miércoles, 30 de junio de 2010

PERDICIÓN (1944), DE BILLY WILDER. UN TRANVÍA LLAMADO ASESINATO.


Admiren la imagen del cartel adjunto: la pareja de criminales se abraza bajo el ojo escrutador de Edward G. Robinson. Una perfecta metáfora de la situación de los protagonistas, que ejecutan el "crimen perfecto", sin tener en cuenta los desvelos detectivescos del amigo y compañero de trabajo del vendedor de seguros McMurray.

Walter Neff, el agente de seguros, narra la historia, en un largo flashback, con su voz en off. Su tono es el de la desesperación de quien se ve ya perdido, de quien está arrepentido de unos actos que realizó motivado por una mezcla de lujuria codicia. Todo comienza cuando conoce a la mujer de un cliente, una auténtica femme fatale interpretada magistralmente por Barbara Stanwyck. Seducido por ella y cegado por sus encantos, urde un plan para que el marido firme una póliza de accidentes para posteriormente asesinarlo. El plan no parece tener fisuras. Pero no existe el asesinato perfecto. Ahí está Keyes (interpretado por uno de mis actores favoritos, Edward G. Robinson), el encargado de investigar la viabilidad del pago de las pólizas, para intentar descubrir los elementos que no encajan en este suceso.

Billy Wilder da el toque perfecto que la dirección de la trama necesita. Todo en esta película funciona como un perfecto mecanismo de relojería. El suspense va creciendo minuto a minuto hasta hacerse realmente angustioso para el espectador, que no sabe si otorgar sus simpatías a Keyes o a Neff. Lo único cierto es que, tal como dice Keyes, los cómplices de un asesinato se suben a un mismo tranvía del que no pueden apearse. La tarea de Neff, arrepentido de haberse dejado arrastrar a una situación tan terrible, va a ser precisamente bajar del tranvía. No será fácil.

Ni que decir tiene que esta es una de mis películas favoritas, como varias de este mismo director. Se trata de una de esas tramas en las que uno sufre igualmente el destino de los protagonistas aunque se visione repetidamente e incluso espera a veces que el final sea distinto... Me quedo con las miradas de Edward G. Robinson. Pocos actores pueden decir tanto con sus ojos.

2 comentarios:

  1. Nada más que añadir a tu comentario,no me dejas opción. Sólo que la he disfrutado en muchas ocasiones, dándome igual saber qué es lo que va a pasar en cada momento, como me sucede con El apartamento, Con faldas y a lo loco y tantas otras de Billy Wilder, uno de mis directores preferidos. A Barbara Stanwyck y a Fred McMurray los relaciono casi siempre con sus personajes en esta película, a Edward G. Robinson con el aburrido profesor de La mujer del cuadro, creo que es una de sus mejores interpretaciones y la película me gusta muchísimo.

    Un abrazo
    Victoria

    ResponderEliminar
  2. Tengo muchísimas ganas de volver a ver "La mujer del cuadro". Junto a "Perversidad", forma una pareja de películas estupenda de Fritz Lang.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar