sábado, 31 de diciembre de 2011

LOS MEJORES LIBROS QUE LEÍ EN 2011.


A pesar de la omnipresente crisis que nos invade, o quizás gracias a ellas (la lectura es una perfecta y lúcida evasión de la realidad) este año ha sido especialmente fructífero para mí en este ámbito: casi noventa libros, entre los que se incluyen algunas obras maestras, por lo que no me ha sido nada fácil establecer la lista de este año. Aunque no esté entre los primeros, tengo que hacer una mención especial a mi reecuentro con "Corazón", el primer libro que leí y que sigue siendo una más que estimable obra literaria. También tengo que hablar de dos comics magistrales, que bien podrían estar en la lista: "Maus" y "Paracuellos". La novedad de este año, sin duda: el libro electrónico, que me ha permitido acceder a obras que sería difícil encontrar en papel y que ha incrementado mi biblioteca, como diría Borges, hasta el infinito. Feliz año nuevo a todos y un fuerte abrazo. Aquí la lista:

1. El señor de las moscas, de William Golding.
2. La muerte de Iván Ilich, de León Tolstoi.
3. El Aleph, de Jorge Luis Borges.
4. El mundo de ayer, de Stefan Zweig.
5. La de Bringas, de Benito Pérez Galdós.
6. A sangre y fuego, de Manuel Chaves Nogales.
7. Tragedias, de Sófocles.
8. Bartleby el escribiente, de Herman Melville.
9. Sefarad, de Antonio Muñoz Molina.
10. El lobo estepario, de Hermann Hesse.
11. Eichmann en Jerusalén, de Hanah Arendt.
12. Padres e hijos, de Iván Turguénev.
13. Retrato del artista adolescente, de James Joyce.
14. De ratones y hombres, de John Steinbeck.
15. El mundo y sus demonios, de Carl Sagan.
16. Los restos del día, de Kazuo Ishiguro.
17. Campos de Níjar, de Juan Goytisolo.
18. Cuentos (1945-1959), de Julio Cortázar.
19. El túnel, de Ernesto Sábato.
20. El licenciado vidriera, de Miguel de Cervantes.
21. Johnny cogió su fusil, de Dalton Trumbo.
22. Cavalleria Rusticana, de Giovanni Verga.
23. Corazón, de Edmundo D´Amicis.
24. El palacio de los sueños, de Ismail Kadare.
25. El sabueso de los Baskerville, de Arthur Conan Doyle.
26. El paraiso en la otra esquina, de Mario Vargas Llosa.
27. El cura de Tours, de Honoré de Balzac.
28. El crisantemo y la espada, de Ruth Benedict.
29. Manon Lescaut, del Abate Prevost.
30. Ensayo sobre la lucidez, de José Saramago.
31. Historia de dos ciudades, de Charles Dickens.
32. Una habitación propia, de Virginia Woolf.
33. La maleta, de Sergei Dovlatov.
34. Crematorio, de Rafael Chirbes.
35. El derecho a la pereza, de Paul Lafargue.
36. Madame de Treynes, de Edith Wharton.
37. Viaje al fin de la noche, de Louis-Ferdinand Céline.
38. Rubicón, de Tom Holland.
39. El sueño del Celta, de Mario Vargas Llosa.
40. Bartleby y compañía, de Enrique Vila-Matas.
41. Diario del año de la peste, de Daniel Defoe.
42. Por qué ganaron los Aliados, de Richard Overy.
43. El signo de los cuatro, de Arthur Conan Doyle.
44. Cuentos crueles, de Villiers de L´Isle Adam.
45. Travesuras de la niña mala, de Mario Vargas Llosa.
47. El paseo, de Robert Walser.
48. El hombre del salto, de Don DeLillo.
49. Llenos de vida, de John Fante.
50. Las lunas de Júpiter, de Alice Munro.
51. Ciudades junto al mar, de René Vázquez Díaz.
52. Ucrania, de Pablo Aranda.
53. La luz es más antigua que el amor, de Ricardo Menéndez Salmón.
54. Los propios dioses, de Isaac Asimov.
55. Málaga, paraíso perdido, de Antonio Soler.
56. Claus y Lucas, de Agota Kristof.
57. El anorak de Picasso, de José Antonio Garriga Vela.
58. Rosetta, de Barbara Ewing.
59. El lápiz del carpintero, de Manuel Rivas.
60. El cielo es azul, la tierra es blanca, de Hiromi Kawakami.

LOS CLICKS CONQUISTAN ANTEQUERA.


Para los que ya vamos teniendo cierta edad, el sentimiento de la nostalgia comienza a ser un acompañante fiel y querido en muchas circunstancias. De pequeño mi juguete favorito eran los clicks de famobil (que no de playmobil). Siempre los pedía a los Reyes Magos y tenía un par de tambores de detergentes llenos de estos simpáticos personajes que tanto estimulaban la imaginación. Las aventuras que yo inventaba estaban llenas de errores cronológicos, pues mezclaban a vaqueros, indios, legionarios romanos, conquistadores españoles del siglo XVI, caballeros medievales y todo tipo de clicks que quisieran unirse a la fiesta. Lo importante es que yo pasaba tardes enteras de pura diversión con tan heterogéneos personajes.

Ahora visito en Antequera una magnífica exposición que, ante todo, denota un inmenso cariño a estos muñecos que en su simplicidad se convierten casi en humanos cuando interactúan con sus iguales. La exposición está basada en hechos históricos de la historia de Antequera: desde los romanos hasta la construcción de las autovías y el Ave y el nivel de detalle alcanzado en las escenas es realmente impresionante. Cientos de clicks perfectamente alineados y muy en su papel son los protagonistas de este evento lúdico y original. No se pierdan la reconstrucción del Titanic o la Antequera romana: sencillamente querrán quedarse solos con los muñecos y regresar a su infancia.

La exposición está abierta en el centro cultural Santa Clara de Antequera hasta el 8 de enero.

CUENTOS CRUELES (1883), NUEVOS CUENTOS CRUELES (1888), HISTORIAS INSÓLITAS (1888), DE AUGUSTE VILLIERS DE L´ISLE ADAM. HISTORIAS POCO ORDINARIAS.


Una de las alegrías que me proporciona el libro electrónico: poder leer recopilaciones de cuentos de autores de antaño, que no están olvidados, pero que tampoco son demasiado conocidos, aunque debieran serlo. Me apetecía volver al género de terror, que tan olvidado tengo y recordé el nombre de Auguste Villiers de L´Isle Adam y el estimulante adjetivo que le otorga a sus narraciones. A la espera de leer algo de clásicos modernos como Stephen King o Peter Straub.

Leidos hoy algunos de estos cuentos parecen los de un discípulo de Borges, si no fuera por el detalle de que Auguste Villiers de L´Isle Adam es un autor del siglo XIX y Borges del XX. Otros están influidos por el estilo de Poe, aunque nuestro autor intenta darle un matiz filosófico y a veces muy macabro y, como nos advierte el propio título de sus recopilaciones, cruel.

En una de mis narraciones favoritas, un médico visita a otro, condenado a ser guillotinado, para que se preste a un experimento científico: cuando ruede su cabeza, le hablará al oido y el recién descabezado deberá guiñarle para hacerle ver que aún goza de algo de entendimiento. En otros se resalta el gusto de Villiers por la Inquisición española, esa institución que torturaba en nombre de la salvación de las almas. Hay alguno especialmente logrado como "Vera", que habla de amor y muerte de una manera especialmente inquientanteo "El convidado de las últimas fiestas", de una resolución realmente magistral. Una de las peores características del francés es su irregularidad: hay cuentos bastante malos junto a piezas muy logradas, pero siempre es de agredecer que Villiers no sea hombre que se muerda la lengua: tiene la valentía de exponer los hechos más truculentos con la más fina de las ironías. Pero dejemos hablar a Jorge Luis Borges, su principal valedor, en el prólogo que le dedicó a la antología que publicó en la Biblioteca de Babel:

"Villiers en París quería jugar con el concepto de la crueldad de igual manera que Baudelaire jugaba con el mal y el pecado. Ahora, desventuradamente, nos conocemos demasiado para jugar con ellos. Contes cruels es ahora un título ingenuo y no lo fue cuando Villiers de l'Isle-Adam, entre grandilocuente y conmovido, lo propuso a los cenáculos de París. Este casi indigente gran señor, que se sentía protagonista enlutado de imaginarios duelos y de imaginarias ficciones, ha impuesto su imagen en la historia de la literatura de Francia."
"Villiers en París quería jugar con el concepto de la crueldad de igual manera que Baudelaire jugaba con el mal y el pecado. Ahora, desventuradamente, nos conocemos demasiado para jugar con ellos. Contes cruels es ahora un título ingenuo y no lo fue cuando Villiers de l'Isle-Adam, entre grandilocuente y conmovido, lo propuso a los cenáculos de París. Este casi indigente gran señor, que se sentía protagonista enlutado de imaginarios duelos y de imaginarias ficciones, ha impuesto su imagen en la historia de la literatura de Francia."

martes, 27 de diciembre de 2011

HÁBITOS DE LECTURA.


He de comenzar diciendo que no me considero un gran lector, sino un lector intermedio. Cuando contemplo lo que me falta por leer, no veo lagunas, sino un inmenso océano repleto de palabras hasta el fondo, muchas de ellas insospechadas. El sábado se publicaba en Babelia la lista de los mejores libros del año según la crítica. No he leído ni uno, aunque por aquí tengo algunos de ellos como "Libertad", de Jonathan Franzen o "Los enamoramientos", de Javier Marías, que estoy seguro contarán con mi entusiasmo el día que me decida a sumergirme en sus páginas. Pero nunca encuentro el tiempo necesario para afrontar ciertas empresas lectoras. Y hay un culpable de ello: los clubes de lectura.

Hace algunos años, yo era el dueño absoluto de mis elecciones. Leía lo que me daba la gana y cuando me apetecía. Ahora suelo leer de una manera muy distinta: sabiendo que otras personas tienen el mismo libro y hacen uso de él al mismo tiempo que yo y que tendré que defender ante ellos mi postura al respecto. Además, está la obligación de redactar un artículo más o menos extenso para este blog o para Suite 101 (he de reconocer que los debates en torno a los libros me proporcionan muchos argumentos a la hora de afrontar esta grata tarea). Es decir, que ya no leo únicamente por el gusto de leer, sino que esta acción me va a llevar a otras actividades en un futuro inmediato. Mi falta de libertad en las lecturas se compensa sobradamente por ello.

A lo largo de estos años he conocido en estos eventos a gente extraordinaria que han pasado de ser compañeros a amigos. Antes solía buscar por mí mismo, con la ayuda de los suplementos literarios y las referencias de otros autores, mis futuras lecturas. Ahora siempre tengo presente las recomendaciones de gente que lleva leyendo mucho más tiempo que yo, que me lleva a territorios insospechados en este mundo infinito que es la literatura. ¿Cómo se puede agradecer un don tan precioso? El libro es en sí mismo algo tan valioso y, a la vez con tan poco valor económico en relación con lo que ofrece, que cualquier consejo en la dirección adecuada es todo un regalo.

Repasando las lecturas de este año, quizá he exagerado un poco. Sí que hay muchos libros que he elegido por mí mismo. El libro electrónico, que uso más o menos en una de cada tres ocasiones me ha proporcionado más variedad de títulos disponibles, pero no por ello dejo de acudir a mi viejo amigo, el libro de papel. A veces pienso (y no me refiero específicamente a la ciudad de Málaga) que cuando los dispositivos electrónicos estén generalizados no vamos a saber que lee el vecino en el metro o en el autobús. No soy una persona excesivamente curiosa acerca de la vida de los demás, pero este punto en concreto me gusta saberlo. En todo caso, dentro de unos días, elaboraré la lista de los mejores libros del año según este humilde lector. No crean que eso no me da trabajo...

sábado, 24 de diciembre de 2011

EL LICENCIADO VIDRIERA (1613), DE MIGUEL DE CERVANTES. LA SABIDURÍA DE LA LOCURA.



Si obviamos la serie de dibujos animados dedicada a Don Quijote, la lectura de esta novela ejemplar fue mi primer contacto con la obra cervantina. Recuerdo que venía como complemento al Lazarillo de Tormes en uno de esos libros publicados por editorial Bruguera en el que el texto de las novelas se acompañaba con una versión en cómic. Las imágenes indudablemente afectaban a la imaginación, pero también dotaban de atractivo al relato.

De entre las Novelas Ejemplares de Cervantes mis favoritas son ésta y "El coloquio de los perros". También, por supuesto, "Rinconete y Cortadillo". Hace algunos meses, paseando por Sevilla, localicé el lugar donde Cervantes había situado el famoso patio de Monipodio. No voy a decirles donde está, seguro que mirando por internet no es difícil de encontrar. Lo cierto es que tengo una relación muy cariñosa con Cervantes, ya que cada vez que lo leo no veo en él a un escritor, sino a un amigo que me muestra la dureza de la vida, se rie de ella y me aconseja. Lo mismo me sucedió cuando leí a Montaigne. Además, Cervantes recorrió la Andalucía que yo he recorrido tantas veces ganándose duramente la vida en la ingrata tarea de recaudador de impuestos. Es decir, fue soldado, cautivo y trabajador de no mucha fortuna. Sabía lo suficiente de la vida como para plasmarla magistralmente con su escritura. Además califica a Málaga en este relato como "una de las mejores ciudades de Andalucía".

El licenciado vidriera es una especie de superhéroe del siglo XVII. Un brillante estudiante al que un día un brebaje otorga el poder de la sabiduría y tiene respuesta, siempre directa y mordaz, para todos los asuntos que le plantean, como si de una caricatura del rey Salomón se tratara, ya que, según Cervantes, su personaje no era cuerdo:

"(...)loco de la más extraña locura que hasta entonces se había visto. Imaginóse el desdichado que era todo hecho de vidrio, y con esta imaginación, cuando alguno se llegaba a él, daba terribles voces pidiendo y suplicando con palabras y razones concertadas que no se le acercasen, porque le quebrarían; que real y verdaderamente él no era como los otros hombres: que todo era de vidrio de pies a cabeza."

Cervantes aprovecha aquí para arremeter contra todos los males de su tiempo, a través de las sentencias de su personaje, una especie de doctor House de hace cuatro siglos que no se muerde la lengua. Una lectura muy agradable con la que podemos degustar al mejor Cervantes en pocas páginas. Y de entre sus palabras, destaco esta frase:

"Las luengas peregrinaciones hacen a los hombres discretos."

sábado, 17 de diciembre de 2011

PADRES E HIJOS (1862), DE IVÁN TURGUÉNEV. SERVIDUMBRE HUMANA.


Muy buena elección esta vez la Cincoechegaray. No pude resistirme a leer un libro que me espera en la estantería desde hace veinte años. Y pienso terminarme el resto de novelas de Turguénev que vienen en el volumen, entre ellas la famosa "Primer amor". Aquí el artículo:

La Rusia del siglo XIX fue una prodigiosa fábrica de grandes escritores: Pushkin, Dostoiveski, Tolstoi, Gógol o Chejov dan fe de ello. Pero también existen otros creadores, no tan leídos y difundidos como los anteriores, cuya obra merece ser más conocida: Lermontov, Goncharov o Turguénev, cuyas obras completas y bien traducidas no siempre son accesibles para el lector español, aunque en la actualidad editoriales como Alba realizan una impagable labor de rescate de esta literatura imprescindible.

Turguénev nació en el seno de una familia noble, por lo que desde pequeño se acostumbró a los privilegios de ser atendido por una servidumbre, aunque él no lo viera como un derecho natural de nacimiento, puesto que poco a poco fue tomando conciencia de la perversidad de un sistema en el que la propiedad de la tierra iba aparejada con la de los campesinos que la trabajaban. Al joven Turguénev le dejó huella el caracter tiránico y despiadado de su madre en el trato con estos hombres humillados que no conocían otra condición que la de sometidos.

Quizá fue la relación de amor y odio que sostenía con su patria lo que provocó que la mayor parte de la vida de Turguénev transcurriera en el extranjero. Su sueño imposible era exportar el modelo de vida occidental europeo a Rusia, donde le gustaba ir sólo de visita y preferentemente en la estación cálida. El auténtico hogar del escritor estaba en Francia, donde llevaba una rica vida intelectual y social y se relacionó con los mejores escritores del momento. Famosos fueron los almuerzos de los cinco, que comenzaron en 1874 y reunían a Turguénev con Goncourt, Flaubert, Daudet y Zola.
Turguénev llevó siempre vida de gran señor, hasta el punto de que los derechos literarios de sus obras, bastante exitosas, no eran suficientes para mantener sus necesidades. Poco a poco, como si se desprendiera de vínculos con su país natal, fue vendiendo fincas y bosques de su propiedad para sortear sus apuros económicos, pero al final quiso ser enterrado en San Petersburgo.

Padres e hijos nos presenta a varios personajes prototípicos de la Rusia de la época y es muy representativa del pensamiento de Turguénev, que se debate entre el amor a la Rusia tradicional y el interés por las nuevas ideas de los jóvenes que vuelven de la universidad siendo conscientes de la injusticia social generalizada en su país. Arkadi es noble e ingenuo y admira profundamente a su amigo Bazárov, que se describe a sí mismo como un médico nihilista en un discurso entre científico e irónico:

"(...) le diré que no merece la pena estudiar a las personas por separado. Todos se parecen unos a otros lo mismo corporalmente que en lo espiritual; cada uno de nosotros tiene un cerebro, un bazo, un corazón, unos pulmones, y todo está igualmente distribuido; y las llamadas cualidades morales son las mismas en unos que en otros, las pequeñas variaciones no significan nada. Basta un individuo como ejemplar para juzgar a todos los demás. Los hombres son como los árboles en un bosque; ningún botánico se va a poner a estudiar cada abedul por separado."

Hay que decir que el autor ruso arriesgó mucho con este personaje, uno de los más recordados de cuantos creó. Para la nobleza rusa de la época, la novela era peligrosamente revolucionaria, puesto que cuestionaba el status quo. Pero los jóvenes tampoco se vieron reflejados en un Bazárov demasiado presuntuoso y seguro de sí mismo. Hay que decir que en esta época (1862), comenzaba la efervescencia de ideas que desembocarían en la Revolución medio siglo más tarde. La abolición de la servidumbre en 1861 no significó gran cosa para unos campesinos que siguieron masivamente ligados a una tierra que les había visto nacer y que no tenían a donde ir. Para Bazárov no había que contar con los campesinos a la hora de cambiar la sociedad, pues ni ellos mismos son capaces de imaginar que pueden mejorar. Turguénev no podía imaginar en aquel tiempo que muchas de las ideas que presenta su personaje derivarían en terrorismo anarquista y revolucionario.

Los padres, siendo propietarios de tierras, no son presentados como crueles terratenientes, sino como seres benévolos, que intentan salir adelante con esfuerzo y se derriten cuando ven aparecer a sus hijos, a los que quieren más que a sí mismos. Tal y como le dice el padre de Bazárov a su esposa:

"Un hijo es como una rama cortada. Es como un águila: si quiere, viene: si se le antoja, se va. Y tú y yo somos como dos setas inseparables en el mismo tallo, estamos el uno al lado del otro y no nos movemos de nuestro sitio. Sólo yo permaneceré invariable para tí, lo mismo que tú para mí."

A pesar de sus influencias occidentales, Padres e hijos es una novela plenamente rusa. Hay escenas en las que el hombre aparece en comunión con la naturaleza. Además, el amor está siempre presente, como lo estuvo constantemente en la vida del escritor, sobre todo en sus difíciles relaciones con Pauline Viardot. Dos pasajes destacan sobremanera en la narración: la resolución del absurdo duelo entre Bazárov y el tío de Arkadi, donde se transmite al lector toda la tensión del momento y la muerte de uno de los protagonistas, donde se van describiendo perfectamente, descritos por él mismo, los síntomas y las fases que le van llevando al sueño eterno. Son escenas en las que se cumple plenamente el anhelo de Turguénev de "dar a la prosa el ritmo del verso".

EL INVIERNO DEL DIBUJANTE (2010), DE PACO ROCA. LA HISTORIA OCULTA DEL TEBEO ESPAÑOL.



