sábado, 30 de julio de 2011

PARACUELLOS (1976-2003), DE CARLOS GIMÉNEZ. AUXILIO ASOCIAL.


Esta imagen tan estupenda pertenece a una de las mejores series de comics españoles: "Paracuellos", de Carlos Giménez. Son dos de los chicos huérfanos internos en el hogar franquista que observan como sus compañeros más afortunados reciben la visita (y de paso comida) de sus familiares. Toda una generación de españoles pasó por estos centros o, en todo caso, son capaces de recordar la brutalidad de la educación franquista, donde el maltrato estaba a la orden del día. No puedo sino recomendar la lectura de estas páginas, editadas en un solo tomo hace un par de años por Debolsillo, una de las mejores lecturas que he realizado últimamente. Aquí el artículo:

Desde hace algunos años, el mundo del cómic está atravesando en España un proceso de normalización. Las obras del séptimo arte aparecen reseñadas en los suplementos culturales de los periódicos y dejan de estar consideradas como un entretenimiento infantil. Además, en el año 2007 se instituyó de manera oficial un Premio Nacional del Cómic, otorgado a la mejor obra española editada en el año.

Nacido en 1941, Carlos Giménez es uno de los más prestigiosos nombres del panorama historietístico en nuestro país. Si bien en los comienzos de su carrera hubo de dibujar historietas de género prácticamente en serie, tal y como era costumbre en la España franquista, ya en los años setenta pudo dedicarse a proyectos más personales, como la serie Dani Futuro, con guión de Víctor Mora, algunas adaptaciones de obras literarias y las autobiográficas Paracuellos, Barrio o Los profesionales. En los últimos tiempos ha trabajado en una ambiciosa serie acerca de nuestra Guerra Civil denominada Malos tiempos.

La infancia de Carlos Giménez estuvo marcada por su paso por los centros de Auxilio Social, en los años del hambre del franquismo, ya que quedó huérfano de padre a muy temprana edad, creados durante la Guerra Civil con el fin de socorrer a los sectores de población que necesitaban bienes de primera necesidad en las zonas que iba ocupando el ejército franquista. La dura postguerra motivó que la institución se asentara y se crearan una serie de centros de acogida fundamentalmente para niños y adolescentes que habían quedado huérfanos o cuyos padres no podían ocuparse de ellos, muchos de ellos hijos de miembros del bando perdedor.

Estos hogares eran ante todo centros de adoctrinamiento en la nueva moral del Estado nacionalcatólico implantado por Franco. La inocencia de los niños era un terreno absolutamente moldeable a las ideas oficiales, aunque la trabajara bajo la máxima "la letra con sangre entra". Como escribe el novelista Juan Marsé en el prólogo:

"Los chavales de Paracuellos (...) me miran desde una aventura testimonial, verídica, insoslayable. Si es verdad, como dicen, que todo niño inocente está condenado a ser culpable, porque no se puede ser adulto sin asumir alguna forma de culpabilidad, no es menos cierto que esos niños evocados por el lápiz de Carlos Giménez ya están previamente condenados por el resultado de la guerra civil y por los sangrientos Años Triunfales del bando vencedor: la España de los puños y las pistolas y del Paco Rana bajo palio, los había sentenciado."

Los niños de Paracuellos han de sobrevivir en el ambiente hostil de los centros de acogida, cuyos responsables los desprecian como hijos del bando perdedor, pobres de solemnidad acogidos a la magnanimidad de los vencedores. En los centros de Auxilio Social los internos pasan hambre continuamente, que sólo pueden saciar si tienen la suerte de contar con algún familiar que les visite cada dos semanas (como estipula el reglamento) y le lleve algún paquete de comida.

La España de la época es un lugar gris y hambriento, sin esperanza, donde las autoridades pueden ejercer arbitrariamente la violencia contra los ciudadanos a la menor falta. El centro de Auxilio Social es un reflejo de esta sociedad. Los niños reciben palizas por los motivos mas nimios, incluso por faltas colectivas. El adoctrinamiento es continuo, tanto en la ideología de Falange (el instructor Antonio es uno de los personajes más siniestros) como en la religión católica, ya que los internos deben aprenderse al dedillo el tristemente célebre catecismo de Ripalda, rezar interminables rosarios y convivir con la idea de que serán candidatos al infierno si no obedecen las estrictas y arbitrarias normas del centro.

