lunes, 31 de enero de 2011

TRAVESURAS DE LA NIÑA MALA (2006), DE MARIO VARGAS LLOSA. EL LIBRO DE LOS AMORES RIDÍCULOS.


Muy interesante el debate que sostuvimos el martes pasado con los miembros (o mejor cabría decir "miembras") del club de lectura de Archidona. Hablamos sobre todo de las motivaciones del protagonista, Ricardo y de si su historia de amor había tenido algún sentido. Para mí tenía mucho de ridículo . Por leves momentos de felicidad, pierde toda una vida persiguiendo a un ser que parece burlarse de él. No muchas opinaban como yo. Aquí el enlace al artículo:

La reciente concesión del Premio Nobel al peruano Mario Vargas Llosa no ha hecho más que reavivar el interés de un escritor que, desde la publicación de sus primeros escritos, nunca ha dejado de estar de actualidad. Vargas Llosa ha ido ganándose su prestigio con trabajo y esfuerzo, a través de su pericia literaria y el aporte intelectual al debate público que suponen sus frecuentes artículos periodísticos, con cuyo fondo se puede estar o no de acuerdo, pero cuya lectura siempre supone un goce estético, a la par que reflexivo.

Los materiales con el que el autor de "La fiesta del Chivo" trabaja para construir esta novela resultan ser retazos de su propia existencia, que presta generosamente a la biografía de su ser ficticio, no estrictamente referidos a la aventura amorosa, sino a los lugares y circunstancias donde transcurre la historia. Ya lo dijo Flaubert cuando le preguntaron por su personaje más popular: "Madame Bovary soy yo".

Ricardo es un traductor de la Unesco que se enamoró en su adolescencia peruana de una joven que no va a lograr olvidar. La muchacha, la niña mala, consciente de su poder sobre el protagonista, entrará y saldrá de su vida a voluntad, utilizándolo cuando le conviene y abandonándolo sin previo aviso, haciendo sufrir a un Ricardo que, pese a todo, nunca va a poder resistir su hechizo. Una auténtica mujer fatal, que entra por derecho propio con esa condición en la historia de la literatura.

Los primeros capítulos de la narración son una evocación de la juventud peruana, en ese barrio de Miraflores presente en buena parte de su obra. Tal y como recuerda en su discurso de recepción del Premio Nobel:

"(...)en el Miraflores limeño (...) donde cambié el pantalón corto por el largo, fumé mi primer cigarrillo, aprendi a bailar, a enamorar y a declararme a las chicas."

Como para el propio Vargas Llosa en su día, París constituye para Ricardo un objetivo vital, un paso adelante para salir del laberinto peruano y progresar en la gran metrópolis soñada del primer mundo. Su inteligencia y su facilidad para las lenguas le van a facilitar la tarea. Vargas Llosa también tiene un hueco para estos recuerdos en su discurso del Nobel:

"De niño soñaba con llegar algún día a París porque, deslumbrado con la literatura francesa, creía que vivir allí y respirar el aire que respiraron Balzac, Stendhal, Baudelaire, Proust, me ayudaría a convertirme en un verdadero escritor, que si no salía de Perú sólo sería un pseudo escritor de días domingos y feriados. Y la verdad es que debo a Francia y a la cultura francesa, enseñanzas inolvidables, como que la literatura es tanto una vocación como una disciplina, un trabajo y una terquedad."

El periplo vital de Ricardo seguirá discurriendo por otras ciudades, como Londres, Tokio o Madrid, siempre con la sombra de la niña mala presente, en una relación de repulsión y necesidad, que tiene mucho de masoquista. El protagonista se insta a sí mismo en más de una ocasión a terminar con esa relación enfermiza, pero nunca es capaz de llevar sus planes a buen puerto.

¿Merece la pena vivir una historia amorosa como la protagonizada por Ricardo? El propio autor de la novela responde a esta pregunta, a la par que profundiza en su personaje en estas declaraciones de una entrevista publicada en el suplemento literario "Babelia", el 20 de mayo de 2006:

"Es una historia de amor, un amor moderno, condicionado por el mundo en que vivimos y que está mucho más cerca de la realidad que los amores románticos de la literatura. El amor se prolonga a lo largo de cuarenta años y me sirve también para hacer una especie de gran fresco de un universo que ha cambiado extraordinariamente.
(...) El personaje narrador es un ser pasivo y mediocre que no tiene en la vida grandes ambiciones. Su visión es individualista y egoísta, pero hay algo en su vida que es su propia aventura y su propia revolución: ese amor que vive a lo largo de toda su vida y por el que se convierte en protagonista de una gran aventura."

"Travesuras de una niña mala" quizá no se cuente entre las mejores narraciones de Vargas Llosa, pero eso no significa que no constituya un intenso goce para cualquier lector. Se nota en ella una escritura más apresurada que en otras obras del autor, como si los recuerdos de las experiencias vividas en tan distantes lugares se agolparan y pugnaran por salir en forma de escritura. A su vez, el lector va teniendo noticia de los acontecimientos mundiales que eran noticia en las distintas épocas en que transcurren los distintos episodios de la vida de Ricardo y Vargas Llosa no puede evitar introducir reflexiones personales acerca de los mismos.

También hay que decir que la novela cuenta con algunos episodios eróticos en los que la pluma de Vargas Llosa puede volver a demostrar su probada maestría para la descripción de escenas sensuales. Solo por esto y por leer las huachaferías que Ricardo dedica a la niña mala, merece la pena acercarse a este libro, no el que le ha dado más prestigio, pero sí uno de los más vendidos y populares del autor.

jueves, 27 de enero de 2011

TAMBIÉN LA LLUVIA (2010), DE ICIAR BOLLAIN. BREVÍSIMA RELACIÓN DE LA POBREZA EN BOLIVIA.


Magnífica la última película de Iciar Bollain. Tuve la suerte de verla con un grupo de amigos entre los que se contaba Rafael Ramírez, pintor malagueño que estuvo una década en Bolivia como cooperante, con lo cual he entendido mejor muchos de los acontecimientos plasmados en la misma. En el artículo he incluido un pequeño testimonio suyo. Desde aquí le vuelvo a dar las gracias:

Si exceptuamos el periodo de la Guerra Civil, el cine español apenas ha abordado la historia del propio país, algo realmente incomprensible, pues ésta es tan rica en acontecimientos, tan llena de luces y sombras y de personajes fascinantes que constituye una fuente de inspiración casi infinita.

Uno de los episodios más controvertidos de nuestra historia es el descubrimiento y colonización de América. La celebración del Quinto Centenario, hace dos décadas, podría haberse aprovechado para reflexionar acerca de los errores del pasado, que aún perviven en los descendientes de los nativos originarios de aquellas tierras. En vez de eso, el discurso oficial tan solo incidió en el presunto encuentro entre dos mundos y en la riqueza cultural que éste produjo.

El planteamiento de Iciar Bollain en esta película es ciertamente original: narra la historia de unos cineastas españoles que viajan a Bolivia con la intención de rodar una película acerca del descubrimiento de América. Los dos protagonistas, aunque gozan de una inquebrantable amistad, tienen planteamientos antagónicos a la hora de abordar la película: el director (Gael García Bernal) quiere ser respetuoso con la historia y presentar a los representantes de la Corona de Castilla como a unos cínicos imperialistas que solo ambicionan tomar el oro de aquellas tierras y reducir a la esclavitud, en nombre de la religión cristiana, a sus habitantes. Por su parte, al productor (Luis Tosar) solo le interesa rentabilizar la película y se muestra encantado ante las posibilidades económicas que le ofrece el rodaje en tierras de lo que él considera el Tercer Mundo.

