martes, 31 de agosto de 2010

EL APARTAMENTO (1960), DE BILLY WILDER. LA SOLEDAD EN LA GRAN CIUDAD.


No recuerdo cuantas veces he visto esta película. No son demasiadas, pero sí las suficientes como para no recordar la cifra exacta. Lo que es seguro es que es una de esas películas que me hipnotiza ante la pantalla y gana en cada visionado. Si la vida fuera justa, "El apartamento" se hubiera reestrenado en cines junto a "Psicosis", aprovechando el cincuenta aniversario de ambas y serían las primeras en taquilla. 

Aquí el artículo de suite:

Cuando al recoger su Oscar por "Belle Époque", Fernando Trueba comparó a Billy Wilder con Dios, no estaba frivolizando. Si uno de los atributos por los que se distingue supuestamente a Dios es por su perfección, así podriamos calificar también al cine de Wilder.

Billy Wilder fue uno de esos hombres de cine judíos, que acabarían engrandeciendo Hollywood, que tuvo que huir de Alemania después del ascenso al poder de Hitler. Se le conoce popularmente como un gran director de comedias, pero su filmografía contiene varias obras maestras no encasilladas en ese género, como "Perdición", "Días sin huella" o "Sunset Boulevard". En cualquier caso, Wilder es uno de los mejores retratistas del alma humana que ha dado el cine. En este sentido "El apartamento" es una de sus obras cumbre.

El comienzo de la película resulta muy revelador: nos muestra un plano aéreo de Nueva York, mientras la voz en off del protagonista nos informa de que la población de la ciudad supera los ocho millones de habitantes. Seguidamente guía al espectador hasta su lugar de trabajo: una enorme compañía de seguros compuesta por más de treinta mil trabajadores. Él no es más que una pequeña pieza en una gran cadena, un trabajador del departamento de contabilidad que tiene su puesto en una gran sala junto a decenas de compañeros en un ambiente opresivo, con unos techos bajos permanentemente iluminados con luz artificial.

C.C. Baxter vive de alquiler en un pequeño apartamento, pero apenas puede disfrutar de él. Por una serie de azares del destino se ve obligado a cedérselo casi todas las noches a sus superiores para que lleven allí discretamente a sus amantes. Suele pactar unas horas razonables para que lo abandonen, pero las fiestas suelen prolongarse más de lo debido y el pobre Baxter ha de dedicar esos tiempos muertos a pasear por la acera como alma en pena. A cambio de sus servicios, los jefes le tienen prometido un ascenso que no acaba de llegar.

La vida de Baxter transcurre en blanco y negro, sin esperanzas. No es un hombre capaz de establecer relaciones humanas más allá de la mera cortesía y sus intentos en este sentido resultan patéticos, al igual que sus pretensiones de enamorar a la ascensorista, que vive una relación adúltera con uno de sus jefes en su propio apartamento sin que él lo sepa. Baxter es un alma solitaria, perdida en la gran ciudad. Si bien con la vecindad de ocho millones de personas no puede estar físicamente solo, sí lo está espiritualmente, a pesar de no ser hombre de grandes pretensiones. Su necesidad evidente de calor humano le es negada una y otra vez.

En un memorable artículo publicado con motivo del cincuenta aniversario de la película, el pasado día 18 de junio, el crítico de cine Carlos Boyero escribía en "El País":

"Es el retrato más penetrante, duro y compasivo que se ha hecho nunca de un trepa patético e indigno al que un amor no correspondido transforma en un hombre digno, capaz de despreciar su escalera hacia el éxito si esta le exige el envilecimiento moral. Billy Wilder nos habla con lenguaje inmejorable de las eternas relaciones de poder, de un degradado y astuto ratón que presta su casa para los juegos sexuales de los gatos con la esperanza de que estos le devuelvan el favor admitiéndole en su gremio."

"El apartamento" funciona gracias a un prodigioso guión que agarra al espectador y lo mantiene sujeto más allá de sus últimas escenas. Y es que la combinación de genios que participaron en esta producción es insuperable: a la dirección de Wilder se une el guión de I.A.L. Diamond, secundado por el propio director y las interpretaciones de Jack Lemmon, que consigue dar vida a uno de sus personajes más inolvidables, aportándole ternura e inocencia y Shirley MacLaine, en el papel más recordado de su carrera.

Es difícil establecer una clasificación dentro de los géneros cinematográficos para esta película. ¿Tiene más de comedia o de tragedia? Como en todas las grandes obras maestras, depende de como se lo tome el espectador. En la superficie encontramos la historia de un arribista que, al ofrecer a sus jefes un refugio para sus patéticos ligues, intenta ascender en el trabajo y de ahí surge la comicidad de un hombre con modestos sueños de grandeza que ni siquiera es dueño de entrar cuando le apetece a su casa. Pero bajo esta situación tan cómica, no hay que escarbar mucho para advertir el drama de un hombre que debe humillarse de la peor manera y decidir finalmente si apuesta por su dignidad o por la presunta seguridad que le proporciona su esclavitud.

domingo, 29 de agosto de 2010

CONOCERÁS AL HOMBRE DE TUS SUEÑOS (2010), DE WOODY ALLEN. LA VIDA QUE TE ESPERA.


Las películas de Woody Allen tienen algo muy especial que es muy difícil de conseguir. Algunos cineastas se pasan su carrera intentándolo y no lo consiguen: hablan de la vida directamente al espectador y lo hacen sin tapujos, mostrándonos lo bueno y lo malo, las grandezas y las miserias. Uno sale casi siempre reconfortado de la sala y, lo que es más importante, habiendo aprendido nuevos matices acerca de la naturaleza humana. Cierto es que a veces uno queda más deslumbrado que otras e incluso en alguna ocasión absolutamente decepcionado (en mi caso con "Vicky Cristina Barcelona"), pero eso no me impide acudir puntualmente cada año a la sala de cine con toda mi ilusión intacta.

"Conocerás al hombre de tus sueños" desarrolla, entre otras cosas, un hábil discurso sobre la soledad del individuo en la multitud de la gran ciudad. Alfie (Anthony Hopkins), se divorcia aburrido de su mujer para intentar llevar una vida de treintañero que no le corresponde, por lo que sus intentos de ligar van a ser patéticos, debiendo recurrir al matrimonio con una prostituta. Su ex mujer (con un extraordinario parecido con Esperanza Aguirre, dicho sea de paso), intenta superar sus angustias vitales recurriendo a expertos en lo sobrenatural. La hija de ambos se encuentra atrapada en un matrimonio frustrado con un aspirante a novelista que no es capaz de dar el salto a la fama, así que se enamora de su jefe. Éste a su vez se fija en su vecina... Vidas absolutamente frustradas e insatisfechas, a las que la realización de sus deseos más ocultos no va a garantizar en absoluto eso tan escurridizo que llamamos felicidad.

Porque, aunque Woody Allen parezca repetirse en su discurso, la naturaleza es tan fascinante, inagotable e imprevisible que va a poder seguir realizando variantes del esquema básico de sus realizaciones sin aburrir al espectador. Resulta estimulante penetrar como voyeurs en la vida de esos matrimonios imperfectos repletos de deseos insatisfechos e inconfesables, en los vicios y manías secretos de los personajes, que son los de nosotros mismos y concluir que el ser humano solo puede aspirar a la felicidad en pequeñas rachas, porque las circunstancias y las ambiciones nos irán apartando de ella.

Personalmente me estimula sobre todo el retrato del escritor frustrado, aquel que pasa las noches en blanco en un esfuerzo improductivo, pues, como todos, depende del mercado. Hay un tema que nunca había preocupado en demasia al director, el dinero, (sus personajes, salvo excepciones, siempre vivían en magníficos apartamentos neoyorkinos y sus problemas eran siempre más de índole sentimental que material) pero últimamente tiene un hueco en sus guiones, aunque no con esto estoy diciendo que Woody Allen se haya apropiado del discurso de Ken Loach. Quizá sea influencia de la crisis, pero sus personajes ahora pasan a veces por dificultades económicas que los aproximan más al espectador medio, aunque no suelen ahogarse. Un acierto, en todo caso, en los tiempos que corren.

Y un último detalle importante, que aproxima aún más la historia a la vida real. La película no tiene un final cerrado, quedan muchos asuntos importantes por resolver, con lo que el espectador puede realizar el juego mental de establecer él mismo el destino final de unos personajes que siguen viviendo fuera de la pantalla. Así es la vida de todos nosotros: nunca podemos decir que hayamos amarrado todos los cabos sueltos.

PHILLIP MORRIS, ¡TE QUIERO! (2009), DE GLENN FICARRA Y JOHN REQUA. MENTIROSO COMPULSIVO.


Realmente hay películas que resulta difícil clasificar. Precedida de una campaña publicitaria un poco desconcertante, en la que he llegado a oir que se prohibió en los Estados Unidos por su alto contenido homosexual, lo cual ha hecho que se tarde en estrenar en nuestro país, realmente no sabía lo que me iba a encontrar cuando entrara en la sala.

