viernes, 31 de julio de 2009

UN EJÉRCITO AL AMANECER (2002), DE RICK ATKINSON. BAUTISMO DE FUEGO.



La lectura de este ensayo histórico me ha resultado francamente apasionante. Recoge uno de los episodios de la Segunda Guerra Mundial que las enciclopedias suelen tratar casi de pasada, pero del que Atkinson profundiza en sus vertientes militar y política. Y saca a la luz su trascendental importancia.

A finales de 1942 los americanos llevaban casi un año en guerra. Cuando se produjo el ataque a Pearl Harbour, el ejército estadounidense dejaba bastante que desear. Apenas contaba con oficiales, la escasa tropa estaba mal entrenada y equipada, los blindados brillaban por su ausencia y el alto mando apenas empezaba a comprender el moderno concepto de guerra de movimientos. Desde tan dramática posición de partida, el país tuvo que ponerse a recuperar los años perdidos. Hoy día advertimos la declaración de guerra a los Estados Unidos como uno de los más grandes errores del Eje. Entonces no estaba tan claro. Los Estados Unidos eran trágicamente vulnerables.

Se nos cuenta en el libro que el debut en el frente europeo estuvo sujeto a agrias discusiones. La mayoría del generalato americano optaba por un desembarco en el Norte de Francia, para atacar directamente al corazón de Alemania. Hubiera supuesto un desastre completo, pues los aliados no se encontraban preparados para una operación de tal envergadura y no lo estarían hasta dos años más tarde. Al final se impuso la razón (y el pensamiento británico) y Rooselvelt optó por un desembarco en el Norte de África, para tomar al Afrika Korps de Rommel en una pinza, pues la batalla de El Alamein ya se decantaba a favor de Montgomery. Los desembarcos en las playas de Marruecos y Argelia fueron fáciles, aunque caóticos (pero no un paseo militar, como comúnmente se cree). Los ataques directos a los puertos, desastrosos. La conquista de las dos colonias francesas fue relativamente rápida, pese a esporádicas resistencias de tropas leales a Vichy. Lo auténticamente difícil vendría en Tunicia, donde americanos e ingleses se enfrentarían al verdadero enemigo: Alemania.

El territorio tunecino era especialmente propicio para los defensores: colinas, pasos estrechos... y los alemanes supieron aprovecharlos magistralmente, a pesar de su inferioridad de medios. Atkinson hace hincapié durante toda la narración en un hecho brutal, pero que es la esencia de toda guerra: para ganar hace falta adquirir experiencia en el campo de batalla y la experiencia solo se adquiere a través de errores que conllevan cientos y cientos de muertos y heridos. Las batallas que se describen son especialmente sucias y crueles, en las que no vencía el soldado más bravo, sino el que contaba con mejor posición. La muerte o la mutilación podía venir de cualquier parte y los soldados que sobrevivían a una batalla, o bien quedaban curtidos o bien enloquecían (hubo un alto porcentaje de bajas psiquiátricas). Estremece pensar en unos jóvenes imberbes lanzados de pronto a ese tremendo infierno. ¿Cómo debían sentirse? ¿Encontraban algún sentido a toda esa locura? Los generales lo tenían claro: necesitaban, por encima de todas las cosas que el soldado americano odiara al enemigo:

"Varias exhortaciones habían promocionado la virtud del odio. "Con el tiempo tendréis sed de matar, ¿por qué no ahora?, urgía en noviembre en un discurso por la radio nacional el teniente general Lesley J. McNair, jefe de las fuerzas de tierra del ejército. Un despacho del alto mando en Argel referido a la instrucción instaba a los comandantes a "enseñar a sus hombres a odiar al enemigo y querer matar por cualquier medio". Patton señaló a sus tropas a mediados de marzo: "Debemos tener el deseo de matar".

Patton. Un personaje que produce fascinación. Aquí aparece más como un gallito de pelea que como el gran general que todos conocemos, alguien que solo apelaba a los huevos del combatiente, pero que, al menos en esta fase de la guerra, apenas atendió al fundamental problema de los suministros. Y son los suministros los que acaban decantando las guerras a un lado u otro de la balanza. El ejército que cuenta con ellos en abundancia puede permitirse masacres en sus propias filas. Para el que los tiene limitados, cada baja le hunde un poquito más el puñal en el corazón. Este asunto fundamental, el gran olvidado en muchas ocasiones, esta magistralmente planteado por Atkinson y nos hace comprender por qué finalmente ganaron los aliados, a pesar de tanto desastre acumulado al principio. No quiere decir esto que no se haga viajar al lector al corazón de las batallas. Atkinson utiliza un estilo casi literario para que sintamos el miedo y la tensión que respira un soldado atrapado en esa vorágine, ocupándose hasta de los más nimios detalles. Baste recordar la descripción de una mina antipersona plantada por los alemanes, la "castradora", llamada así porque saltaba hasta el abdomen al ser pisada...

La campaña del Norte de África no fue un paseo militar precisamente. Cada metro de terreno fue duramente ganado y los ejércitos no se comportaron con caballerosidad. Hubo muchos casos de agresiones a la población civil y de muerte de prisioneros por parte de ambos bandos. El sufrimiento de los jefes militares también queda reflejado en todos sus grados, tanto de los que compartían con sus soldados los peligros del frente como de los que sufrían sentados en sus despachos, abrumados por la responsabilidad. La guerra no está concebida para seres humanitarios. Los seres humanitarios en esa tesitura o se inhumanizan o mueren. No cabe otra posibilidad.

Si hay que ponerle un pero a un libro tan magistral es haber tratado poco el punto de vista de los alemanes, aunque es algo comprensible, ya que Atkinson está escribiendo la historia del ejército americano. La segunda parte de la trilogía "El día de la batalla", trata sobre la campaña de Italia. La tercera, aún por salir, tratará la campaña de Francia. Sin duda serán dos grandes lecturas, fundamentales para los aficionados a la Segunda Guerra Mundial.


miércoles, 29 de julio de 2009

¿MERECEN LOS ETARRAS LA PUBLICIDAD QUE SE LES DA?


Siempre que se produce un nuevo atentado etarra, la misma canción. Los políticos condenan, los ciudadanos expresan su indignación, los periódicos salen con titulares gigantescos. ¿Sirve esto para algo? Desde luego que sí. Para que los asesinos se froten las manos sabiendo lo rentable que les va a ser la publicidad generada entre sus incondicionales. Y es que vivimos en la sociedad de la indignación, que paradojicamente acaba engrandeciendo a meros asesinos que acaban pensando que su actividad tiene gran importancia.