De hecho, la actitud del productor al principio de la historia ofrece muchos paralelismos a la de los primeros conquistadores: su visión de los bolivianos es la de unos seres pusilánimes a los que se les puede explotar sin decoro como extras de su película. De hecho, se regodea de placer cuando piensa que su trabajo solamente le cuesta dos dólares diarios. Su visión del mundo va a cambiar drásticamente cuando comience a conocer más en profundidad las circunstancias vitales de uno de sus extras, que a la postre va a resultar ser un líder en las justas reivindicaciones que los indígenas reclaman al gobierno boliviano.

Precisamente, el rodaje coincide con la llamada "guerra del agua", un conflicto originado en la ciudad de Cochabamba cuando la gestión del servicio de aguas fue privatizado y pasó a manos de una multinacional. La rebelión de los indígenas contra dicha medida, que los hundía aún más en la pobreza, si cabe, originó verdaderas batallas campales en esta ciudad y en otras de Bolivia. Aunque finalmente la ley fue anulada, el coste humano (seis muertos y ciento setenta heridos) y social de este enfrentamiento resultó brutal y a la postre fue uno de los factores que auparon, pocos años después, al indigenista Evo Morales a la presidencia de Bolivia.

Suite 101 ha tenido la valiosa oportunidad de hablar con el cooperante malagueño Rafael Ramírez, que se encontraba en la ciudad de Santa Cruz cuando estos hechos se produjeron:

"Desde mi punto de vista la película refleja, dentro del contexto en que se desarrolla, los hechos acontecidos en Cochabamba en esa época. Consigue, asi mismo, mostrar las carencias de la población, sobre todo indígena, y nos hace entender la problemática del agua y la trascendencia que tiene como medio de vida para ellos.
Nos ofrece pinceladas de la idiosincrasia del boliviano, de su forma de pensar, de ver la vida y de reaccionar ante las adversidades. Nos acerca también a Bolivia, a la grandeza de su naturaleza salvaje y casi virgen lo que nos hace reflexionar sobre lo pequeños que somos ante la inmensidad de esta.
Por estas cosas, la película me gustó, evocó recuerdos de esa época de mi vida y opino que se ajusta bastante a la realidad del momento. Pienso que el hecho de haberse filmado en escenarios naturales y con población local le confiere una fuerza increíble y consigue trasladar al espectador toda la intensidad del momento haciéndole entrar de lleno y entender todo lo que te he relatado anteriormente sin necesidad de haber tenido un conocimiento previo."

La película de Bollain documenta estos acontecimientos con rigor y sumo respeto a los protagonistas, e incluso permite escuchar la voz de los representantes del gobierno, en la persona del alcalde de Cochabamba que, en una recepción que ofrece a los responsables de la película, justifica los costes sociales de la medida en pos del progreso futuro de Bolivia, haciéndoles ver que ellos están actuando de la misma manera al haber acudido a su país con la intención de reducir costes que rentabilicen el negocio que supone producir un film.

Pero, ante todo, se quiere dar voz a los excluidos, a los maltratados por la historia, como hiciera el homenajeado historiador Howard Zinn, que en "La otra historia de los Estados Unidos", obvia a los dirigentes y políticos de su país para que hablen sus gentes más humildes, cuya existencia suele ser ignorada por la historiografía oficial.

"También la lluvia" constituye también un ejemplo de cine dentro del cine, pues el espectador puede contemplar el rodaje o el ensayo de escenas que le trasladan al siglo XVI, cuando los conquistadores trataban con implacable dureza a los pueblos indígenas. También reivindica la reacción de algunos hombres religiosos, como Fray Bartolomé de las Casas que, como testigo privilegiado de estos abusos, intentó contenerlos en su famosa "Brevísima relación de la destrucción de las Indias", apelando a la justicia real en estos términos:

"(...)el ansia temeraria e irracional de los que tienen por nada indebidamente derramar tan inmensa copia de humana sangre e despoblar de sus naturales moradores y poseedores, matando mil cuentos de gentes, aquellas tierras grandísimas, e robar incomparables tesoros, crece cada hora importunando por diversas vías e varios fingidos colores, que se les concedan o permitan las dichas conquistas (las cuales no les podrían conceder sin violación de la ley natural e divina, y, por consiguiente, gravísimos pecados mortales, dignos de terribles y eternos suplicios), tuve por conveniente servir a Vuestra Alteza con este sumario brevísimo, de muy difusa historia, que de los estragos e perdiciones acaecidas se podría y debería componer."

Pensamientos coherentes con la ideología cristiana originaria, que postula que todos los hombres son iguales a los ojos de Dios, que siempre ha sido pervertido a lo largo de la historia a través de la idea de pertenencia a un pueblo elegido y superior. Los paralelismos en la actualidad son evidentes, aunque ahora las colonizaciones no se realizan a través de ejércitos, sino a través de las multinacionales. Sería necesario adaptar el pensamiento humanista de Bartolomé de las Casas a las circunstancias actuales, pues la pobreza y la falta de horizontes son también duras formas de esclavitud.

EL CEMENTERIO INGLÉS EN PELIGRO.


Si tuviera que elegir el lugar que más me gusta de mi ciudad, sin duda eligiría este rincón, uno de los pocos oasis de tranquilidad que quedan en la capital malagueña. El cementerio inglés constituye uno de los pocos vestigios aún existentes de ese "paraíso perdido" de que nos habla Antonio Soler en su último libro.

Construido en 1831, se trata del cementerio no católico más antiguo de España. Este hecho da pistas de lo que era la Málaga decimonónica: una ciudad industriosa y pujante, destino de muchos emprendedores británicos que fundaban aquí sus fábricas (aún quedan algunas chimeneas, tristes símbolos de lo que Málaga pudo llegar a ser). Hasta ese momento, las normas religiosas imperantes propugnaban el trato indigno de los cadáveres de los herejes: o bien se les enterraba en la playa en posición vertical, o se les arrojaba a cualquier terreno desolado para ser víctimas de las alimañas.

La tolerancia que supuso la fundación de este cementerio da testimonio del poder que llegó a ejercer la colonia inglesa. Traspasar sus muros nos transporta a cualquier camposanto rural inglés, con un pequeño toque gótico, como de película de terror. Su superficie la constituye un jardín adornado con hermosas tumbas de diferentes épocas, algunas de ellas pertenecientes a personajes tan importantes como Gerald Brenan, Jorge Guillén o Robert Boyd, un oficial del ejército británico que apoyó a Torrijos en su desembarco en las playas malagueñas de la Misericordia en pos de un régimen liberal para España.

Hay otras muchas sepulturas interesantes, algunas de ellas de testigos privilegiados de la historia: los marineros y el capitán de la fragata alemana Gneisenau, que se hundió frente a las costas malagueñas, algún piloto inglés de la R.A.F, caído por esta zona durante la Segunda Guerra Mundial...