Lo cierto es que, polémicas aparte, "Phillip Morris, ¡Te quiero!", resulta una película bastante entrenida, cuyo humor negro recuerda a veces el de los hermanos Coen y cuyo ritmo endiablado en las acciones y cambio de situación de los personajes le acerca más a un episodio de "Los Simpsons", donde todo sucede a un ritmo frenético y no hay que tomarse lo que vemos al pie de la letra que a otra cosa.

En todo caso, esta interpretación resulta errónea en algunos momentos, pues la comedia se transforma en drama y viceversa. Jim Carrey está más que correcto en su papel de protagonista (y decir esto no es fácil para mí, que soy uno de sus mayores detractores) y Ewan McGregor, también, pero sucede que hay muy poca química en las escenas que protagonizan juntos, como si cada uno de ellos estuviera actuando en una película distinta, fluyendo más el papel del primero hacia la comedia y el del segundo hacia el drama.

No voy a entrar aquí en estúpidas polémicas acerca del presunto escándalo que supone ver a dos actores de primera fila de Hollywood interpretando a dos gays enamorados. A veces me parece que la normalización de esta tendencia sexual es absoluta, como debería ser. Otras veces (y me temo que esto está más cerca de la realidad) observo que todavía faltan por dar muchos pasos, que existe gran rechazo, a veces oculto, en muchas capas de nuestra sociedad. Esta película no intenta reivindicar nada, es solo una historia divertida, basada en la vida real de un estafador, tal y como hiciera hace unos años Steven Spielberg en "Atrápame si puedes".

El matiz homosexual es importante, pero solo como vuelta de tuerca para definir al protagonista, que parece realizar sus hazañas sin otra motivación que impresionar y retener a sus conquistas a base de lujos, sin realizar juicios más profundos. Hay algo que mucha gente no ha aprendido aún: no hay que juzgar a las personas por su tendencia sexual, su ideología política o el equipo de fútbol al que pertenecen, sino por su caracter y acciones. Basta de clasificaciones fáciles.

jueves, 26 de agosto de 2010

MISERICORDIA (1897), DE BENITO PÉREZ GALDÓS. LOS OLVIDADOS DE MADRID.


Leí esta novela hará unos quince años. Me ha apasionado tanto como la primera vez. Con Galdós me sucede que me absorbe de tal manera que no imagino las imágenes que describe, sino que puedo verlas. Hacía un par de años que no leía nada de mi escritor favorito, por lo que no había reseñado todavía nada en el blog. Trataré de hacerlo con más regularidad. Aquí el enlace al artículo:

Benito Pérez Galdós es uno de los grandes lujos de la literatura española. Es nuestro Balzac, que transforma la "Comedia Humana" del francés en las "Novelas Españolas contemporáneas" y a la vez nuestro Zola, influido enormemente por un naturalismo literario que le hacía querer plasmar las realidades de la España de su tiempo con la exactitud de quien se ha documentado previamente visitando los escenarios novelados y conversando con sus habitantes.

Si en los "Episodios Nacionales" Galdós retrata a los protagonistas de la historia, a quienes la hacen, sus novelas suelen protagonizarlas quienes la padecen, asomándose para ello a la vida de las diversas clases sociales de la España decimonónica. "Misericordia" es la novela que retrata los estratos más bajos de la sociedad, la miseria de un Madrid que contaba en aquel tiempo con el índice de mortandad más alto de Europa. Como explica el propio autor:

"En "Misericordia" me propuse descender a las capas ínfimas de la sociedad matritense, describiendo y presentando los tipos más humildes, la suma pobreza, la mendicidad profesional, la vagancia viciosa, la miseria, dolorosa casi siempre, en algunos casos picaresca o criminal y merecedora de corrección. Para ello hube de emplear largos meses en observaciones y estudios directos del natural, visitando las guaridas de gente mísera o maleante que se alberga en los populosos barrios del sur de Madrid. Acompañado de policías escudriñé las Casas de dormir de las calles de Mediodía Grande y del Bastero, y para penetrar en las repugnantes viviendas donde celebran sus ritos nauseabundos los más rebajados prosélitos de Baco y Venus, tuve que disfrazarme de médico de la Higiene Municipal. No me bastaba esto para observar los espectáculos más tristes de la degradación humana, y solicitando la amistad de algunos administradores de las casas que aquí llamamos de corredor, donde hacinadas viven las familias del proletariado ínfimo, pude ver de cerca la pobreza honrada y los más desolados episodios del dolor y la abnegación en las capitales populosas."

A pesar de su gran extensión, la cita es imprescindible para conocer el espíritu con el que Galdós se enfrentaba a la escritura: él buscaba dosis de realidad y solo la visita a los ambientes humanos que iba a describir se la podía ofrecer. Galdós absorvía cuanto veía y plasmaba sus experiencias en las tramas narrativas, que se ofrecían como perfectamente verosímiles aunque siempre dotándolas de su estilo inconfundible: una forma de entender la literatura llena de humor y de ternura por sus personajes, de los que conocemos hasta sus más íntimos pensamientos y un realismo formal en el que el lector atento no podrá dejar de observar abundantes dosis de experimentalismo, de maneras de narrar heterodoxas, que desautorizan a los que todavía le consideran un escritor "garbancero".

"Misericordia" toma como punto de partida la situación de doña Paca, un personaje que ha disfrutado de una buena condición social y que ha venido a menos por su mala cabeza, por lo que progresivamente ha tenido que ir trasladando su domicilio desde el barrio de Salamanca a las zonas más humildes de Madrid. Benina es su criada y confidente. Sin que su ama lo sepa, dedica las mañanas a mendigar para procurarle sustento, a ella y a sus hijos. A través de los ojos de Benina vamos a conocer el Madrid más miserable, poblado por tipos humanos que sin duda inspiraron más de una obra de Buñuel.

Magníficas resultan las descripciones del autor de la podredumbre de ciertas zonas de Madrid en aquel tiempo. El lector advertirá que la situación de Benina, ya de por sí espantosa, no es la peor de las posibles y, como si de los círculos dantescos del infierno se tratara, siempre es posible caer aún a más profundidad, hasta barrios donde el grado de miseria es inconcebible, donde hay poca diferencia entre la vida de los hombres y la de los animales. Aún hoy día pueden seguirse las rutas de los personajes con una precisión milimétrica, como sucede con todas las novelas galdosianas.

Benina va a ser, en realidad, una especie de ángel redentor que ha de procurar la subsistencia a todo el que le rodea. Miente a su ama, contándole que por las mañanas sirve en casa de un sacerdote llamado don Romualdo. Dicho don Romualdo, invención de Benina, va a terminar materializándose para resolver los problemas de doña Paca, en una ambigua combinación entre ficción y realidad a las que tan aficionado era don Benito, tal y como se afirma en un pasaje de la novela:

"Los sueños, los sueños, digan lo que quieran son también de Dios; ¿y quién va a saber lo que es verdad y lo que es mentira?"

En toda la narración late una gran crítica social contra unos poderes públicos que nada hacen por remediar la situación de miseria estas grandes masas de población. Más bien utilizan a la fuerza pública para encerrar a los mendigos. También existe, como no podía ser de otra manera, una visión negativa de la religión católica, como gran valedora de una sociedad hipócrita, que da limosna a los miserables para lavar la conciencia, pero que en nada aplica las máximas de Jesucristo, como declama con una rara sabiduría el pobre Pulido, uno de los que pueblan el pequeño universo de la puerta de la parroquia de San Sebastián:

"Limosna hay, buenas almas hay; pero liberales por un lado, el Congrieso dichoso, y por otro las congriogaciones, los metingos y discursiones y tantas cosas de imprenta, quitan la voluntad a los más cristianos... Lo que digo: quieren que no haiga pobres, y se saldrán con la suya. Pero pa entonces , yo quiero saber quién es el guapo que saca las ánimas del Purgatorio... Ya, ya se pudrirán allá las señoras almas, sin que la cristiandad se acuerde de ellas, porque... a mí que no me digan: el rezo de los ricos, con la barriga bien llena y las carnes bien abrigadas, no vale... por Dios vivo que no vale".

Por supuesto, la función de la novela no es cambiar la sociedad, pero sí es capaz de darnos a conocer realidades que se nos pueden escapar y que un mero artículo periodístico, salvo honrosas excepciones, no nos va a lograr transmitir con tanta precisión. Tanta, que novelistas como Galdós son capaces de enseñarnos el alma de sus criaturas y como la sociedad y sus circunstancias la van moldeando. "Misericordia", queda así como una de las más grandes novelas que se han escrito en nuestro país. Por denuncia social, por descripción de ambientes y perfecta caracterización de los personajes, de una humanidad abrumadora.

PROPUESTA VIAJERA INSÓLITA EN AGOSTO.


Puede parecer extraño lo que voy a decir, pero, a pesar del calor de estos últimos días de agosto, es posible visitar algunos enclaves del interior de Andalucía, si se siguen algunas pautas. Esta es una propuesta para los que gustan de la tranquilidad y prefieren evitar a las masas playeras y feriantes.

Córdoba es una ciudad ideal para organizar una escapada de una noche en pareja. Cierto es que estos días se registran allí temperaturas que superan los cuarenta grados, pero eso propicia que el precio de los hoteles baje tanto como sube el termómetro, por lo que no será difícil conseguir por unos cuarenta euros una habitación doble en uno de los hoteles de la zona norte que cuentan con jardines y piscina, donde el precio suele ser cuatro veces mayor. Lo ideal es pasar la tarde de nuestra llegada en la tranquilidad de la piscina, a la sombra entre chapuzón y chapuzón.

Con la llegada de la noche es el momento de conducir hasta el centro, aparcar cómodamente y cenar. Después de la cena, nos encaminaremos hacia los Reales Alcázares, que este mes permite una visita nocturna a sus jardines por el módico precio de dos euros. El paseo resulta inolvidable y romántico. Los jardines no resultan tan fastuosos como los del Generalife o el Alcázar de Sevilla, pero constituyen un magnífico ejemplo de la delicadeza del legado musulmán en Andalucía. La noche les da una magia especial, donde se combinan a la perfección el murmullo del agua, el perfume de las flores y las vistas de la mezquita iluminada.

Una vez efectuada la visita al Alcázar es muy recomendable recorrer tranquilamente las calles de la vieja judería cordobesa, que a esas horas nocturnas permanecen silenciosas, dotadas de un particular misterio en el casi podemos oír las voces de las personas que la habitaron. La estatua de Maimonides, junto a la Sinagoga, parece encerrar en su mirada parte de los misterios del universo. Su contemplación tiene la rara facultad de otorgar una sensación de paz al caminante.

Al regreso desde Córdoba, hay muchos pueblos que pueden tentar al visitante. Uno de ellos es Fernán Núñez que, por casualidad del destino, tiene cierta vinculación con Lisboa. Su magnífico Palacio Ducal fue construido por Carlos José Gutiérrez de los Ríos, el conde de Fernán Nuñez, ya que el castillo que originariamente ocupaba ese solar fue destruido por los daños ocasionados por el terremoto de Lisboa de 1755. Precisamente este personaje había sido embajador en esa ciudad, por lo que la construcción del palacio se inspiró en el Palacio de las Necesidades de la capital portuguesa, que por esos años era la sede de nuestra embajada. Llama la atención el intenso color rojo de su fachada.

El otro punto de interés del pueblo es la iglesia de Santa María de Aguas Santas, un buen ejemplo del barroco cordobés. Destacan en ella los magníficos frescos de la cúpula, entre ellos una representación de angeles con instrumentos de música, en una composición muy atrevida. En sus distintas capillas encontramos a los distintos titulares de la Semana Santa.

Quizá pasen ustedes un poco de calor en algunos momentos de esta propuesta viajera, pero les aseguro que la experiencia merece la pena. Y todo por muy poco dinero.

LA LEY DEL DESEO (1987), DE PEDRO ALMODÓVAR. EL FINAL DE LA MOVIDA.


Muchas veces me he preguntado por qué se mitifica tanto la llamada "movida madrileña" y por qué se emplea con tanta facilidad la palabra cultura para definir esta clase de episodios.

Cierto es lo que siempre se dice, que una vez muerto el dictador Franco, del anhelo de libertad de la población surgió este movimiento espontáneo en el que cabían todas las formas de expresión. Sabido es que los años de represión han de tener una válvula de escape. En nuestro caso se llamó "movida" y se supone (yo era muy joven, pero algo pude captar del ambiente de aquella época) que esa fue nuestra particular respuesta a la censura, a la religión obligatoria y al militarismo.

Vista desde hoy día la movida parece algo muy anticuado, así son todos los movimientos que se esfuerzan en ser modernos, en romper radicalmente con el pasado y sobre todo, en tratar de escandalizar con todo tipo de excesos. No se trata de realizar obras de calidad, sino de llamar la atención como sea. De esa época quedaron un buen puñado de grupos y de buenas canciones, pero también una manera de ver el mundo que sigue influyendo de manera negativa en las presentes generaciones.

Muchos críticos de la movida afirman que fue un movimiento totalmente subvencionado desde el poder. No creo que sea una hipótesis descabellada. Desde siempre el ofrecer "pan y circo" ha sido la mejor medicina para que el pueblo se encuentre anestesiado y concentre sus mejores energías ociosas en tratar de divertirse y no le interesen nada ni los entresijos de la política (las decisiones que se toman día a día y que padecemos como ciudadanos) ni la auténtica cultura, la de los libros y el arte. En realidad esto es lo que busca el poder (simplificando un poco, dicho sea de paso): fútbol para los hombres, programas del corazón para las mujeres y fiesta continua con abundante alcohol y drogas para los jóvenes. Las grandes reivindicaciones ciudadanas hace tiempo que dejaron ser cosa del pasado y hoy asistimos atónitos al principio de una gran campaña de recortes sociales sin que nadie mueva un dedo para protestar, más allá de los comentarios en los periódicos digitales. Una manifestación contra el paro atraerá como máximo a unos cientos de jóvenes. Un macrobotellón reunirá a miles o incluso a cientos de miles.

Aunque esté divagando, creo que todo este discurso viene muy a cuento respecto al cine de Almódovar, máximo representante cinematográfico de la movida que ha sabido reciclarse y adaptarse a los tiempos hasta hacerse merecidamente un nombre en el panorama internacional. "La ley del deseo" es una película de transición entre sus primeras locuras cinematográficas, realizadas sobre todo para transgredir y que han quedado absolutamente anticuadas y sus últimas realizaciones, mucho más elaboradas y académicas.

Lo primero que llama la atención del título que comentamos es un mal muy común que desde los años ochenta padece nuestro cine: simplemente que en muchas escenas, ya sea por mala colocación de los micrófonos, mala conjunción con la música o mala dicción de los actores, no se entiende lo que éstos dicen. Así de simple. Habría que ver alguna de estas películas con subtítulos para poder seguir cómodamente la trama.

"La ley del deseo" sigue los pasos de Pablo (Eusebio Poncela), un exitoso director de cine homosexual, asiduo a fiestas de las que está hastiado, quizá porque la gente que asiste a las mismas tiene un comportamiento tan borde como el suyo. Por supuesto el alcohol y las drogas tienen mucho que ver en su cansancio vital, pero quizá la solución a sus problemas venga de la mano de Antonio ( un magnífico Antonio Banderas, que sostiene gran parte de la película), un chico que parece haberse enamorado de él, dominante y decidido. La trama se complementa con la hermana de Pablo, Tina (Carmen Maura), una transexual absolutamente amargada, al parecer porque tampoco encuentra el amor. Su presencia es absolutamente innecesaria para lo que el guión pretende contar. Más bien parece una introducción al personaje que muchos años después Almodóvar desarrollaría en "La mala educación".

Así pues, tenemos una obra que oscila entre el primer Almodóvar, respecto a la presentación de personajes en una decadente fiesta nocturna en la que da la impresión de que los invitados intentan divertirse pero en realidad no quisieran estar allí y una convencional trama de suspense cuando se va desvelando el auténtico carácter de Antonio, pero a la que le falta ritmo. Y una cuestión que lanzo a quienes hayan visto la película: ¿existían en los ochenta las máquinas de escribir explosivas?

SER O NO SER (1942), DE ERNST LUBITSCH. HITLER EN VARSOVIA.


Contrariamente a lo que algunos suponen, Ernst Lubitsch no emigró a los Estados Unidos huyendo del nazismo, sino que, una década antes de que Hitler llegara al poder, fue invitado por la actriz Mary Pickford para que la dirigiera en la película "Rosita". Sí que es cierto que cuando los nazis llegaron al poder se nacionalizó estadounidense. Como hombre de cine y como judío no podía quedar indiferente a lo que estaba sucediendo en su país, que comandaba el auge de los totalitarismos en Europa.

"Ser o no ser" se rodó durante los años victoriosos del ejército alemán. En su estreno, la derrota de Hitler y la consiguiente liberación de Polonia se veían como algo utópico. Por eso sorprende gratamente el sentido del humor con el que el director trata un tema tan grave. Se ríe de Hitler, no poniendo en solfa sus defectos, sino exagerando sus presuntas virtudes como dictador infalible. La escena de los pilotos que saltan del avión sin pensárselo a la orden de un falso Führer es muy reveladora acerca de la hipnosis a la que se creía que tenía sometido al pueblo alemán. Luego se probaría que las cosas eran mucho más complejas, que el pueblo alemán, por activa o por pasiva, había aceptado el nuevo orden de cosas y que su resistencia interna apenas existía.

Ni que decir tiene que, obviando su delicada temática, "Ser o no ser" constituye una de las cumbres de la comedia, que combina sabiamente la sátira del nazismo con el típico enredo amoroso de este tipo de películas, pero dejando también un poso de amargura al espectador, que comprende que lo que ve en pantalla no es más que una deformación de la realidad, que consistía en que Polonia llevaba tres años ocupada por los nazis y éstos se dedicaban a esclavizar o exterminar a sus habitantes. Y los nazis de verdad no eran caricaturas, como los que se dejan engañar tan fácilmente en el film.

lunes, 23 de agosto de 2010

LISBOA. EL BARRIO DE BELÉM.


