plegarias van a ser atendidas. En cuanto tenga oportunidad protegeré a Cristo nuestro Señor, mataré a todo aquel que intente hacerle daño y daré mi vida si es necesario. Ya puedo ver como sacan mi cadáver de este horrible lugar tras haber vendido cara mi vida, con los honores de un mártir, mientras suena una emocionante banda sonora con los títulos de crédito finales...

jueves, 21 de mayo de 2009

X-MEN ORÍGENES: LOBEZNO (2009), DE GAVIN HOOD. GARRAS SIN AFILAR.


Mi relación con Lobezno viene de muy antiguo. Le conocí en uno de esos prodigiosos números de los X-Men de John Byrne y Chris Claremont en los que se enfrentaban al Club Fuego Infernal. Lobezno caía a unas alcantarillas desde la mansión del enemigo y contraatacaba con una mala leche infernal. Un poco más tarde conseguí su serie limitada "Honor", ilustrada por Frank Miller. Me pareció un prodigio y descubrí a un personaje complejísimo que oscilaba peligrosamente entre su humanidad y su salvajismo.

En la reciente saga cinematográfica "X-Men", Hugh Jackman realizó una interpretación inolvidable del personaje, que convenció al más exigente de los aficionados. A pesar de ser uno de los protagonistas absolutos de la trilogía, era cuestión de tiempo que se le dedicara una película a él solo. Hela aquí.

El comienzo es magnífico. Vemos un Lobezno niño, sacado directamente de la serie "Origins", descubriendo de la peor de las maneras sus singularidades y unos títulos de crédito emocionantes y muy descriptivos: la atracción del protagonista y de su encantador hermano Dientes de Sable por la violencia les llevan a luchar en diferentes guerras: desde la Guerra Civil americana hasta la del Vietnam. Y a todo sobreviven, dado que poseen un factor curativo que les hace prácticamente inmortales. Si el comienzo es bueno, la trama se va desinflando progresivamente: la violencia resulta demasiado light para el personaje (ni una gota de sangre), sus investigaciones un poco burdas y, lo que es peor, lo que se contaba con todo lujo de detalles en una obra maestra del cómic como Arma-X, de Barry Windsor Smith (la dolorosísima inyección de adamantium en sus huesos) se despacha aquí en cinco minutos. No se nos transmite en ningún momento el sufrimiento y las secuelas psicológicas que dejan al personaje este momento trascendental. Deberían haberla alargado más, dramatizándola, y que Lobezno al final masacrara a todo el mundo transformado en una bestia salvaje, como en el comic. Una oportunidad desperdiciada en una película que es "para todos los públicos" cuando no debería serla al tratar de un personaje tan violento y ambiguo. Ese es el gran problema que lastra la producción, a pesar de ser entretenida en todo momento. La aparición de Gámbito es otro gran problema. Nada aporta, es una especie de Poochie (veáse Los Simpson) que quiere molar más que el propio protagonista. Eso sí que es igualito que en los comics, pero hablamos de una etapa bastante mediocre en la serie de los X-Men...

En definitiva, mejor ir a verla como un entretenimiento preveraniego que como una visión canónica de la vida y milagros de Lobezno. Mejor no pensar en lo que podría haber sido...

miércoles, 20 de mayo de 2009

DIES IRAE (1943), DE CARL THEODOR DREYER. TRATADO DE LA INTOLERANCIA.


Día de la ira; día aquel
en que los siglos se reduzcan a cenizas;
como testigos el rey David y la Sibila.

¡Cuánto terror habrá en el futuro
cuando el juez haya de venir
a juzgar todo estrictamente!

El poema musical del siglo XIII, que inspira esta joya de Dreyer lo deja claro: la religión se inspira en el terror humano. Dios vigila nuestras acciones y nos prepara un juicio futuro, en el que deberemos responder de nuestros pecados. Por si eso no fuera suficiente, los representantes de Dios en la Tierra se encargan de recordárnoslo por doquier, aunque ya no gozan del poder de quemar brujas.

Nos encontramos en el siglo XVII, época de intolerancia en Europa, de guerras de religión, de fanatismo. Los poderes eclesiásticos persiguen a una presunta bruja y en una escena cruda, naturalista y sombría la obligan a confesar bajo tortura. Para los inquisidores su trabajo es pura rutina y tienen todo el tiempo del mundo para lograr confesiones y arrepentimientos. Recuerdan a los "funcionarios" de los campos de exterminio nazis, que fichaban todos los días a su hora, hacían su trabajo para el Estado y volvían con su familia. La bruja confiesa, todos tenemos un límite para el dolor. Intenta que la salve un cura, del que conoce un oscuro secreto relacionado con su esposa. Nada es lo que parece a simple vista en este drama. El modélico cura oculta hipocritamente su secreto, entre grandes remordimientos de conciencia. Su mujer no es tan virtuosa y casta como podemos apreciar al principio ni su hijo tan respetuoso de su padre como se nos presenta.

