El escritor nunca es suficiente

En realidad, como sucede demasiadas veces, en la traducción del título que se ha dado en España se pierde todo el sentido respecto al original. Porque el "escritor" protagonista no es un escritor convencional, de los que muestran su rostro en la portadilla del volumen, sino un "ghost writer", lo que en nuestro país se conoce como un negro literario. El negro es la persona que escribe en la sombra, a mayor gloria de algún personaje famoso que aparecerá en la portada del libro como autor del mismo, un individuo, por ello, que puede ver recompensados sus esfuerzos en dinero, pero nunca en la fama que todo escritor busca.

Las relaciones entre cine y literatura han sido fecundas desde el mismo nacimiento del séptimo arte, hace más de un siglo, las fuentes escritas han sido constante inspiración de cineastas para su plasmación de manera más o menos afortunada en imágenes. Sin embargo, la profesión del escritor no es de la más retratadas en el cine, quizá porque se trate de una profesión demasiado sedentaria y (aparentemente) monótona.

En las excepciones a la regla, el autor literario suele aparecer como un hombre de acción (Shakespeare in love, de John Madden, 1998) o como alguien en conflicto con la época en el que le ha tocado vivir (el marqués de Sade en Quills, de Philip Kaufman, 2000).
En "The ghost writer", el protagonista, un hombre perfectamente normal, con los pies en la tierra, es contratado para reescribir la biografía del ex primer ministro Adam Lang. Un trasunto que apunta a Tony Blair, el anterior premier británico que se embarcó junto a George Bush, con apoyo de José María Aznar, en la ilegal y vergonzosa guerra de Irak. Su antecesor, que elaboró el manuscrito que debe revisar, murió en extrañas circunstancias.

Lang, Adam Lang

El retrato que un buen actor como Pierce Brosman, uno de los Bond más recordados, elabora de Adam Lang resulta uno de los puntos más interesantes de la película. Lang es retratado tal y como se puede imaginar a los políticos retirados que un pasado inmediato gozaron de un gran poder. Es un hombre que oscila entre el hastío por la falta de actividad que conlleva su nueva situación y la necesidad de seguir estando de plena actualidad, de que su legado no caiga en saco roto.

Se trata de un personaje encantador a primera vista, pero con un punto de oscuridad que consigue que desvelar cuál es su verdadero carácter se convierta en una misión imposible. Lang es un auténtico enigma, incluso para sus más cercanos colaboradores durante años. Un profesional de la política que da la impresión de ser apolítico.

La vivienda en la que habita resulta ser una perfecta metáfora de su situación: una especie de bunker en una isla, lejos del mundanal ruido, de espacios interiores amplios, pero a la vez opresivos, azotado frecuentemente en el exterior por lluvias y vientos.

El pasado nunca muere

En cualquier caso, el oscuro pasado de Lang va a volver en forma de denuncia ante la Corte Penal Internacional de La Haya, por la presunta violación de derechos humanos cometida al entregar prisioneros a Estados Unidos para su tortura en el marco de la llamada "guerra contra el terrorismo". A partir de ahí, el escritor protagonista va a descubrir que la muerte de su antecesor en el cargo no fue accidental y la película se transforma en un thriller en la más pura tradición de Hitchcock, que Polanski sabe llevar con pulso firme y preciso.

Las reacciones de Lang ante el escándalo son las propias de cualquier político en similares circunstancias: se limita a negarlo todo, a la vez que justifica la puesta en marcha de medidas extraordinarias y dolorosas, en pos de la seguridad de los ciudadanos.

En definitiva, una de las mejores producciones de las que pueden verse en la actualidad en la cartelera, cuya trama seduce de principio a fin al espectador, ya sea por las buenas interpretaciones de sus protagonistas y la perfecta dirección de Polanski, ya sea por asuntos que están de plena actualidad y pueden extrapolarse perfectamente a nuestra triste realidad.