Aunque Belém ya no es un pueblo independiente de Lisboa, sí que cuenta con características que lo diferencian con el resto de la ciudad. Se trata de un espacio abierto, con magníficas vistas al río y abundantes zonas ajardinadas. Y está repleto de puntos de interés al alcance de la mano.

Belém es un lugar ideal para pasar una mañana. Lo primero que hay que hacer, nada más llegar, es acercarse a la Fábrica dos Pasteis, una pastelería que funciona desde 1837, que cuenta con grandes salones, decorados con azulejos pintados a mano, donde tomar tranquilamente un café y un dulce, a precios realmente económicos. Su especialidad más conocida es el famoso pastel de crema, pero yo particularmente, amante del chocolate, me decanto más bien por sus golosas napolitanas. En ningún lugar las he probado mejores. Como curiosidad añadiré que la elaboración de los dulces puede contemplarse a través de una cristalera, por lo que tenemos garantizado que están recién hechos.

El monumento más espectacular de Belém, y quizá de Lisboa, es el Monasterio de Los Jerónimos, del siglo XVI, la obra cumbre del arte manuelino, un edificio de enormes dimensiones. Al estar alejado de la ciudad, sobrevivió al célebre terremoto casi intacto. El interior de la iglesia, donde podemos visitar sepulcros de varios reyes portugueses, es de gran hermosura, así como su claustro.

Saliendo del monasterio y caminando hacia el río encontramos el Monumento a la Navegación, formado por un conjunto de figuras colosales, que a mí particularmente me recuerdan en su estilo a las que decoran el Valle de los Caídos. No en vano, se trata de una obra del periodo salazarista. Desde allí obtenemos unas preciosas vistas del puente del 25 de abril y de todo el río.

Siguiendo el margen del Tajo merece la pena ir a contemplar la torre de Belém, quizá el monumento más emblemático de la ciudad. No es una torre de grandes dimensiones, pero sorprende por su esbeltez y belleza. Si nos fijamos bien, encontraremos variados detalles estilísticos propios de la arquitectura manuelina, como sus delicados balcones.

A mediodía, a la hora de reponer fuerzas, recomiendo vivamente un establecimiento que oferta bocadillos de todas clases a un precio módico, situado muy cerca de la pastelería antes nombrada. No se trata de un lugar que visiten demasiado los turistas, más bien los lisboetas, por lo que tenemos garantizado el poder elegir entre una carta de casi cien deliciosos bocadillos a precios módicos.

Ya por la tarde, si se quiere regresar caminando hasta el centro de Lisboa, encontraremos en nuestro camino el Museo de Carruajes y, sobre todo, el Museo Nacional de Arte Antiguo, que atesora, entre otras obras maestras, una espectacular pintura de El Bosco: Las tentaciones de San Antonio.

viernes, 20 de agosto de 2010

LA HISTORIA INTERMINABLE (1979), DE MICHAEL ENDE. REGRESO A FANTASÍA.


Leí esta novela hace veinticinco años y se convirtió en mi favorita por aquella época. Después, Wolfgang Petersen realizó una versión cinematográfica incompleta que ha quedado bastante desfasada, aunque estaba bien para un niño.

Ahora he vuelto a leerla, con miedo a que me decepcionara, pero, afortunadamente, no ha sido así. Aunque evidentemente no por completo, he podido recuperar algunas sensaciones de entonces e incluso recordar los lugares donde leí algunos de sus capítulos, tal sensación de intensidad me dejó la novela. Creo que fue Fernando Fernán Gómez quien dijo que leer servía sobre todo para gozar posteriormente de las relecturas. Creo que tenía bastante razón. Aquí el enlace al artículo:


Hay escritores que sufren crisis de creatividad, que son incapaces durante un tiempo de enfrentarse a una página en blanco. A Michael Ende parecía sucederle lo contrario. Hubiera necesitado más de una vida para plasmar en palabras escritas todas las ocurrencias que le dictaba su fecunda creatividad. Su libro "Carpeta de apuntes" es una buena muestra de ello. Simples esbozos, ideas o aforismos que el escritor anotaba con intención de desarrollarlos más adelante y a los que el lector curioso puede asomarse como inmejorable ejemplo de los mecanismos internos de la escritura.

El caso de "La historia interminable" es un caso paradigmático de lo que comentamos. Se trataba, en principio, de un argumento un tanto sencillo ("Un niño toma un libro, se encuentra literalmente dentro de la historia y tiene problemas para salir") que poco a poco se le fue yendo de las manos al autor, hasta el punto de que los personajes parecían tomar autonomía propia y Ende no era capaz de acabar la historia, porque su imaginación se desbordaba y le pedía nuevos capítulos que encajaban con una rara lógica en lo que pretendía contar.

Al final la novela se convirtió en un éxito inmediato. La "historia dentro de la historia" que Ende propone fascinó desde el principio a niños y adultos, ya que se trata de uno de esos relatos universales que tienen múltiples lecturas, todas ellas válidas, aunque podría decirse que ninguna de ellas provoca más fascinación que la realizada por un niño, que va a quedar inmediatamente hechizado por una narración de fantasía pura y aventuras y nunca podrá olvidar las horas pasadas junto a unos personajes imperecederos.

Como es lógico, la lectura de este libro puede ser muy diferente a distintas edades. Quien lo ha leído de niño quizá tenga miedo de volver a hacerlo, por miedo a decepcionarse. Lo cierto es que la segunda lectura le hará comprobar que el Reino de Fantasía sigue gozando de una excelente salud y su visita es óptima a cualquier edad, aunque la primera que se realiza es la más imborrable.

Bastián es un muchacho gordito, el blanco de las bromas pesadas de sus compañeros de clase. Él apenas tiene amigos, pero lo compensa con su desmesurada afición a la lectura, lo que le hace evadirse de su triste realidad. Huyendo de sus acosadores, se refugia en una librería y, en un descuido del librero, se lleva el libro que estaba leyendo este, para refugiarse con él en el desván de su colegio.
Hasta ahora el lector ha leído con letra roja la historia de Bastián. Cuando este abre "La historia interminable", tomamos su perspectiva y nuestra lectura es la misma. La escritura pasa del rojo al verde y así tenemos noticia del Reino de Fantasía, de la gran amenaza de la Nada que está devorándolo, de la enfermedad de la Emperatriz Infantil, la misma esencia del Reino y del héroe elegido para para salvar a Fantasía: el joven Atreyu, ayudado por Fújur, un dragón blanco de la suerte.

Poco a poco, Bastián va involucrándose en la historia. Solo aprecia la realidad circundante cuando el reloj del colegio da las campanadas. El niño lector sospecha capítulo tras capítulo que, de algún modo, él es uno de los protagonistas de la historia y que puede acabar participando en la misma si tiene voluntad para ello. Como en "Alicia a través del espejo", el libro sirve de vehículo a Bastián para pasar a un mundo paralelo al nuestro, pero con otras leyes físicas, basadas en la desmesurada fantasía de los hombres. Porque la existencia de los seres del Reino de Fantasía depende de la imaginación humana. Su escasez es lo que está provocando que la Nada lo devore.

La misión de Bastián no va a ser fácil. En su camino se va a encontrar con todo tipo de seres y, en algunos casos, la interpretación de sus palabras no es fácil. Para realizarla le va a ser otorgado un instrumento con el que puede materializar sus deseos. Pero este poder es corruptor y su utilización tiene sus consecuencias. Y Bastián es humano, no un ser noble y puro como Atreyu:

"Los caminos de Fantasía (...) solo puedes encontrarlos con tus deseos. Y solo puedes ir de un deseo a otro. Lo que no deseas, te resulta inalcanzable. Eso es lo que significan aquí las palabras "cerca" y "lejos". Y tampoco basta con querer marcharse de un lugar. Tienes que querer ir a otro. Tienes que dejarte llevar por tus deseos."

Al final, el lector sale casi tan transformado como el propio Bastián y comprende un poco mejor la magia de los libros, esa magia que le lleva a vivir historias situadas en otros lugares, en otros tiempos o incluso en otros universos, esa magia que le lleva durante horas a vivir las vidas de otros, a gozar de experiencias insospechadas y, en algunos casos, a crear sus propias historias. Estos son los cimientos del Reino de Fantasía, historias que deben ser contadas en otra ocasión.

FUEGO EN EL CUERPO (1981), DE LAWRENCE KASDAN. LA PERDICIÓN DE LOS HOMBRES.

Resulta difícil de creer que esta sea el debut de Lawrence Kasdan detrás de las cámaras, un director que le ha hecho varios favores al cine: colaborar en la escritura de los guiones de "En busca del Arca perdida" y "El imperio contraataca" y dirigir esa maravilla llamada "Grand Canyon", que tanto aporta para comprender las claves de la vida en una gran ciudad.

Todo transpira calor en "Fuego en el cuerpo". La temperatura de la película (William Hurt va siempre sudando) se transmite al espectador en esas escenas subidas de tono con la también debutante Kathleen Turner, que se convirtió así en uno de los mitos sexuales de los ochenta, aunque unos años después engordara demasiado.