Ahora leo que este lugar se encuentra prácticamente en la ruina, como ha sucedido con otros muchos en mi desgraciada ciudad. Ante el llamamiento de la fundación que gestiona el cementerio, parece ser que ha habido reacción por parte de la Junta de Andalucía, que lo ha declarado Bien de Interés Cultural. Ojalá que este lugar, que sirve al paseante para reflexionar con serenidad sobre la vida y la muerte, no acabe desapareciendo. Sería como dar la puntilla al patrimonio cultural malagueño.

domingo, 23 de enero de 2011

EL LOBO ESTEPARIO (1928), DE HERMAN HESSE. CUANDO HARRY ENCONTRÓ A ARMANDA.


Me reencuentro después de casi veinte años con un viejo conocido, este lobo estepario que leen todos los adolescentes con inquietudes, y que tantos ánimos exalta. Esta segunda lectura, cuando uno ya no es tan joven, resulta de menos frescura, pero mucho más aprovechable, por el bagaje anterior de experiencias vitales que inevitablemente va adquiriendo todo ser humano. El debate en el club de lectura de la biblioteca de mi barrio fue apasionante, pues nos reunimos personas de distintas generaciones:

La época de entreguerras en Alemania, espantosa en el ámbito económico, resultó floreciente en las artes. El cine, la pintura, la literatura y el pensamiento se desarrollaron al calor del régimen de libertades que representaba la República de Weimar. Como sucedería más tarde con la Segunda República en España, la llegada de un régimen autoritario al poder supondría una auténtica diáspora de intelectuales, cuya visión de la existencia era reprimida en favor del pensamiento único del Estado.

Herman Hesse tuvo en sus primeros años una rígida educación religiosa que posteriormente rechazaría por completo, pues no toleraba ningún corsé a su libertad creativa. Con la llegada de la Primera Guerra Mundial fue declarado inútil para el combate, lo cual no le impidió vivir de cerca el conflicto y tomar conciencia de la peligrosidad de las ideas nacionalistas, separadoras de los hombres. Fue uno de los mayores opositores a los nazis desde primera hora, a través de la publicación de artículos en la prensa. Junto a escritores como Thomas Mann o Bertolt Brecht fue considerado un apestado en su propio país, por lo que tomó el camino del exilio.

"El lobo estepario" es una obra que ha cautivado a diferentes generaciones de lectores y cada una de ellas ha sabido extraerle distintas ideas aplicables a los problemas de su tiempo. Se trata de una obra con múltiples lecturas, que solo se puede interpretar correctamente conociendo la vida e ideas de su autor. Además, se trata de la típica obra que los aficionados a la literatura leen de jóvenes, cuando todavía se posee una personalidad sumamente impresionable. Muy distinta es la lectura (como sucede con casi todos los libros, dicho sea de paso) que se realiza en la madurez, que suele ser mucho más serena y menos idealista.

La novela tiene una estructura compleja, de relatos dentro de relatos. Comienza con la narración de un testigo secundario, que nos presenta las anotaciones de Harry Haller, que a su vez contienen un pequeño ensayo el "Tractat del lobo estepario", un retrato anónimo del propio Haller. El protagonista es un ser voluntariamente solitario, no antipático, pero sí antisocial. Haller busca la soledad, pero su alma está torturada por una especie de dualismo (aunque pronto le llegará la revelación de que los hombres poseen almas casi infinitas), una lucha entre su parte racional y la irracional, que quisiera huir de todo y poner fín a su vida:

"Por lo que se refería a los demás, a cuantos lo rodeaban, no dejaba de hacer constantemente los intentos más heroicos y serios para quererlos, para hacerles justicia, para no hacerles daño, pues el "ama a tu prójimo" lo tenía tan hondamente inculcado como el odio a sí mismo. Y de este modo, fue toda su vida una prueba de que sin amor a la propia persona es también imposible el amor al prójimo, de que el odio de uno mismo es exactamente igual y, en fín de cuentas produce el mismo horrible aislamiento y la misma desesperación que el egoísmo más rabioso."

Aunque no sabemos demasiado de su pasado, sí que conocemos que en otro tiempo Harry formó una familia convencional burguesa, pero una serie de circunstancias le hicieron quedar solo. Desde entonces abomina de la sociedad y sus costumbres. Entre otros asuntos, se escandaliza de lo fácilmente manipulable que es el ser humano, que no es capaz de esfuerzo alguno en pos de un pensamiento crítico e independiente respecto al poder, lo cual aprovecha Hesse para denunciar el rápido crecimiento de la ideología nazi entre sus compatriotas (la novela fue publicada en 1928) a través de este texto profético:

"(...) son trabajados, exhortados, excitados, los van haciendo descontentos y malvados, y el objetivo y fin de todo esto es la guerra otra vez, la guerra próxima que se acerca, que será aún más horrorosa de lo que ha sido esta última. Todo esto es claro y sencillo; todo hombre podría comprenderlo, podría llegar a la misma conclusión con una sola hora de meditación. Pero ninguno quiere eso, ninguno quiere evitar la guerra próxima, ninguno quiere ahorrarse a sí mismo y a sus hijos la próxima matanza de millones de seres, si no puede tenerlo más barato. Meditar una hora, entrar un rato dentro de sí e inquirir hasta que punto tiene uno parte y es correponsable en el desorden y en la maldad del mundo; mira, eso no lo quiere nadie. (...) para dos o tres hombres que hacen esto, hay día por día miles de periódicos, revistas, discursos, sesiones públicas y secretas que aspiran a lo contrario y lo consiguen."

La actualidad de Hesse es tan absoluta que el texto podría aplicarse perfectamente a la sociedad de nuestros días, demasiado ocupada por el fútbol y las noticias del corazón como para meditar con profundidad acerca del esquilmamiento al que se está sometiendo a sus derechos más básicos.

Para Heller la cultura es algo puro, que no debe ser contaminado por la vulgaridad imperante. El conocimiento de una seductora y misteriosa mujer, llamada Armanda, que parece conocer demasiado bien su interior, va a trastocar por completo su existencia, pues será incitado a experimentar los placeres más mundanos que siempre había despreciado. Si el comienzo de la novela es absolutamente realista, rebosante de introspección psicológica, poco a poco va derivando hacia un delirante final en llamado "Teatro mágico", donde el lector puede atisbar la influencia de la filosofía y religiones orientales en el pensamiento de Hesse.

¿Cómo debe interpretarse esta famosa novela? Muchos la han visto como una exaltación del hombre superior, del que está por encima de la vulgaridad imperante, del superhombre. En realidad, Harry Haller es un personaje que tiene bastante de patético, de misántropo que necesita ser rescatado de su propio interior, que es un pozo insondable que le hace devorarse a sí mismo día a día. Tal y como apunta Mario Vargas Llosa en su ensayo "La verdad en las mentiras", en el capítulo dedicado a esta novela:

"Hesse creó un prototipo al que se pliegan innumerables individuos de nuestro tiempo: solitarios acérrimos, confinados en alguna forma de neurastenia que dificulta o anula su posibilidad de comunicarse con los demás, su vida es un exilio en el que rumian su amargura y su cólera contra un mundo que no aceptan y del que se sienten también rechazados."