Dreyer describe perfectamente el clima de opresión en una comunidad en la que todos sospechan de todos, donde la quema de herejes es un espectáculo habitual y edificante para el alma, bárbaros sacrificios a un Dios sediento de sangre. Los opresores son a su vez oprimidos por el Ser en cuyo nombre oprimen. Dios les exige una imposible rectitud y perfección, pero sus pensamientos más íntimos les traicionan. La naturaleza humana es, en fín, incompatible con ciertas exigencias estrictas. Aunque a ojos de la comunidad su conducta sea ejemplar, el sacerdote, pieza fundamental del engranaje opresor, se atormenta por su actitud hipócrita, como creyente convencido que es. Y es que los humanos somos únicos inventando sistemas que producen infelicidad y angustia.

martes, 19 de mayo de 2009

HACIA LA BODA (1995), DE JOHN BERGER. EL AMOR EN LOS TIEMPOS DEL SIDA.


(Libro comentado hoy en el Club de Lectura de Fnac, Málaga)

Lo primero que tengo que decir acerca de este libro, es lo mismo que he dicho en el taller: que no me ha gustado. Me ha resultado una lectura ligera, con poca substancia y, sobre todo, con una narración demasiado fragmentada en brevísimos episodios. Los personajes me han resultado poco interesantes, muy planos, muy bondadosos y mansos, a excepción de algún secundario, aunque sí que también tengo que decir que Berger no me parece malo como escritor y desde aquí me comprometo a seguir leyendo algún libro suyo. La trilogía del campesinado que ha comentado Isabel me ha llamado la atención y probablemente termine haciéndome con ella.

Aparece en la narración un asunto polémico: el sida y sus consecuencias. La protagonista, Ninon, lo contrae en una noche loca en la que folla con un desconocido. Sus padres y su novio son tremendamentes comprensivos y la apoyan. A Gino, el novio, no parece importarle en absoluto la enfermedad y sigue adelante con sus planes de boda, contagiando su entusiasmo a Ninon que, si no sufre discriminación en su entorno inmediato, sí que la sufre en su vida cotidiana. Y reproduzco aquí la polémica escena sobre la que hemos discutido. Un hombre acosa a la bella Ninon, pero ella se resiste. Y he aquí lo que sucede:

"¡Váyase ya!
Dame una buena razón.
Váyase, tengo sida.
La fuerza con la que me tiró al suelo me sorprendió, me dí con la cabeza en los adoquines. Creo que perdí el conocimiento, papá. Cuando volví en mí, el hombre estaba parado sobre mí. Tras él había una pareja de mediana edad (...)
¡Ayudénme!, grité, ¡ por favor!
¿Saben lo que es esto?, gritó el hombre del perro, es una puerca con sida, que quiere propagarlo, contagiar, infectar al resto, eso es lo que quiere.
La pareja empezó a decir otras palabras. La mujer se descolgó el bolso del hombro y lo levantó para golpearme con él. Su marido se lo impidió. No va con nosotros, dijo.
Lo peor no eran las palabras. Lo peor era su odio. Me odiaban. Odiaban cada parte de mí. Como cuando alguien te dice que ama todo lo que hay en tí. Nada se salvaba (...)"

Lo cierto es que me pareció una escena exagerada, una escena de odio totalmente irracional. Puede haber algún insulto, pero esas palabras, esa agresión física... Me pareció irreal en el contexto del libro, sobre todo en contraste con la actitud de las personas más cercanas a Ninon. Ni tanto ni tan calvo, cabría decir.

El resto del libro son flashes, pequeñas situaciones que tienen mucho de superfluo respecto al tema principal y que a mi entender no aportan demasiado: muchos personajes secundarios que aparecen por allí unos momentos, tienen su minuto de gloria y desaparecen, por lo que la lectura es particularmente incómoda, aunque sencilla. Yo lo he entendido así, aunque hay defensores del texto de Berger que le dan sentido unitario a toda la narración. Tendría que leerla otra vez pero no lo pienso hacer... aunque sí que le daré nuevas oportunidades a este prestigioso autor.



domingo, 17 de mayo de 2009

DEMASIADO DOLOR.


Artículo aparecido hoy en El País Semanal. Juan José Millás, impagable.

"Supongamos que hay Dios y que tiene madre, y que ambos pasan las tardes plácidamente en el cuarto de estar del cielo, al abrigo de las faldas de la mesa camilla, viendo en alta definición ese programa de telerrealidad tan parecido a Gran Hermano, que es la vida. ¿Les gustará la Semana Santa? ¿Estarán deseando que lleguen estas fechas luctuosas para ver por la tele como las conmemoramos en la Tierra? (...) ¿Disfrutarán comprobando que todo el famoseo andaluz se pelea por la primera fila? ¿Dirán mira qué guapo está Borja, o cómo ha crecido Paquirrín o qué bien sales en esa estatua, madre?

¿Y qué pensarán al ver a ese grupo de legionarios, todos ellos novios de la muerte (aunque detractores del aborto), llevando sobre los hombros al Santísimo Cristo de la Buena Muerte (y contrario, sin embargo, a la eutanasia)? No se pierdan la expresión de angustia del Cristo, que parece que intenta levantarse, qué lástima, para huir de quienes le aclaman. ¿Pero qué he hecho yo, parece decir, por qué me dais esta paliza, por qué gritáis de esa manera? No logro, la verdad, imaginarme a Dios y a su madre soportando tanto dolor, pobres, en unas fechas tan señaladas para ellos. O no existen o se van a pasar la Semana Santa al Caribe del cielo, para huir de la quema."

viernes, 15 de mayo de 2009

TRANSFORMERS (2007), DE MICHAEL BAY. SOLDADOS DE JUGUETE.