La primera imagen de este cómic me hace rendirme a la nostalgia. Yo pertenecí a una de las últimas generaciones que compraban cómics de Bruguera. Cada semana en el kiosko se exponía una variada selección. Yo solía decantarme por Zipi y Zape o por Los Pitufos. Más tarde mis preferencias volaron a Superlópez. Lo que no podía sospechar es la historia que había detrás de esta empresa. Yo veía las firmas de Ibáñez o Escobar y pensaba en ellos como estrellas que debían ganar mucho dinero, mientras sostenía mi flamante tebeo recién comprado, que me procuraría muchas horas de diversión.

Este cómic de Paco Roca, el autor de "Arrugas" recupera una historia que hasta ahora era poco conocida: el intento de un grupo de dibujantes estrella de Bruguera de crear su propia editorial, allá por el año 1957 y su fracaso, debido a las presiones de la todopoderosa Bruguera, hasta que las aguas volvieron a su cauce. Aunque estos dibujantes se dedicaban a desarrollar historietas de humor, sus condiciones laborales no eran ninguna broma: cuando creaban un personaje los derechos de explotación eran para la editorial y ellos cobraban una cantidad irrisoria por página. Eso sí: Bruguera les garantizaba trabajo abundante y por tiempo indefinido. Siempre que acataran las normas.

Paco Roca trata con gran cariño y sensibilidad a sus personajes, que son también colegas de profesión. Así asistimos a momentos memorables, como los primeros esbozos de Mortadelo y Filemón por parte de un joven Ibáñez o los particulares trucos de Vázquez para ir de gorrón por la vida. Además, ofrece algunos cuadros costumbristas muy acertados de la vida en España en esos años duros. Hay que decir que muchos de estos dibujantes eran antiguos republicanos y algunos habían sido anteriormente represaliados (lo de Carpanta, el tipo que pasaba hambre todos los días no era casual). Muy recomendable la lectura, para los amantes de los cómics o, simplemente, para los interesados en la intrahistoria de este país.

lunes, 12 de diciembre de 2011

TERCER ANIVERSARIO DE "EL HOGAR DE LAS PALABRAS"


Se cumplió ayer, pero como estuve fuera, lo pongo hoy. Qué veloces transcurren los años... Lo celebraré esta noche leyendo a Turguénev. Muchísimas gracias y un abrazo a todos los lectores.

EDIPO REY, EDIPO EN COLONO Y ANTÍGONA, DE SÓFOCLES.


Ya que tenía que leer "Antígona", me puse a la tarea fascinante de leer el resto de la producción que se conserva de Sófocles (sólo siete tragedias de las apróximadamente ciento treinta que se estima escribió). Son obras de plena actualidad, que nos hablan de conflictos y sentimientos humanos que se pueden extrapolar a la actualidad. Aquí el artículo:

La vida de Sófocles abarca el siglo V antes de Cristo casi en su totalidad. Según Plutarco su primer éxito se debió a su triunfo frente a Esquilo a los veintiocho años en el concurso anual de trágicos. A partir de aquí no dejó de escribir tragedias. Sólo conservamos siete enteras, de las apróximadamente ciento treinta que constan en su producción. Su ideología siempre osciló entre la tradición y la novedosa democracia. Como ciudadano de Atenas, Sófocles prestó importantes servicios políticos y militares, encargos que nos hablan de su prestigio personal, como cuando obtuvo un mando militar en la batalla de Samos (parece ser que como recompensa por su tragedia Antígona). El autor ateniense se relacionó con las figuras más relevantes de la época, como el historiador Heródoto o Pericles.

En el arte de la tragedia Sófocles fue un innovador. La tradición del teatro de Esquilo imponía que sólo hubiera dos actores sobre el escenario, dando gran importancia a los mensajes del coro. Sófocles introduciría un tercer actor, humanizando así la acción dramática. Aunque aquí todavía los dioses y el destino tienen una importancia capital, el espectador se puede identificar con los personajes, potenciando así el efecto dramático. El teatro griego trata de tradiciones que el público ya conocía en su mayoría, pero los espectadores participaban de su forma ritual casi como si de una ceremonia religiosa se tratara.

La historia de Edipo es toda una institución de la cultura occidental. Edipo fue engendrado por Yocasta en Tebas. Su esposo, Layo había tenido noticia de una profecía que decía que sería asesinado por su hijo. Para evitar su cumplimiento, lesionó los pies de Edipo y lo entregó a un pastor para que lo abandonara, pero el niño sobrevivió y fue entregado a los reyes de Corinto, donde, unos años después, tuvo noticia de la profecía. Además, el oráculo de Delfos le aseguró que no sólo mataría a su padre, sino que también se desposaría con su propia madre. Horrorizado ante estos augurios, Edipo abandonó Corinto, creyendo que se alejaba de sus padres adoptivos.En su viaje, encontró a su auténtico padre en una encrucijada, tuvieron una discusión de tráfico y acabó matándolo en una pelea. La primera parte de la profecía estaba cumplida, sin saberlo su protagonista.

Más tarde, Edipo llegó a Tebas, que en aquel tiempo se encontraba asolada por una terrible Esfinge, a la que sólo se podía vencer acertando sus enigmas. Al acabar con ella, Edipo demuestra agudeza y nobleza, por lo que es premiado con el nombramiento de rey de Tebas, casándose con la viuda del rey anterior, Yocasta, su propia madre. En este punto comienza uno de las tragedias que dedicó Sófocles a la figura trágica de Edipo, Edipo rey.

Edipo Rey constituía para Aristóteles la tragedia ideal. El protagonista es una víctima inocente por sus acciones, pero declarada culpable por el destino. Es de destacar para el lector (y sobre todo para el espectador de la obra), que conoce de sobra la historia, la técnica que utiliza Sófocles, consiguiendo cada vez un clima más asfixiante, de irle revelando a Edipo poco a poco la terrible verdad, que ha infringido las más elementales leyes de la naturaleza, aún de forma inconsciente y que su crimen es abominable y debe ser castigado. Todo es más trágico aún si cabe en cuanto que Edipo es un ser inteligente y bondadoso que de pronto se encuentra en una situación ignomiosa. De rey de una ciudad, respetado por sus súbditos, pasa a ser un mendigo ciego, puesto que él mismo se ha arrancado los ojos para no ver tanta desgracia. Freud aprovechó este argumento para elaborar su teoría denominada complejo de Edipo, que consiste en el sentimiento inconsciente infantil de querer matar al padre y mantener una relación sexual con la madre.

Edipo en Colono fue la última obra de Sófocles. Un Edipo ya anciano que vagabundea acompañado por su hija Antígona. Es conmovedor como se expresa ante el coro a su llegada al bosque de Colono, en las afueras de Atenas:

"Cargué con una infamia, forasteros, cargué con ella, sin querer, ¡testigo de ello sea dios! Nada hay en todo ello que eligiera mi propia voluntad."

Edipo se ha convertido en un ser errante, casi en un Caín cuya culpa venía anunciada desde antes de nacer. Pero en esta obra va a tener oportunidad de redimirse después de años de sufrimiento, no sin antes maldecir a sus propios hijos, que vuelven a él después de tanto tiempo atraidos por la profecía de que ganaría el poder en la ciudad de Tebas quien tuviera a Edipo a su lado. Junto con una profunda reflexión sobre la vejez, en Edipo en Colono se aprecia el amor de Sófocles por Atenas, en cuyo suelo será enterrado un Edipo que por fin puede descansar de sus trabajos en paz con los dioses.

En Antígona la protagonista es la hija de Edipo y el conflicto se encuentra en la preponderancia de las leyes humanas o las sagradas. Ante la muerte de sus hermanos, que se han asesinado mutuamente en su lucha por gobernar la ciudad, el nuevo dirigente, Creonte, decide que Polinices, que ha atacado Tebas ayudado de un ejército extranjero no sea enterrado y sea dejado como alimento a las alimañas. Antígona pondrá en peligro su propia vida por dar una sepultura digna a su hermano. El tema recuerda poderosamente a las reivindicaciones de los familiares de los represaliados del bando republicano en la Guerra Civil, actualmente enterrados en cunetas y fosas comunes. Es admirable la humanidad que Sófocles otorga a sus personajes. Hemón el hijo de Creonte, intenta convencer a su padre de que actua injustamente a través del raciocinio, mezclando sus palabras con amor filial.

Sófocles es un autor de plena actualidad. A él se puede acudir para que ilumine muchos conflictos contemporáneos. Suyo es este párrafo de Antígona que prueba que veinticinco siglos después, el ser humano no ha cambiado tanto:

"(...) porque ninguna mala institución germinó entre los hombres como el dinero: éste destruye las ciudades, éste hace salir a los hombres de sus casas, éste trastoca las mentes honestas de los mortales y las enseña a dedicarse a asuntos vergonzantes, y a los hombres descubrió el obrar con maldad y el saber hacer toda clase de acciones impías. Y cuantos movidos por la recompensa llevan a cabo cosas tales, con el tiempo terminan por pagar su castigo."

NUBOSIDAD VARIABLE (1996), DE CARMEN MARTÍN GAITE. CARTAS CRUZADAS.


El año pasado leí mi primer libro de Carmen Martín Gaite, "Caperucita en Manhattan". Me gustó mucho la sencillez de su prosa, la estupenda mezcla entre fantasía y realidad y el hecho de que fuera un libro idóneo para todas las edades. Con "Nubosidad variable", las sensaciones han sido otras. Me ha producido el mismo leve malestar que se siente al despertar en un día borrascoso: uno afronta el día como todos los demás, pero con cierta pesadez en el espíritu...

La novela se compone de una serie de cartas cruzadas que se escriben dos amigas que no se han visto desde la juventud. Ambas gozan de una vida acomodada. Una está casada y tiene hijos que empiezan a vivir la edad adulta, pero siente un vacío existencial que se extiende desde la relación con su marido (ya casi inexistente) hasta los actos sociales a los que se ve obligada a asistir, realmente banales. En realidad, se siente absolutamente sola. La otra, psiquiatra de éxito, es capaz de tratar a todo tipo de pacientes excepto a sí misma. Mantiene una relación de pareja de carácter destructivo y en sus cartas se puede apreciar a una mujer que huye de sí misma e idealiza un pasado en el que las cosas eran más sencillas.