Hablábamos aquí hace pocas semanas de "Perdición" de Billy Wilder y del prototipo de mujer fatal que representa Barbara Stanwyck. Kasdan recoge en su película la mejor tradición del cine negro y, olvidándose de los efectismos propios de los ochenta, realiza una soberbia obra de factura totalmente clásica, sostenida por un guión perfecto, que explora todas las posibilidades de los personajes y mantiene al espectador en vilo durante todo el metraje gracias a su enorme fuerza narrativa.

martes, 17 de agosto de 2010

ORIGEN (2010), DE CHRISTOPHER NOLAN. LA VIDA ES SUEÑO.


Al fín, con un poco de retraso, porque parecía que todo el mundo la había visto antes que yo, he visto una de las películas del año. Me ha parecido fascinante, pero el apelativo de "obra maestra", creo que le viene un poco grande. Gran parte de su originalidad se basa en haber recogido sabiamente influencias de otras películas y obras literarias y saber mezclarlas con acierto. La arquitectura de este film es enormemente compleja y eso le lleva a cometer algún error que no cabe en la lógica de la propia historia, pero absolutamente disculpable. En cualquier caso, digna de verse en la gran pantalla. E incluso más de una vez. Aquí el enlace:

Christopher Nolan es un director cuyas obsesiones se reflejan perfectamente en su obra cinematográfica. En "Memento", eran la memoria y la identidad, en "Batman Begins", la dualidad del protagonista, que no acertaba a comprender si Batman era la máscara de Bruce Wayne o al contrario. En su útimo éxito, "El caballero oscuro", el tormento del murciélago se hacía insoportable al tener que vérselas con un contendiente (el Joker) al que solo podía vencer intentando anticiparse a sus pensamientos de psicópata.

Nolan es un amante de las arquitecturas cinematográficas. A su visión de Gotham como gran ciudad deshumanizada se unen ahora las arquitecturas soñadas por los personajes de "Origen", laberintos borgianos que Dom Cobb (Leonardo di Caprio) es capaz de insertar en la mente de sus víctimas, para confundirlas y robarles sus más íntimos secretos.

Cobb es una especie de agente secreto, especialista en diseñar sueños para introducirse en ellos y forzar las cajas fuertes que simbólicamente contienen sus secretos. Ante el fracaso de su última misión, no tiene más remedio que aceptar una nueva, mucho más compleja, consistente en implantar una determinada idea en la mente del hijo de un poderoso empresario (Cillian Murphy). Para ello deberá diseñar una serie de sueños dentro de sueños y vencer las defensas del individuo.
Toda la complejidad de este argumento, con una serie de estrictas reglas que el espectador va aprendiendo mientras se desarrolla la trama, permite al director realizar un discurso acerca de los recovecos de la mente humana, sobre el simbolismo de los sueños y acerca de la a veces difícil distinción entre sueño y realidad.

Aunque desde antiguo se ha intentando interpretar los sueños como augurios o mensajes de los dioses, ciertamente, la investigación científica de lo onírico es cosa del siglo XX, una disciplina iniciada por Sigmund Freud (con algún predecesor), que investigó nuestro inconsciente, las manifestaciones de deseos o miedos que intentamos ocultar cuando estamos despiertos, pero que surgen incontrolables durante la noche. El mismo Nolan ha extraído buena parte de la materia prima de la película de sus propias experiencias, según declara en la entrevista publicada en la revista "Dirigido por" de Julio-Agosto de 2010:

"Lo que intento hacer (a la hora de investigar) es observar mis propios procesos (...) y trato de analizar cómo funcionan y cómo pueden alterarse o manipularse; trato de extraer una serie de reglas de mis propios procesos. Trabajo así porque descubrí que la investigación casi siempre termina confirmando lo que uno quiere hacer. (...) He tenido sueños lúcidos que forman una parte importante de "Origen". Un sueño lúcido se produce cuando uno se da cuenta de que está soñando y, entonces, puede tratar de cambiar lo que sucede o manipularlo de alguna forma. Es una experiencia asombrosa que incluí en el film y, de hecho, es una gran parte de él."

El éxito masivo de público de que está disfrutando esta producción no se explica tan solo por su excelente campaña publicitaria, sino por el boca a boca, que está llevando a las salas incluso a personas que habitualmente no suelen pagar por ver cine. Y es que "Origen", como tantas otras grandes películas, puede disfrutarse en varios niveles: como espléndida producción de ciencia ficción y aventuras, como especulación profunda acerca de la mente humana, como reflexión ética o como cuestionamiento de nuestra propia realidad.

Lo cierto es que la película de Nolan está repleta de influencias, tanto cinematográficas como literarias. La acción desarrollada en una realidad virtual con sus propias reglas remite a Matrix (Hermanos Wachowski, 1999), el estilo de Cobb como agente secreto recuerda mucho a las aventuras de James Bond. La escena del asalto a la fortaleza bajo la nieve remite directamente a "Al servicio secreto de su majestad" (Peter Hunt, 1969), la película favorita de la saga del agente británico de Nolan, e incluso el tormento interior del personaje de Di Caprio se parece al del personaje que interpretó recientemente para Scorsese en "Shutter Island" (2010). También podemos referenciar "¡Olvídate de mí!" (Michel Gondry, 2004), otra interesante exploración de la mente humana, en esta ocasión con los recuerdos como protagonistas. Borges y Philip K. Dick aparecen también como constantes referencias.

El espectador deberá permanecer muy atento para el seguimiento completo de esta historia, pues el despiste en cualquier detalle puede conllevar la no comprensión de la trama, que se organiza como eslabones de una cadena de sueños, cada uno con sus reglas temporales, cada uno a nivel más profundo que el anterior. Una compleja arquitectura, tanto mental como cinematográfica, que invita a nuevos visionados para advertir todos los detalles de la misma. Esta es la ambición principal de "Origen", que el espectador salga de la sala con más preguntas de las que tenía cuando entró. Una ambición que comparte con la mejor filosofía.

lunes, 16 de agosto de 2010

LISBOA. LA ALFAMA Y EL CHIADO.


Ahí me tienen, departiendo junto a mi amigo Fernando Pessoa en su amado café Brasileira, el más clásico de la ciudad. El autor del "Libro del desasosiego", de múltiples personalidades literarias representa muy bien los contrastes de una Lisboa que oscila entre la belleza y la melancolía. Me gusta saber de la historia literaria de las ciudades. Si en Madrid siempre pienso en Galdós, en Lisboa Pessoa es onmipresente, aunque Luis de Camoes también es muy recordado. De Saramago solo ví un pequeño cartel de homenaje en el Instituto Camoes, junto a la Plaza del Marqués de Pombal (el equivalente a nuestro Instituto Cervantes). Tenía una relación conflictiva con su tierra, que esperemos se vaya resolviendo poco a poco.

Nos quedamos en la Baixa en el anterior artículo. Se recomienda al viajero que eche un vistazo a la amplitud de la Plaza del Comercio, para mí una de las más bonitas de Europa, que disfrute de alguna de sus constantes actividades (cuando yo estuve se celebraba un concierto relacionado con el Festival de los Oceános) y que contemple el Tajo desde allí, tan amplio ya su caudal que parece más un mar que un río.

Dejando el Tajo a la espalda, desde la Plaza el viajero puede volver a la Baixa y tomar a su izquierda uno de los tranvías que suben hacia la Alfama, el barrio más antiguo de la ciudad. El mismo interior del tranvía es ya de por sí todo un espectáculo, pues se produce una mezcla heterogénea entre turistas y autóctonos. Viajar en este tranvía es como desplazarse un siglo atrás. A veces parece que se va a dejar vencer por la pronunciadas cuestas que tiene que subir, pero al final lo consigue como por milagro. Mientras tanto, si el viajero ha sido tan afortunado de poder sentarse junto a una ventanilla, podrá contemplar el espectáculo de un barrio con unas vistas incomparables, repleto de edificios interesantes, en los que predomina el elemento popular.

No voy a decir donde hay que bajarse del tranvía, porque tampoco estoy seguro de cual es su última parada. Sean ustedes prudentes y bájense a una distancia prudente de los principales miradores y monumentos. Ya les digo que el tranvía no es un servicio turístico, aunque a veces lo parezca. Es un elemento más de la ciudad, el transporte público más tradicional.

La Alfama está repleta de miradores, algunos señalizados como tales, otros a la libre elección del visitante. Desde unos puntos y otros se obtiene una visión íntegra de la ciudad de Lisboa y nos podemos hacer una idea de su extensión y sus distintos barrios. El más famoso de ellos es el de Santa Lucía, con unas excepcionales vistas del Tajo y del Atlántico. Bajando un poco desde el mirador llegaremos a la catedral, del siglo XII, que tiene más aspecto de fortaleza que otra cosa.

