Después de la Guerra Civil, y en el ambiente opresivo del primer franquismo, tuvo la valentía de estudiar Filología en unos años en los que no eran frecuentes las mujeres intelectuales. Su vocación literaria se redondeó aún más, si cabe, al contraer matrimonio con el gran Rafael Sánchez Ferlosio, una de las mentes más lúcidas de la cultura española. Aunque se divorciaron en 1970, no perdieron el contacto.

En julio de 2010 se cumplieron diez años del fallecimiento de una de las grandes damas de las letras españolas. Su carta de presentación literaria es la sencillez en la escritura, lo cual no está reñido con la profundidad de ideas, tal y como declara en una entrevista concedida a Blanca Berasátegui y publicada en el suplemento cultural del diario "El Mundo":

"A mí me da miedo caer en la pesadez y la incoherencia. Me da miedo convertirme en alguien que no controle su inteligencia. Me gusta la gente inteligente y divertida y me horrorizan los pesados. (...) Huyo también de la oscuridad en la literatura, de esa tendencia a escribir complicado y difícil, tal vez por ser tan fácil. Persigo la frescura, la credibilidad y la coherencia, sobre todo la coherencia. Y no te quepa duda de una cosa: es más fácil imitar a Faulkner que a Arniches, por ejemplo."

"Caperucita roja" es uno de los cuentos más conocidos, transmitido oralmente de generación en generación. Como ya estableció Vladimir Propp en su "Morfología del cuento", las narraciones populares solían tener una estructura similar, donde el héroe o heroína transgrede las reglas establecidas para enfrentarse a una prueba, de la que se derivarán ciertas enseñanzas destinadas al oyente.

En el caso de Caperucita, está claro que se advierte a los niños (y también en cierto modo a los adultos) acerca de los peligros de alejarse del entorno habitual y confiar en extraños, llegándose al extremo de ciertas interpretaciones que aseguran que el cuento enmascara en realidad la historia de una violación, tal y como escribe Bruno Bettelheim en "Psicoanálisis de los cuentos de hadas", donde dedica un capítulo a "Caperucita roja":

"Caperucita roja gusta en todo el mundo porque, a pesar de ser una persona virtuosa, cede también a las tentaciones. y porque su destino nos indica que, el confiar en las buenas intenciones de las personas, que parece lo ideal , es arriesgarnos a caer en multitud de trampas. Si no hubiera nada que nos hiciera agradable la figura del lobo feroz, este no tendría poder alguno sobre nosotros. Por lo tanto es importante que comprendamos su naturaleza, pero lo es incluso más que sepamos qué es lo que le hace tan atractivo a nuestros ojos. Por muy atrayente que nos parezca la ingenuidad, es peligroso seguir siendo ingenuo durante toda la vida.

(...) Tanto el título como el nombre de la niña "Caperucita roja" ponen énfasis en el color rojo que exhibe abiertamente. Rojo es el color que simboliza las emociones violentas, sobre todo las de tipo sexual. (...) El peligro para Caperucita es su sexualidad incipiente, para la que no está todavía emocionalmente madura."

"Caperucita en Manhattan" presenta una traslación al Nueva York del siglo XX del clásico cuento de Charles Perrault, presentándonos a la inquieta niña Sara Allen como protagonista. Sara vive en Brooklyn, pero está obsesionada con conocer Manhattan, un territorio que para ella posee tintes casi mágicos, donde puede pasar cualquier cosa. La niña solo conoce los subterráneos de su tierra prometida, pues cada semana atraviesa en metro junto a su madre la isla con forma de jamón para visitar a su abuela y llevarle una deliciosa tarta de fresa. Como la protagonista del cuento, en un determinado momento, la niña va a conseguir pasear sola por la ciudad de sus sueños, encontrándose con un lobo muy particular...

Está claro que Carmen Martín Gaite, a la hora de ofrecer su versión del cuento, ha querido pasar por alto las interpretaciones más escabrosas del mismo y centrarse en su visión más amable (no en vano ha eliminado el color rojo de su personaje). Aunque Manhattan exhibe todos sus atractivos y peligros a los ojos de la niña, el señor Woolf no es presentado como alguien con malas intenciones y mucho menos de tipo sexual, sino como un señor maduro que, aún gozando de grandes riquezas materiales, necesita ayuda de la persona más insospechada.

El personaje que propicia el encuentro entre los dos anteriores es el más peculiar de toda la novela. Miss Lunatic es una vieja vestida con harapos que representa la esperanza de muchos seres que se ven desvalidos en las calles de Manhattan y que ofrece consejos muy apreciados a toda clase de personas. Para Sara, el encuentro con ella va a significar la consolidación de sus deseos de libertad y conocimiento. Está claro que Miss Lunatic tiene algo de mágico y solo Sara Allen, con toda su ingenuidad infantil, va a ser capaz de descubrir su sorprendente secreto.

La autora ofrece una escritura sencilla, propia de los cuentos infantiles, lo cual no está reñido con una sólida descripción de personajes, incluso de penetración psicológica en los mismos. Sara Allen, la Caperucita de Martín Gaite, tiene más de la Alicia de Lewis Carroll, en su búsqueda de las fronteras entre realidad y fantasía, que del personaje original. En cualquier caso, una lectura recomendable, uno de esos libros que puede ser leído y disfrutado a distintas edades, pues posee distintos niveles de interpretación.