Las relaciones entre los críos también están marcadas por la violencia imperante y los más fuertes imponen su ley a los más débiles, aunque también existe la solidaridad entre ellos, como si de una gran familia se tratara. El propio Carlos Giménez describe así aquella difícil época en la introducción:
"La España de esos años, como vemos y sabemos, era una sociedad muy dura y muy violenta. Se sumaban en ella factores tales como la proximidad de la reciente guerra civil, el talante de los vencedores y el miedo y la pobreza generalizados. En este caldo de cultivo sólo monstruos podían desarrollarse. Y estos colegios, estos "hogares", eran el monstruo lógico que engendraba una sociedad monstruosa."

Es imposible leer Paracuellos sin estremecerse. Seguramente muchos españoles de cierta edad se verán reconocidos en la inocencia de unos niños sometidos a toda clase de vejaciones por parte de unos seres sádicos que parecían estar así vengándose de la ideología de sus padres. Los trazos de Carlos Giménez plasman a la perfección los rostros de estos niños que oscilan entre la inocencia y la desesperación, aunque a veces se nos aparecen como adultos prematuros, que aprenden de la peor de las maneras las crueldades de la existencia. La evasión principal para estos seres va a estar precisamente en los tebeos que llegan de vez en cuando al centro, que les hacen soñar con otros mundos y olvidar por un rato su penosa realidad, que parece dominada por unos ogros salidos de los cuentos de hadas más crueles.

Pudiera parecer que el principal cometido del autor al abordar esta obra es el ajuste de cuentas con el pasado, aunque esto no es del todo cierto. Giménez lo explica en una entrevista publicada por la revista U. El hijo de Urich en marzo de 1998:

"Yo no creo tener rabia. Cuando escribo sobre los colegios no hago hincapié en los elementos que no me interesan, por la sencilla razón que si no terminaría haciendo una cosa de propaganda en lugar de una cosa crítica, que es lo que pretendo. Pero eso no quiere decir que en la introducción de los álbumes no hable de otros aspectos de los colegios y no solo de la gente mala. Siempre cito a unas guardadoras que había en Paracuellos o a un maravilloso jardinero que recuerdo con mucho cariño."

Paracuellos ha quedado como una de las obras fundamentales de la historia del cómic español que además es, tal como dice su autor, "una pequeña parte de la posguerra española". Una lectura fundamental incluso para los que no se acercan habitualmente al mundo del cómic.

LA CAMPAÑA INTERMINABLE.


Como si de una broma de mal gusto se tratara, nuestro presidente ha convocado elecciones para el 20 de Noviembre, aniversario de la muerte de Franco, quizá para recordarnos que hubo épocas peores que la presente. Zapatero ha repetido tantas veces que iba a agotar la legislatura (¿o quizá lo que dijo es que iba a llegar agotado al final de la legislatura), que era lógico, en coherencia con esta desastrosa legislatura, que tuviera que tragarse sus palabras y adelantar las elecciones. Paradójicamente, esta decisión es la que ha suscitado el aplauso más unánime de cuantas ha tomado últimamente.

Ahora el ciudadano se enfrenta a una difícil elección, entre lo malo y lo peor. Por un lado, un Rubalcaba al que se intenta presentar como a un político novedoso, cuando lleva toda la vida ejerciendo tareas de gobierno, proponiendo unas ideas que ya podría haber aplicado en los últimos años, si tan buenas son. A veces me da la impresión (a pesar de que al menos da una imagen de inteligencia que no logro captar en su rival) de que se trata de un hombre cansado al que las circunstancias le han llevado a aceptar un reto casi imposible. Por otro lado, un Rajoy muy confiado en que los graves errores ajenos (que no sus virtudes) le lleven a la Moncloa. Como ciudadano me gustaría saber cuales son las medidas que va a tomar para sacarnos de la crisis económica. Todavía no he escuchado ni leído nada al respecto, más allá de "conseguir la confianza de los mercados" y "estimular la creación de empleo, que es lo que reclaman los españoles." De lo de Camps mejor no hablo, solo diré que en cualquier país civilizado, donde los ciudadanos no estuvieran adormecidos, haría ya tiempo que ese caso habría acabado con toda la cúpula del PP, que en principio trató de ocultar, después negar y finalmente disculpar un grave caso de corrupción política.