No todas las muertes son iguales, sino que los medios eligen las relevantes y descartan las que a priori no van a impactar al público. La muerte de la niña marroquí es muy morbosa, porque afecta a una familia ya tocada por la desgracia. Una vulgar muerte por accidente de tráfico, como las decenas que se producen cada día, quizá por imprudencias asesinas de algunos, es una mera estadística. Los etarras se aprovechan de esta manera de ver las cosas y se apuntan al carro. En este sentido, están más que integrados en nuestra sociedad. Cuanto más espectacular sea un atentado, tanta más audiencia va a tener, que es en definitiva lo que se busca.

Lo que voy a decir seguramente suene escandaloso y sé que es absolutamente imposible de llevar a cabo. Pero ¿no sería mejor tratar los atentados de otra manera? No me refiero en absoluto a instaurar la opacidad informativa, pero sí tratarlos como tercera o cuarta noticias del telediario. Los etarras seguramente quedarían más desconcertados que ante una de las habituales operaciones de descabezamiento de la cúpula.

Voy a recordar uno de los más olvidados episodios de la Segunda Guerra Mundial. Ante los continuos bombardeos a sus ciudades y frustrados ante la imposibilidad de hacer lo propio en las ciudades estadounidenses, los japoneses idearon un ingenioso sistema de bombas guiadas por globos aeroestáticos que consiguieron provocar algunas víctimas mortales amén de quemar algún bosque californiano. Los medios estadounidenses no dijeron ni palabra, a sugerencia del gobierno. Desconcertados ante el silencio de la prensa a su ofensiva aérea, los nipones la abandonaron, al creer que estaba siendo totalmente fallida.

Desde luego, esta actitud de la prensa es impensable en nuestros días, porque no estamos en ninguna guerra (aunque los de ETA digan que sí) y con nuestros medios de comunicación modernos todo acaba sabiéndose (aparte de que, obviamente, debemos estar en contra de toda forma de censura), pero sí que sería bonito que se dejara a estos héroes "libertadores" a media voz. A lo mejor toda la fuerza se les iba por la boca.

lunes, 27 de julio de 2009

EL CABALLERO OSCURO (2008), DE CHRISTOPHER NOLAN. CIUDAD ROTA.



Batman siempre ha sido un personaje con grandes posibilidades. No solo por él mismo, con sus traumas y obsesiones, sino por la magnífica galería de secundarios (héroes y villanos) que suelen acompañar sus historias. El murciélago, junto con James Bond e Indiana Jones, completan mi trinidad de héroes sagrados del cine de los últimos años.

Si obviamos la ridícula serie de los años sesenta, Batman comenzó su carrera cinematográfica bajo la personal visión de Tim Burton y parecía que la iba a acabar penosamente bajo la batuta del mediocre Joel Schumacher, que llevó al personaje al ridículo más espantoso con "Batman y Robin". Por suerte, unos años después llegó Nolan al rescate, dirigiendo la fascinante "Batman begins", una puesta al día hiperrealista del personaje, que se nos presentaba como un ser complejo y contradictorio, preparándose para una guerra que le va a llevar al límite de sus recursos físicos y morales.

"El caballero oscuro" se sitúa cronológicamente un par de años después de la primera. Batman está limpiando la ciudad con bastante éxito, aunque nadie lo diría, cuando muestra su magullado cuerpo, lleno de cicatrices de batallas pretéritas y prepara el golpe definitivo contra la mafia. Tan optimista se siente que está pensando en retirarse. Pero esta situación se invierte radicalmente con la llegada del Joker, un psicópata que pondrá en jaque a la ciudad entera.

El Joker de Nolan es bastante diferente al de los cómics, aunque comparte los rasgos esenciales. Es despiadado, brutal, inteligente, carente de empatía y, lo que es peor, carece de objetivos, como no sean crear el caos y la anarquía. En una de las escenas quema sin remordimiento alguno un montón de millones de dólares. El dinero no le interesa a este monstruo, solo su particular juego. Resulta fascinante la necesidad que muestra por Batman, como si estuviera enamorado de él de una manera siniestra. Lo necesita como enemigo, para retarle y para pasárselo bien a su costa. Es inmune al dolor (más bien lo disfruta, como demuestra en el interrogatorio) y su mayor anhelo es probar la fragilidad del orden social, poniendo a prueba la resistencia de la ciudad de Gotham. Se ha hablado mucho de las excelencias de la interpretación de Heath Ledger y no seré yo quien contradiga esas opiniones, pero tengo que romper una lanza a favor de Aaron Eckhart, un magnífico fiscal Dent, puesto a prueba por el Joker de la manera más horrorosa, prueba viviente de que hasta el ser más recto e incorruptible puede sucumbir si se le tocan las teclas adecuadas. Eckhart nos transmite de una manera magistral los sutiles cambios que se van operando en su personaje en su particular viaje al corazón de las tinieblas.

Batman se nos aparece aquí como un personaje amargo y poco romántico. La misión que se ha autoimpuesto le pesa como una losa. Incluso se sugiere que su actuación al margen de la ley es propia de un fascista. El superhéroe aparece como totalmente impotente ante el desbordamiento de los acontecimientos. Como mucho es capaz de poner una tirita en la hemorragia que crea el Joker. Batman ve como en pocos días se deshace el trabajo que tanto le costó realizar. Nolan no tiene compasión con él. Es el Batman menos heroico y más desvalido que se recuerda. En muchas ocasiones solo puede dar palos de ciego y su triunfo final es ciertamente amargo, por todo lo que ha perdido y el sacrificio que se autoimpone con tal de que quede un atisbo de esperanza entre los ciudadanos de Gotham. El Joker, a pesar de ser capturado, se carcajea estrepitosamente, pues ha conseguido lo que buscaba. La ciudad difícilmente va a recobrarse de sus andanzas. Él ha probado que solo se necesita un pequeño impulso para que toda su insolidaridad, miedo y corrupción salgan a la superficie.

Una gran película que auna género negro y superheroico. Una amarga reflexión social de Nolan, que recoge lo mejor de los cómic de Frank Miller y Alan Moore para construir un Batman tan oscuro como el título de la película. El cine (y el cómic) de superhéroes, tal y como queda probado también en la magnífica "Watchmen", son instrumentos válidos para reflexionar acerca de nuestro presente. Esperamos con ansiedad la tercera parte.

miércoles, 22 de julio de 2009

HAMBRE (1890), DE KNUT HAMSUN. UN ARTISTA DEL HAMBRE.