En conclusión, Harry Haller está cargado de razones cuando arremete contra la ceguera y vulgaridad de la mayoría de los hombres, pero no es capaz de reparar en su propia falta de humorismo: su seriedad le ciega a él también y le provoca intensos sufrimientos que podría evitarse si mirara a la vida con otros ojos y fuera capaz de no tomársela tan en serio, relajarse y disfrutar de vez en cuando de forma frívola. Todos los sabios de la historia han practicado este inofensivo pasatiempo. Y han comprendido que la existencia tiene una parte nada desdeñable de absurdo y comedia.

miércoles, 19 de enero de 2011

LOS RESTOS DEL DÍA (1989), DE KAZUO ISHIGURO. LAS CONFESIONES DEL SIRVIENTE.

Al paso que voy, Ishiguro se va a acabar convirtiendo en uno de mis autores favoritos. "Nunca me abandones" me encantó, pero "Los restos del día" me ha parecido absolutamente magistral, una digna inspiradora de la mejor película de James Ivory que, por cierto, podremos ver el viernes en la biblioteca. Aquí el enlace:

Kazuo Ishiguro, a pesar de sus orígenes japoneses, es uno de los escritores británicos más interesantes del panorama actual. Su popularidad se acentuó con la adaptación cinematográfica de este libro llevada a cabo en 1993 por James Ivory, titulada "Lo que queda del día" en nuestro país. Pronto volverá a estar de actualidad con el estreno de la adaptación de otra de sus grandes obras "Nunca me abandones", dirigida por Mark Romanek.

Aunque se trata de dos libros muy distintos, escritos con estilos literarios divergentes, los personajes de Ishiguro en ambas novelas son seres inocentes y desvalidos cuyo lugar en el mundo está determinado por el servicio imprescindible que prestan a la sociedad en la que viven, que le necesita a la vez que les niega una completa humanidad. En realidad, la misión que prestan ante los demás implica el sacrificio de su propia existencia, a lo que acceden sin resistencia alguna.

"Los restos del día" está narrada en primera persona por Stevens, un veterano mayordomo inglés muy orgulloso de su oficio, tanto que mantiene unas ideas muy firmes acerca de la dignidad de su profesión:

"La dignidad de un mayordomo está directamente relacionada con la capacidad de ser fiel a la profesión que representa. (...) Los grandes mayordomos adquieren esta grandeza en virtud de su talento para vivir su profesión con todas sus consecuencias, y nunca los veremos tambalearse por acontecimientos externos, por sorprendentes, alarmantes o denigrantes que sean. Lucirán su profesionalidad como luce un traje un caballero respetable, es decir, nunca permitirán que las circunstancias o la canalla se lo quiten en público. Y se despojarán de su atuendo sólo cuando ellos así lo decidan y, en cualquier caso, nunca en medio de la gente."

La acción transcurre durante unos pocos días de asueto que le son concedidos por su nuevo amo, un millonario norteamericano. Stevens aprovechará para ir a visitar a la antigua ama de llaves de la mansión (por motivos estrictamente profesionales, como recuerda constantemente al lector) y ofrecerle volver a su antiguo puesto. Pero lo verdaderamente importante del viaje son los recuerdos que el protagonista va desgranando, en los que sin dificultad podemos leer entre líneas mucho más de lo que el mayordomo se esfuerza en transmitirnos.

Stevens ha servido con gran fidelidad durante muchos años a Lord Darrington, un aristócrata que sirvió en la Primera Guerra Mundial, contrario a las penosas obligaciones que el Tratado de Versalles impone a Alemania. Con la llegada del nazismo, Darrington arrastra sus ideas a los nuevos tiempos autoritarios que corren con Europa y establece peligrosas amistades con miembros de la derecha más reaccionaria de la política inglesa, que abogan por un acercamiento a Hitler.

De este modo, organiza reuniones en la mansión en las que personajes tan siniestros como el Ministro de Exteriores alemán, Von Ribbentrop, donde se sientan las bases de la política de apaciguamiento que permitiría a Alemania, antes de que estallara la guerra, invadir territorios como Austria o Checoslovaquia ante la pasividad de los Aliados. La mansión de Darrington se va a convertir en el lugar donde se decide el futuro de Europa y Stevens en un testigo privilegiado (y pasivo), que aporta sus servicios para que tan delicados encuentros alcancen el éxito, sin cuestionarse jamás la moralidad de lo que allí se discute:

"Las decisiones importantes que afectan al mundo no se toman, en realidad, en las cámaras parlamentarias o en los congresos internacionales que duran varios días y están abiertos al público y a la prensa. Antes bien, es en los ambientes íntimos y tranquilos de las mansiones de este país donde se discuten los problemas y se toman decisiones cruciales. La pompa y la ceremonia que presencia el público no es más que el remate final o una simple ratificación de lo que entre las paredes de esas mansiones se ha discutido durante meses o semanas."

Para Stevens, ser protagonista, a su discreta manera, de dichas reuniones, supone la culminación de su carrera profesional. En realidad, Stevens ha alcanzado la excelencia como mayordomo no permitiéndose mostrar sentimientos humanos en ningún momento, llevando hasta el extremo la famosa flema británica. Ni siquiera es capaz de abandonar su deber cuando su padre está agonizando a pocos metros de él.

La relación con Miss Kenton, el ama de llaves, va a ser muy peculiar. Es indudable que el protagonista se siente atraído por ella y se engaña a sí mismo (e intenta hacerlo con el lector) cuando asegura que solo pretendía con ella una relación profesional. La actitud de Stevens va a arruinar toda posibilidad de acercamiento entre dos seres solitarios que se necesitan mutuamente. El estado de enamoramiento restaría energías a sus obligaciones cotidianas, por lo que lo evita a toda costa, aunque finalmente intuye (aunque no reconoce plenamente) que ha ofrecido sus mejores años al servicio de un señor, no como un empleado, sino casi como una posesión personal de éste, como si de un elemento más de la casa se tratara y ha perdido por el camino sus oportunidades de ser feliz:

"Evidentemente, cuando ahora pienso en aquellas situaciones, es cierto que me parecen momentos cruciales o únicos en mi vida.; sin embargo, mi impresión mientras sucedían no era la misma. Más bien, pensaba que disponía de un número ilimitado de años, meses y días para resolver las diferencias que enturbiaban mi relación con Miss Kenton, o que aún surgirían ocasiones que podrían remediar las consecuencias de algún que otro malentendido. Lo que sí es verdad es que, en aquella época, nada parecía indicar que a causa de unos incidentes tan insignificantes todas mis ilusiones acabarían frustrándose."

Kazuo Ishiguro entregó una narración destinada a convertirse en un clásico, por la profunda humanidad que destila, por su narrativa tan pausada y elegante (pero no tan vacía) como la conversación de Stevens y sobre todo, por el autorretrato que ofrece de ese ser insignificante, un mayordomo que lo sacrificó todo para sentirse en la cumbre de su profesión.

lunes, 17 de enero de 2011

CAMINO A LA LIBERTAD (2010), DE PETER WEIR. ARCHIPIÉLAGO GULAG.


Peter Weir es un director que no se prodiga demasiado, pero cuando estrena una película, podemos estar seguros de que será cuanto menos interesante.

"Camino a la libertad" trata el delicado asunto de la represión soviética en el Gulag, un tema que fue tabú hasta hace pocas décadas y lo hace a través de una hermosa película que es un canto a la libertad en sí misma. Aquí el enlace:


Los años treinta y cuarenta fueron terribles para Europa. En la década de los veinte se fraguaron terribles regímenes dictatoriales que comenzaron su andadura ensañándose con parte de su propia población. En la Unión Soviética, Stalin tomó el poder tras la muerte de Lenin, instaurando un auténtico culto a la personalidad, fomentando las condenas a pasar años en el Gulag para sus enemigos, reales o ficticios.