En Andalucía lo tenemos peor que en ningún sitio, porque después del verano comenzará una campaña electoral que se antoja interminable. Después de las elecciones generales tendremos, en marzo, las andaluzas, donde se juega la permanencia en el poder de los socialistas después de treinta años. Sería bueno que alguien limpiara debajo de las alfombras, aunque no se si será peor el remedio o la enfermedad, pues un tipo que ha esperado semanas y semanas para presentar a los ciudadanos su abultada declaración de IRPF no me merece la menor confianza.

Un factor sorpresivo en estas elecciones sería que se presentara el movimiento 15-M. Creo que conseguiría una representación bastante digna, aunque deberían preparar un programa coherente y creible a partir de todas las ideas que surgieron en las Asambleas. Y por último, una pregunta que lanzaría a los expertos. ¿Es bueno que un gobierno comience su andadura con unos presupuestos prorrogados del gobierno anterior? Seguro que a los mercados, que son tan picones, no les hace gracia.

PAPRIKA (2006), DE SATOSHI KON. EL DESFILE DE LA LOCURA.


Para un cinéfilo, al igual que para un aficionado a la literatura, es imposible seguir todas las novedades que inundan el mercado año tras año. De vez en cuando un producto es tocado por la vara de la fortuna y así podemos conocer algún ejemplo señero del cine que se hace en países lejanos, como Japón. ¿Cuantas películas de dibujos animados producirán al año? El director Satoshi Kon no era un desconocido por estos lares, pero era patrimonio casi exclusivo de los aficionados al manga. No vamos a poder ver más trabajos de este director de imaginación portentosa, pues falleció hace ahora un año.

Paprika desarrolla ideas que luego tomaría Christopher Nolan para su magnífica "Origen". Un científico ha inventado un aparatito por el que se pueden visitar los sueños de otra persona y así (esa es la intención primera) curar enfermedades, pero también existen enormes posibilidades para vivir en otros mundos y conectarse con otras personas. Como es lógico, dicho invento proporciona un enorme poder a quien lo controla y de eso trata la trama de "Paprika".

Ni que decir tiene que la técnica de dibujos animados usada es primorosa y, advertidos quedan, se trata de una película para adultos. Ofrece algunas de las escenas más perturbadoras del cine de los últimos años, como el desfile onírico de electrodomésticos, juguetes y toda clase de objetos, mientras suena la música fascinante de Susumu Hirasawa. A mí particularmente me inquietó bastante, como si llegara a tocar levemente un temor muy extendido y oculto que compartimos todos los seres humanos: que la lógica de lo real se transforme y todo se vuelva incontrolable locura.

Lo único que falla en este guión casi impecable es el final, demasiado convencional (y apocalíptico, porque estamos hablando de japoneses) pero la visión de esta pequeña joya merece la pena. Aunque muy influenciado por el cine americano, los japoneses siguen poniendo mucho de su cultura en sus historias.

sábado, 23 de julio de 2011

EL PALACIO DE LOS SUEÑOS (1981), DE ISMAÍL KADARÉ. UNA PESADILLA KAFKIANA.


Hacía mucho tiempo que tenía ganas de leer algo de Ismaíl Kadaré. En este verano de lecturas extrañas, dado que fui nombrado jurado del concurso literario "Rafael Cansinos Assens", intento encontrar tiempo para lecturas pequeñas y estimulantes entre los libros obligatorios, de gran calidad algunos de ellos, pero no aptos otros para los rigores estivales. Ismaíl Kadaré me ha deslumbrado. Su obsesión por los totalitarismos es evidente, viniendo de donde viene, de uno de los regímenes comunistas más delirantes, de un país que vivió décadas encerrado en sí mismo. "El palacio de los sueños" bebe de la tradición centroeuropea, de Kafka y de las leyendas balcánicas que Kadaré tan bien conoce. Un escritor que enamora a primera vista y del que pienso seguir leyendo su obra con regularidad. Aquí el artículo:


La concesión, en el año 2009, del Premio Príncipe de Asturias de las Letras a Ismaíl Kadaré no hizo sino reafirmar el prestigio de este autor albanés, eterno candidato al Premio Nobel, entre los buenos aficionados a la literatura.