Quizá por la advertencia de la primera de las cartas, en la que las amigas se comprometen a respetar las reglas que establecieron en su adolescencia a la hora de escribir este tipo de misivas, en el sentido de que no pueden borrar nada de lo que plasmen en el papel, el lector debe estar prevenido desde el principio de que las cartas son extensas y a veces difíciles de digerir. Uno de los personajes puede pasarse una página describiendo su habitación, luego hablando del pasado y tomando mil recovecos hasta llegar al tema que verdaderamente quiere exponer. A veces, uno como lector siente que estas mujeres se ahogan en un vaso de agua y que intensifican el dramatismo a situaciones corrientes de la vida: los hijos que ya no viven en casa, un antiguo amor que no pudo ser...

Seguramente hay mucho de autobiográfico en este libro, ya que expone con suma delicadeza las sensaciones de una mujer que llega a una determinada edad. Pero hay que censurarle a una de las protagonistas, Sofía, que quizá la soledad se la ha buscado ella misma, al inferir en sus palabras que no suele ser precisamente amable en sus relaciones sociales. Tengo que decir que en el club de lectura donde hemos debatido este libro se ha producido una verdadera polémica en torno al mismo. Ni que decir tiene en que bando estaba yo. Eso no resta ni un ápice de mérito a la prosa de Martín Gaite, siempre de calidad, pero en este caso tan espesa que cuesta mantener la concentración en tal maraña de palabras y frases. Prefiero la sencillez de "Caperucita en Manhattan".

martes, 6 de diciembre de 2011

CUANDO VIVÍAMOS AQUÍ (2011), DE LOLI PÉREZ, MAURICIO CIRUELOS, ISABEL MERINO. MIGUEL NÚÑEZ, INMACULADA REINA, PEDRO ROJANO Y ANDREA VINCI.


Las fronteras entre escritores profesionales y aficionados son cada vez más difusas. Internet y los nuevos métodos de difusión de la escritura van dejando obsoletas las formas tradicionales de edición. Los libros autoeditados son cada vez más frecuentes, aunque hay que reconocer que raramente funcionan más allá de un círculo más o menos reducido. El poder de las grandes editoriales sigue siendo omnímodo, pero poco a poco se van abriendo brechas en el mismo. Digo esto porque me ha sorprendido muy gratamente leer un libro escrito por autores que no se dedican a esto profesionalmente, pero de gran calidad literaria y primorosamente editado. Y nada de esto ha sucedido por casualidad.

Los integrantes de Punto y seguido escritores se conocieron a raíz de su paso por un taller de escritura. Se ve que les enganchó la magia de crear historias y decidieron seguir reuniéndose todas las semanas para seguir compartiéndolas. El proyecto dio sus frutos con "Album de familia", un libro colectivo que editaron hace un par de años. Era un volumen pequeño, pero que contenía enormes ilusiones que se han visto colmadas con la publicación de este "Cuando viviamos aquí". Estuve en su presentación, como no podía ser de otra manera, y puedo dar fe de que en el salón de actos del Ateneo no cabía ni un alfiler.

Los relatos han colmado mis expectativas como lector. No son cuentos escritos por principiantes, sino por autores que han pulido su estilo, cada uno con una forma muy personal de entender la literatura. Mención especial me merecen los de Loli Pérez, que tantas ganas tenía de leer, que aporta una visión agridulce de la existencia, retratando desde lo esperpéntico (Noranoranora123), que parte de las nuevas formas de comunicación para mostrarnos el vacío en la vida de su protagonista hasta lo cruel y erótico en "Alcoba con vistas al jardín" una narración valiente y desconcertante.

Hay otros muchos cuentos en esta antología que tiene la virtud de la regularidad. "Camino bravo", de Isabel Merino González exhibe un dominio perfecto de los giros en una trama muy sorpresiva para el lector. Otros, como "Crónicas de desajustes", de Miguel Núñez Ballesteros inciden en los absurdos de la vida contemporánea, sobre todo en estos tiempos de crisis. "Se acabó el aire", de Pedro Rojano es un buen retrato psicológico, con tintes de novela negra. Sería imposible hablar de todos ellos, pero sí puedo mandar desde aquí mi más sincera felicitación por un trabajo bien hecho. Ahora toca la aventura de los libros individuales.

Si a alguien le interesa comprar un ejemplar, (si es que no se han agotado ya) puede ponerse en contacto con ellos en esta dirección:

puntoyseguido_escritores@hotmail.com


UN DIOS SALVAJE (2011), DE ROMAN POLANSKI. EL ANIMAL HUMANO.


¿Qué es un hombre civilizado? ¿Es fina la capa que protege a los demás del animal que llevamos dentro? No he podido leer todavía la obra de teatro de Yasmina Reza en la que se basa esta película, pero hay que aplaudir un argumento que mete el dedo en la llaga de algunos de nuestros males contemporáneos. Somos sofisticados, nos comunicamos a larga distancia sin problemas y dominamos una tecnología increible, pero a la hora de resolver nuestros problemas cara a cara seguimos siendo seres primitivos y, en realidad, somos seres que sabemos disculparnos íntimamente nuestros males y defectos, pero condenamos sin remisión los del vecino.

Al principio "Un dios salvaje" me provocó las mismas sensaciones que las mejores películas de Woody Allen: dos matrimonios enfrentados por un asunto que creen poder resolver civilizadamente. Pero escarbando un poco en cada uno de los personajes, surgen sin muchos problemas los demonios internos: frustraciones, infelicidades, dependencias. Los personajes se pelean y se alían entre sí a un ritmo endiablado, pero coherente con lo que nos están contando. La vida moderna interrumpe: el móvil de Waltz suena constantemente, advirtiendo que hay una vida fuera de esa estúpida discusión que no admite demoras. Pero cuando las cosas se ponen realmente caldeadas, ya no importa nada más que masacrar al contrario, aunque te dejes media vida en el empeño. Así somos y así nos retrata Polanski en esta magistral tragicomedia.

¿Está justificando el director sus propios pecados al decirnos que nadie está libre de culpa? Probablemente. El director de origen polaco lleva media vida huyendo y supongo que querrá enfrentarse a sus fantasmas como mejor sabe: narrando una historia en la que los protagonistas no tienen más remedio que quitarse las máscaras que usan diariamente para vivir en sociedad y arrojarlas al suelo con estrépito. Algo de lenitivo hay en ello: al fin y al cabo somos animales (i)racionales.

sábado, 3 de diciembre de 2011

UN MÉTODO PELIGROSO (2001), DE DAVID CRONENBERG. EXPLORADORES DE UN NUEVO MUNDO.


Es esta una de las películas que más deseaba visionar este año. Cronenberg ha dejado de especializarse en cine de terror y aborda con maestría otros géneros en producciones que, al final, siempre dejan al espectador inquieto, con más preguntas que respuestas. Eso es lo que yo suelo pedirle a una tarde de cine.

Hace unos años tuve la oportunidad de entrar en el despacho de Freud. En realidad es un lugar acondicionado para turistas, donde el principal interés es que la gente pase por la tienda para comprar algún carísimo recuerdo del padre del psicoánalisis. Pero si uno se abstrae del ambiente, puede sentir que aquel es un lugar muy especial, el lugar donde la concepción tradicional del hombre fue puesta patas arriba.

Aquí se abordan con mucha valentía las relaciones entre Freud y Jung, alumno y discípulo que terminaron rompiendo por no querer este último sumarse a la ortodoxia freudiana. La escena del encuentro entre los dos genios es realmente fascinante. Pasean por el parque que inspiró a Freud su teoría del complejo de Edipo (precisamente de Edipo he quedado bien empapado en mis últimas lecturas) y luego van al despacho de Freud, donde tiene lugar la famosa escena de la precognición que Jung cuenta en sus memorias. La conversación dura tantas horas que es Freud el que tiene que darle fin. Ambos estaban explorando un continente desconocido, que chocaba con la moral de la época. Aún así llevaban una vida burguesa basada en el matrimonio tradicional. Luego continuaron con una rica relación epistolar y algún encuentro más hasta la ruptura.

Jung, que es el protagonista de la cinta, va a ser transportado a los abismos de los deseos más ocultos a través de la relación con una paciente, que se convertiría en la famosa psiquiatra Sabina Spielrein. Así, Jung se debate entre la moral establecida, que le pide respetar su matrimonio y la pasión irracional que le despierta Sabina, con la que puede dar rienda suelta a sus instintos de dominación. El sentimiento de culpa es inevitable, intentando averiguar cual de estos dos seres que habitan en él mismo es el más auténtico.

Una película valiente, redondeada con excelentes interpretaciones y una gran recreación de una época irrepetible. Me habría gustado que tuviera mayor duración, para desarrollar aún más las relaciones entre los personajes, pero aún así la historia que cuenta, aún sabida, es fascinante al ser trasladada al medio cinematográfico.

EL PASEO.


El Paraíso Terrenal debía ser algo parecido a estos senderos que atraviesan jardines en los que encuentro animales benignos que no huyen del hombre. La tarde de un día fresco, pero acompañado de un cielo azul casi transparente declina y estos seres aprovechan los últimos rayos de Sol.

Por un camino se llega a una explanada repleta de cactus de todas clases. En otro encuentro a un gato acechando a una presa invisible. Luego se me cruzan tres conejos que juegan a perseguirse. El sendero ha estado solitario todo este tiempo, pero por fin encuentro a una pareja que se sienta en un banco a hablar de sus cosas mientras admiran los colores del día que se acaba. Mientras camino, me acompaña el canto de miles de pájaros y un pato, que se mueve como un pato mareado, me sigue a prudente distancia. Luego contemplo como una niña rubia, como la Alicia de Lewis Carroll, persigue a un conejo blanco que se mueve con parsimonia, sabiendo que su joven cazadora es demasiado cautelosa y no se atreverá a tocarle. "No te voy a hacer nada, sólo quiero jugar", repite la niña. Y el conejo asiente y continua con la lenta persecución. Ya casi a la salida del parque, los conejos montan guardia sobre sus dos patas rodeando un túmulo donde está izada la bandera bien alta en su mástil. No se mueven, parecen concentrados en su contemplación. Pienso que cierto político castellanomanchego estaría muy orgulloso de ellos.