En realidad, Siberia había sido un tradicional lugar de castigo penitenciario desde los tiempos de los zares, el mismo Dostoyevski fue uno de sus más ilustres huéspedes. Pero sería con Stalin cuando los campos de trabajo siberianos tomarían su más dura dimensión. El término "Archipiélago Gulag", acuñado por el escritor Solzhenitsyn acabaría cobrando fortuna para denominar el infierno por el que pasaron millones de personas, muchas de ellas inocentes. Las palabras con las que lo describe Dostoyevski en "Memoria de la casa de los muertos" podrían ser suscritas por todos los presos que allí habitaron:

"Éste es un mundo aparte, sin parecido a ningún otro, con leyes especiales, usos, hábitos y costumbres propios: una casa de los muertos vivientes, una vida como no la hay en otro lugar, y gente sin igual. Es un mundo aparte el que me dispongo a describir."

Un mundo aparte, en el que sus víctimas ni siquiera fueron reconocidas hasta muchas décadas después, a diferencia de las del Holocausto nazi. La ceguera de la intelectualidad europea de la época fue legendaria. De esta indiferencia habla Jorge Semprún en el prólogo de uno de los más impresionantes testimonios del Gulag, escrito por el polaco Gustaw Herling, titulado precisamente "Un mundo aparte":

"A principios de los años cuarenta (...) la ceguera con respecto a la Unión Soviética, la tenaz labor de negar la verdad del totalitarismo , estaba todavía ampliamente difundida - mejor dicho, era hegemónica - entre los intelectuales de las izquierdas europeas."

Y Bertrand Russell, el socialista Bertrand Russell, escribe en 1951, prologando este libro en su versión inglesa:

"El libro relata en esencia lo que el autor vio y sufrió en este campo, e incluye en un apéndice cartas de comunistas eminentes que niegan la existencia de campos de tal género. Los redactores de esas cartas y los "compañeros de viaje" que se prestan a creerles comparten la responsabilidad por los horrores casi increibles a los que están sujetos millones de seres humanos abandonados, hombres y mujeres, condenados en el duro clima ártico a una muerte lenta por el trabajo y el hambre."

La película de Peter Weir comienza informando al espectador de un detalle que a veces pasa inadvertido al mero aficionado a la historia: la Segunda Guerra Mundial en Europa comenzó con un pacto imposible entre los más grandes enemigos ideológicos: Alemania y la Unión Soviética. El pacto fue ratificado con sangre cuando ambas potencias invadieron y se repartieron Polonia. Dos años después, Alemania atacaba por sorpresa a su antiguo aliado, desencadenando la terribles batallas del frente del Este.

"Camino a la libertad" es una película dura y sin concesiones. A partir de la escena en el que el protagonista es torturado e invitado a firmar una confesión en la que se declara "enemigo de la Unión Soviética", informándose de que le ha delatado su propia mujer (ostensiblemente torturada también), la cámara penetra en el infierno del Gulag y el espectador puede familiarizarse con la variopinta fauna que lo habita. Hay allí presos de todas las nacionalidades por la que se ha expandido la Unión Soviética, diferenciándose éstos en dos grandes categorías: los políticos y los criminales comunes, siendo estos últimos unos privilegiados, ya que no son considerados estrictamente enemigos del Estado.

Aún dentro del infierno, existen círculos que pueden ahondar más el horror. Así lo experimentan los protagonistas cuando son enviados a las minas, donde la esperanza de vida no supera los seis meses. Esta circunstancia les reafirma en su voluntad de huir. La película no ahonda en la preparación del plan de huida, tan solo sabemos que aprovechan un defecto de construcción en la alambrada. En todo caso, sus captores consideraban la estepa siberiana una inmensa y gélida prisión. Si no los mataba la naturaleza, lo harían los lugareños, que eran recompensados por cada fugitivo muerto a sus manos.

El mismo director explica la madera de la que están hechos sus protagonistas, en la rueda de prensa concedida durante la presentación de la película en España:

"Esos que poseen la cualidad para no dejarse vencer, ni por lo peor de sí mismos, ni por el miedo, ni por el cansancio, ni por la derrota. Y es raro, pero existe gente con esa cualidad que logra inspirar a los que tienen alrededor hasta hacerlos más fuertes y mejores. Es lo que contaba Primo Levi, que la naturaleza humana, cuando es buena y generosa, puede con todo lo demás, y es lo que también contaba el libro de Rawicz."

Lo más sorprendente de la historia es que está basada en hechos reales. El libro de Slavomir Rawicz titulado en España "La increible caminata" relata la gesta del escritor y otros seis fugitivos, que hubieron de caminar miles de kilómetros, atravesando Siberia, Mongolia y el Tíbet hasta llegar a la India, dominada en aquellos tiempos por los británicos.

La película de Weir muestra esta gesta sin caer en sentimentalismos, poniendo énfasis en el enfrentamiento del hombre contra la naturaleza, en el hambre, en el cansancio, en la desesperación y, en suma, en la superación humana que hizo posible que esta aventura tuviera final feliz para algunos de sus participantes. Los caminantes no son perseguidos en ningún momento, una vez que se distancian de los guardas del gulag, pero el clima de opresión que les rodea está presente en todo momento y se hace patente cuando llegan a la frontera con Mongolia y descubren que el país ha caído también bajo la influencia soviética. Es como si el mundo entero fuera una inmensa prisión.

A destacar también el buen uso que se hace de la naturaleza durante todo el metraje, que se integra en la historia como un personaje más (no en vano National Geographic se implicó en el proyecto) y la gran labor de los actores, destacando un inmenso Ed Harris, representante de los estadounidenses que se dejaron engañar, en plena Gran Depresión, por las promesas del paraíso socialista y Colin Farrell, que interpreta a una especie de Dersu Uzala absolutamente corrompido por su contacto con la sociedad soviética, pero que sigue venerando extrañamente a sus propios verdugos.

domingo, 16 de enero de 2011

PAPÁ EN EL FÍN DEL MUNDO, DE FRANCISCO MARTÍN. CONDUCTISMO Y BONDAD.

Comentar un libro, hacerle una crítica, aunque sea en un blog de aficionado como este es siempre una tarea difícil. Uno intenta siempre ser lo más objetivo posible y transmitir las propias impresiones sin tratar de sentar cátedra acerca de nada. A veces uno se deja llevar por el entusiasmo y otras por la frialdad. Siempre digo que, ante el mismo libro, cada lector lee una novela distinta. Y este mismo lector leerá otra diferente si vuelve a ella años después.

Digo esto porque voy a hablar de un libro de un buen amigo mío, que ni siquiera aún está publicado y sobre el que hemos mantenido amplias conversaciones.Caundo se trata de la obra de un amigo, es infinitamente más difícil ser objetivo. En realidad ni siquiera se trata de un solo libro, sino de tres, pues los mismos hechos se narran desde tres puntos de vista diferentes: el de la hija (que es el que yo he leído hasta ahora), el del padre y el omnisciente del propio creador.