La biografía de Kadaré está marcada por las circunstancias que atravesó su país durante la segunda mitad del siglo XX. Ocupado por los italianos poco antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, su territorio les sirvió como plataforma de lanzamiento para la desastrosa invasión de Grecia que acabarían culminando los alemanes. Terminada la contienda, Albania se convirtió en uno de los más férreos regímenes comunistas europeos, un país aislado al que apenas llegaban noticias del exterior, cuyo equivalente más actual sería Corea del Norte. El régimen de Enver Hoxa, basado en el culto a su persona fue durante algunos periodos, lo más parecido al imaginado por Orwell en "1984" que pudiera concebirse.

En un ambiente así, de continua represión política, la labor del escritor independiente se torna tan necesaria como peligrosa. A veces las mejores obras literarias surgen de ambientes hostiles, que hacen que el escritor necesite agudizar el ingenio para expresar de manera indirecta el discurso crítico que se pretende contra un régimen que mantuvo una relación de amor y odio con su narrador más universal. Para Kadaré existen dos mundos: el de la literatura y el que estimamos como real, mundos rivales, sobre todo en sociedades totalitarias, pero que se alimentan mutuamente. Como dijo en su discurso de aceptación del Premio Príncipe de Asturias:

"Una vez aceptamos que el de la literatura y las artes es un mundo paralelo, referencial, ya hemos admitido también que es un mundo rival. Y en consecuencia, dado que la rivalidad conduce de forma habitual al conflicto, lo queramos o no habremos de admitir que entre esos dos mundos, el de la vida y el del arte, habrá conflicto.

Y conflicto hay. En ocasiones declarado, otras velado. El mundo real posee sus propias armas contra el arte en ese enfrentamiento: la censura, las doctrinas, las cárceles.
Así como también el arte dispone de sus medios, sus fortalezas, sus herramientas, en fin sus armas, la mayor parte secretas."

Lo cierto es que el lector de El palacio de los sueños se preguntará como una fábula tan evidente acerca de la Albania de los peores tiempos de Hoxa no dio con los huesos de su autor en la cárcel, precisamente en 1981, cuando el régimen acentuó la represión a sus opositores, reales o imaginarios. De hecho, no fue autorizada hasta siete años después, poco antes de la caída definitiva del comunismo en Europa.

La novela tiene una gran deuda con el universo de Franz Kafka. La descripción del terrible organismo en el que el protagonista, Mark-Alem, comienza a trabajar como funcionario, podría haber sido escrita por el autor checo. Se trata del Tabir Saray, un edificio de enormes proporciones (cuya descripción se correspondería con la antigua sede del Comité Central del Partido del Trabajo de Albania), cuyo interior constituye un extensísimo laberinto de pasillos y puertas, donde el protagonista se perderá en más de una ocasión. La función del Tabir Saray es recoger los sueños de los súbditos del Imperio Otomano, clasificarlos, descartar los menos interesantes e interpretar el resto para hacer llegar cada semana al soberano el llamado "Sueño Maestro", que puede contener claves para interpretar las amenazas futuras a las que se enfrenta el Estado.

El propio Kadaré habló de sus intenciones al publicar "El palacio de los sueños", en su ensayo "Invitación al estudio del escritor":

"Hacía tiempo que me seducía el proyecto de un infierno. (...) Cuanto más lo pensaba, más claro se me hacía: era una suerte de reino de la muerte donde, si no nosotros mismos, se encontraban nuestro dormir y nuestros sueños, por tanto una parte nuestra estaba ya del otro lado mientras nosotros permanecíamos aún en éste. Todos los elementos del infierno de los antiguos griegos estaban allí... Pero sobre todo aparecía una suerte de gradación administrativa, a través de cuyos sectores pasaban, eran analizados e interpretados los sueños, lo que aproximaba aún más el edificio del Palacio de los Sueños a la estructura inferior del infierno dantesco."

La experiencia de Mark Alem en esta especie de Ministerio de los Sueños va a ser ambivalente. Por una parte siente un orgullo secreto de pertenecer a una casta de funcionarios dotados de un inmenso poder derivado del conocimiento de los secretos más íntimos de los súbditos del imperio, pero también, poco a poco, irá advirtiendo todo el horror que emana del edificio en el que trabaja, que al principio le hace despreciar la realidad cotidiana como algo banal, pero que finalmente le hará tomar conciencia de la utililidad perversa que tiene su trabajo y el de sus compañeros para el poder constituido. Él mismo definirá a la perfección el monstruoso mecanismo:

"En mi opinión, de todos los mecanismos del Estado, el Palacio de los Sueños es el más ajeno a la voluntad de los hombres. ¿Entendéis lo que quiero decir? Es el más ajeno a la razón de todos, el más ciego, el más fatal, por tanto también el más propiamente estatal."