Al final, encuentro mi destino: un edificio naranja de grandes cristaleras que se encuentra junto a una sonora cascada. Allí pasaré las siguientes dos horas conversando en torno a Sófocles.

jueves, 1 de diciembre de 2011

CLUBES DE LECTURA EN MÁLAGA EN DICIEMBRE. ANTÍDOTOS CONTRA LA CRISIS.


Si está usted harto de oír hablar de primas de riesgo, diferenciales, deudas soberanas, intervenciones y amenazas varias, el mejor remedio es tomar un libro e introducirse en otros mundos, que pueden ser mejores o peores que éste, pero seguro que no tan aburridos. Y si quiere que la experiencia sea aún más estimulante, pásese por alguno de los muchos clubes de lectura existentes en Málaga y tenga noticia del paso de otras personas por aquellos mundos que usted ha visitado. Verá como tienen mucho en común, porque los viajes además de aprendizaje, proporcionan altos grados de tolerancia y solidaridad. Y si hay discrepancias en la interpretación de lo que han visto, no se preocupe: discutan, intercambien ideas. Todo es enriquecedor. Este mes hay muchas oportunidades.

En el club de lectura de la Biblioteca Provincial, seguimos con Carmen Martín Gaite y "Nubosidad variable".

En el club de lectura de la Biblioteca Cristóbal Cuevas, además de muchas actividades para los más pequeños, tendremos un libro de un autor belga que yo desconocía hasta este momento, "El niño azul", de Henry Bachau.

En el club de lectura "Encuentro con los clásicos", de la Biblioteca de Arroyo de la Miel, nada menos que Antígona, Sófocles. (Yo estoy aprovechando para leer las siete obras de teatro que se conservan de este autor).

En el club de lectura de Cincoechegaray, otro clásico (y encima ruso) al que llevo tiempo deseando leer Iván Turguéniev con "Padres e hijos".

En club de lectura de la biblioteca Emilio Prados (El Palo), "Laura y Julio", de Juan José Millás.

Es posible que me lleguen nuevas noticias de actos los próximos días, que se irán reflejando puntualmente en la columna de la derecha. Este mes no hay club de lectura en la Casa del Libro, pero volverá en enero con "Yo que serví al rey de Inglaterra", de Bohumil Hrabal. En el CAL se celebrará la sesión aplazada del mes pasado con "Aguirre el magnífico", de Manuel Vicent.

Para un mes con días tantos festivos como diciembre no está nada mal...

EL ANORAK DE PICASSO (2005), DE JOSÉ ANTONIO GARRIGA VELA. ENCUENTRO EN LA CASA NATAL.


¿Qué mejor lugar para tener un encuentro con los clubes de lectura malagueños en torno a este libro que la casa natal de Picasso? El tercer encuentro con autor de este mes se celebró ayer con José Antonio Garriga Vela. Asistimos los clubes de lectura de la biblioteca Cristóbal Cuevas, Manuel Altolaguirre y El Palo.

"El anorak de Picasso" es un libro pequeño, la narración de una anécdota familiar sucedida al propio autor, pero en eso mismo reside su encanto, puesto que lo que se cuenta es fruto de casualidades tan increíbles que sólo puede ser verdadero.

Entre otras cosas, Garriga Vela habló de como su propias experiencias son la base fundamental de su narrativa, como vive casi todo el tiempo en su propio mundo imaginativo (y para vivir plenamente en él prefiere residir lejos del mundanal ruido) y como sospecha que sus años en Barcelona, en la casa de Muntaner 38, que fue donde tuvo su taller Santiago Rusiñol, seguramente le influyó en su vocación sin él saberlo. Respecto a su técnica de escritura es muy sencilla: no tener miedo de la hoja en blanco, sino de lo ya escrito, que cuando es publicado a veces se comporta como una bomba de relojería, puesto que un texto nunca está libre de resultar ofensivo a determinadas personas.

Yo le pregunté (muy original yo) acerca de sus influencias literarias. Nombró en primer lugar un cuento de Samuel Beckett que desconozco: "El primer amor". Después se refirió a escritores amigos, como Vila Matas, Vázquez Montalbán, Marsé o Bonilla.

Garriga Vela parece un hombre feliz: se dedica a lo que más le gusta y los lectores le responden. Él sabe que su relación con éstos es fundamental y siempre está dispuesto a acercarse a ellos. Muy agradable el encuentro de ayer y muy recomendable el libro, al que basta con dedicarle veinte minutos, pero que deja un buen gusto en el paladar durante mucho más tiempo.

sábado, 26 de noviembre de 2011

CIUDADES JUNTO AL MAR (2011), DE RENÉ VÁZQUEZ DÍAZ. LLEVAR CUBA EN LA SANGRE.


Hace un par de semanas recibí una carta del escritor cubano René Vázquez Díaz, que iba a presentar su novela autobiográfica "Ciudades junto al mar", publicada por Alianza Editorial, en el Centro Andaluz de las Letras y me pedía un encuentro más informal y cercano con algunos miembros de clubes de lectura malagueños. El encuentro tuvo lugar el miércoles pasado en una cafetería céntrica.

Los nervios que llevaba conmigo cuando llegué a la cita se disiparon enseguida cuando conocí al escritor. René es un hombre muy expresivo. Mueve continuamente las manos para apoyar sus argumentos, siempre con una sonrisa en su rostro. Se ve que es una persona experta en el arte de vivir y un apasionado de su trabajo. Aún en los pasajes más crudos de su autobiografía siempre hay espacio para lo positivo, que es el continuo aprendizaje que otorga la experiencia, sobre todo para un aspirante a escritor que debe observar la vida con cierto distanciamiento para posteriormente plasmarla en su obra.

Le preguntamos a René como se veía la terrible crisis económica española desde Suecia. Nos contestó que con mucha perplejidad, puesto que nuestro país es visto allá como una gran potencia cultural y económica y están seguros de que saldremos adelante. Se habló también de Cuba, por supuesto y de las dificultades de escribir una autobiografía, que es como una especie de confesión que el escritor practica consigo mismo y, después, con los demás. Es curioso que el autor haya escrito esta obra dos veces, primero en sueco y luego, sin traducirla, en español. También él me hizo algunas preguntas acerca de mis impresiones como lector. Ha prometido seguir manteniendo el contacto con el club y avisar con tiempo de su próxima visita para organizar una sesión en torno a alguna de sus obras.

Les dejo aquí este párrafo, una interesante reflexión sobre la vida en las ciudades:

"Todas las ciudades existen para que uno las visite, le escribí. O para quedarse en ellas. Tú recorres sus calles y sus plazas y vives en sus casas. Pero a la ciudad no le importas nada. Ella, simplemente, está ahí para que realices tus sueños o te entierren con ellos. Moradas. Fachadas. Alamedas. Coches. Seres como sombras y sombras de seres, que se alejan cada vez más de sí mismos. Silencios y ruidos. Parques y comercios. Días laboriosos y largas noches. Semáforos, cementerios, basureros. Niños que repentinamente envejecen y mueren, sin dejar huellas en las esquinas. La muerte está siempre presente. Pero las ciudades están hechas para que uno no piense en ella. La gente nace en las ciudades, otras pasa de largo. Cuando alguien desaparece, la ciudad ni se entera y otros ocupan su puesto en casas, calles y oficinas. Párate en cualquier esquina: ¿cuántas sombras no han pasado por allí mismo, a lo largo de los años? Las ciudades que no están junto al mar son vanidosas. De verdad se creen que todos los caminos conducen a ellas. Sin embargo, en las ciudades junto al mar los muelles, las playas y los puertos nos recuerdan que hay horizontes y mundos a los que se llega sin caminos. Stina, escribí, toda ciudad existe para que uno la abandone."

Aquí el enlace al artículo:

viernes, 25 de noviembre de 2011

LA OTRA CIUDAD (2003), DE PABLO ARANDA. SOBREVIVIR EN LA CIUDAD AGRESIVA.


Pablo Aranda visitó ayer por segunda vez el club de lectura de la biblioteca Cristóbal Cuevas para hablar con nosotros acerca de su primera novela, que quedó finalista del premio Primavera. Agradecerle desde aquí su gesto, aunque él repita que el gusto es suyo, pues tanto la tertulia en torno a su libro, como la charla-cena posterior, más distendida, sirvieron para conocer un poco mejor la técnica y las influencias de uno de los escritores más prestigiosos de Málaga, que promete volver siempre que se lo pidamos.

La primera impresión que tuve como lector de "La otra ciudad" es la de encontrarme con una novela de estructura y temática parecidas a "Ucrania", aunque en esta última la técnica narrativa está mucho más depurada. En "La otra ciudad" la escritura es mucho más densa, lo cual no quiere decir que su lectura sea difícil. Es prodigioso que en una primera novela, que Pablo, según nos comentó, escribió prácticamente en secreto, los rasgos de madurez sean tan acentuados. A mí el estilo de Pablo me transmite seguridad y, lo que es más importante, la certeza de que ha sabido crear un mundo propio, que se parece mucho a la Málaga real, la que habitamos y padecemos todos los días. Los personajes son tan imperfectamente humanos que alguien comentó que mientras leía, prácticamente podía verlos actuar.

Según nos comentó el autor el primer esbozo de la novela surgió de un hecho nimio. Pablo trabajaba como educador en un piso habitado por enfermos mentales a los que se ayuda a ser independientes en la medida de lo posible. Un día de junio muy caluroso caminaba con tres de ellos por la zona del colegio La Goleta, zona en aquella época de derribo de edificios antiguos para sustituirlos por construcciones feas y sin personalidad. Mientras pasaban por un solar todavía sin construir, un drogadicto ya casi en las últimas les pidió un cigarro. Ellos pasaron de largo, pero a Pablo se le activó un resorte mental que acabaría convirtiéndose en una novela. ¿Quién era antes aquel ser que se confundía con las propias ruinas de la ciudad? ¿Fue durante un tiempo el rey del barrio, el chulo al que todos los muchachos miraban con respeto y admiración?

La novela se construye a partir de la imagen de cuatro hombres caminando a pleno Sol por el mar de derribos que era la zona de calle Ollerías y alrededores hace diez años. A través de la vida de Paco, el protagonista, conocemos los avatares de las vidas de los seres que le rodean en el medio hostil que es el centro de Málaga, donde tan fácil es para un muchacho caer en un círculo vicioso de drogas y delincuencia, especialmente para Paco, con un hermano traficante y drogadicto, un padre alcohólico y una madre depresiva. Paco sobrevivirá a todo esto y logrará construirse una vida humilde, pero vida al fín y al cabo.