Valga por delante que esta no es precisamente una película para tomársela muy en serio. Aclarado esto, hay que decir que no es tan mala como cabría esperar y resulta una buena diversión.

Si analizo "Transformers", tengo que dividirla en dos partes. La primera resulta contenida y con unas buenas dosis de comedia bien medidas es sostenida por el buen hacer de Shia LaBeouf (ojalá hubiera tomado algunos rasgos de su personaje para moderar la chulería que destila como hijo de Indiana Jones en ese despropósito titulado "Indiana Jones y el Reino de las Calaveras de Cristal") y las primeras e impresionantes apariciones de los robots, muy bien traídas, con el acierto de dotarles de rasgos casi humanos. Paradójicamente, con la aparición de uno de mis actores favoritos, John Turturro, la película comienza un descenso acelerado a la peor cara del cine de Michael Bay: acción y explosiones sustituyen las buenas ideas de los minutos anteriores y la presentación de los decepticons (los robots malos) es como la de los anuncios de la tele; cada robot aparece con su cartelito. Hubiera faltado otro cartel con sus características. La traca final resulta realmente aturdidora para el espectador: robots dándose tortas en medio de la ciudad de una manera totalmente confusa y, eso sí, provocando mucha destrucción a su alrededor, lo que no impide alguna heroicidad de algún joven soldado americano que pasaba por allí.

Una película que logra lo que promete: entrener y, de paso, vender algún juguete. ¿No es eso lo que buscan la mayoría de las producciones estadounidenses en la actualidad?

jueves, 14 de mayo de 2009

EL CASTILLO DE CRISTAL (2005), DE JEANNETTE WALLS. CASTILLOS EN EL AIRE.


(Libro comentado hoy en el club de lectura de la Sociedad de Amigos de la Cultura de Vélez-Málaga).

No es esta una narración corriente. En primer lugar hay que decir que es un libro muy valiente. La periodista Jeannette Walls narra su infancia y adolescencia en toda su crudeza, sin ahorrar detalles escabrosos y patéticos. Desde el principio hay que dejarlo claro: los padres de Jeannette eran unos irresponsables y dejaron que sus hijos vivieran en la miseria, pasaran hambre y privaciones, teniendo los medios a su alcance para que esto no fuera así. Solo el egoismo combinado de los dos, el padre con su alcoholismo y la madre con sus delirios de grandeza artística, hacen posible esta tragedia, que provoca que los cuatro hermanos Walls tengan que arreglárselas prácticamente solos desde niños, apoyándose unos a otros para lograr el sueño de salir del círculo vicioso que es su vida.

La paradoja de esta triste historia es que los padres manifiestan amor hacia sus hijos, les transmiten cultura y conocimientos, pero... les hacen que se las arreglen solos desde que tienen uso de razón. Lo que en principio es narrado desde los ojos de una niña ingenua como una emocionante aventura de nomadismo familiar, pronto se va a convertir en una pesadilla, con una familia errante sin lograr su lugar en el mundo en los Estados Unidos de los 70. Los irresponsables padres tratan de ilusionar a sus hijos con unas expectativas que jamás llegan a cumplirse, más bien al contrario. La situación de esta familia cada vez va más cuesta abajo. Los niños llegan a tener que rebuscar entre la basura para alimentarse y a ser tratados como apestados por los demás. Pero ellos no se rinden, se conjuran para lograr un sueño, mucho más realista que el castillo de cristal que pretende construir el padre: reunir dinero para viajar a Nueva York e iniciar una nueva vida. El sueño americano también existe para ellos, a pesar de todo.

Los debates del club han sido particularmente interesantes esta tarde. Aparte del afán de superación de la autora y de su valentía a la hora de plasmar para el gran público unos recuerdos tan desagradables y a veces verdaderamente humillantes, ha habido cierta polémica entre quienes condenaban totalmente a los padres por irresponsables y quienes, al menos, rompían una pequeña lanza a su favor, por el hecho de que existía cierto cariño y que, a fín de cuentas, gracias a ciertos valores que habían sabido transmitir a sus vástagos (aparte de los conocimientos a los que ya he aludido), no habían terminado tan mal (a excepción de la hermana pequeña, que paradójicamente era la que se había criado más alejada de la familia). Yo me encontraba entre los del primer grupo. Es indudable que, aunque al final hayan triunfado en la vida gracias a sus esfuerzos, los hermanos van a sentirse traumatizados toda la vida por haber vivido experiencias tan terribles a edades tan tempranas, que podían perfectamente haberse evitado sin problemas. Quién lea el libro sabrá por qué. Jeannette Walls confiesa que escribir esta autobiografía le sirve como terapia. Se ha llegado a hablar de las dificultades de las actuales generaciones de jóvenes a la hora de abrirse paso por la vida. Eso daría para varios post, y me desviaría de los temas estrictos del libro.