La Alfama me recuerda un poco al Albaicín granadino. En ambos casos no fueron los musulmanes (o los mouros, como dicen los portugueses) sus primeros pobladores, pero sí quienes les dieron nombre y quienes le dibujaron su estructura actual, de calles estrechas y laberínticas. Los dos son lugares donde caminar, perderse y realizar hallazgos íntimos: un antiguo escudo que decora un palacio, un monasterio, unos azulejos... Cada cual que se organice su ruta en el laberinto. Es fácil salir una vez perdidos en él: basta con ir cuesta abajo.

El otro gran barrio céntrico, quizá el más famoso de Lisboa, es el de Chiado. El 25 de agosto de 1988 se desencadenó una de esas catástrofes que tan familiares son en esta ciudad, un incendio de grandes proporciones que arrasó buena parte de este barrio histórico. En los años siguientes, el barrio fue reconstruido con mimo y actualmente las huellas del desastre son totalmente invisibles.

Hay dos maneras de acceder al Chiado: a través del elevador de Santa Justa, que nos trasladará cómodamente (previo pago) hasta las ruinas del Convento del Carmo. Las vistas son nuevamente incomparables desde arriba, sobre todo al atardecer. El Convento del Carmo quedó como recuerdo del terremoto de 1755. Resulta impresionante contemplar sus ruinas y reflexionar acerca de la fragilidad de las obras del hombre. Si seguimos caminando llegaremos a la plaza del Carmo, puerta de entrada al barrio.

El Chiado es un elegante conjunto de calles, alguna de ella tan empinada que es recomendable tomar un pequeño tranvía para salvar el desnivel. Hay que fijarse en los edificios, algunos con azulejos realmente preciosos, como uno que recuerdo especialmente, con temas mitológicos, y dejarse llevar sin rumbo fijo por calles repletas de librerías de viejo, cafés y toda clase de establecimientos. El centro neurálgico del barrio es la plaza del Chiado, con la estatua del personaje que le da nombre, un popular ventrílocuo, actor y poeta del siglo XVI, un genio de la improvisación, un predecesor del modelo de poeta bohemio. La estatua nos muestra a un hombre sonriente y en plena recitación. A su lado encontramos el ya nombrado café Brasileira. No se asusten, entren con toda tranquilidad y prueben su delicioso café. Solo cuesta 90 céntimos la taza. En Madrid, su café equivalente, el Gijón, cobra más de tres euros por el mismo producto.

El Chiado es también un barrio para pasear, perderse y descubrir. Otra de las estatuas que podemos encontrar es la de Eça de Queiroz, el Galdós portugués, el autor de "El crimen del padre Amaro", otro de los grandes escritores portugueses. Se le representa junto a una mujer semidesnuda, su musa. La visita al Chiado puede prolongarse por el Barrio Alto, hasta los barrios de Estella (con su espectacular Basílica o su bello cementerio) o Amoreiras. Lugares no ya tan turísticos, pero igualmente interesantes y en los que se puede tomar con más facilidad el pulso a la auténtica vida portuguesa en un entorno todavía decimonónico donde aún podemos descubrir inéditas vistas panorámicas de la ciudad.

LOS ESPIGADORES Y LA ESPIGADORA (2000), DE AGNÈS VARDA. LOS RESTOS DE NUESTRA OPULENCIA.


Es una pena que el cine documental no esté bien distribuido en nuestras pantallas. Normalmente retrata nuestra realidad tal como es, sin recurrir a efectos especiales. Sus historias pueden escocer, no solo a los representantes del poder, sino a los representantes de la sociedad que somos nosotros mismos y que muchas veces vivimos inconscientes de la verdadera esencia de lo que nos rodea.

Un ejemplo de lo que digo lo constituye este hermoso documental que retrata a un tipo de personas que vemos todos los días, pero que son invisibles a nuestros ojos. Se trata de aquellos que remueven en la basura, los que buscan alimento entre los restos de un mercadillo o esperan en la puerta trasera del supermercado a que un empleado tire los productos caducados.

Los espigadores eran los pobres diablos a los que se les permitía recoger los granos sobrantes después de una cosecha. Su actividad estaba regulada por las leyes (y lo sigue estando en Francia, a través de su Código Civil), donde se detallaban los tiempos de espigueo y lo que era lícito tomar o no. Partiendo del cuadro "Las espigadoras", de Jean François Millet, Agnès Varda emprende una investigación acerca de la vigencia de estas prácticas hoy día en el país vecino y se encuentra con espigadores modernos de toda clase y condición.

Hay quien lo hace por necesidad, quien por distracción y quien por convicción. Lo cierto es que lo más grave resulta ser que los vastos excedentes de nuestra opulenta sociedad se acaban perdiendo, a no ser que tengan oportunidad de ser recogidos por gentes como éstas. Encontramos entre los entrevistados a personas ciertamente interesantes, contrarias al funcionamiento de un capitalismo que perpetua las desigualdades y que predican con el ejemplo, a pesar de trabajar y no tener necesidad de espigar. En particular, el último de ellos, un trabajador que dedica parte de sus noches a enseñar francés a inmigrantes extranjeros, impresiona por la lógica de su discurso: dice ser vegetariano y alimentarse fundamentalmente de manzanas, por lo que sus comidas las hace diariamente acercándose a los mercadillos a la hora del cierre. Una ética estricta, quizá demasiado estricta para la mayoría de nosotros, le impide actuar de otro modo.

¿Podría organizarse la sociedad para aprovechar sus excedentes? Al capitalismo no le interesa que se aproveche todo lo que sale al mercado, porque eso impediría la colocación de nuevos productos y la constante innovación. Sin ir más lejos, amable lector, piense en cuantos teléfonos móviles en perfecto funcionamiento ha tirado en los últimos años solo porque les han engatusado con uno con nuevas funciones que no usará en la vida. Piense en cuanta ropa compra por mero impulso y luego no se pone. Piense en cuanta comida tira a lo largo del año, ya sea por caducidad o por otras causas, en los televisores o lavadoras que desecha cuando tendrían fácil arreglo, en las consolas de videojuegos que se quedan anticuadas... No se preocupe, siempre habrá un ejército silencioso esperando a aprovechar lo que usted cree que es inútil.

viernes, 13 de agosto de 2010

LA CHAQUETA METÁLICA (1987), DE STANLEY KUBRICK. EL CONDUCTISMO SEGÚN EL SARGENTO HARTMAN.


Una de esas películas a las que uno vuelve cada cierto tiempo. Kubrick y Vietnam eran, a priori una combinación que debía engendrar la película bélica perfecta. No fue así del todo. La perfección se quedó en la primera parte, en el entrenamiento deshumanizador dirigido por el sargento Hartman. La segunda resulta mucho más convencional, influenciada por la alargada sombra de Apocalypse Now. Aquí el análisis:

Stanley Kubrick es uno de esos raros directores que suscitan el unánime consenso de crítica y público. Suele decirse de él que logró una obra maestra con cada uno de los géneros que tocó: cine negro, histórico, comedia, bélico... Lo cierto es que Kubrick era un innovador, un perfeccionista capaz de repetir decenas de veces una misma toma, un genio que se documentaba profusamente antes de emprender un rodaje. Un hombre entregado al cine en cuerpo y alma.

El director ya había abordado el género bélico en la producción de 1957 "Senderos de gloria", una historia ambientada en la Primera Guerra Mundial que se convirtió de inmediato en uno de los grandes clásicos del pacifismo. Tanto que estuvo prohibida en la España franquista. En "La chaqueta metálica" el director aborda la guerra del Vietnam, pero desde una perspectiva ciertamente original.

La película puede dividirse en dos partes claramente diferenciadas: en la primera se nos muestra con toda su crudeza el durísimo entrenamiento a que es sometido un grupo de jóvenes reclutas antes de ser convertidos en marines. Aquí el protagonismo absoluto recae en el sargento instructor Hartman (un genial Lee Ermey), que trata a los futuros soldados como pura basura para que olviden toda condición individual y se transformen en parte integrante e indisoluble del Cuerpo de Marines.

En realidad Ermey no era el actor elegido por Kubrick para representar el papel, sino el asesor del actor elegido, pero cuando el director pudo verlo en acción, se quedó con él. Todo un acierto, era difícil que cualquier intérprete formado en al Actors Studio fuera capaz de encadenar la retahila de expresiones soeces que salían continuamente de la boca de Ermey, que había sido sargento instructor en la vida real. Para Kubrick fue una bendición, pues apenas tenía que repetir las escenas cuando él actuaba. Los rostros de los actores que le escuchan son elocuentes.

Hartman es un adalid del aprendizaje a través del conductismo, como si su cuartel fuese un inmenso laboratorio donde puede experimentar los límites del sufrimiento humano, hasta que los sujetos son estimulados en grado máximo para convertirse en auténticas máquinas de matar, el objetivo último del entrenamiento. Kubrick nos muestra de manera magistral como jóvenes normales son condicionados por el entorno y se dejan moldear hasta perder partes esenciales de su humanidad.