La otra gran protagonista del relato es la ciudad, de la que se nos ofrecen continuamente imágenes muy vivas que dan aún más verosimilitud a las acciones de los personajes. Le pedimos a Pablo que nos leyera el siguiente fragmento:

"El centro de la ciudad ahora desplazado hacia el oeste. Lo que fue el interior de la ciudad musulmana hoy crece por los arrabales, dejando al centro convertido en un arrabal demolido. Agotado el arrabal que fue el interior de la ciudad amurallada de la que por la noche tenían que salir todos los no cristianos hacia los arrabales que hoy son el centro, la ciudad privilegiada que nadie osa aún hoy – aunque por razones bien distintas – salir para adentrarse de noche en los callejones que desembocan en mares de escombros de lo que fuera el centro memorable. Centro donde muchos sueñan con la posibilidad de construir, en una de esas parcelas obtenidas del arranque, o en hacer tratados costumbristas más cercanos a la sociología que al urbanismo sobre cómo fuera – como si ya no quedara nadie, Dios mío – la vida en esa parte de la ciudad en la que aún cruzan seres que son fósiles las callejas y miran los cortes transversales de lo que fueran casas habitadas por gentes como esos mismos fósiles. La ciudad que va dejando de ser ciudad para convertirse, dicen, otra vez en ciudad, en pocos años, en cuanto consigan ordenar todo: ideas, proyectos, dinero fósiles. En pocos años otra ciudad, pero mientras qué."

Personalmente me llamaron la atención dos cuestiones. Que el autor esté presente en el taller me permitió aclararlas sin problemas. Por un lado, la construcción no lineal del relato. Pablo no había realizado un esquema previo de la estructura de la narración. Mientras avanzaba en la escritura, iba realizando las correcciones precisas y apuntando las notas imprescindibles para que después el lector nunca se encontrara perdido en los saltos temporales de pasado a presente en que abunda la novela. Personalmente le felicité también por un personaje secundario, el padre de Paco, el Mamao, un alcohólico muy bien construido, que podría dar lugar a una novela dedicada sólo a él.

Significativamente uno de los personajes de la novela escribe un ensayo titulado "La ciudad agresiva". La ciudad inclemente, que devora a sus propios hijos, que establece unas reglas de supervivencia muy estrictas y que raramente ofrece segundas oportunidades. La aguda mirada de Pablo Aranda ha construido una obra, un universo propio, donde el lector puede reconocer su propia realidad, pero con mucha más riqueza de matices, desde puntos de vista inéditos.

lunes, 21 de noviembre de 2011

LA FIESTA DE LA TECNOCRACIA.


Tuve que ir a votar a un colegio de monjas y cuando llegué estaban celebrando una misa multitudinaria. Quizá se rezaba para evitar sorpresas de última hora, los cristianos son gente precavida. Cuando intenté señalar a mis candidatos para el Senado me dí cuenta de que no había bolígrafos. Una señora, interventora del PP, muy arreglada para celebrar tan alta ocasión, me prestó uno. Me incliné para hacer mis cruces y advertí que la señora me miraba indisimuladamente por encima del hombro. Supongo que se lamentaba de que su bolígrafo no le estaba prestando el servicio que esperaba. Una vez que introduje los sobres en la urna recordé que yo estoy en contra del Senado. Demasiado tarde, me dije. Quizá dentro de cuatro años recuerdes a tiempo tus ideas radicales. También estoy en contra de las Diputaciones, pero como éstas no se votan, es más fácil ser coherente con mis ideas.

Una vez abandonado el santuario de la democracia, empezó a llover. Hubo tormenta toda la tarde, como metáfora de lo que nos espera. Ya a la hora de irse a la cama apareció Rajoy en televisión para felicitar a los españoles y a sí mismo. Por lo visto, esta mañana ya le llamó Merkel para darle las primeras instrucciones.

CRIADAS Y SEÑORAS (2011), DE TATE TAYLOR. LEJOS DEL CIELO.


Hay algo que nunca he entendido de los Estados Unidos de América, país por tantas cosas envidiable. Y es que, siendo una de las más antiguas democracias del mundo, también ha sido un país condenadamente racista. Hay que pensar que "Criadas y señoras" transcurre hace sólo cincuenta años, en la misma época en la que los elegantes ejecutivos neoyorkinos de "Mad Men" se movían por Park Avenue y mantenían insustanciales charlas mientras un ascensorista negro les subía a sus lujosos despachos. Mientras, en el estado de Mississippi imperaba un racismo decimonónico, que hacía que los negros fueran los criados de las familias blancas, sin apenas derechos, de generación en generación.

Y esta esclavitud encubierta disimulaba su mala conciencia con grandes dosis de paternalismo y ceguera interesada. Las familias bien necesitan tener un servicio discreto que gane poco, carezca de derechos y carezca de capacidad de protesta. También lo hemos visto en España, en los años del boom inmobiliario. Los españoles, cegados por el maná del río de dinero que parecía no tener fín necesitaban de la inmigración para limpiar la porquería de sus flamantes casas. Pero de qué estoy hablando, España nunca ha sido un país racista.

"Criadas y señoras" tarda en arrancar, pero cuando lo hace toma de la mano al espectador y le hace su cómplice hasta el final. Hay que reconocer que la película ha sabido mezclar sabiamente dosis de comedia y tragedia sin que el conjunto quede descompensado. No sé si me equivocaré, pero este tipo de producciones suelen ser del tipo que le gustan a los que deciden los Oscars.

No he leído la novela de Kathryn Stockett en la que se basa, pero al menos el argumento me parece original, puesto que si de lo que se trata es de ofrecernos los puntos de vista divergentes de una tragedia invisible y cotidiana, lo mejor es hacer hablar a sus protagonistas. Me gusta mucho que la verdad aparezca al final a través de la palabra impresa, ese medio tan poderoso para cambiar la realidad cuando refleja la voz de los oprimidos.

La película, a pesar de ser altamente recomendable, tampoco es redonda. Hay un par de elementos que su director debería haber pulido un poco mejor: el comienzo y el final, muy descompensados respecto al resto de la trama (sobre todo el final, con demasiadas escenas que parecen la conclusión definitiva y no lo son) y los personajes blancos femeninos, a excepción del que compone Emma Stone, demasiado esquemáticos y maniqueos, sobre todo uno que debe probar un alimento digno de película de Pasolini. No digo más.

Como amante del cine me quedo con una escena muy breve y reveladora. Por televisión salen noticias alarmantes de disturbios debido a la muerte de una persona de raza negra. Los criados de una de las señoras miran con atención sin entender muy bien si las imágenes tienen que ver con ellos o no. De pronto aparece la señora y literalmente se esfuman. Estaban abusando de su (inexistente) derecho a la información.


jueves, 17 de noviembre de 2011

ENSAYO SOBRE LA LUCIDEZ (2004), DE JOSÉ SARAMAGO. LA PAVOROSA REVOLUCIÓN.


Si hace unos años nos hubieran avisado sobre la situación que estamos viviendo en estos momentos, no nos lo hubiéramos creído. Saramago, con la sabiduría que da la edad, lo veía venir y por eso nos dejó esta fábula, que nos hace reflexionar acerca del verdadero significado de la palabra democracia. Unos ciudadanos descarriados deciden votar masivamente en blanco en unas elecciones. Las consecuencias serán terribles, puesto que el Estado se verá acorralado por un poder insospechado de la ciudadanía. ¿Tenemos una verdadera democracia o un obsoleto sistema de partidos que nos piden que les votemos cada cuatro años? ¿Hemos cedido el poder originario de nuestro Estado a instituciones y organismos cuyos fines nada tienen que ver con el bienestar de los ciudadanos? Es una pena lo de estas elecciones. Los partidos no ofrecen ilusión ni esperanza, sólo miedo y aceite de ricino. Aquí el artículo sobre este libro, cuya lectura considero imprescindible en estos días:

La figura de José Saramago no hace sino agrandarse con el paso del tiempo. Hace unos días, en la presentación del libro José Saramago, un retrato apasionado, del periodista y escritor Armando Baptista-Bastos, su viuda, Pilar del Río recordaba que en una conversación poco antes de morir, el escritor afirmaba que los que decían que la crisis actual tiene una base económica se quedaban en la epidermis. En realidad, según él, nos encontramos ante una crisis moral. En marzo de 2004, recién publicada la novela, Saramago se expresaba de esta manera, absolutamente premonitoria en una entrevista publicada por El País:

"¿Cómo voy a calificar un sistema que me permite únicamente quitar un gobierno y poner otro pero no me permite absolutamente nada más? Digo, y lo repito, hoy los gobiernos no mandan. Los gobiernos son los comisarios políticos de los bancos. Nos soy el único que critico esto, hay mucha gente que lo está diciendo, lo que pasa es que quizá mi forma de decirlo sea más explícita."

"Mal tiempo para votar", con esta frase premonitoria que pronuncia uno de sus personajes comienza este Ensayo sobre la lucidez, que, como casi todas las obras de su autor, puede leerse como una fábula de contenido moral. Por motivos desconocidos, en las elecciones municipales de una gran capital, la gran mayoría de la población vota en blanco. Ante tan insólita situación, el gobierno se siente agredido por un enemigo invisible y declara el estado de sitio, dejando aislada a la ciudad, como si sus habitantes estuvieran enfermos y hubiera que establecer una cuarentena.

Nada hay más desconcertante para un gobernante que nadar a ciegas en un mar desconocido. ¿Hasta donde puede llegar el Estado para defenderse? Aquí el terrorismo y la mentira son usados de manera despiadada para hacer entrar en razón a los ciudadanos, algo que recuerda poderosamente al gobierno de Aznar enfrentado, durante los días que siguieron al atentado del 11 de marzo, a una verdad aterroradora que pretendía negar para defender mezquinamente sus intereses electorales.