El palacio de los sueños se erige así como una contundente denuncia de los regímenes totalitarios, aquellos que banalizan los derechos y libertades del individuo primando el presunto bien comun que emana del Estado. Es en realidad, un ajuste de cuentas de un escritor que ya había alcanzado cierto prestigio en Europa, contra el intolerable régimen de su país, que pretendía moldear la conciencia y el espíritu de sus súbditos en medio de un ambiente siniestro, de miedo. Bien es cierto que en algunas etapas hubo de colaborar con el gobierno de Hoxa para poder sobrevivir, pero en el fondo de su corazón siempre habitó el escritor libre, aquel que con sus palabras es capaz de quebrar el discurso del poderoso, aún asumiendo un gran riesgo personal.

EXTRAÑO SUCESO (1950), DE TERENCE FISHER. ALARMA EN EL HOTEL.


He aquí una película que podría haber sido firmada por el maestro Alfred Hitchcock, si no fuera porque ya fue director de una con argumento parecido: "Alarma en el expreso".

Y lo cierto es que la experiencia de la protagonista de "Extraño suceso" es como una pesadilla: su hermano desaparece de la noche a la mañana en el hotel parisino donde están hospedados y nadie parece acordarse de él, hasta el punto de que llega a dudar de su cordura. No obstante, no se rinde e intentará aclarar el misterio.

Un Terence Fisher que todavía no había trabajado para la Hammer dirigió con oficio esta trama muy entretenida y que sabe mantener en vilo en todo momento al espectador. La ciudad de París aparece como uno más de los personajes de la película, en uno de sus momentos más solemnes: la inauguración de la Exposición Internacional de 1889, en la que la torre Eiffel fue utilizada como arco de entrada. La presencia de dos actores tan solventes como la dulce Jean Simmons y Dirck Bogarde. Hace pocos años se realizó una película con temática parecida, aunque de bastante peor calidad: "Plan de vuelo: desaparecida", con Jodie Foster.


martes, 19 de julio de 2011

EL LÁPIZ DEL CARPINTERO (1998), DE MANUEL RIVAS. LOS TRIUNFOS DEL PERDEDOR.


No había leído nada de Manuel Rivas, salvo sus artículos del sábado en El País. Rivas es en la actualidad el escritor más popular de Galicia y prácticamente siempre escribe acerca de su tierra. En esta ocasión se centra en una historia sucedida durante la Guerra Civil, de la que ahora se cumplen setenta y cinco años, pero centrándose en la represión, ya que en Galicia triunfó el golpe de Estado casi desde el principio, por lo que apenas hubo combates.

La novela se centra en dos personajes antagónicos: por una parte el doctor Da Barca, un joven médico ilustrado y republicano, que vive un romance con una muchacha perteneciente a las clases altas de Galicia y por otra Herbal, uno de sus carceleros, un hombre de pocas palabras, casi un odiador profesional. Cierto es que en las guerras, por muy ideológicas que estas se presenten, en realidad es un campo de disfrute para los más irracionales, para los que disfrutan con el dolor ajeno. Para los fusilamientos que se dan cada noche en el penal de Santiago de Compostela nunca faltan voluntarios. Los excluidos sociales se sienten importantes con un arma en las manos.

La principal misión de la novela de Rivas es denunciar los abusos cometidos por el bando nacional en su tierra. Allá no dio tiempo a la reacción de elementos exaltados de izquierda y la represión fue durísima. Las muertes se producían tanto por fusilamientos como por las condiciones de frío y humedad en las celdas de los republicanos presos. En "El lápiz del carpintero" los republicanos son inteligentes y solidarios, haciendo una piña en prisión. Sus carceleros son sádicos, hombres que solo piensan en la venganza. En lineas generales no dudo que la realidad fuera así, pero la narración debería haber mostrado que la realidad fue mucho más enrevesada. Únicamente el personaje de Herbal está dotado de complejidad suficiente, y ello por un elemento que entronca con el realismo mágico o, más bien, con el gusto por lo sobrenatural del pueblo gallego: el lápiz de carpintero que lleva en la oreja le pone en comunicación con su antiguo dueño, un pintor muerto en la represión.