Ya desde la primera escena asistimos al proceso de que estamos hablando: la despersonalización comienza con el rapado del individuo, lo que iguala a todos para empezar a fabricar al hombre nuevo desde cero. Un ejemplo paradigmático de todo ello es el caso del recluta Patoso. Al principio no encaja y destaca por su torpeza. La brutal presión del sargento y del resto de compañeros consigue finalmente cambiar su personalidad, pero no hacia la integración con el resto del Cuerpo de Marines, sino hacia la destrucción más devastadora, incluido el asesinato de su nuevo padre.

En la segunda mitad de la película, una sombra de la brillantez de la primera, el espectador sigue las andanzas del recluta "Bufón" en medio del caos de Vietnam. Bufón es la otra cara de su compañero Patoso, un ejemplo de integración en el Ejército y de constante sacrificio. Además es un hombre valiente: el recluta ideal del sargento Hartman.

El punto de partida es muy interesante. Bufón es un periodista del Ejército, integrado en la revista "Barras y estrellas", un panfleto propagandístico acerca de la virtuosa actuación de Estados Unidos en el país asiático. Las escenas de las reuniones con su redactor jefe y el resto de sus compañeros dan idea de los malabarismos dialécticos que deben realizar día a día estos periodistas para encubrir las matanzas y los continuos reveses militares.

En todo caso, estas escenas son solo un espejismo, pues finalmente la película deriva hacia una trama bélica más convencional, con Bufón empotrado en un pelotón de marines que se hacen llamar los "salidos" y luchando hombro con hombro con ellos como uno más. Apenas le vemos ejercer el periodismo.

En el último tercio del film la originalidad brilla por su ausencia. La sombra de "Apocalypse Now" es alargada y su influencia se nota en todo este tramo, que está rodado sin la garra que es habitual en el director. Se nos quieren mostrar aquí las consecuencias del adiestramiento, la deshumanización de unos marines que no distinguen entre soldados y civiles en su guerra particular. Kubrick lo consigue a medias, dejándose llevar más de la cuenta por el efectismo en muchas escenas.

En cualquier caso, una gran película bélica, cuya primera parte resulta magistral, pero que después no consigue remontar el vuelo, perdiendo la oportunidad de profundizar en el periodismo bélico que se realiza en el seno del Ejército Americano. Al espectador finalmente el recuerdo que se le queda es el del sargento Hartman vociferando como un auténtico animal.

jueves, 12 de agosto de 2010

CLUBES DE LECTURA EN MÁLAGA EN AGOSTO Y SEPTIEMBRE. CALUROSAS LECTURAS.


Esta ola de calor que estamos padeciendo solo puede combatirse de una manera: trasladánse al mágico mundo de los libros. En "La historia interminable", por ejemplo, que acabo de leer, hay varios pasajes que nos trasladan a un mundo invernal, aunque para compensar también tenemos que atravesar algún desierto...

El mundo de los clubes de lectura se paraliza en agosto, aunque ya el día 31 se reanuda el de Casa del Libro, nada menos que con el libro de Michael Ende, que yo leí hace la friolera de veinticinco años y he vuelto a tomar con nostalgia.

Hago referencia a un club de lectura, el de la Biblioteca de mi barrio, que lleva funcionando varios meses con gente estupenda en su seno: el club de lectura Cristobal Cuevas, que nos propone para septiembre "El afinador de pianos", de Daniel Mason. Apenas he empezado a leerlo.

El club de lectura de Cincoechegaray rinde homenaje al recientemente desaparecido Miguel Delibes, con una de sus últimas obras y una de las más populares: "El hereje".

Y por fín, para el club de lectura de la Biblioteca Provincial de Málaga se va a leer (a propuesta mía, por cierto, que soy galdosiano de toda la vida) "Misericordia", de Benito Pérez Galdós.

Como siempre, fechas y horarios, en la columna de la derecha. Si hay algún cambio, serán puntualmente informados.

miércoles, 11 de agosto de 2010

LISBOA: LA BAIXA Y EL SEISMO.


Cuando se penetra en una ciudad a través de uno de sus monumentos más emblemáticos, la sensación es casi mágica. Eso es lo que sucede en Lisboa, cuando llegamos a ella desde el Sur y hay que cruzar el río Tajo. Existen dos opciones: el puente Vasco de Gama, que tiene poco más de diez años y el 25 de abril, mucho más clásico que, por una de las paradojas de la vida, conmemora la fecha del fín del régimen que lo construyó: el salazarismo.

La capital portuguesa es una ciudad todavía marcada por un hecho sucedido hace doscientos cincuenta años: el terrible terremoto de 1755 que la destruyó por completo. Lo cierto es que en las circunstancias de esta catástrofe cualquier creyente podría ver una conspiración divina: se produjo precisamente el día 1 de noviembre a las nueve y veinte, cuando los lisboetas atestaban las iglesias de la ciudad, lo cual multiplicó la mortandad. El visitante de la ciudad, en la subida al Chiado, aún puede admirar los restos de la Iglesia del Carmo, un escalofriante esqueleto que nos puede dar una idea de la tragedia que se vivió ese día. Es conocido que filósofos como Voltaire se replantearon su idea del mundo al conocer la noticia. Basta con leer su "Cándido" para calibrar el impacto del terremoto en el mundo del pensamiento.

Para un visitante que ha llegado a la ciudad en automóvil, lo más lógico es tomar habitación en un hotel que se encuentre en el entorno de la plaza del Marqués de Pombal, a un paso del centro y llena de aparcamientos (de pago, eso sí, pero de precio razonable). Precisamente el Marqués de Pombal, cuya monumental estatua preside la plaza, fue el encargado de reconstruir Lisboa inmediatamente después del terremoto. Y la huella de esta reconstrucción ha llegado hasta nuestros días.

La zona más turística del centro de Lisboa se divide en tres barrios: la Baixa, la Alfama y el Chiado. La Baixa de hoy día es un elegante conjunto de calles rectilíneas, muchas de ellas peatonales, limitadas por el norte por la plaza del Rossio y al sur por la plaza del Comercio. Antes del terremoto era un desordenado barrio de casas populares y comercios al que llegaban todo tipo de mercancías a través del río Tajo. Fue el sector de Lisboa más afectado por el terremoto y dicen los que saben que una buena cantidad de oro y plata de sus joyerías fue engullida por el río a través del tsunami posterior al seismo. Es muy posible que estas riquezas permanezcan inaccesibles en el lecho cenagoso del Tajo.

Lisboa era una ciudad rica en aquella época, una potencia colonial, por lo que tuvo medios y energía para reaccionar y emprender una rápida reconstrucción. A los vecinos de la Baixa, acostumbrados a una existencia más caótica, no les hizo mucha gracia el nuevo trazado de las calles y la perfección de sus nuevas viviendas. No reconocían su barrio en la obra de Pombal. Muchos tuvieron que ser obligados a ocupar sus nuevas moradas.

Todo visitante de Lisboa suele comenzar su recorrido en esta zona, repleta de hermosos edificios: la plaza del Rossio, con el Teatro Nacional Doña María II (donde se encontraba antiguamente la sede de la Inquisición), la plaza da Figueira, con espectacuares vistas al barrio de Alfama o el elevador de Santa Justa, un elegante ascensor de hierro, inspirado en las obras de Eiffel, que transporta cómodamente al viajero desde la Baixa al Chiado, ofreciéndole de paso unas hermosísimas vistas panorámicas de la ciudad.

Antes de hacer esta obligada subida al Chiado, recomiendo vivamente hacer un alto en el camino y visitar una iglesia situada en una plazita junto al Rossio. Se trata de la iglesia de Santo Domingo, fundada en el siglo XII y que resume entre sus muros la entera historia de la ciudad. Este escenario fue testigo de numerosos autos de fe inquisitoriales que culminaron en la matanza de judíos de 1506, lo que recuerda un pequeño monumento en el exterior. En 1755 el templo sucumbió al gran terremoto. Fue reconstruido y en 1959 sufrió un incendio que calcinó sus muros interiores. Penetren en el recinto y observen las señales de ambas catástrofes. La huella de la historia, que no perdona.

lunes, 9 de agosto de 2010

LAS PARTÍCULAS ELEMENTALES (1998), DE MICHEL HOUELLEBECQ. HIJOS DEL SESENTA Y OCHO.


Leo esta novela estimulado por la fervorosa recomendación de mi amigo Francisco, que no suele errar en sus juicios. Tampoco lo ha hecho en esta ocasión.

Michel Houellebecq es un autor insólito en el panorama de la narrativa actual. La primera palabra que se me viene a la mente a la hora de calificarlo es "valentía". Solo he leído este libro de los suyos (aunque pienso tragármelos todos), pero basta para advertir una escritura muy personal y sincera, que no tiene reparos en atacar a nuestra hedonista sociedad precisamente en los aspectos que la mayoría de sus ciudadanos creen más sólidos y defendibles: su presunta libertad sexual, su ecologismo de salón y, en fín, su desmesurada búsqueda de satisfacción rápida y fácil a través de las diversas formas de consumo.