Más allá de los debates sobre sus valores literarios, el libro resulta curioso como análisis de la otra cara de Estados Unidos, la de los desposeidos. Todo esto nos ha llevado (aunque parezca mentira) a analizar diversos sistemas políticos e ideológicos para intentar dilucidar cual es (parafraseando a Churchill), menos malo.

Al final uno se alegra de que la historia de Jeannette Walls haya tenido final feliz. Lo merece, después de tantos sufrimientos. Y lo más admirable es que lo ha superado todo sin rencores. Sus padres siguen por ahí, rebuscando en la basura, pero por propia elección...


martes, 12 de mayo de 2009

EL PILOTO CIEGO (1909) DE GIOVANNI PAPINI. UN MAESTRO OCULTO.


Si hace un par de semanas hubiera hecho una lista de los autores que más ganas tenía de leer por primera vez, sin duda Papini hubiera ocupado el primer lugar. Mi amigo Franjamares me lo recomendó, advirtiéndome que era prácticamente imposible encontrar libros suyos en España. Me quiso dejar uno de esos gruesos tomos de Aguilar, uno de los seis volúmenes en los que se publicaron sus obras completas tiempo ha, pero nunca he podido con esa letra diminuta a dos columnas y decidí esperar a ver si salía algo.

De acontecimiento puede calificarse la iniciativa de Ediciones Rey Lear de publicar, tímidamente, al fín algo de Papini. Se trata de escritos de juventud, pero, y lo adelanto ya, de una calidad altísima, editados primorosamente y con buena traducción. Desde este humilde blog se emplaza a la editorial o a cualquier otra de las que están llevando a cabo la recuperación de clásicos ocultos (Libros del Asteroide, Impedimenta...) a que se ocupen de Giovanni Papini y le den el trato que merece ante el lector español.

Realmente Borges tiene mucho de Papini. Aunque sus estilos son muy divergentes sus temas y la manera de tratarlos no lo son tanto. Donde Borges es grandioso y metafísico Papini es más mundano, pero quizá precisamente por eso sus relatos resulten más estremecedores por cuanto la introducción de elementos fantásticos e insólitos (y muchas veces crueles) se insertan perfectamente en esas narraciones en primera persona. Solo les diré que una de las grandes obsesiones de las varias que recorren estos cuentos es el suicidio. Les dejo una muestra de uno de los magistrales comienzos de Papini, en este caso de "Una muerte mental". Después de leer las primeras lineas el lector no puede sino seguir leyendo de un tirón hasta llegar a la última línea con una inquietud cada vez más creciente en el corazón. Es la virtud de los cuentos inspiradores:

"Nadie conocería la verdadera historia de uno de los suicidios más recientes si yo no tuviese el vicio de andar investigando los suicidios insólitos con la esperanza - casi siempre inútil - de encontrarme con uno admirable (...)"

lunes, 11 de mayo de 2009

PRESENTACIÓN DE "1969" DE JERÓNIMO TRISTANTE Y NOCHE EN BLANCO.


La noche del sábado asistí junto a los compañeros de "Mejor con un libro" y otros amigos a la presentación, en la librería Luces, de la nueva novela del escritor murciano Jerónimo Tristante. Se nota que este hombre es profesor, y de los que se toma su trabajo en serio, intentando transmitir mensajes positivos a sus alumnos. Entre broma y broma, acompañado por Patrick Ericson y Juan Gálvez, los tres dieron una lección de como debe presentarse un libro a través de un acto ameno e interesante a partes iguales.

"1969" es una novela de misterio protagonizada por un policía alcohólico, adicto al licor 43. Tristante nos contó detalles de la trama y de sus localizaciones murcianas que, al menos en mi caso, me despertaron tremendamente la curiosidad, haciéndome al final con un ejemplar de la novela, que espero tener tiempo de leer en breve. Si la trama es tan absorvente como aparenta, seguro que cae en un par de noches. Yo le pregunté acerca de como compatibiliza su trabajo de maestro con el de escritor. Me contestó que hacía lo que podía, documentándose en invierno para poder trabajar en verano y pidiendo excedencias cuando tiene presentaciones. Tristante es un escritor que comienza a tener éxito y reconocimento, pero no hasta el punto de poder darse el lujo de dejar de lado su trabajo. Los escritores que no pueden dedicarse al cien por cien a la escritura y se esfuerzan en publicar sus trabajos son doblemente admirables.

Durante la cena que siguió al acto tuve ocasión de entablar una larga conversación con el interesantísimo Patrick Ericson, que está preparando una novela de llamativo título: "Y el mundo exclamó: ¡Heil Hitler!", una ucronía donde los nazis cambian de táctica en 1942, no se empantanan en Stalingrado y consiguen ganar la guerra después de algunos años. Todo ello gracias a que Hitler sufre un oportuno coma de seis meses en el momento decisivo de la guerra, por lo que no puede tomar las desastrosas decisiones que fueron la perdición de la Werchmatch, dejando la dirección a sus generales. Hoy me ha mandado los dos primeros capítulos, que tiene ya casi terminados y estoy deseando leerlos. Yo le he mandado dos humildes cuentos sobre Hitler que me van a publicar en la revista "Voces". La Segunda Guerra Mundial es una de mis obsesiones y hablar de este tema con un autor que está preparando una obra de ficción en ese contexto fue muy gratificante.