Fina es una joven desorientada, víctima del divorcio prematuro de sus padres que acaba refugiándose en una especie de secta que predica el amor puro para toda la humanidad: los behays. Esta creación literaria se inspira en una experiencia de la juventud del autor, cuando visitó en el sur de Francia una comunidad cuya vida se basa en las doctrinas de Gandhi. Los behays son apóstoles de la no violencia y afirman que nuestro planeta vive en una catástrofe permanente a causa del hambre y la necesidad que atenazan a gran parte de la población. Se trata de una especie de religión sin dioses, basada en una concepción pura de la bondad:

"Los behays podíamos fácilmente conseguir superar la bondad de un San Francisco o de una Madre Teresa: por la ventaja de ser ateos y libertarios, ya que no es fácil aprender a reducir a la nada la agresividad, entronizar la empatía y cultivar la inteligencia, todo a la vez, cuando el culto a unos dioses inexistentes (y arbitrarios) nos exige un esfuerzo abusivo, siendo la energía desperdiciada en este culto o adoración el sobrante que nosotros podíamos aprovechar a fín de tener éxito en el perfeccionamiento de nuestra conducta."

""Nosotros no creemos en Dios". Hay que aprender a decirlo, hay que ensayarlo en pequeños grupos y luego a solas, mirándose al espejo, y al hacerlo sentir dentro de tí la benevolencia y empatía que han de permitirte desplazar esa necesidad mística sin malograr la misma condición religiosa. En realidad, purificándola. Que somos tan humildes y honestos que no podemos arrogarnos de la fuerza de un ser sobrenatural de improbable existencia, al cual no necesitamos para ser bondadosos.

Ahora bien, la hostilidad que recibimos se origina en parte porque los delincuentes tampoco suelen creer en Dios: lo proclaman como ejemplo de su bravura y dureza moral. Los demagogos políticos tampoco suelen creer en Dios: Hitler y Stalin sólo respondían ante la historia y rechazaban la mansedumbre moral propia de la humildad ante Dios. Pero nosotros no somos así. Nuestra bondad ha de ser mejor que la bondad de Dios por ser más próxima, más sincera y más real. Y la necesidad de Dios es la misma necesidad religiosa que a nosotros también nos acucia, sólo que una religion sin Dios es más dulce, necesariamente más humana. Dios es un obstáculo para alcanzar la religión más pura."

Al comenzar la novela encontramos a la protagonista en África, trabajando en la administración de la comunidad behay que se ha establecido en Trican, el territorio de los primitivos kawna, cuya conducta está muy alejada de la que Rosseau estimaba que debía ser la del buen salvaje. Todavía está reciente la matanza provocada por estos, en la que nuestra protagonista salvó la vida por milagro. En la actualidad los behays trabajan con ciertas garantías, construyendo infraestructuras que permitan un futuro mejor para Trican, pero en una atmósfera de permanente amenaza de que la violencia pueda volver a surgir.


La existencia de Fina solo está compuesta de entrega a su trabajo, incluyendo su vida sexual. Aunque prefiere a las mujeres, proporciona sexo a algunos hombres, porque sabe que eso les hace felices. Es parte de su programación en la bondad, una bondad, acaso ingenua, que intenta que impregne todos sus actos. Su duro trabajo no le proporciona réditos materiales, solo satisfaciones íntimas. Como le dijo una vez su amigo y mentor Antonio:

"Nosotros hemos redimido a los tontos. Nosotros hemos cumplido el sueño de la humanidad de que los tontos y los pobres puedan conocer la bondad. Eso es inocencia, eso es el cristianismo: que todos conozcan la bondad, que la perfección humana se diseñe de tal manera que quede incluso al alcance de los tontos, de los niños, de las pobres amas de casa del Tercer Mundo."

La serenidad de Fina se ve alterada por la próxima visita de su padre, un hombre "hecho a sí mismo", cuya secreta intención es sacar a su hija de lo considera una secta peligrosa. Fina espera a su padre con una mezcla de temor y ansiedad. Quizá sea la última oportunidad de establecer una relación más profunda con su progenitor, del que hasta ahora ha vivido demasiado distanciada.

El planteamiento del libro es ciertamente original, pues parte de una reflexión profunda acerca de la naturaleza humana. El concepto de bondad que aquí se maneja es estimulado entre los miembros de los behays a través del método conductista: se les programa para ser buenos, por lo que gozan de una felicidad obligatoria en su duro trabajo diario, que apenas les deja tiempo para disfrutar de privacidad en sus vidas. Como tantas otras doctrinas que pretenden instaurar el paraíso en la Tierra, el descanso y el placer se dejan para más adelante. Para cuando se haya resuelto la catástrofe.

Me consta que Francisco dedica muchas horas al día a la lectura y a la escritura (siempre está haciéndome recomendaciones en ese sentido. A veces también yo logro hablarle de algún autor que no conoce) y todo eso está plasmado en el libro, sacrificando la acción en favor de la erudicción y la reflexión. Su método de escritura es limpio, elegante y eficaz. Se nota que el manuscrito ha sido sometido a repetidas correcciones, pues apenas he encontrado algún error, a pesar de haber estado atento en ese sentido por encargo del autor. ¿Veremos publicado algún día a Francisco Martín? Sin duda merece una oportunidad. Difícilmente sus relatos llegarán al gran público, pero los buscadores de literatura de ideas sabrán apreciarlo. Desde aquí solo cabe (y estoy siendo objetivo) felicitar a Francisco por su trabajo y emplazarle a que siga adelante con sus próximos proyectos.

viernes, 14 de enero de 2011

REVOLUCIÓN EN LA LECTURA: MI PRIMER E-BOOK.


Ignoro si algún lector habrá echado en falta la regularidad de mis artículos, pero ciertamente llevaba sin escribir demasiados días. Existe una razón: los Reyes se han portado muy bien conmigo (debí ser más bueno el año pasado de lo que pensaba) y me han dejado el regalo soñado: un e-book sony, por lo que he estado todos estos días familiarizándome con él (y descargando cientos de libros, por qué no decirlo).

Se trata de una solución increible para las personas que, como yo, amantes empedernidos de la lectura, no tenemos ya espacio para guardar los libros. Hasta ahora he almacenado unos novecientos en el dispositivo, y todavía no da señales de que haya agotado su capacidad. Según la publicidad, caben unos mil doscientos. A partir de ahí, se pueden comprar tarjetas de memoria, por lo en realidad las posibilidades de almacenaje son infinitas.

Ya he realizado la prueba de fuego. Terminé de leer el libro con el que estaba en ese momento (Travesuras de la niña mala, de Vargas Llosa) en el dispositivo. Y la experiencia ha sido memorable. Es lo mismo que leer en papel, porque no emite luz alguna. Incluso resulta más cómodo que el formato tradicional en algunas características: el e-book apenas pesa y el tamaño de letra puede ajustarse a gusto del consumidor. Además, lleva incorporada la posibilidad de leer mp3, por lo que se puede mejorar el placer de la lectura con la escucha de nuestra música favorita.

Aunque ciertamente esta es una tecnología que comienza a desarrollarse, el e-book de Sony ofrece otras características que han hecho las delicias de un aficionado a la lectura como yo: la posibilidad de subrayar los textos y de tomar notas. Además, puede uno organizar los libros como le plazca. El funcionamiento respecto a la conexión con el ordenador se asimila al de un pen-drive: aparece la carpeta del e-book y uno puede añadir los archivos que desee desde el equipo.