Todo un descubrimiento ha supuesto la lectura de este libro de Knut Hamsun. Yo nunca lo había escuchado, pero voy tomando conciencia de que se trata de un autor de culto. Uno de esos ganadores del Nobel semiolvidado para muchos, pero que creo que conviene recuperar. Al menos esta gran novela.

El protagonista, un ser sin nombre y sin apenas pasado que el lector conozca, vaga por las calles de Cristianía. Se trata de un ser humano despojado de algunos de los elementos que le pueden identificar como tal: no está capacitado para la más elemental supervivencia y padece un hambre atroz durante toda la novela. En la lucha darwiniana por la vida, él es el ser más bajo en el escalafón, condenado a extinguirse por su falta de adaptación al medio. Ni siquiera sirve para pedir limosna. Aún cuando tiene oportunidad de solicitar ayuda suele desperdiciarla, por vergüenza de sí mismo y por no importunar al prójimo. Poco a poco la locura se va adueñando de sus actos y se conduce impulsivamente, de un modo totalmente absurdo, desperdiciando el poco dinero que a veces cae en sus manos. Luego se arrepiente y pasa jornadas de verdadero tormento interior. Escribe compulsivamente acerca de los más diversos temas y trata de vender dichos textos a los periódicos. A veces tiene éxito y disfruta de un breve periodo de redención. Pero pronto vuelve a caer en la espiral autodestructiva... En realidad hay momentos en los que siente verdadero asco de sí mismo y vocifera mentalmente contra Dios, al que estima responsable de su miserable destino...

Uno de los grandes temas de la novela es la soledad del individuo entre una gran multitud. El protagonista es incapaz de establecer relaciones sociales que le ayuden a superar su desgracia. Más bien parece complacerse en ella en ocasiones, pues estar consigo mismo le satisface sobremanera. A destacar sus pensamientos siempre oscilantes entre el optimismo y el pesimismo. Dadas sus circunstancias, este último suele ganar fácilmente la partida.

"Hambre" es una novela a caballo entre el naturalismo del siglo XIX y la novela más experimental, más volcada hacia el interior del ser humano del siglo XX. Hamsun consigue un perfecto equilibrio entre las dos tendencias, tomando lo mejor de cada una de ellas e inaugurando en cierto modo la novela moderna. Insisto: el monólogo interior del protagonista, aún con sus palabras alucinadas, resulta la parte más fundamental de la narración.

Seguramente sentiré la necesidad de releerlo más adelante. Absolutamente recomendable.


ESTUPOR Y TEMBLORES (1999), DE AMÉLIE NOTHOMB. CORTESÍA A LA JAPONESA.



Leo este libro de un tirón, estimulado por la recomendación entusiasta de un amigo. Y me deja absolutamente perplejo. Mi visión como occidental de la sociedad japonesa ha dado un giro de 180 grados.

La narración es autobiográfica. La autora cuenta su experiencia de un año trabajando para una gran compañía en Tokio. Pronto va a darse cuenta de que su presencia no es tolerada de buen grado por sus superiores, que comenzarán a intentar hacerle la vida imposible a través de humillaciones y violencia verbal. Y es que la chica comete un pecado imperdonable en el mundo laboral japonés: toma decisiones por iniciativa propia. En Japón las empresas basan su funcionamiento en su estricta jerarquía: las órdenes de un superior son incuestionables, aunque sean absurdas. El empleado no tiene nunca motivo de queja. Su ser pertenece en cuerpo y alma a la compañía durante el horario de oficina y debe aprender a ser tratado aún peor que en nuestro antiguo servicio militar. ¿Cómo se cimentó el milagro económico japonés, existiendo esta rigidez? ¿Tendrá todo esto que ver con la actual falta de competitividad del mercado japonés? Las personas, al menos desde el punto de vista occidental, siguen siendo personas cuando se encuentran en su puesto de trabajo. Aquí en ocasiones pasan a ser meramente objetos para el desahogo de los superiores, destinatarios de unas broncas monumentales.

Me queda la duda de si se narra aquí un desgraciado caso aislado o si esta es la norma para los occidentales que trabajan en la tierra del Sol naciente. Resultan también escandalosos los comentarios racistas o denigrantes con los disminuidos psíquicos que recoge la novela. El ser japonés es el único puro. Lo occidental está contaminado de muy malas influencias. Todos estos valores y esta educación que se inculca desde la más tierna infancia tienen a la larga un efecto deprimente para el japonés medio (y sobre todo para la mujer japonesa, especialmente afectada por todo esto), que generalmente impide alcanzar un mínimo grado de felicidad.

Una novela de lo más entretenida e interesante. Una manera insólita de descubrir aspectos de la cultura japonesa que no suelen incluirse en los documentales.

ARRUGAS (2007), DE PACO ROCA. LOS ABISMOS DE LA MEMORIA.


El premio nacional del cómic del pasado año merece realmente una lectura sosegada. El protagonista es un señor mayor que tiene alzheimer. Dicho así puede parecer un tema desagradable, sobre todo para este medio de expresión, pero el humanismo con el que Paco Roca impregna la historia atenua bastante su dureza.

Emilio es internado en un asilo por su familia. Allí conocerá el submundo de los apartados de la sociedad, de los que se encuentran en la antesala de la muerte dejando pasar el tiempo lo mejor posible. Su primer contacto con su nueva residencia es deprimente: las habitaciones se encuentran repletas de ancianos dormidos en el sofá con la televisión encendida, pero lo verdaderamente duro vendrá cuando tome verdadera conciencia de la naturaleza de su enfermedad, un mal que afecta sobre todo a los recuerdos más inmediatos, dejando casi intacta la memoria más remota. Emilio intenta disimular su enfermedad, llevar una vida lo más normal posible. Pero poco a poco sus actos y sus escandalosos olvidos le van delatando. Su mayor temor, ser transferido al piso de arriba, donde vegetan los ancianos que no pueden valerse por sí mismos va poco a poco tomando forma... Y es que los círculos del infierno son infinitos. Cuando creemos estar pasando un mal momento, siempre es posible caer en una situación aún peor...

Siendo un poco más positivos, el autor nos deja bien claro que estos enfermos nunca dejan de ser seres humanos. Aunque el momento actual les deje desorientados, se sostienen a base de recuerdos. Realmente es imposible saber el grado de consciencia en las etapas más agudas de la enfermedad, ni me gustaría saberlo. Son infiernos privados imposibles de compartir, imposibles de aliviar. Una enfermedad cruel e incurable que afecta a lo que hace único a cada persona: su identidad.