Luego tuvimos tiempo de dar un paseo por la noche en blanco malagueña. Una iniciativa muy inteligente y exitosa, a tenor del gran ambiente que había en todas las calles del centro, aunque bien es cierto que Málaga es prácticamente un desierto cultural el resto de días del año. Debería hacerse algo a este respecto, porque parece que la cultura también vende. Había colas hasta para la exposición de Vázquez Díaz, por cierto, muy recomendable. Curiosos los dibujos dedicados a personalidades contemporáneas del artista. Lástima que la lluvia hiciera funesta aparición ya de madrugada y estropeara algunos actos de tan singular noche...

domingo, 10 de mayo de 2009

BUENAS NOCHES, Y BUENA SUERTE (2005) DE GEORGE CLOONEY. LA RESPONSABILIDAD DEL PERIODISTA.


En los años cincuenta, de la mano del inefable senador McCarthy, en los Estados Unidos se desató la histeria colectiva de la caza de brujas. Se suponía que aquel país era una democracia, pero en aquella democracia no tenían cabida las ideas comunistas. El comunismo representaba a la Unión Soviética. La Unión Soviética era el enemigo. Así de simple. Como es lógico las persecuciones indiscriminadas acaban dando lugar a graves abusos, a juicios sin pruebas y a procedimientos inquisitoriales, alentados por el clima de miedo de la guerra fría. Todo esto da lugar a un duelo entre el íntegro periodista Edward Murrow y el senador.

En aquellos años el medio televisivo estaba todavía en pañales, pero Murrow consiguió que sirviera para un fín noble: la defensa de la libertad de expresión y de la privacidad de los ciudadanos. Hoy día la televisión ha alcanzado su madurez y se ha conseguido lo que parecía prácticamente imposible: que no sirva absolutamente para nada y que destile basura por todos sus poros. Quizá exagero, pero al final de la película se nos dan algunas pistas de como hemos ido llegando paulatinamente a la situación actual en pos de lo que se supone que la gente busca cuando se sienta en su sillón ante la caja tonta.

David Strathairn realiza un trabajo impresionante como Murrow, un periodista que transmite integridad y cuyas palabras veraces y llenas de sentido común acaban poniendo contra las cuerdas al senador en su particular combate. Es un tipo serio que cree que puede realizarse una televisión de calidad y servicio ciudadano y lo dice sin pelos en la lengua. ¿Qué dirían hoy los responsables televisivos? ¿Se reirían de sus palabras o directamente lo ignorarían? Realmente quien quiera encontrar un poco de calidad periodística debe acudir a los medios impresos y esforzarse un poco en leer. Cada vez menos gente lo hace, por mucho que se diga y se repite que los periodicos tradicionales están en peligro por culpa de este oasis de libertad que es internet. Realmente el espíritu crítico de la mayoría de la población está por los suelos, si exceptuamos el fútbol, la prensa del corazón o la situación personal de cada cual en el entorno inmediato. Poca gente goza hoy de visiones globales de nuestra situación y hay muchísimos problemas que nos afectan de los que apenas tenemos noticias, porque no interesa que se difundan. El periodismo de hoy en día son pequeñas píldoras. Los árboles nos impiden ver el bosque.

Películas como esta, rodada valientemente en blanco y negro, con austeridad y elegancia, nos recuerdan cual debería ser la función del periodista más allá de la supuesta objetividad informativa. Si estrapolamos la situación que se narra en el film a nuestros días podemos observar un paralelismo claro entre McCarthy y Bush. Mientras al primero se le logró parar los pies y fue reprobado por sus propios compañeros, el segundo, que ha sido infinitamente más dañino para su país y el resto del mundo se ha ido de rositas sin ningún Murrow que se enfrente abiertamente a él, al menos en su primer mandato. Su equivalente más inmediato sería Michael Moore, cuyos documentales se quedan a medio camino entre el alegato, el espectáculo y la denuncia, aunque bien es cierto que la austeridad y el rigor de la televisión de los años cincuenta no son válidos para estos tiempos, siempre ansiosos de novedades, con lo cual el escándalo de hoy se habrá quedado obsoleto muy pronto, sustituido por otro de mucha mayor resonancia. El hilo de las informaciones se pierde y a veces no nos enteramos del final de historias periodísticas que fueron la estrella del día hace pocos meses.

No estaría de más, que nuestro presidente del gobierno, que escogió el título de esta película para despedirse de los telespectadores en los debates electorales de hace un año, tomara ejemplo de la honestidad de Morrow a la hora de informarnos de la realidad de esta crisis y dejara de hacer, quizá bienintencionados pero contraproducentes, castillos en el aire.

viernes, 8 de mayo de 2009

EL AMO DE LA CASA (1925) DE CARL THEODOR DREYER. LA SAGRADA INSTITUCIÓN FAMILIAR.