Y es que Herbal establece una relación de amor-odio con el doctor Da Barca. A pesar de su situación, virtualmente condenado a muerte, parece mantener un optimismo a prueba de balas, particularidad propia de un hombre hecho a sí mismo. Pero este no es el principal motivo por el que Herbal envidia a su antagonista, sino su hermosa amante, que no renuncia a Da Barca ni en las más penosas circunstancias. Para Herbal, que Da Barca se haya hecho acreedor de un amor así, es motivo de envidia y de tormento. Es un triunfador incluso en la peor de las derrotas. Aquí toma todo su sentido la mítica frase que Unamuno le lanzó a Millán Astray en uno de los grandes duelos dialécticos de la historia: "Venceréis, pero no convenceréis".

La novela de Manuel Rivas se queda corta en sus pretensiones, no aportando demasiado a la literatura sobre la Guerra Civil y la represión. Es una historia demasiado simple, en la que solo tiene interés la evolución del personaje de Herbal, aunque también es cierto que se lee con agrado e interés, aún faltándole algo de credibilidad en algunas partes. Un detalle que a mí me chirría un poco: ¿por qué no sabemos nada más del periodista que aparece al principio, en la actualidad? No hubiera estado mal que apareciera al final, para cerrar el círculo.

UN CUENTO CHINO (2011), DE SEBASTIÁN BORENSZTEIN. LAS TRIBULACIONES DE UN CHINO EN BUENOS AIRES.


Hay ocasiones en las que uno acude a ver una película sabiendo exactamente lo que le van a mostrar en pantalla. El cine es espectáculo y sorpresa, pero también lugares comunes y actores de los que se espera una determinada pose. Cuando entré en la sala que proyectaba "Un cuento chino" sabía que la película era exactamente eso: Ricardo Darín irritándose y lanzando toda clase de insultos maldiciendo su suerte al cruzar su vida con la de un chino perdido en la ciudad porteña, llamándole boludo y cagándose en su putísima madre, pero al fín al cabo mostrando su buen corazón al acoger en su hogar a uno de estos seres que andan perdidos por el mundo. O sea, que las películas de Ricardo Darín constituyen todo un género en sí mismo.

Eso no debe ser ningún problema, porque en este caso nos encontramos con un grandísimo actor que se ha especializado en este tipo de papeles tragicómicos. Quizá esta película se quedaría en nada sin su presencia, una película que se sustenta básicamente en su falta de pretensiones, pues lo único que busca es contar una historia pequeña centrándose en el personaje protagonista. Y es que Roberto es un misántropo (tiene sus razones para serlo, como comprobará cualquiera que se acerque a ver la película) y solo le interesa mantener el orden en su espacio de soledad. La aparición de Jun Quian hará despertar a trompicones al ser humano que guardaba en su interior. Porque después de todo Roberto es un hombre íntegro, un ser que se rige por principios éticos.

Para redondear la historia, diremos que una de las aficiones de Roberto es recortar de los periódicos sucesos insólitos para demostrarse a sí mismo que la vida no tiene sentido. Y en eso hay que darle la razón, no lo tiene, pero uno tiene que vivir disimulando lo contrario, porque a veces el sinsentido merece la pena, al menos por momentos. Recomiendo el visionado de "Un cuento chino", no tanto por su calidad, sino porque, en estos tiempos veraniegos es una de las pocas propuestas estimulantes en nuestros queridos cines de centro comercial.


jueves, 14 de julio de 2011

MANON LESCAUT (1731), DEL ABATE PRÉVOST. AMOR DE PERDICIÓN.


Si en el anterior artículo hablábamos de una relación amorosa pura, que surge de una conversación y que reafirma en su carácter noble al protagonista, aquí comentamos otro tipo de amor, un amor apasionado y tormentoso, con momentos de plenitud y momentos de hundimiento. Para el protagonista, pese a pasar de noble a pícaro, la experiencia merece la pena. Aquí el artículo:

La vida de Antoine François Prévost (1697-1763), más conocido como Abate Prévost, está llena de puntos oscuros debido a la inexistencia de suficientes documentos de la época. En algunos puntos recuerda a la del protagonista y narrador de esta novela, el caballero Des Grieux. Siendo un adolescente entró en el convento jesuita de Hesdin, pero se fugó para alistarse en el ejército, acción que repetiría unos pocos años más tarde, esta vez abandonando el convento de La Flèche. A pesar de ello, años después, retomaría la carrera eclesiástica para ser nombrado sacerdote y ejercer de predicador.