Felicitar a Paco Roca por haber descrito tan bien la batalla de un hombre contra su inevitable destino.

lunes, 20 de julio de 2009

CAPRICORNIO UNO (1978), DE PETER HYAMS. CONSPIRACIÓN EN LA SOMBRA.


Celebro los cuarenta años de la llegada del hombre a la Luna de la manera más retorcida posible, revisando este clásico sobre conspiraciones espaciales. Yo no soy de los que cree, ni mucho menos que la hazaña del Apolo XI fue un montaje, sobre todo porque me parece una teoría absurda, basada en presuntas anomalías en los juegos de luces y sombras sobre la superficie lunar. Realmente no me parece un imposible que los hombres hollaran nuestro satélite. Si se podían enviar cohetes no tripulados ¿por qué no iba a poder hacerse con tripulación?

"Capricornio Uno" juega con estas teorías conspirativas para ofrecernos una trama resuelta de una manera inteligente. Al mundo se le hace creer que va a despegar la primera misión tripulada a Marte, pero en el último momento, los astronautas son "secuestrados" y llevados a un plató cinematográfico secreto que simula la superficie del planeta rojo para que se interpreten a sí mismos simulando su hazaña, bajo la amenaza de represalias a sus familias si no lo hacen. Una manipulación a escala planetaria. Un escándalo de proporciones mayúsculas, si llega a desvelarse. Por eso, la evasión de los astronautas cuando se enteran de que la nave se ha estrellado de regreso a la Tierra y de que están oficialmente muertos, desencadenará una implacable persecución por parte del gobierno, para que nada de esto quede destapado. Y en todo esto tendrá mucho que decir un periodista, bien interpretado por Elliott Gould, que va a obtener la exclusiva de su vida.

La película juega con varios géneros a la vez: la ciencia ficción, el thiller y la investigación periodística y lo hace provocando el interés del espectador en todo momento, lo cual no es fácil.

¿Es posible organizar un montaje de esta envergadura sin que nadie se entere? La película demuestra que los astronautas, como profesionales que son, difícilmente entrarían en este juego. El mundo de las conspiraciones resulta muy interesante y siempre se nos puede argumentar para dudar de lo que ven nuestros ojos y para creer en lo que no ven (las religiones lo hacen continuamente), pero ya va siendo hora de exigir pruebas firmes a los que realizan afirmaciones insólitas y no meros indicios que deben ser complementados con una gran dosis de imaginación.

viernes, 17 de julio de 2009

DIOS NO ES BUENO (2007), DE CHRISTOPHER HITCHENS. LAS RAZONES DEL ATEÍSMO.


El ateísmo nunca ha gozado de muy buena prensa. Al menos hoy en las sociedades occidentales ya no se quema a los ateos como herejes, pero la negación de la existencia de Dios sigue siendo una conducta intolerable para gran parte de la población. Las religiones (en el caso de España, con gran preponderancia de la católica) reciben fondos estatales, gozan de exenciones de impuestos y toman las calles para sus desfiles procesionales cuando lo estiman pertinente. Los ateos apenas cuentan con una organización y son vistos por muchos como elementos perturbadores y aguafiestas. La mayoría de la gente no necesita plantearse sus propias creencias, sino que convive con la tradición heredada sin hacerse demasiadas preguntas. Es lo más cómodo, aparte de un gran elemento de integración social.

Resulta altamente estimulante leer un ensayo como el de Christopher Hitchens, un best seller ateo, algo muy singular, al menos hasta la fecha. El autor no se anda por las ramas: denuncia las falacias de las religiones en general y, a través de la voz de la razón, no deja títere con cabeza. Las religiones han estado casi siempre al lado del poder, cuando no ejerciéndolo directamente, sosteniéndolo y alimentándose de él, sometiendo a la población a través del miedo y de un sistema irracional de premios y castigos. La ignorancia y la superstición de la gente hace el resto. Los libros sagrados generalmente fueron escritos siglos después de que sucedieran los acontencimientos que en ellos se narran, provenientes de fuentes secundarias y terciarias. Las religiones se copian y se nutren unas de otras. El judaísmo de los cultos orientales, el cristianismo del judaísmo, el islam del cristianismo y del judaísmo, sin mencionar todas las sectas y escisiones que pululan por todo el mundo. Existen tantas verdades absolutas que lo absolutamente racional es no creer en nada, solo en lo que la ciencia nos puede demostrar:

"Debemos afirmarlo con rotundidad. La religión proviene de un periodo de la prehistoria de la humanidad en el que nadie, ni siquiera el poderoso Demócrito, que concluyó que toda la materia estaba compuesta de átomos, tenía la menor idea de lo que sucedía. Proviene de la vociferante y atemorizada infancia de nuestra especie, y es una tentativa pueril de hacer frente a nuestra ineludible exigencia de conocimiento (así como de comodidad, tranquilidad y demás necesidades infantiles). Hoy día, el menos culto de mis hijos sabe mucho más sobre la naturaleza que cualquiera de los fundadores de la religión, y nos gustaría pensar que esa es la razón por la que a esos niños parece interesarles tan poco enviar al infierno a seres humanos iguales (si bien esta relación no puede demostrarse por completo).

Todos los intentos de reconciliar la fe con la ciencia y la razón están llamados a fracasar y a quedar en ridículo, precisamente por tales razones. (...)"

Todos, al menos en mi entorno, hemos sido educados desde que tenemos uso de razón en la fe cristiana. Recuerdo que de pequeño tenía que estudiar el catecismo de corrido, sin saber muy bien lo que significaban las palabras que recitaba ante la profesora. Luego pude estudiarlo con más profundidad y espíritu crítico. Seguí aceptándolo, aunque cada vez con más dudas. Desprenderse totalmente de unas doctrinas con las que nos han marcado como con un hierro candente no es tarea fácil. Las dudas siempre están ahí, tanto para el creyente como para el que no cree. La voz de la razón pugna con la ilusión y la necesidad de trascendencia (y, por qué no decirlo, con el miedo al castigo eterno, una de las armas más potentes de la artillería religiosa). Pero el miedo no puede ganar la partida, creo que más bien debe ganarla la libertad de pensamiento, a pesar de los pesares. Por suerte ya terminaron los tiempos de la inquisición, aunque la iglesia, llena aún de privilegios, siga alzándose como la voz de la certeza absoluta en absolutamente todos los temas.