No son los tiempos propicios para comentar una película danesa realizada hace más de 80 años y para más inri, muda. No es algo que interese a mucha gente y es un error, pues los orígenes del cine, las formas de expresión cinematográficas que hoy consideramos tan comunes están aquí, experimentándose por primera vez y logrando tocar la fibra sensible del espectador en un arte novedoso y que se antojaba lleno de posibilidades. Dejo claro que por reivindicar el cine mudo no estoy hablando en contra del actual, que siempre nos puede sorprender con producciones interesantes, incluso con buen cine, pero se ha perdido mucho casi todo el espíritu innovador y de sentido de la maravilla que tenía el cine de antes. Ya casi nadie quiere arriesgar y los directivos, que mandan mucho más que los directores, miran nerviosos las cifras de espectadores del primer fín de semana, independientemente de que la película sea o no un bodrio.

"El amo de la casa" cuenta la historia de una familia con problemas: el padre ha perdido su negocio y paga su desdicha con su mujer e hijos. Se convierte en lo que hoy llamariamos un maltratador, aunque de perfil psicológico, no físico. Su suegra tomará cartas en el asunto ¡y de que manera! Viktor pasará de amo de la casa a amo de casa, aprenderá humildad y podrá reconciliarse con su esposa, una mujer sumisa y obediente, que en ningún momento ha pensado en dejarle. sino en luchar por su familia. Una fábula acerca de la importancia de esta institución, en cuyo seno todos nos criamos y empezamos a descubrir el mundo y que tanto está ayudando, según se dice, a los parados que se quedan sin prestación.

Resulta curioso que toda la película se vea a través de una especie de agujero, como si estuviéramos espiando a través del ojo de una cerradura la vida doméstica de esta humilde gente. Prácticamente toda la película se desarrolla en el interior de la casa, en el interior del seno familiar. Ni que decir tiene que, como en toda película muda, la importancia de los gestos, de las expresiones de los actores, es capital. Esta no es una excepción en este sentido.

La edición en dvd, que viene en un pack con otras tres del mismo director a muy buen precio, resulta imprescindible para cualquier cinéfilo. En mi caso es la primera película que veo de este director y ya iba siendo hora. A ver si completo el mini ciclo Dreyer con las otras tres. También me he enterado que acaba de salir al mercado "Vampyr", otra de sus joyas, pero aún a un precio prohibitivo. Ya iré comentando las otras tres "Ordet", "Gertrud" y "Dies irae", tres de sus obras maestras más conocidas.

miércoles, 6 de mayo de 2009

EL MIEDO DEL PORTERO AL PENALTY (1970), DE PETER HANDKE. EL MUNDO SEGÚN BLOCH.


Peter Handke saltó al primer plano de las noticias hace diez años cuando se opuso frontalmente a los ataques de la OTAN contra Serbia a raíz de la crisis de Kosovo, pero hacía ya años que era un escritor consagrado. "El miedo del portero al penalty", quizá su obra más conocida, de llamativo título, nos hace seguir las extrañas vivencias del ex-portero Bloch en unos pocos días. Su visión de la realidad está totalmente distorsionada y fragmentada. Al ver el mundo a través de sus ojos, el lector puede apreciar nuevas e incómodas dimensiones en lo cotidiano.

Quizá he cometido un error al leer esta novela en varios días, pues quizá requiere una lectura de un tirón (ni siquiera está dividida en capítulos) para apreciar en toda su magnitud las frenéticas vivencias de Bloch, que en ningún lugar se siente a gusto, que debe estar perpetuamente en movimiento y que es capaz de cometer un asesinato con la indiferencia de un Meursault. La novela es deudora e hija de la obra de Camus, aunque su personaje tiene más de nihilista que de existencialista. Ni siquiera llega a preguntarse por el sentido de su vida, sino que no le da importancia alguna. ¿Qué significa todo esto? No creo que Handke quiera darle una interpretación a todo esto, sino mostrarnos que hay tantas realidades como seres humanos y como consecuencia, tal y como se nos informa en la contraportada "sus obras suelen gravitar en torno a las dificultades en la comunicación humana".

Su lectura me ha resultado muy interesante y algo incómoda (en el mejor sentido del término), por lo que seguiré leyendo a Handke en cuanto pueda.

martes, 5 de mayo de 2009

LOS SANTOS INOCENTES (1984) DE MARIO CAMUS. EL FRANQUISMO PROFUNDO.


Si me preguntan cuantas veces he visto esta película no sabría qué responder. Muchas. Pocas veces una adaptación cinematográfica acaba fundiéndose con la narración original de esta manera, a la vez que los actores no representan, sino que son los personajes de Miguel Delibes. ¿Alguien puede imaginarse a otro Azarías que al prodigioso Paco Rabal? ¿U otro Paco el Bajo, olisqueando como un perro ante la atenta mirada del señorito Iván-Juan Diego?

Con una sencillez apabullante Mario Camus consigue trasladar todos los sentimientos que produce la novela: interés lector ante una sociedad rural prácticamente de señores feudales, fascinación ante unos personajes casi animales, unos por sumisión al amo, otros por salvajismo (las escenas de las cacerías son representaciones de auténtico exterminio).

Si bién es cierto que el film reproduce fielmente la novela, es un acierto haber introducido una estructura de flash-backs (de los hijos de Paco el Bajo, del mismo Paco y de Azarías) para trasladar a imágenes lo que cuenta Delibes. Resulta más terrible, si cabe, ver a los personajes aún traumatizados y asumiendo las consecuencias de la vida que llevaron años atrás.