Desde luego, todo esto no quiere decir que vaya a abandonar la lectura tradicional, pero ahora no me da miedo compatibilizarla con la electrónica. Me sumo al bando de los que opinan que esta nueva forma de lectura es revolucionara y ha llegado para quedarse. Toda la tecnología que fomente la cultura es positiva. No creo que llegue a acabar con el libro de papel, pero poco se irá convirtiendo en un objeto de coleccionista. Piensen en el destino que ha tenido el vinilo.

Estas son mis primeras impresiones, con la emoción del primer momento todavía a flor de piel. Si los que dudan en comprar este aparatito quieren mi opinión, yo les diría: adelante. El precio es irrisorio comparado con sus prestaciones. Ya les iré informando de nuevas experiencias.

jueves, 6 de enero de 2011

HISTORIAS DE LA EDAD DE ORO (2009) DE CRISTIAN MUNGIU Y OTROS. SOBREVIVIENDO A LA RUMANÍA DE CEAUCESCU.


Con un año de retraso se estrena en España esta película rumana, concebida por el mismo responsable de la maravillosa "Cuatro meses, tres semanas y dos días". Demuestra que el mejor antídoto contra el totalirismo es la risa. Personalmente me encantó, y lo mismo opinó la mayoría de la gente con la que fui a verla. Todavía están a tiempo, al menos en Málaga. Aquí el enlace:

El director rumano Cristian Mungiu saltó a la fama internacionalmente gracias a su película "Cuatro meses, tres semanas y dos días", en la que, a través de la historia de una adolescente que pretende abortar en la Rumanía de Ceaucescu, se ofrecía un excelente retrato de la opresión de aquel régimen comunista.

La Rumanía de Ceaucescu fue uno de los regímenes más duros de la órbita comunista. Instauró un culto a la personalidad inspirado en el de Stalin en la Unión Soviética de los años treinta y cuarenta. Se hizo llamar a sí mismo "Conducator" y mantuvo un estricto control sobre la población a través de la espesa red conformada por su policía secreta (Securitate). Su política urbanística condenó el casco antiguo de Bucarest y otras ciudades para construir enormes edificios (como el Palacio del Pueblo, en la capital) a mayor gloria del régimen. Su ejecución, fusilado después de un juicio sumarísimo, fue retransmitida prácticamente en directo al mundo entero y se convirtió en uno de los símbolos de la caída del comunismo en el este de Europa.

"Historias de la edad de oro" es una película de episodios, el último de ellos dirigido por el propio Mungiu, que también se dedica a escarbar en la vida de la gente corriente durante aquel oscuro periodo de la historia rumana, pero lo hace desde una perspectiva más amable, mucho más irónica, provocando con regularidad la carcajada del espectador. Como dice el propio director, en una entrevista publicada por "El Periódico", el 19 de diciembre de 2010:

"Los rumanos tenemos mucho sentido del humor, creo que eso fue lo que nos mantuvo vivos y nos permitió soportar tanta presión. La gente contaba chistes mientras hacía cola para conseguir comida. Era una forma de hacer que la situación pareciera más ridícula que trágica y así, en definitiva, poder soportarla.

Las críticas al régimen se hacían en casa y con la radio encendida a todo volumen para que quedaran entre esas cuatro paredes. Uno no podía plantarse en medio de una plaza y gritar que Ceaucescu estaba loco. Había mucho miedo a los micrófonos ocultos. Todos pensábamos que nuestras casas estaban pinchadas. Y no sin motivo: todos teniamos vecinos que eran informadores de la policía secreta."

Los relatos se centran en la vida cotidiana de ciudadanos comunes, que sobreviven como pueden al día a día de un país empobrecido, dando la razón a Winston Churchill cuando aseguraba que el socialismo consistía en el reparto equitativo de la miseria. Lo cierto es que el Partido es omnipresente e impregna todos los aspectos de la existencia, por lo que la principal preocupación es no ofenderlo en ningún momento y tratar de mejorar en lo material a sus espaldas. Así sucede en el divertido episodio del cerdo, donde una familia consigue un cerdo, pero han de sacrificarlo de manera clandestina, sin hacer ruidos que pongan en alerta al resto del vecindario.

Llaman la atención los paralelismos entre el primer episodio, en el que un pueblo se prepara para recibir al máximo mandatario y la película de Berlanga "Bienvenido Mister Marshall". En ambos casos las gentes más humildes han de rendir pleitesia al poder (que acabará pasando de largo), iniciando los preparativos con la suficiente antelación como para tener cubierta cualquier eventualidad y evitar cualquier represalia. En el episodio rumano, el tiovivo del final es la metáfora de un país que da vueltas sobre sí mismo para no llegar a ninguna parte.

Otro episodio destacable es el de los fotógrafos, cuyo trabajo depende de la aprobación del Comité Central del Partido, por lo que viven en perpetua zozobra, intentando plasmar al líder en posturas que reflejen su talla de estadista. Las conformidades siempre llegan con el tiempo justo de colocar la foto en la edición del día siguiente, por lo que no están excluidos los errores vergonzantes (como sucede también en uno de los episodios de los cuentos recogidos en "La maleta", de Sergei Dovlatov).

A pesar de su larga duración, la película colectiva auspiciada por Cristian Mungiu no se hace larga en ningún momento, por la variedad de situaciones y personajes que presenta y, sobre todo, por la posibilidad que ofrece al espectador de asomarse al periodo más duro de la dictadura de Ceaucescu desde una perspectiva humorística, que resalta lo ridículo de un régimen que hacía pasar hambre y toda clase de necesidades a sus ciudadanos mientras se ufanaba de tener el sistema social más avanzado del mundo. Un ridículo que oculta millones de tragedias cotidianas.

lunes, 3 de enero de 2011

CLUBES DE LECTURA EN MÁLAGA EN ENERO. HOMENAJE A VARGAS LLOSA.


Comienza un nuevo año en los clubes de lectura malagueño. Un año repleto de buenas lecturas, sin duda. En la Biblioteca Provincial rendimos homenaje al Premio Nobel Mario Vargas Llosa, leyendo nada menos que dos obras suyas: "La fiesta del Chivo", de la que ya han podido leer mi comentario en la entrada anterior y "Travesuras de la niña mala", que se leerá para una sesión conjunta con el club de lectura de Archidona, que nos devuelven la visita que le hicimos hace tres meses.

En la Biblioteca Cristobal Cuevas, todo un clásico del siglo XX: "El lobo estepario", de Herman Hesse. (Recuerdo que la leí hace años en una edición prologada por el omnipresente Vargas Llosa).

En Cincoechegaray, nos atrevemos con una novela italiana que parece algo difícil, pero de mucho prestigio: "La conciencia de Zeno", de Italo Svevo.

En Casa del Libro se leerá el cómic del club que se aplazó el mes anterior: "La chica inclinada", de Schuiten y Peeters, aunque todavía no hay fecha concreta.

En la Fnac se decantan por un clásico todavía en activo: Paul Auster y su "Sunset Park", su última obra hasta el momento.

Y no puedo cerrar el artículo sin recordarles que este mes continua el cine-forum que coordino en la biblioteca Cristóbal Cuevas. Será con la magnífica película "Lo que queda del día", de James Ivory, con Anthony Hopkins y Emma Thompson, basada en un libro del gran Kazuo Ishiguro.

