martes, 21 de junio de 2011

PEQUEÑAS MENTIRAS SIN IMPORTANCIA (2010), DE GUILLAUME CANET. LOS AMIGOS DE MAX.


El argumento de esta película les sonará: grupo de amigos de toda la vida que se reunen y dejan salir a la luz poco a poco los conflictos encubiertos entre ellos, poniendo de manifiesto la hipocresía de su convivencia idílica. No voy a citar las cintas pertenecientes a este subgénero, casi todo el mundo a visto alguna.

En esta ocasión se ha reunido un buen grupo de actores que van asumiendo su momento de protagonismo según avanza la trama, aunque a mí el que más me ha interesado es Max (François Cluzet), un triunfador, dueño de un negocio hotelero de éxito que cada verano invita a sus amigos a su casa de ensueño en la costa. A Max le gusta presumir de riqueza, aunque sea de forma inconsciente. Nada más llegar a la casa riñe con la empresa que se la mantiene durante todo el año porque el césped no está perfecto. Durante el resto de las vacaciones se picará por los motivos más nimios, provocando la desesperación de su mujer y el desconcierto de sus amigos. Es el típico ejemplo de perfeccionista, de quien tiene tantas posesiones que se pasa la vida, no disfrutándolas, sino irritándose por cualquier efecto que se esfuerza en detectar en las mismas. Su único afán es que los demás comprendan su estatus, que le permite mostrarse prepotente con cualquiera sin tener que dar cuentas a nadie de su comportamiento. Caprichos de persona hecha a sí misma.

A todo esto, existe un detalle en las vacaciones que retrata la película que provoca continua incomodidad en el espectador: uno de los amigos se encuentra ausente, porque ha tenido unos días antes un grave accidente de tráfico y está ingresado en el hospital. Sus amigos se preocupan, claro, pero... ¿qué ganan quedándose a su lado cuando las merecidas vacaciones están a la vuelta de la esquina? Entre todos deciden que no deben perderlas, que llamarán para interesarse por el accidentado, que lo visitarán a la vuelta... Les da vergüenza decir abiertamente que lo que ha sucedido les importa, pero no hasta el punto de sacrificar su periodo de descanso para estar junto al amigo en sus peores horas.

Y es que la película de Canet comienza siendo una comedia amable, casi costumbrista, con un buen retrato de personajes y termina deviniendo en drama. El contraste entre las dos partes de la película está bien conseguido y tiene su lógica, pero a costa de abusar un poco del espectador con el excesivo metraje de la cinta. Quizá se desarrollan demasiados personajes. Todos necesitan su momento de gloria, encadenando historias que demuestren que la mentira y la hipocresía están presentes con demasiada frecuencia en las relaciones humanas, un discurso no muy original, pero reforzado al menos por buenas interpretaciones por parte de todos los actores.

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