Yo particularmente me quedo con la mirada de Alfredo Landa disculpándose ante su amo por no poder salir de cacería con él a consecuencia de su pierna rota. Y, por supuesto, con Azarías llamando a la Milana.

lunes, 4 de mayo de 2009

EL PARAÍSO EN LA TIERRA.


Llevo ya tiempo escuchando que esta crisis no es como las anteriores, una crisis de cambio de ciclo económico, sino que es más profunda y las heridas que va a dejar no van a cicatrizar fácilmente. ¿Acabará con el capitalismo, como triunfalmente se proclama desde ciertos círculos? No lo creo. Yo me conformo con que el Estado vuelva a ser el árbitro y garante de la economía, corrector de desigualdades . Y que se acaben las grandes fortunas basadas en la especulación. Gran parte de la actividad económica de los últimos años no tenía soporte físico o meramente dinerario alguno: era puro humo, que solo benefiaba a quien sabía vender la nada a precio de oro. Recientemente hemos vuelto a aprender que el crecimiento se basa en el crédito: al cerrar el grifo del crédito, resulta que las empresas no pueden seguir tirando hacia delante ¿el endeudamiento era una cadena perpetua? Ahora los desheredados del mundo tienen una oportunidad de oro de hacerse oir. La gran mentira en la que hemos vivido por fín se desvela en todo su amargo esplendor. Todo esto lo expresa mucho mejor que yo Ulrich Beck, en El País de hoy (La revuelta de la desigualdad):


"La ideología predicaba que cualquiera podía triunfar. Esto era válido tanto para el comprador de bajos ingresos que obtenía su primera propiedad como para el malabarista que ignora los riesgos incalculables. El paraíso en la tierra consistía en que el primero podía comprar con dinero prestado y el segundo podía hacerse aún más rico, también con dinero prestado. Ésta era y sigue siendo ahora, la fórmula de la irresponsabilidad organizada de la economía global. Ahora, en la caída libre de la crisis financiera, ambos salen perdiendo, aunque no exactamente de la misma manera. Mientras que los ricos poseen un poco menos, a los pobres apenas les alcanza para vivir. Después de haber subido, ahora el ascensor vuelve a bajar. Pero esto no amortigua la capacidad explosiva de la revuelta de la desigualdad que hoy se cuece. (...)

En realidad, este espíritu ha convertido a muchas y a muy distintas sociedades en dependientes de la droga de vivir con dinero prestado. La rutina diaria de las personas se basaba en la obtención de dinero rápido y barato, así como en la disponibilidad ilimitada de combustible fósil."

Está claro que el problema no es cuando vamos a salir de la crisis, sino si vamos a aprovechar para cambiar el sistema para salir de ella.

viernes, 1 de mayo de 2009

LOS SANTOS INOCENTES (1981), DE MIGUEL DELIBES. ACATAR LA JERARQUÍA.


En 1931, recién comenzada la Segunda República, se crearon las Misiones Pedagógicas, cuya principal misión era llevar la cultura a los más apartados rincones del ámbito rural. Como el infierno está empedrado de buenas intenciones, el franquismo volvió a llevar las aguas a su cauce: las clases inferiores estaban para servir a los señoritos, por lo que culturizarlos era una peligrosa pérdida de tiempo.

Con un lenguaje sencillo, prácticamente rural, sustituyendo los puntos por comas para dar fluidez a la narración, "Los santos inocentes", una de las obras maestras de Delibes, nos habla de hombres tratados como animales dóciles por sus paternalistas amos. Hombres y mujeres utilizados para las más ingratas tareas y deshechados cuando ya no sirven, sin educación y sin otro horizonte que el trabajo duro para ganarse las migajas que tengan a bien ofrecerles sus dueños: Azarías, echado de un cortijo por viejo, aunque con mentalidad de niño, se refugia en la choza de su hermana y transmite su necesidad de cariño a un pájaro o Paco el bajo, sirviente fiel, que quiere un futuro mejor para sus hijos, utilizado literalmente como un perro de caza por el señorito Iván, representantes de clase más humillada durante el franquismo, una clase que ni siquiera sabía que tuviera derechos que defender, tales eran la ignorancia y el aislamiento a los que estaban sometidos. Poco más que animales, poco menos que personas.

Una de los mejores y más significativos momentos de este libro repleto de ellos se produce con el arrebato de patriotismo del señorito Iván ante su invitado en la mesa, el embajador francés, ya que "los franceses os gastáis muy mal yogurt al juzgarnos". Hace desfilar a algunos de sus sirvientes para que escriban su nombre, lo que hacen con gran dificultad. Iván se enorgullece como ante un niño que da sus primeros pasos. Así da por salvado el "orgullo nacional":

"y en la mesa, todos a reir indulgentemente, paternalmente, menos René, a quién se había aborrascado la mirada, y no dijo esta boca es mía , un silencio mineral, hostil, pero, en verdad, hechos de esta naturaleza eran raros en el cortijo, pues , de ordinario, la vida transcurría plácidamente (...)"