"Las partículas elementales" cuenta la historia de dos hermanastros, Michel, un hombre apocado que ha renunciado al sexo, que pretende ser gris, pero que se va a revelar como un investigador genial cuya dedicación va a culminar en un cambio radical en el rumbo de la humanidad: en una deriva sorprendente el último capítulo resulta emparentarse con la mejor ciencia-ficción. El otro hermanastro, Bruno, vive obsesionado por el sexo y Houellebecq no nos oculta en ningún momento sus pensamientos más escabrosos, que a veces remiten a un deseo animal, a relaciones sexuales rápidas y salvajes que calmen un deseo siempre renovado y siempre frustrante. Ambos son hijos del sesenta y ocho, de unos padres irresponsables que no se responsabilizan de sus vástagos, porque el hecho de cuidarlos significa interrumpir su forma de vida que se basa en una presunta libertad absoluta que lleva al más absoluto de los vacíos.

Interesantes son las reflexiones del autor acerca de la naturaleza, a la que ve, no como una madre amiga del hombre, sino como un ente hostil e indiferente a nuestro destino. Cualquiera que se haya perdido en un monte o haya debido sobrevivir lejos de la civilización sabrá a lo que me refiero. La civilización es un refugio para el hombre. A su abrigo, creemos estar a salvo de los caprichos de la madre Tierra, pero al final comprendemos que, ya sea a causa de desastres íntimos como la enfermedad o de cataclismos de mayor envergadura como un terremoto o un gran incendio, todos vamos a sucumbir de manera absurda. Houellebecq no cesa de hacerse la eterna pregunta: ¿por qué estamos aquí?, pero la formula desde un punto de vista más intelectual que dramático. Ni siquiera sirve tomarse la vida a la ligera:

"El humor no nos salva; no sirve prácticamente para nada. Uno puede enfrentarse a los acontecimientos de la vida con humor durante años, a veces muchos años, y en algunos casos puede mantener una actitud humorística casi hasta el final; pero la vida siempre nos rompe el corazón. Por mucho valor, sangre fría y humor que uno acumule a lo largo de su vida, siempre acaba con el corazón destrozado. Y entonces uno deja de reírse. A fín de cuentas ya solo quedan la soledad, el frío y el silencio. A fín de cuentas solo queda la muerte."

Mención aparte merece sus continuas referencias a la obra de Aldous Huxley, en especial a "Un mundo feliz". Les dejo aquí una larga parrafada que personalmente me ha hecho reflexionar mucho acerca de uno de mis libros favoritos. El texto no tiene desperdicio:

"Siempre me ha sorprendido (...) la extraordinaria precisión de las predicciones que hizo Huxley en Un mundo feliz. Es alucinante pensar que este libro fue escrito en 1932. Desde entonces, la sociedad occidental no ha hecho otra cosa que acercarse a ese modelo. Un control cada vez más exacto de la procreación, que cualquier día acabará estando completamente disociada del sexo, mientras que la reproducción de la especie humana tendrá lugar en un laboratorio, en condiciones de seguridad y fiabilidad genéticas totales. Por lo tanto, desaparecerán las relaciones familiares, las nociones de paternidad y filiación. Gracias a los avances farmaceúticos, se eliminarán las diferencias entre las distintas edades de la vida. (...) Después, cuando ya no es posible luchar contra el envejecimiento, uno desaparece gracias a una eutanasia libremente consentida; con mucha discrección, muy deprisa, sin dramas. La sociedad que describe Brave New World es una sociedad feliz, de la que han desaparecido la tragedia y los sentimientos violentos. Hay total libertad sexual, no hay ningún obstáculo para la alegría y el placer. Quedan algunos momentos de depresión, de tristeza y de duda; pero se pueden tratar fácilmente con ayuda de fármacos; (...) Es exactamente el mundo al que aspiramos actualmente, el mundo en el cual desearíamos vivir.

Huxley (...) tuvo una intuición fundamental: que la evolución de las sociedades humanas estaba desde hacía muchos siglos y lo estaría cada vez más, en manos de de la evolución científica y tecnológica."

No hay lector de "Un mundo feliz" que no opine que la sociedad que se describe es monstruosa e inhumana. Pero intuyo que, si fuéramos capaces de hacer la prueba, los miembros de esa sociedad jamás querrían pasarse a vivir a la nuestra. La encontrarían salvaje y horripilante. ¿Qué es en realidad lo que podemos definir como humano? Nunca podemos decir que hemos evolucionado por completo como especie. El sabio Darwin nos rebatiría.

THE INTERNATIONAL (2009), DE TOM TYKWER. INTERESES BANCARIOS.


Me perdí esta película la temporada pasada pensando que carecía por completo de interés, que se trataba de la típica entrega convencional de persecuciones y tiros. Lo cierto es que, aunque no se trate de una gran película, "The international", sí que merece al menos un visionado.

Con la crisis económica, los bancos se han transformado para mucha gente, de benévolos prestamistas de dinero (o más bien de sueños) a villanos sin alma, dedicados a tomar dinero de los gobiernos para luego atacar la deuda que dichos gastos ha generado. Así pues, un banco como villano, es completamente creible.

El banco de esta historia, situado en Luxemburgo, pero dedicado a operaciones de carácter global, con intereses ante todo en el respetable negocio del contrabando de armas. Uno de los personajes, un político italiano para más señas, describe sus actividades a la perfección:

"El IBBC es un banco. Su objetivo no es controlar los conflictos sino controlar la deuda que generan. El valor real del conflicto reside en la deuda que genera. Si controlas la deuda, lo controlas todo. Es la misma esencia de la industria bancaria: convertimos a todos, tanto a las naciones como a los individuos en esclavos de las deudas".

Así que ya lo saben. Si tienen hipoteca, el banco les considera su esclavo. Si paga, será un buen esclavo obediente. Si deja de pagar, recibirá su justo castigo en forma de embargo. Solo que los ciudadanos somos esclavos voluntarios, que fuimos un día arrastrados por la gran ola de la imitación en el consumo...

Respecto al resto de la película, la trama está bastante bien llevada, con cierto realismo. Es de destacar la escena del tiroteo en el Museo Guggenheim de Nueva York, digna del mejor Michael Mann. Clive Owen, como siempre, en su línea: un personaje desastrado, atormentado, con barba de varios días y obsesionado por resolver el caso. Me es difícil imaginarlo como James Bond, aunque seguro que lo hubiera hecho muy bien, de haber sido el elegido. Es un buen actor.

domingo, 8 de agosto de 2010

ÉVORA.


Estos tiempos de crisis no son adecuados para planificar grandes viajes. Pero siempre es posible agarrar el propio automóvil y hacer unos cuantos kilómetros hasta Portugal, el acogedor país vecino, al cual tenemos tan olvidado, a pesar de que ellos siguen nuestra actualidad (bueno, más bien la actualidad de nuestra liga de fútbol) a todas horas.

Realicé la entrada a Portugal desde Extremadura, para evitar a las hordas que a primeros de mes sin duda se dirigían desde Sevilla a las playas de Huelva. Fue todo un acierto, pues apenas encontré tráfico en todo el camino y la distancia fue cubriéndose de manera muy amena.

Así pues, el viajero que se dirige hacia Lisboa desde la frontera de Badajoz va a encontrar a medio camino la hermosa ciudad de Évora, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. La primera impresión que transmite Évora al viajero es la de ser una ciudad tranquila y provinciana, como si descansara de una agitada historia de siglos. Entre sus iglesias y monumentos sobresalen los restos de un templo romano del siglo III, que debió tener bastante importancia en la época, observando sus espectaculares dimensiones.

Caminando desde el templo, en dirección al monumento que más me atraía del conjunto, la Capella dos Ossos, situada en la Iglesia de San Francisco, se atraviesan calles estrechas jalonadas de palacios pertenecientes a la Edad Moderna, que desembocan en la hermosa Praça de Giraldo, centro neurálgico de la ciudad.

Lo más singular de Évora, lo que el viajero de paso no debe perderse en ningún caso, es la mencionada Capilla de los Huesos. Su origen se remonta al siglo XVIII, cuando una catástrofe, la explosión de uno de los depósitos de municiones de la ciudad a causa de un rayo, acabó con más de la mitad de la población. Haciendo gala de un macabro sentido del humor, la capilla que los homenajea se construyó empleando el material de sus propios huesos, con lo cual el visitante se encuentra de pronto inmerso en uno de los cementerios más extraños del mundo. Y aún más desconcertado cuando acaba de leer las palabras que le han recibido en el arco de la puerta: "Nosotros los huesos que aquí estamos, a los vuestros esperamos".

Sin duda toda una muestra de humor negro, a la que el visitante no sabe si responder con una sonrisa y una profunda reflexión acerca del sentido de la existencia y sobre nuestra verdadera naturaleza. La sabiduría de quienes ya no tienen nada que perder y nos recuerdan la brevedad de nuestra existencia.

La arquitectura interior de la capilla, como el lector puede imaginarse, es macabra. No puede ser de otra manera con semejantes materiales de construcción. Los cráneos, tibias y demás huesos se alinean en una rara armonía que podría parecer hermosa en otras circunstancias. Pero cuando uno piensa que una vez, hace mucho tiempo, dichos huesos gozaron del soplo de la vida, como los nuestros en la actualidad, una leve desazón invade el alma.