"Hay días en que echo de menos mis antiguas convicciones como si se trataran de un miembro amputado. Pero, en términos generales, me siento mejor y no menos radical; y usted también se sentirá mejor, se lo garantizo, cuando abandone las doctrinas y permita que su mente, libre de cadenas, piense por sí misma."

No me queda sino recomendar la lectura de este libro, tanto a creyentes como a no creyentes, capaz de suscitar un debate sano y respetuoso acerca del significado de la religión en nuestras vidas y si es compatible o no con los descubrimientos científicos (hay un capítulo muy interesante dedicado a la confrontación entre evolucionismo y creacionismo, pero ya hablaré de ello cuando lea algún libro monográfico sobre el tema, porque me interesa mucho). Hay que comenzar a plantearse que el ateísmo y escepticismo pueden ser una opción de vida tan válida o más que la religiosa y no hay por qué ocultarlo. Los que así piensan están empezando a organizarse. Ojalá estos movimientos lleguen a ser un referente moral para la sociedad y obtengan el reconocimiento emancipador que potencialmente se merecen. La libertad implica responsabilidad, lo cual siempre lleva a cuestionar los dogmas establecidos.

EL MÁGICO APRENDIZ (1999), DE LUIS LANDERO. EL ESPÍRITU DEL CAPITALISMO.


Leí "Juegos de la edad tardía" al poco de publicarse y me pareció una gran primera novela, pero poco podría decir ahora de ella, debido al tiempo transcurrido. Algún día la revisaré.

"El mágico aprendiz" cuenta la historia de Matías Moro, un apóstol de la comodidad y de la falta de ambición. Vive la más rutinaria de las vidas posibles: por la mañana trabaja en una gestoría y las tardes suele pasarlas en casa, dedicado a pequeños placeres, como mirar la vida a través de la ventana o ver documentales de animales en la televisión. Por azares del destino conoce a una muchacha mucho menor que él, de la que se enamora paulatinamente. Eso le hará convertirse en un emprendedor de la noche a la mañana, impulsado vagamente por la ilusión de deslumbrar a Martina. Sus modestos planes iniciales se le van a ir de las manos cuando solicite la colaboración de sus compañeros de oficina...

Precisamente el personaje de uno de esos compañeros, Pacheco, resulta ser lo mejor de la novela. Es un hombre absolutamente contagiado por todo tipo de teorías absurdas acerca del marketing. Ha leído cientos de manuales de como triunfar en los negocios, ha hecho algún master... Y se siente preparado para aplicar todos esos "conocimientos" en la empresa de su compañero, provocando situaciones realmente disparatadas, siempre con la vista puesta en un futuro espléndido. Está convencido de que va a c0nvertir una birriosa nave de cartonaje en un polígono perdido de la periferia madrileña en una multinacional. Y todo ello en pocos meses, con ayuda de una fe casi religiosa. Solo como ejemplo , me quedo con la hilarante arenga que les lanza a los comerciales que ha contratado, antes de que salgan a la calle a captar clientes.

El primer tercio de la novela no funciona muy bien. A pesar de la brillantez de la prosa de Landero, se hace pesado y reiterativo. Hay que señalar que buena parte de la trama se basa en las dudas continuas de Matías, que pasa constantemente de los más negros presagios al optimismo más desatado acerca de sus posibilidades de triunfo, tanto en el amor como en los negocios. En este sentido me recuerda al personaje galdosiano de Villaamil, pues (se dice él, hablando consigo mismo), nada ambiciona en realidad y nada espera, pero en el fondo tiene una absurda fe en sus posibilidades, que pronto se da de bruces con la realidad... Y así podríamos seguir. Como he dicho, solo la entrada en escena de los compañeros de oficina, especialmente Pacheco, son los que levantan el vuelo de la novela y la hacen interesante como parodia del desarrollo de una empresa capitalista, bajo la inspiración y ejemplo de aquellos héroes que empezaron de la nada y terminaron nadando en la abudancia. Se obvia decir que estos son la excepción a la regla...

Una novela que se lee con agrado, bien escrita, aunque me dicen los compañeros que sus argumentos suelen ser un poco similares respecto al resto de su producción. De todas maneras, no desecharé la lectura de otras obras de Landero.

jueves, 16 de julio de 2009

BERLÍN (2007), DE JASON LUTES. EL HUEVO DE LA SERPIENTE.


Jason Lutes es uno de los mejores creadores de cómic de la actualidad. Me encantó su "Juego de manos", pero este "Berlín" es una obra mucho más ambiciosa. Se trata de contar las vivencias de los ciudadanos de la capital alemana en el periodo de entreguerras.

Berlín en esa época fue una de las ciudades más fascinantes del mundo. La eclosión cultural constrataba enormemente con las dramáticas luchas políticas que acabarían derivando en lo que todos conocemos. Muchas veces se nos habla de los métodos del nazismo, pero pocas asistimos a una radiografía tan detallada de su gestación, de como fue posible. Lutes retrata una Berlín caótica, violentada por graves enfrentamientos entre comunistas y nazis, epicentro de una crisis política muy grave, que se agudizó aún más por la dramática situación económica de Alemania, obligada a fuertes reparaciones como perdedora de la Primera Guerra Mundial.

Los personajes intentan sobrevivir en una ciudad hostil, pero también muy libre, donde campan a sus anchas la homosexualidad, la música jazz y el "arte degenerado". Los más lúcidos, como el periodista, perciben el inevitable avance hacia el abismo, pero poco puede hacerse ante el irresistible ascenso de los nazis, que se presentan a sí mismos como garantes del orden. Algunas familias judías comienzan a notar las primeras consecuencias. La ciudad da sus primeros pasos hacia una autoinmolación que al final tendrá tintes apocalípticos. Los dibujos de Lutes, a través de la técnica de la línea clara, nos introducen en un Berlín de ambiente tenebroso. El lector no puede evitar algún estremecimiento en ciertos episodios.

Hasta el momento se han editado en España dos tomos, que son los que yo he leído. Jason Lutes tiene previstos publicar otros dos tomos, que se dedicarán a la toma del poder por los nazis. Estaremos a la espera de su publicación (y de que la biblioteca los traiga).

martes, 14 de julio de 2009

AUGUSTE RODIN VUELVE A MÁLAGA.