En realidad los gobernantes esperan de los ciudadanos que cumplan fielmente su papel de electores cada cuatro años y no den problemas el resto del tiempo. Además, como bien decía Saramago, el voto del ciudadano poco tiene que ver con los verdaderos centros de poder, bancos, empresas de calificación de riesgos e instituciones internacionales opacas, que han conseguido acorralar a los gobiernos y, en muchos casos, imponerles su voluntad. Las elecciones actuales, en las que las palabras más citadas son mercados, deuda soberana, recortes y sacrificios, están protagonizadas por un factor indeseable: el miedo, que hace que ya no se busque la mejor opción, sino el mal menor en un ambiente de derrotismo muy pernicioso para el sistema democrático.

La realidad que retrata Saramago se parece mucho a la nuestra, pero siempre cuenta con un elemento de distorsión, algo que produce una sensación de extrañeza en el lector y a la vez le seduce. La ciudad de Ensayo sobre la lucidez, una Lisboa apenas disimulada, parece haber recuperado una rara serenidad después de haber ejercitado su protesta pacífica a través del voto masivo en blanco. Las autoridades se retiran, dejan a sus habitantes a su suerte, pero no se producen desórdenes, ni sube el índice de criminalidad, es decir que la vida sigue como si los políticos no fueran necesarios. Así que es el gobierno el que ha de actuar para que la gente recupere la cordura y asuma su papel en el sistema democrático, aunque sea a través de un acto terrorista o acusando falsamente a inocentes de ser los instigadores de la rebelión.

Los policías que son enviados a la ciudad para recopilar evidencias de la conspiración e identificar a sus cabecillas se ven desconcertados al no lograr ninguna, como si el voto en blanco se hubiera producido por una confluencia de voluntades individuales:
"(...) la prueba de que existe una conspiración reside precisamente en el hecho de que no se hable de ella, el silencio, en este caso, no contradice, confirma."

Uno de los hallazgos más interesantes de Ensayo sobre la lucidez, se produce en el hecho de que no está emparentada con Ensayo sobre la ceguera sólo por la similitud de sus títulos, sino que los personajes de esta última vuelven a aparecer, como si la ceguera blanca sucedida hace unos años hubiera sido el detonante de esta nueva ceguera política.

¿Es el voto en blanco una manifestación de lucidez? ¿No se convierte en este libro el comunista Saramago en un ingenuo anarquista? Cuando se publicó, la novela provocó una gran polémica, sobre todo porque se alzaron muchas voces argumentando que se trataba de una crítica demasiado feroz a las democracias occidentales, que habían demostrado ser el menos malo de los sistemas. “cuanto más viejo, más libre me siento y cuanto más libre, más radical”, contestó el autor de Caín, “no faltará quien diga que acabo de hacer demagogia barata. La demagogia siempre nos parece cosa de los otros." Ocho años después, Ensayo sobre la lucidez cobra una vigencia inaudita, cuando asistimos a un espectáculo de crisis sistémica sazonada con gravísimos casos de corrupción que apuntan incluso a la cúspide del Estado.

Saramago no decepciona con esta novela de ideas, como todas las suyas, escrita con un estilo denso pero sin artificios literarios. El libro es capaz de transmitir pesimismo y optimismo a la vez. Pesimismo, porque presenta unas instituciones democráticas corruptas hasta la médula, a las que sólo les interesa permanecer en el poder. Optimismo, porque presenta la lucidez de la revolución pacífica de los ciudadanos como garante del necesario cambio para hacer el sistema más permeable a las necesidades y deseos de la población. Un libro de plena actualidad, de un escritor que conocía la zozobra a la que nos íbamos a enfrentar desde mucho antes de que se manifestaran los primeros síntomas.

lunes, 14 de noviembre de 2011

RUBICÓN (2003), DE TOM HOLLAND. LA CAÍDA DE LA REPÚBLICA ROMANA.


Después de disfrutar de las dos temporadas de "Roma", la magistral serie de la HBO, quise profundizar más en los hechos que en ella se narran y se me ocurrió echar mano de una recomendación que había leído en Internet y leer este ensayo de un historiador británico un poco peculiar, ya que también es escritor de novelas de vampiros. Y esto es un punto a favor para Holland, ya que domina perfectamente el arte narrativo y sabe como hacer llegar de manera comprensible al lector los hechos de una época muy compleja, llena de personajes históricos de primer nivel: César, Pompeyo, Craso, Catón, Cicerón, Cleopatra, Augusto o Marco Antonio. Muy recomendable este "Rubicón" para los aficionados a la historia. Aquí el artículo:

El viajero que llega a Roma con algún conocimiento de su historia no puede dejar de estremecerse ante la visión de las ruinas del foro, donde durante siglos se tomaron decisiones que determinaban el destino de pueblos enteros. La aventura de los romanos fue la de un pueblo que, con voluntad indomable, conquistó un imperio de extensión nunca vista hasta entonces. Pero el devenir de los acontecimientos no fue nunca fácil, sobre todo en la etapa a la que dedica el británico Tom Holland su ensayo histórico Rubicón, el traumático paso de Roma de la República al Imperio, que estuvo sembrado de guerras civiles.

En primer lugar hay que decir que la tarea del historiador se hace más oscura cuanto más remoto es el tiempo en el que indaga. Si bien los últimos años de la República se encuentran bastante documentados, también es cierto que las zonas de oscuridad son igualmente amplias:

"Quizás un día, cuando los registros del siglo XX se hayan vuelto tan fragmentarios como los que nosotros tenemos de la Antigua Roma, se escribirá una historia de la Segunda Guerra Mundial que se basará exclusivamente en las alocuciones de radio de Hitler y en las memorias de Churchill. Sería una historia a la que se han amputado dimensiones enteras de la experiencia humana: no habría cartas desde el frente ni diarios de los combatientes. Se haría ese silencio que el especialista en historia antigua conoce tan bien."

Cuando se habla de democracia en la antigua Roma hay que tener la prevención de saber que el concepto no es el mismo que el que se maneja en la actualidad. Desde que la ciudad se libró de los reyes que la habían sojuzgado siglos atrás, la libertad era un valor indiscutible para el ciudadano romano. El secreto del buen gobierno republicano era la división del poder entre las codiciadas magistraturas (cónsules, cuestores, pretores...) y el Senado, alma del cual fue durante muchos años Cicerón. Conseguir hacerse con una de ellas era un prestigio inmenso para el ciudadano, lo cual fomentaba la competitividad, donde se creía que acabarían ganando los mejores. En muchas ocasiones, el mejor modo de hacerse notar ante el resto de ciudadanos era destacar en la carrera militar. Cuantas más conquistas y riquezas acumulara un general, más posibilidades tendría de ser amado por el pueblo.

Bien es cierto que para un romano no era lo mismo nacer en el Palatino, donde vivían las mejores familias, que en el Aventino. Aún así, lo que eran ciudadanos romanos siempre contaban con la posibilidad de subir en la escala social. Los más desgraciados de todos eran los esclavos, seres sin derechos en cuyo trabajo se basaba gran parte de la economía. La libertad del ciudadano era más apreciada cuando se contrastaba con la vida del esclavo:

"No se puede ganar sin que otro pierda", creía todo romano. Todo estatus era relativo. ¿Qué valdría la libertad en un mundo en el que todos fueran libres? Hasta el ciudadano más pobre se sabía inmensamente superior incluso al esclavo mejor tratado. Se prefería la muerte a una vida sin libertad, y de ello era ejemplo toda la gloriosa historia de la República. Si un hombre permitía que lo esclavizaran, entonces es que se merecía su suerte. Esta era la brutal lógica que impedía que nadie cuestionase la crueldad con la que se trataba a los esclavos, y mucho menos la legitimidad de la propia institución de la esclavitud."

Precisamente, una de las grandes pruebas a las que se tuvieron que enfrentar los romanos en el siglo I antes de Cristo fue a la rebelión de esclavos gladiadores liderados por Espartaco, en el año 73, que puso en jaque a la República como nadie antes lo había hecho desde Aníbal. Fue el pretor Marco Licinio Craso, que a la sazón acabaría convirtiéndose en uno de los hombres más ricos de Roma, el que acabó con Espartaco. Años después formaría parte de un triunvirato que se repartió el poder junto a Pompeyo y César.

En esta época, gracias a las riquezas que llegaban de las conquistas de oriente de Pompeyo, el lujo y la obstentación se hicieron populares. Las clases más altas se construían enormes villas en la zona de Nápoles, con fondeaderos para sus yates y las costumbres gastronómicas y de vestimenta se refinaban. En este ambiente la vieja Roma se iba transformando poco a poco en una ciudad imperial y, en el foro, la madera iba cediendo paso al mármol. Sin embargo, la paz era sacudida continuamente por conflictos civiles, como el que enfrentó a Mario y Sila, o como el que posteriormente enfrentaría a César y Pompeyo.

Julio César fue un hombre que ante todo se dejó llevar por una ambición indomable, que ejercía con una mezcla de inteligencia y brutalidad. Un buen romano tenía que ser un hombre hecho a sí mismo, alguien que sacrificara parte de su existencia en servicio y engrandecimiento de la República. Cuando fue designado procónsul de la Galia, vio en ese destino la oportunidad de engrandecer su currículum y se dedicó a provocar las tribus galas para luego someterlas. La campaña de las Galias costó más de un millón de muertos y sometió a otro millón de personas a la esclavitud. Unas cifras que, según Holland, rozan el genocidio. Una visión de César muy diferente a la edulcorada que se tiene hoy día, pero que provocaba la fascinación en sus conciudadanos: el general que vence y que conquista nuevas tierras, siempre tiene razón, aunque lo haga con la oposición del Senado.

Precisamente, esta oposición del Senado, que quería que dejara el mando de sus legiones y se sometiera a juicio, provocó el paso del Rubicón y el inicio de una nueva Guerra Civil contra Pompeyo. Craso, el tercero en discordia, había muerto en oriente de una manera absurda. Vencer sólo trajo a César una paz ilusoria, pues contaba con demasiados enemigos que temían que restaurase la monarquía. Su muerte significó el inicio de nuevos conflictos en los que se vieron involucrados personajes como Cleopatra, Bruto, Marco Antonio o Octavio Augusto, que finalmente terminaría como gran vencedor de esta lucha que se prolongó más de un siglo, instaurando el Imperio Romano y liquidando la República.

Tom Holland ha escrito un ensayo de lectura muy amena, en el que guía al lector con mano maestra entre la maraña de nombres y hechos que acontecieron en pocas décadas. El lector comprobrá asombrado (y un buen complemento a esta lectura es el visionado de la serie Roma, de la HBO), como la forma de vida de los romanos tenía muchos puntos en común con la nuestra. Y es que la mejor manera de saber quienes somos es indagar de donde venimos.