Como de costumbre, lugares y fechas en la columna de la izquierda. Si me van llegando nuevos datos, se irán añadiendo y actualizando.

¡Feliz año de nuevo de buenas lecturas!

sábado, 1 de enero de 2011

LA FIESTA DEL CHIVO (2000), DE MARIO VARGAS LLOSA. YO, EL SUPREMO.


Aquí dejo la primera crítica del año, de un libro que terminé de leer ayer mismo. Ya lo hice hace diez años, cuando salió, y me dejó una honda impresión que he corroborado en esta segunda lectura. Esta novela es la mejor vacuna contra la tentación de las dictaduras. Se podría decir que el premio Nobel no ha prestigiado a Vargas Llosa, sino que Vargas Llosa ha prestigiado al Nobel. Aquí el enlace:

Rafael Leónidas Trujillo fue el dictador absoluto de la República Dominicana durante treinta años, gobernando el país como si de su finca privada se tratase, siendo el espejo perfecto en el que podían mirarse otros muchos gobernantes antidemocráticos que asolaron latinoamérica durante el siglo XX. El apoyo decidido de Estados Unidos, que lo sostenía como un baluarte anticomunista y sus buenas relaciones con la Iglesia Católica lograron que el régimen solo comenzara a tambalearse poco antes del asesinato de Trujillo, periodo que recoge la novela de Vargas Llosa.

La técnica que utiliza el escritor peruano, premio Nobel en 2010, para retratar la dictadura de Trujillo es la de situarse en el punto de vista de varios personajes en momentos temporales distintos. La visita, décadas después de la muerte del dictador, de la hija de uno de sus antiguos ministros a Santo Domingo va a ser la excusa para recordar las circunstancias de los últimos tiempos del régimen. El mismo autor habla sobre las intenciones de su novela en una entrevista realizada por Nicolas Hellers y Fabian Vázquez y publicada en Literaturas.com:

"La historia fue construida desde el principio con el objetivo de volcarla a la ficción. Por supuesto, hay un poco de invención y otro tanto de memoria histórica, algunos personajes creados y otros reales; pero me propuse no atribuir a ningún personaje nada que no hubiera podido ocurrir dentro de las coordenadas sociales, políticas, morales e históricas que vivió la República Dominicana entre los años 1930 y 1961. En mi novela he procurado mostrar que la realidad desmesurada de la que hablo no se debe tanto a la naturaleza personal de Trujillo sino a la acumulación de poder, puesto que la crueldad es una manifestación de ese poder absoluto.
Lo cierto es que la realidad con la que me encontré era tan desmesurada y tremenda, que me ví obligado a rebajarla para darle más credibilidad. Sin duda es uno de esos casos donde la realidad supera a la ficción."

Trujillo es retratado como un ser adicto al culto a la personalidad, como Stalin lo fue en su día. Controlando las empresas estatales del país, y favoreciendo a su familia y allegados a través de nombramientos políticos y dispendios económicos, haciendo que su madre fuera llamada "Excelsa matrona" o su esposa "Prestante dama". En cambio, los sobrenombres que impuso a algunos de sus colaboradores resultaban mucho más humillantes: el "Constitucionalista beodo" o la "Inmundicia viviente".

Sus dos hijos, Ramfis y Rhadamés pronto se convirtieron en dos desechos humanos, adictos al alcohol y a las fiestas y a las mujeres, motivo de decepción para su padre y creadores de quebrantos para las finanzas del país. Por otra parte, el padre también era un depravado sexual que usaba su poder para mantener relaciones con chicas muy jóvenes, seleccionadas por sus colaboradores.

Trujillo era un ser temible en las distancias cortas. Vargas Llosa describe magistralmente en varias ocasiones como el llamado benefactor era capaz de dominar psicológicamente a cualquier interlocutor, que quedaba rendido por el poder de su mirada. Los más cercanos colaboradores de Trujillo no podían trabajar en completa tranquilidad, pues el tirano podía hacerles caer en desgracia en cualquier momento sin razón alguna, por lo que vivían en perpetua inseguridad.

Al dirigente dominicano le divertían sobremanera las mezquinas disputas entre sus subordinados para sentirse más cercanos al Jefe. Ser llamados para una breve charla durante los habituales paseos al atardecer que acostumbraba a realizar Trujillo era lo más parecido al éxtasis que podían experimentar. Era como si un solo hombre pudiera tener sometido a través de una especie de hipnosis colectiva a un país entero con la sola fuerza de su voluntad:

"(...) millones de personas, machacadas por la propaganda, por la falta de información, embrutecidas por el adoctrinamiento, el aislamiento, despojadas del libre albedrío, de voluntad y hasta de curiosidad por el miedo y la práctica del servilismo y la obsecuencia, llegaran a divinizar a Trujillo. No sólo a temerlo, sino a quererlo, como llegan a querer los hijos a los padres autoritarios, a convencerse de que azotes y castigos son por su bien."

La espina dorsal de la novela está conformada por la explicación pormenorizada de las motivaciones de los conspiradores que van a atentar contra la vida de Trujillo. Mientras afrontan una larga espera emboscados en un automóvil, cada uno recuerda episodios del pasado, en los que el lector se asoma a las intimidades del régimen trujillista, al funcionamiento de una dictadura perfecta, en la que el caudillo, a pesar de su edad y de la infección de próstata por la que padece frecuentes pérdidas de orina, mantiene una gran seguridad en sí mismo y en la viabilidad de un régimen del que él es único soporte.

Entre todos los personajes de "La fiesta del Chivo" hay uno realmente sorprendente, cuya historia es tan inverosímil que solo puede ser cierta. Se trata de Joaquín Balaguer, un personaje de apariencia insignificante, pero tan inteligente y sibilino que logró ser el verdadero triunfador tras la crisis abierta con la muerte de Trujillo, dejando a Ramfis Trujillo el poder militar (que torturó salvajemente a los conspiradores capturados, lo cual se retrata en uno de los capítulos más terribles de la novela), mientras él consolidaba su poder político.

Balaguer había colaborado con el dictador durante los treinta años de su mandato y, de hecho había calificado al dictador como un enviado de Dios en uno de sus más célebres discursos. En el momento del atentado era el presidente de la República. Presidente títere, por lo demás, pero él supo maniobrar para hacer valer su cargo y presentarse finalmente como el paladín de la transición a la democracia. Continuó en política prácticamente hasta su muerte, acaecida en 2002, alternando periodos en los que gozaba del poder con otros en la oposición o en el exilio. Un personaje sorprendente, un camaleón político capaz de adaptarse a cualquier circunstancia y enfrentar a cualquier opositor.

Mario Vargas Llosa firmó con ésta una de sus mejores obras, un estudio sobre el ejercicio del poder en sus vertientes política, sociológica y ética. Con esta novela el peruano continua la ilustre tradición de narraciones sobre dictaduras latinoamericanas que cuenta con precedentes como "El señor Presidente", de Miguel Ángel Asturias, "Yo, el supremo", de Augusto Roa Bastos o "El otoño del patriarca", de Gabriel García Márquez. Estirpe de dictadores enfermos de poder, incapaces de verdadera amistad, en los que la relación con sus colaboradores se basa en el miedo. Material, en suma, de grandes obras literarias.