De vez en cuando esta ciudad, tan difícil de soportar en tantos aspectos, ofrece pequeños refugios que pueden darnos esperanzas en que las cosas pueden cambiar en el futuro. Si hace año y medio tuvimos la visita de "El pensador" y otras esculturas a calle Larios, ahora se nos ofrece una muestra aún más interesante del trabajo de Rodin, en el Museo Municipal.

Rodin tiene muchos puntos en común con Miguel Ángel, del que he tenido la suerte de ver algunas de sus obras maestras. Un hombre tremendamente ambicioso, entregado a su arte, el principal creyente en sí mismo. Ambos se embarcaban en proyectos desmesurados, que a veces dejaban a medio acabar, como la tumba de Julio II en el caso del italiano o las puertas del infierno en el caso del francés. En realidad el concepto de "arte acabado", no puede aplicarse a estos genios, que nunca acababan de darse por satisfechos con sus obras, a la búsqueda siempre de nuevas perfecciones y de técnicas más audaces.

La muestra del museo de Málaga es una oportunidad única de visitar una panorámica general de la obra de Rodin. Como es sabido sus grandes obras conocen varias versiones, algunas de las cuales ni siquiera realizadas por su propia mano, sino a través de moldes de su taller, pero aún así resultan estremecedoras y muchas de ellas dotadas de un extraño halo vital. Otras, aún no acabadas, son prisioneras eternas de la piedra o del metal. Su visión produce angustia.

Destacaría de la exposición el impresionante grupo escultórico de "Los burgueses de Calais" y, sobre todo, "El beso", una composición impresionante de un momento que quiere ser glorioso y eterno. Dos cuerpos abrazados, ajenos al resto del mundo. Ella se inclina con ligereza hacia atrás. Él la sostiene suavemente por la cadera y sus labios se acercan en un gesto casi tan antiguo como la Humanidad, en el que un ser busca fundirse en el otro.

lunes, 13 de julio de 2009

DEATH PROOF (2007), DE QUENTIN TARANTINO. VENGANZA SERVIDA EN CALIENTE.


Hace un par de años Quentin Tarantino y Robert Rodríguez tuvieron la "genial" idea de hacer un revival de las sesiones dobles de los años setenta y crearon dos películas dotadas de falso cutrerío para ser visionadas en la misma función. En España (y en otros países de Europa) se estrenaron por separado, por lo que se perdió el encanto de la intención original, pero ganaron las taquillas. Algo es algo.

La propuesta de Robert Rodríguez era totalmente desdeñable, para mi gusto. La ví hace meses y la única sensación que tuve con ella fue el aburrimiento de lo ya reiterado mil veces antes. Sí que fue interesante el falso anuncio de otra película, "Machete", que tenía su gracia.

Con Tarantino tengo una relación amor-odio. Ví su primera película "Reservoir Dogs", prácticamente en primicia, cuando nadie la conocía aún, en el cine club universitario y me encantó. Me pareció muy original y valiente su enfoque de la violencia, que no admitía concesiones. Pero eso fue en el lejanísimo año 92. Tarantino ha seguido su carrera justificándose a sí mismo y haciendo uso sin pudor de sus influencias de videoclub de serie B. La media de sus películas es alta, pero me molesta que sus personajes vayan siempre de guays y trascendentes y que se tomen por originales diálogos que a veces resultan vacíos y reiterativos aunque, eso sí, muy "molones".

"Death Proof" entra en la lógica del cine de Tarantino: un psicópata extravagante y unos ángeles vengadores en femenino se van a ver las caras en una de las mejores persecuciones de coches que se han rodado últimamente. Aquí están plenamente justificadas las exageraciones y el no tomarse en serio lo que se está rodando, pues ese es el espíritu de este "grindhouse". Tarantino sale mucho mejor parado que Rodríguez y su película está muy compensada, resulta muy entretenida y logra un clímax final verdaderamente emocionante. Aunque temía que iba a ser una cinta decepcionante, por críticas que había leído por ahí, no lo ha sido en absoluto. Y rompo una lanza a favor de Kurt Russell. Su personaje solo es posible siendo interpretado por él.

viernes, 10 de julio de 2009

EL JARDÍN DE HIPATIA (2009), DE OLALLA GARCÍA. LA FILÓSOFA MÁRTIR.


Es bien sabido que el género de la novela histórica es uno de los que más dificultades presenta al escritor. A los ya complicados desarrollos de una trama, de unos personajes y de un estilo literario se le suma la recreación fiel de una época, tarea más problemática cuanto más remoto es el periodo en que se pretende encuadrar la historia. Olalla García, en la reciente presentación de esta novela en la librería Luces de Málaga declaró que necesitó tres años para documentarse. Y eso se nota en cada detalle, en la fidelidad de las descripciones de usos y costumbres del siglo V en una determinada ubicación geográfica: Alejandría.

Cualquiera que no conozca el rigor de la autora puede pensar que la presencia de esta novela en las librerías, precisamente ahora, cuando el estreno de la película de Amenábar sobre el mismo tema es inminente, obedece a criterios de oportunidad, cuando no de oportunismo. Nada más lejos de la realidad. Ambos proyectos seguramente han seguido vidas paralelas, para encontrarse ante el público en el mismo año, pero por mera casualidad. En cualquier caso, mediada la lectura del libro me sorprendí mucho del título, cuando estimé que la filósofa Hipatia es un personaje secundario en la narración. Luego advertí que las visitas del protagonista, Atanasio de Cirene, al Jardín de los Durmientes son fundamentales en su forma de actuar a lo largo de toda la trama y que el espíritu de las enseñanzas de Hipatia está siempre presente, aún en los momentos de mayor dificultad. La enseñanza filosófica resulta el mayor de los consuelos ante la desdicha.

A mi entender los asuntos principales de los que trata "El jardín de Hipatia" son la intolerancia y el fanatismo. La irrupción de la religión cristiana en la sociedad pagana de la antigüedad resultó traumática por muchos factores. Los cristianos acabaron transformándose de perseguidos en perseguidores, de propagadores de la religión del amor y la mansedumbre en fanáticos que no toleraban la convivencia de distintas creencias, como había sido norma hasta entonces en el Imperio. En el camino sedujeron a las clases más bajas, a los que no tenían nada que perder, ofreciéndoles esperanza. Poco a poco consiguieron su lugar hasta convertirse en religión oficial. Claro que la historia no es tan sencilla. Aparte de los enemigos más obvios, como el judaismo o el paganismo, los cristianos se enfrentaban comúnmente con divisiones internas, con las llamadas herejías... La Alejandría del siglo V era el mejor espejo de todo esto y ello se refleja magistralmente en la novela, donde podemos asistir a turbulentos y crueles episodios de lucha por el poder, torpemente enmascarados en decisiones de la voluntad de Dios.