Esta placidez franquista me recuerda inevitablemente las declaraciones efectuadas hace un par de años por el actual candidato por el PP a las elecciones europeas, don Jaime Mayor Oreja acerca del franquismo: "Era una situación de extraordinaria placidez". Una placidez ciertamente extraordinaria, sí señor, fundada por los vencedores de una guerra civil en un darwinismo social institucionalizado, donde los más fuertes se imponen a los más débiles. Así lo expresa perfectamente el señorito Iván, quejándose de las nuevas generaciones de siervos:

"muy sencillo, al acabar el cacerío le largo un billete de cien, veinte duritos ¿no?, y él, deje, no se moleste, que yo, te tomas unas copas, hombre, y él, gracias, le he dicho que no, bueno, pues no hubo manera, ¿qué te parece?, que yo recuerdo antes, bueno, hace cuatro días, su mismo padre, Paco, digo, gracias, señorito Iván, o por muchas veces, señorito Iván, otro respeto, que se diría que hoy a los jóvenes les molesta aceptar una jerarquía, pero es lo que yo digo, Ministro, que a lo mejor estoy equivocado, pero el que más y el que menos todos tenemos que acatar una jerarquía, unos debajo y otros arriba, es ley de vida ¿no?".

Una ley de vida que sigue influyéndonos hasta nuestros días, seguimos muy lejos en cuanto a igualdad de oportunidades y la familia en la que se nace sigue condicionando el destino de cada cual. Aunque el acceso a la cultura es más sencillo que nunca, la gran mayoría, con la aquiescencia de los que están arriba, sigue optando por el fútbol y los programas del corazón.


MAL DE AMORES (1995), DE ANGELES MASTRETTA. MÉXICO INSURGENTE.


(Libro comentado ayer en el club de lectura de la librería Cincoechegaray).

Son pocas las ocasiones, en los debates de un club de lectura, en que las posiciones son unánimes. Esta ha sido una de ellas: a todos nos ha decepcionado la lectura de este libro. A unos más y a otros menos, pero la sensación de pérdida de tiempo ha sido general. Y es que Mastretta cuenta en cuatrocientas interminables páginas lo que podía haber narrado en un cuento largo.

La historia de Emilia se me hizo un poco insufrible. La revolución está siempre presente como trasfondo pero ella vive su vida un poco al margen y solo se implica en ella cuando le apetece (como doctora, como mujer muy adelantada a su tiempo) y debatiéndose entre dos amores: Daniel Cuenca, un revolucionario ilustrado y aventurero, que la utiliza de vez en cuando para desfogarse y cuya situación le impide comprometerse, lo cual les viene bien a los dos, porque en realidad no se soportan y solo son compatibles a la hora de practicar sexo y el buenazo de Antonio Zavalza, un médico pacífico que representa para Emilia una vida ordenada y sin sobresaltos. Como se dice en la contraportada, "Emilia es una mujer que lucha por sus convicciones y se niega a renunciar a sus sentimientos, enfrentando las limitaciones impuestas a su condición femenina", es cierto todo eso, pero también lo es que su liberal familia le allana el camino y ni siquiera se inmuta cuando le pillan en la cama con Daniel. Todo son parabienes y buenos consejos. La casa familiar de Puebla permanece inmutable año tras año como refugio para Emilia, con sus bondadosos moradores siempre solícitos para atenderla.

Me recuerdan estos argumentos y esta escritura a obras de otras autoras latinoamericanas, como Isabel Allende o Laura Esquivel, con fórmulas parecidas: mujeres con pasiones desatadas, recetas o fórmulas mágicas siempre presentes (en este caso compuestos medicinales) y toques de realismo mágico, en el caso de Mastretta, leves pero siempre presentes.

Lo más interesante, el ruido de fondo de la revolución mexicana, que de poco sirvió para los humillados y ofendidos de siempre. Todo cambia para que todo siga igual, como decía Lampedusa. Este fragmento, leído por un compañero, es revelador:

"Temía lo irreversible, pero se empeñaba en moderar la precipitación de quienes aseguraban que un levantamiento en Puebla haría levantarse tras él a todo el país. No confiaba en quienes creían que sería fácil tomar cuarteles, asaltar tiendas, empujar huelgas, dejarse comer por la prisa y los excesos antes que por la mesura y las ideas. Ambicionaba la política, el quehacer político como el más generoso de los quehaceres, la paciencia y la razón por encima de la ira. Como Diego, desconfiaba de los hombres puros, de quienes estaban dispuestos a morirse y matar con tal de romper de una vez con el hábito de la paz que a él le resultaba tan preciado. No creía como otros que en México todo había sido igual los últimos treinta años. Creía que el sueño había sido traicionado, porque la vida siempre traiciona los sueños. La república con que había soñado su generación debió ser democrática, igualitaria, racional, productiva, abierta a las novedades y al progreso. Pero él había envejido viéndola convertirse en el reino de los grandes ricos, seguir siendo territorio de la desproporción y el autoritarismo. Era como cuando él nació, como cuando su abuelo luchó para librarla de la colonia española, una sociedad regida por el más necio catolicismo, guiada por fueros, privilegios y caciques." (pag. 193).

Si la novela hubiera seguido por esos derroteros, hubiera sido una lectura mucho más interesante. De la revolución mexicana hay algunas descripciones, pero pocos análisis. Lo que verdaderamente interesa a la autora son los sentimientos de Emilia. Y cuatrocientas páginas de sentimientos que rozan la novela rosa, son demasiadas.