lunes, 23 de agosto de 2010

LISBOA. EL BARRIO DE BELÉM.


Aunque Belém ya no es un pueblo independiente de Lisboa, sí que cuenta con características que lo diferencian con el resto de la ciudad. Se trata de un espacio abierto, con magníficas vistas al río y abundantes zonas ajardinadas. Y está repleto de puntos de interés al alcance de la mano.

Belém es un lugar ideal para pasar una mañana. Lo primero que hay que hacer, nada más llegar, es acercarse a la Fábrica dos Pasteis, una pastelería que funciona desde 1837, que cuenta con grandes salones, decorados con azulejos pintados a mano, donde tomar tranquilamente un café y un dulce, a precios realmente económicos. Su especialidad más conocida es el famoso pastel de crema, pero yo particularmente, amante del chocolate, me decanto más bien por sus golosas napolitanas. En ningún lugar las he probado mejores. Como curiosidad añadiré que la elaboración de los dulces puede contemplarse a través de una cristalera, por lo que tenemos garantizado que están recién hechos.

El monumento más espectacular de Belém, y quizá de Lisboa, es el Monasterio de Los Jerónimos, del siglo XVI, la obra cumbre del arte manuelino, un edificio de enormes dimensiones. Al estar alejado de la ciudad, sobrevivió al célebre terremoto casi intacto. El interior de la iglesia, donde podemos visitar sepulcros de varios reyes portugueses, es de gran hermosura, así como su claustro.

Saliendo del monasterio y caminando hacia el río encontramos el Monumento a la Navegación, formado por un conjunto de figuras colosales, que a mí particularmente me recuerdan en su estilo a las que decoran el Valle de los Caídos. No en vano, se trata de una obra del periodo salazarista. Desde allí obtenemos unas preciosas vistas del puente del 25 de abril y de todo el río.

Siguiendo el margen del Tajo merece la pena ir a contemplar la torre de Belém, quizá el monumento más emblemático de la ciudad. No es una torre de grandes dimensiones, pero sorprende por su esbeltez y belleza. Si nos fijamos bien, encontraremos variados detalles estilísticos propios de la arquitectura manuelina, como sus delicados balcones.

A mediodía, a la hora de reponer fuerzas, recomiendo vivamente un establecimiento que oferta bocadillos de todas clases a un precio módico, situado muy cerca de la pastelería antes nombrada. No se trata de un lugar que visiten demasiado los turistas, más bien los lisboetas, por lo que tenemos garantizado el poder elegir entre una carta de casi cien deliciosos bocadillos a precios módicos.

Ya por la tarde, si se quiere regresar caminando hasta el centro de Lisboa, encontraremos en nuestro camino el Museo de Carruajes y, sobre todo, el Museo Nacional de Arte Antiguo, que atesora, entre otras obras maestras, una espectacular pintura de El Bosco: Las tentaciones de San Antonio.

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