En la novela se nos deja claro que el cristianismo primitivo, aún por definir al completo, no dudó en apropiarse de muchos aspectos de la filosofía pagana, sobre todo en su vertiente platónica, y de sus festividades. Como se dice en este revelador pasaje, cuando Alejandría va a celebrar la Navidad:

"Fiel a su costumbre, Nico rehúsa todo símbolo o ceremonia que haga referencia al Cristo encarnado. En su lugar festeja la semana de las Saturnales y el nacimiento del Sol Invicto.
- La valía de una tradición se mide por su antigüedad. Nuestros padres celebraron este natilicio mucho antes de que las hordas cristianas usurparan la fecha para instalar a un niño en un establo hediondo."

No se pretende aquí hacer una loa de la sociedad pagana. Era una sociedad muy bien organizada, que fomentaba la cultura, con un derecho civil que ha llegado a nuestros días casi intacto y que fomentaba la libertad religiosa pero también una sociedad esclavista, donde la mayoría de la población no ciudadana padecía bajo el yugo de unos pocos. La nueva doctrina cristiana solo debía seducir a esta parte de la sociedad para ser tomada en serio, a la vez que poco a poco se iba granjeando apoyos entre la clase dirigente. Al final el cristianismo resulta ser un lobo con piel de cordero, pues reproduce fielmente las persecuciones que había padecido poco antes e impone un cambio fundamental en la doctrina religiosa: no se toleran otras creencias y se les ataca con toda crudeza. El mensaje de Cristo es ignorado en la práctica (siempre con honrosas excepciones) y la Iglesia mantiene el poder fomentando el miedo entre los creyentes y la represión más brutal a quienes no creen.

Hipatia siguió el ejemplo de Platón. No se dejó amedrentar por el miedo y afrontó su inevitable destino con serenidad. Se disponen medios para su huida, pero ella los rehusa. Su vida y su muerte han llegado hasta nosotros en fragmentos y todavía quedan muchas dudas acerca de la verdadera naturaleza de su Academia y sobre las doctrinas que en ella impartía. Pero está claro que es un ejemplo de búsqueda de la verdad por medio del conocimiento y rechazo del dogmatismo. Solo por eso constituye un ejemplo admirable y absolutamente vigente, en estos días en los que los partidarios del dogma siguen intentando imponernos sus verdades absolutas.

jueves, 9 de julio de 2009

ROMMEL, EL ZORRO DEL DESIERTO (1951), DE HENRY HATHAWAY. ELOGIA A TU ENEMIGO.


No es frecuente encontrar películas que desborden admiración hacia un general del bando contrario. Pero, evidentemente, Rommel fue algo más que un general.

Siempre he leído que la guerra en el norte de África fue un oasis de caballerosidad en las inhumanas prácticas habituales en la Segunda Guerra Mundial. Quizá lo distanciado y lo secundario del frente libio concedieron más autonomía a Rommel que al ejército que combatía en Rusia, al menos al principio. Su primera aparición en pantalla, encarnado por un prodigioso James Mason, un actor al que nunca le he visto una mala actuación, dicho sea de paso, retrata al personaje a la perfección: se le ve desde la perspectiva de un prisionero de guerra británico (que resulta ser Desmond Young, su primer biógrafo). Rommel, con una autoridad y dignidad sobresalientes defiende los derechos del prisionero frente a un oficial alemán. El perfecto soldado y caballero, que pretende ganar la guerra como si de una partida de ajedrez se tratara: ateniéndose estrictamente a las reglas de juego.

Pero no es en los días gloriosos de la campaña del desierto en lo que se centra la película, sino en la participación del ya mariscal en el complot contra Hitler, perfectamente dibujado como un loco histérico cuyo único lema es "victoria o muerte" (por cierto, asimilado más tarde por Fidel Castro) y que mantiene a sus generales con las manos atadas, con la única consigna de resistir en cada palmo de terreno.

Henry Hathaway realiza una película más intimista que bélica, lo que es muy de agradecer. De hecho las escasas escenas de batalla están recogidas de documentales de la propia guerra. Su interés principal es mostrarnos el paulatino desencanto de Rommel y su apoyo (a un nivel secundario, eso sí) a la iniciativa de acabar con la vida del Führer. Eran las ramificaciones de Walkiria. De hecho se nos regala con una tensa escena en la que Stauffenberg coloca su celebérrimo maletín a los pies de Hitler. Como sabemos esto desencadenó una sangrienta venganza que terminó alcanzando a Rommel al que, como héroe de la nación alemana le fue permitido suicidarse, para acabar honrándosele en una hipócrita y majestuosa ceremonia fúnebre.

La película es muy entretenida e interesante y, como ya he dicho, sostenida por un James Mason que parece nacido para el papel (de hecho lo retomó en "Las ratas del desierto", de Robert Wise), aunque ciertamente nos presenta una visión muy parcial del personaje. Se obvia que, aunque fue un genio táctico en las distancias cortas, pecó de estrechez de miras cuando no apoyó la conquista de Malta, que constituía una verdadera sangría para su avituallamiento, lo cual le dejó prácticamente sin combustible ni refuerzos cuando le quedaba poco para conquistar Alejandría. Y, lo que es más importante, como ya dije en el caso de Stauffenberg, es que fue muy heroico participar en el complot contra Hitler cuando Alemania se derrumbaba sin remedio, pero apoyó totalmente su causa mientras se sucedían las victorias, mirando hacia otro lado ante las continuas atrocidades cometidas por el Estado por el que luchaba que, en mayor o menor grado, debía conocer.

En cualquier caso un personaje fascinante, del cual, como no puede ser de otra manera, tengo un par de libros pendientes por leer.

lunes, 6 de julio de 2009

TERMINATOR SALVATION (2009), DE McG. DÍAS DEL FUTURO PASADO.



La responsabilidad de realizar la última entrega de una saga que cuenta con millones de seguidores en todo el mundo es inmensa. "Terminator" fue una de las mejores y más inteligentes películas de ciencia-ficción de los ochenta que combinaba sabiamente terror y suspense, controlando las dosis de efectos especiales en la justa medida para sorprender al espectador. "Terminator 2" siguió la estela de la primera, repitiendo a Cameron como director-creador de la saga, logrando crear un mundo inconsciente del apocalipsis inminente al que va a ser sometido y por ello altamente inquietante. La historia, repleta de vistosos efectos especiales, daba incluso para reflexionar acerca de la inevitabilidad del destino. La tercera, ya con nuevo director, bajaba el nivel de calidad bastante, aunque la redimía su pesimista final, algo poco acostumbrado en el cine de Hollywood.

Y llegamos a este "Terminator Salvation". A pesar de la oleada de críticas negativas, fui a verla intentando no tener ideas preconcebidas (algo cada día más difícil, es muy difícil en la actualidad ir al cine sin conocimiento de causa). El comienzo es prometedor, con la resistencia humana realizando una operación contra las máquinas, pero pronto esas esperanzas son frustradas con la típica ensalada de escenas de acción protagonizada por robots cada vez más enormes y "molones", inspirados a veces por los exitosos Transformes (hay que vender juguetes). La película alza el vuelo en contadas ocasiones pero más por la rica historia de la que es deudora que por los méritos de su director, más ocupado en dotar de espectacularidad a las escenas que de verosimilitud a la historia. Hasta un gran actor como Christian Bale está desaprovechado. En todo momento parece incómodo en su papel.

Todo el metraje destila un inconfundible aroma a videojuego. Parece que los héroes tuvieran que pasar por pantallas cada vez más difíciles, hasta llegar al enemigo de la última fase, un rejuvenecido Arnold Schwarzenegger, cuya aparición es subrayada por una música estridente, como despertando a un amodorrado espectador para indicarle que llega la escena culminante, la que desata recuerdos nostálgicos de las anteriores entregas.

Una película totalmente desaprovechada, pues se habría podido tomar el argumento de las anteriores y realizar algo nuevo y respetuoso con todo ese legado. Sí que me quedo con la evocadora secuencia en la que John Connor manda su mensaje por radio a un mundo devastado, tratando de transmitir algo de esperanza a unos pocos humanos que resisten al frío poder de las máquinas (hijas de estos humanos, por cierto).

LA NOVIA CADÁVER (2005), DE TIM BURTON. EL NOVIO DE LA MUERTE.


Estimulado por lo mucho que me gustó "Los mundos de Coraline", que, aunque no es de Tim Burton, sí que está presente en espíritu, he disfrutado enormemente con el derroche de imaginación tenebrosa de esta producción "interpretada" en sus papeles principales por Johnny Deep y Helena Bonham Carter. Y es que resulta todo un detalle tomar a los actores fetiche del director, realizar una versión animada de los mismos y dotarlos de su voz (no me canso de repetir que las películas hay que verlas en su versión original en la medida de lo posible).

El joven Víctor, educado, apocado y torpe, pronuncia votos matrimoniales a una muchacha muerta, por un terrible error. A partir de aquí, las relaciones entre el mundo de los vivos y el de los muertos entran en divertido conflicto, desembocando en la invasión de nuestra realidad por los seres del inframundo con objeto de celebrar la más extraña boda que jamás se haya podido ver. La novia, a pesar de estar putrefacta y literalmente en los huesos en muchas partes de su cuerpo, resulta ser una muchacha encantadora. El resto de personajes resultan transparentes, es decir, espejo de lo son: hay algunos que respiran ingenuidad y nobleza y otros ambiciones materiales desmedidas. El espectador los identifica de inmediato. No hay ambiguedad en ello. Sí que existe cuando se presenta la vida en el otro mundo. ¿Resulta terrible? ¿aburrida? ¿interesante? Quizá es un espejo de la que conocemos, solo que eterna.

Es de agradecer que la trama no se estire artificialmente. De esto deberían aprender muchos directores, que creen que larga duración es sinónimo de calidad. Cada historia requiere un tiempo para ser contada. Lo superfluo y lo reiterativo desgraciadamente parecen estar de moda en la actualidad.


miércoles, 1 de julio de 2009

AHÍ ESTÁ SU DINERO.



Ayer fue la presentación de Kaká en el Bernabeu. Un espectáculo insólito. La gente ya no va al estadio para ver un partido de fútbol, sino para contemplar a un solo jugador en el que intentan conjurar las frustraciones de su vida diaria. Pero esto solo es el principio. Aún queda el otro. El portugués por el que se han pagado casi cien millones de euros en plena crisis, dinero prestado. Como si no hubiera ocurrido nada por culpa de los préstamos desmesurados... Pero poca importancia tiene todo esto ante el fanatismo del público que no tiene ojos para estos abusos, sino para el mercado de futuros. Me explico: al igual que en la bolsa, donde apostamos nuestro dinero (bueno quien juegue en bolsa, que yo nunca lo he hecho ni creo que llegue el día en que lo haga) a unos valores en la esperanza de que nos den sólidos dividendos en el futuro, así los aficionados madridistas, capitaneados por su endiosado constructor-presidente, tras un año desastroso repleto de pérdidas, se ilusionan con fervor religioso esperanzados en los grandes éxitos que van a obtener este año gracias a sus valiosas inversiones.

No tiene ningún mérito: los auténticos clubes, los que quieren representar a una ciudad deben construirse desde abajo, no a golpe de talonario. Si puedo elegir a los mejores jugadores del mundo y pagarlos mediante créditos indefinidos, mi equipo, salvo desastre, va a ser el mejor del mundo. De todos modos, y esto debe saberlo Florentino, el fútbol, al igual que la bolsa, no es una ciencia exacta. Podría ser que llegara otro año desastroso para el Madrid. Pero daría lo mismo. Se pide más dinero para nuevas estrellas y ya está. Muy básico, no se necesita ser ningún genio de las finanzas para verlo.

Y a todo esto, últimamente siempre que abro el periódico, entre noticias de economía desastrosas, me aparece la imagen de Ronaldo que con expresión entre burlona y chulesca me dice que viene a España con unos maletones repletos de dinero y que encima se encomienda al mismísimo Espíritu Santo. Ciertamente, parece que la divinidad gusta de estos esplendores. Y Cristiano sonríe, esperando su gran día, cuando pueda restregar sus dividendos ante un público enfervorizado, al que ya le parece que se les deben cinco Copas de Europa seguidas sin ni siquiera tener que molestarse en jugar los partidos. Y todo este festival megalómano se produce mientras el país se ha convertido en una enorme fábrica de parados (esto no creo que tenga que recordarlo, pero queda muy bien como contraste).

El fútbol (y el capitalismo) es así.