La realización de esta empresa le fue encomendada por Hitler a Reinhard Heydrich. La idea era muy sencilla: fabricar libras esterlinas falsas de una calidad tal que ni siquiera los mejores expertos pudieran distinguirlas de las originales, utilizarlas en el mercado internacional, dándole liquidez al Reich y, como colofón final, el bombardeo aéreo de libras esterlinas sobre Londres, que provocaría una inflación que hundiría la economía inglesa.

Heydrich a su vez encargó al capitán de las SS Bernhard Kruger, que tenía pasado como falsificador, el desarrollo de la operación. A Kruger no le costó convencer a Himmler de que había que usar a judíos, ya que cuando acabara su cometido podrían asesinarlos se mantendría el secreto de las libras falsas. Fueron reclutados los mejores falsificadores y grabadores entre los internos en campos de concentración y exterminio, hasta ciento cuarenta prisioneros. La operación era tan confidencial que se llegó a fusilar a dos SS a los que se les sorprendió conversando acerca de ésta.

Las palabras de Kruger cuando concentró a sus prisioneros en el campo de concentración de Sachsenhausen, cerca de Berlín, fueron claras. Debían trabajar bien y a cambio recibirían un trato correcto:

"Estáis todos condenados a muerte, pero si hacéis un buen trabajo os prometo que no os pasará nada. Entre tanto tendréis privilegios especiales: mejor comida, cigarrillos, periódicos y permiso para escuchar la radio."

La estrella de los falsificadores era Salomon Smolianoff (Sorowitsch en la película), interpretado por Karl Markovics y de sus manos salieron los primeros billetes de libras falsas. Ni siquiera los banqueros suizos, puestos a prueba, ni el mismísimo Banco de Inglaterra fueron capaces de detectar la falsificación.

"Los falsificadores" muestra el descenso a los infiernos a que eran sometidos los prisioneros que ingresaban en uno de los lager organizados por los nazis. Pronto advierten que no son tratados como seres humanos, que no hay salida y que morirán en breve. La oportunidad que se les ofrece a unos pocos de ellos de vivir con privilegios frente a la podredumbre en la que habitan es vista como una pequeña luz en la oscuridad.

Pero, evidentemente, aquí se plantea un dilema moral, personalizado en el prisionero Adolf Burger, en cuya obra, "El taller del demonio", está basada la película. Burger, muy concienciado políticamente, era partidario del sabotaje del proyecto. La idea de colaborar con los nazis y, aún más, de que gracias a su trabajo pudieran imponerse en la guerra le era intolerable. La mayoría de los compañeros prefería no pensar en el futuro, sino vivir y disfrutar el día a día, sin planteamientos éticos.

Evidentemente, el lanzamiento de libras esterlinas sobre Londres no pudo llegarse a efectuar, ya que para cuando estuvieron listas, la Luftwaffe era solo una sombra de lo que había sido y no era capaz de realizar un bombardeo de esa envergadura. Es más, el desastre en todos los frentes, sobre todo a partir de 1944, aconsejaba a los nazis manchados por crímenes contra la humanidad tener trazado un camino de huida. Al tener noticias del suicidio de Hitler y de la rendición de Berlín, Kruger fue detenido por los ingleses, pero liberado sin cargos a los dos años.

La película de Stefan Ruzowitzky, que fue la ganadora del Oscar a la mejor película extranjera en el año 2008, sin llegar a las cotas de excelencia de "La lista de Schindler", de Steven Spielberg, que sigue siendo la referencia en películas acerca del Holocausto, sí que acierta al recrear un episodio no muy conocido de la guerra, que pudo cambiar el curso de la historia. Y acierta también al retratar a sus protagonistas, unos seres que ven interrumpidas sus vidas y se enfrentan a la posibilidad de sobrevivir, pero echando un cable al enemigo que está exterminando al pueblo judío y a sus enemigos ideológicos.