EL LUCHADOR (2008), DE DARREN ARONOFSKY. EL ÍDOLO DE BARRO.


¿Quién no tiene recuerdos de hace un par de décadas, cuando se popularizó la lucha libre en España? La emitían por Telecinco y la llamaban "pressing catch". Lo cierto es que para que te atrajera algo así, había que echarle imaginación, porque la comedia se notaba a varias leguas. Quizá, viéndolo en directo fuera más emocionante. No obstante, hay que reconocer que los tipos con cara de loco que se movían por el ring a veces se debían hacer daño, pues la coreografías eran bastante violentas.

Esto es lo que nos da a entender Randy (un soberbio Mickey Rourke), un veterano luchador ya retirado que vuelve ocasionalmente al espectáculo para sacar algún dinero. Randy está acabado tanto material como espiritualmente. Vive en una cochambrosa caravana y tiene una hija a la que nunca ve. Aún así, todavía hay mucha gente que le reconoce por la calle. Fue una figura popular durante años en el mundo de la lucha libre, pero la herencia que ha recogido de todo ello es una existencia plena de dolor e indignidad. La película muestra como un ser humano con aspecto de monstruo, es capaz de llevar a cabo la lucha más difícil de todas: la de la propia supervivencia en un mundo que no ampara a los perdedores.

Lo mejor de la película de Aronofsky es que no es complaciente con su personaje, no tiene piedad con él y no permite que resuelva sus problemas de años por arte de magia. Me produce como espectador tal desasosiego que no puedo sino sentir piedad por el destino de un personaje con el que puedo identificarme, a pesar de estar en las antípodas de mi carácter y circunstancias. "El luchador" me demuestra que poner orden en una vida puede ser una tarea aún más titánica que poner en orden un país sometido al acoso de los mercados.

sábado, 12 de noviembre de 2011

EL CIELO ES AZUL, LA TIERRA ES BLANCA (2001), DE HIROMI KAWAKAMI. ALMAS GEMELAS.


Cuando leemos una novela japonesa esperamos encontrar algo exótico, algo que escape a nuestra comprensión occidental, actitudes entre lo ridículo y lo sublime. Tratando de encontrar explicación a algunas conductas de personajes de Kawabata o Mishima, leí hace unos meses un libro excelente: "El crisantemo y la espada", de Ruth Benedict. Oriente visto desde los ojos de una antropóloga occidental.

Esta novela es diferente. Está escrita por alguien que nació más de una década después de Hiroshima, cuando Japón ha tomado bastantes valores occidentales sin renunciar en ningún momento a sus tradiciones. Cuenta una historia bastante sencilla: el encuentro de una alumna treintañera y solitaria con un antiguo profesor, que le dobla la edad.

Entre ellos se establece una relación muy poco convencional y seguramente escandalosa, a los ojos de la sociedad japonesa. Se basa en encuentros presuntamente casuales entre estas dos almas solitarias en un restaurante para comer y, sobre todo, beber sake. Ellos nunca se citan, pero siempre esperan encontrarse a determinadas horas. Es como si se necesitaran, como si la presencia de uno, aún con pocas palabras, otorgara la paz al otro. Pronto la relación dará nuevos pasos: se citarán para pasear por un mercado al aire libre, para ir de excursión... Pero ¿puede llegarse al último peldaño, al peldaño del amor?

Kawakami ha escrito una novela de lenguaje sencillo y lectura extremadamente agradable, llena de situaciones equívocas y sutilezas. ¿Es la vergüenza la que frena los deseos de los personajes? ¿es una filosofía de la vida que implica ir despacio, disfrutando de cada detalle, de cada pequeño avance? Esto queda a consideración del lector.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

DE RATONES Y HOMBRES (1937), DE JOHN STEINBECK. VIAJES CON LENNIE.


Una lectura deliciosa, de las que dejan un estupendo sabor de boca. Fue un acierto elegirla para nuestro club de lectura porque, además de ser una obra literaria de primer orden, habla de unos tiempos que tienen cierto paralelismo con los actuales: la Gran Depresión de los años treinta. Aquí les dejo mi artículo:

La vida del estadounidense John Steinbeck (1902-1968) estuvo marcada por la llegada de la llamada Gran Depresión en 1929, que sucedió cuando él tenía veintisiete años, por lo que pudo conocer bien sus efectos a través de sus propias experiencias. Steinbeck había estudiado en la Universidad de Stanford, aunque no llegó a graduarse, así que tuvo que ganarse la vida, como él mismo decía, "trabajando con sus manos", en los años previos a sus éxitos literarios.

El derrumbamiento de la bolsa de Wall Street fue la señal que inauguraba una década repleta de penurias para una gran cantidad de norteamericanos. De la noche a la mañana, los valores se derrumbaron, muchas empresas quebraron y el paro llegó en 1932 al veintinco por ciento de la población activa. Los caminos se llenaron de vagagundos y buscavidas que sobrevivían a base de trabajos esporádicos, la población reclusa se multiplicó como consecuencia del aumento robos y crímenes cometidos por las condiciones de penuria generalizada. Hasta 1941, con la entrada en la Segunda Guerra Mundial, no se pudo decir que había terminado la época de depresión.

En este contexto histórico, muchos escritores como John Dos Passos o el mismo Steinbeck se adscribieron a la corriente social de la literatura. Otros, como Dashiell Hammett, reflejaron el aumento de la criminalidad en sus novelas negras. En el caso del autor de Las uvas de la ira sus historias nacían de la indignación que le producía el panorama de pobreza que habían provocado los mercados especulativos, mientras muchos bancos y grandes empresas aprovechaban la situación para seguir incrementando sus ganancias. Algo parecido a lo que está sucediendo en la actualidad.

Aunque ya había escrito algunas novelas con anterioridad, la celebridad le llegó a Steinbeck con la publicación en 1935 de Tortilla Flat, que se inscribe en la tendencia imperante de realismo social, posteriormente desarrollada en dos de sus obras más célebres De ratones y hombres (1937) y Las uvas de la ira (1939). Viajero incansable, reflejó sus viajes en camioneta por Estados Unidos en su célebre Viajes con Charley. Hay que recordar también que Steibeck trabajó como corresponsal de guerra durante la Segunda Guerra Mundial, experiencias que refleja en Hubo una vez una guerra. La concesión del Premio Nobel en 1962 por "su percepción y sensibilidad social, y su constante simpatía por los oprimidos y los desheredados de la sociedad" no estuvo exenta de polémica por parte de algunos críticos que consideraban que el escritor estadounidense no reunía las suficientes cualidades literarias para ser merecedor de tal galardón.

El título de De ratones y hombres lo tomó Steinbeck de un poema de Robert Burns titulado A un ratón:

"Pequeño, erizado, asustado, animalillo temeroso
¡Oh, qué pánico hay en tu pequeño pecho!
¡No necesitas salir corriendo tan deprisa,
haciendo tanto ruido!
¡Me resistiría a perseguirte, con pala asesina!"

La novela nos presenta a dos de los desheredados que vagan por los caminos buscándose la vida en trabajos esporádicos como peones en distintos ranchos. George parece un hombre hecho a sí mismo, capaz de sobrevivir en las circunstancias más difíciles, sociable y conocedor de la sordidez del mundo en el que vive. Su compañero, Lennie, es un deficiente mental, un niño con el cuerpo de un hombretón de fuerza hercúlea, de carácter pacífico y noble, pero cuyo poco entendimiento ya les ha causado problemas en el pasado. Aún a sabiendas de que le iría mucho mejor sin él, George jamás abandona a Lennie. Quizá la necesidad de compañía fiel es mayor que la de un trabajo estable, quizá ciertos sentimientos de amistad y compañerismo son más fuertes que los intereses individuales:

"Muchas veces lo he visto: un hombre habla con otro, y no le importa si éste no lo oye o no lo comprende. La cuestión es hablar o, incluso, quedarse callado, sin hablar. Eso no importa, no importa nada. (...) George puede decir cualquier disparate, es lo mismo. El caso es poder hablar. La cuestión es estar con otro hombre. Eso es todo."

Y es que el miedo a la soledad ante situaciones de infortunio es uno de los grandes temas de esta novela. El peón negro Crooks, que vive en el rancho y "había acumulado más posesiones de las que podía transportar al hombro" es una especie de esclavo, casi como un elemento más de la propiedad. Es el único de los trabajadores que cuenta con una habitación individual, pero eso no es un privilegio en sus circunstancias, sino un elemento de discriminación, ya que debido a su raza apenas puede hablar con nadie. Encuentra consuelo en la lectura, pero ni siquiera eso puede sustituir a la conversación humana.

El que vive en la miseria, puede resignarse, pero siempre buscará la esperanza en una vida mejor. George sueña con comprar su propio terreno, poder cultivar sus propios alimentos, tener algunos animales y ser independiente. De pronto, parece presentarse una oportunidad de cumplirlos, de abandonar para siempre la vida nómada, sólo una mentalidad ahorrativa, algo muy difícil en el ambiente jornalero. En cualquier caso, este es un sueño generalizado entre los peones. Habla Crooks, la voz de la experiencia:

"He visto más de cien hombres venir por los caminos a trabajar en los ranchos, con sus hatillos de ropa al hombro, y esa misma idea en la cabeza. Cientos de ellos. Llegan y trabajan y se van; y cada uno de ellos tiene un terrenito en la cabeza. Y ni uno solo de esos condenados lo ha logrado jamás. Es como el cielo. Todos quieren su terrenito. He leído muchos libros aquí. Nadie llega al cielo y nadie consigue su tierra. La tienen en su cabeza, nada más. No hacen más que hablar de eso, siempre, siempre, pero sólo lo tienen en la cabeza."

De ratones y hombres es una novela sobre la imposibilidad de ciertos sueños, que tiende una fraternal mirada a los perdedores, a aquellos que no provocan las crisis económicas pero las sufren y han de pagar los platos rotos con su sacrificio personal. La sencillez de estilo de Steinbeck y el perfecto dibujo de sus personajes hacen de ella una de las novelas fundamentales de la narrativa norteamericana del siglo XX.