Parece ser, como prueban las circunstancias, que su ejercicio religioso no fue fruto de una auténtica vocación, sino un intento de encauzar su existencia, cuyas rigideces fueron incompatibles en un espíritu libre como el suyo. En 1730 tuvo lugar el episodio que con toda probabilidad le inspiró la escritura de la "Historia del caballero Des Grieux y de Manon Lescaut", cuando conoció en Holanda a una mujer caprichosa y dominadora conocida simplemente como Lenki, que le acabó provocando la ruina, teniendo que partir a Inglaterra huyendo de sus acreedores. Más tarde, como si de una existencia circular se tratara, Prévost retomó la carrera eclesiástica para volver poco después a los brazos de su amada Lenki, aunque murió siendo prior de Saint-Georges-de Gesnes. Su epitafio podría ser una frase de su autoría:

"Amor: un juego en el cual hay dos que pierden, el hombre y la mujer, y uno sólo que gana: la especie."

Los últimos años del reinado de Luis XIV habían sido una época austera y casi puritana en Francia. A su muerte, en 1715, siguió una época (la Regencia de Felipe de Orleans), de costumbres mucho más relajadas, donde París se convirtió en la capital del juego y la prostitución. La institución matrimonial no parece ya tan sagrada y nobles y burgueses exhiben orgullosos a sus amantes. Este ambiente fue el germen de "Manon Lescaut", publicada por primera vez en 1731, una narración que describe a la perfección el ambiente de la época.

La novela del Abate Prévost es ante todo la historia de una pasión tan ardiente como devoradora. En realidad "Manon Lescault" no es una novela independiente, sino que forma parte de un ciclo mucho más amplio, el de su autobiografía, publicada bajo el título de "Memorias de un hombre de calidad". La publicación de una novela que aludía tan explícitamente al demonio del sexo causó un gran escándalo cuando fue editada en 1733 en París. El secuestro de la edición después de ser oficialmente condenada, no hizo sino acrecentar su fama.

El relato parte de un procedimiento típicamente literario: el Abate Prévost refiere una historia que le contaron a él y así da voz al caballero Des Grieux, el verdadero narrador de sus propias desventuras. Des Grieux es un joven muy estudioso, proveniente de una buena familia, cuyo porvenir parece ser muy brillante, hasta que en su camino se cruza la bella Manon Lescaut. El amor entre los dos jóvenes surge desde el primer instante y se fugan. Ella es una joven un tanto alocada, a la que incluso no le importa galantear con otros hombres para conseguir dinero, que toma el amor como un juego muy divertido.

A partir de ese momento la vida de Des Grieux cambia por completo: las circunstancias hacen que de noble e inocente se transmute en pícaro y realice acciones que en el pasado hubiera considerado innobles: robar, estafar, darse al juego e incluso matar, todo en pos de su amor, un sentimiento que le aparta de su familia, de su destino, de las seguridades de su vida anterior a cambio de una existencia llena de inseguridades y sobresaltos, pero que le aporta algo que considera mucho más importante, tal y como razona con su amigo Tiberge:

"Seguramente me contestarán aún que se encuentran muchas penas en el ejercicio del bien, pero que no son infalibles ni necesarias; que ya no existen tiranos ni cruces y que se encuentran muchas personas virtuosas llevando una vida apacible y tranquila. Te contestaré asimismo que también hay amores apacibles y afortunados y, lo que establece una diferencia más a favor mío, añadiré que el amor, aun cuando nos engaña con frecuencia, a lo menos produce satisfacciones y alegrías, en tanto que la religión pretende que las gentes se atengan a prácticas tristes y mortificantes.
(...) Afirma, si quieres, que las delicias del amor son pasajeras, que están prohibidas, que serán castigadas con penas eternas, y, lo que aún me impresionará más, que cuanto más bellas y dulces sean, con mayor magnificiencia recompensará el cielo un sacrificio tan grande; pero confiesa que con corazones tales como los que tenemos, las de aquí abajo constituyen nuestra felicidad más completa." 

"Manon Lescaut" es una novela que ha apasionado a escritores de generaciones diferentes como Alejandro Dumas (hijo), Anatole France, Guy de Maupassant o André Gide por su estilo sencillo, narrativamente impecable. Además, es un relato en el que podemos encontrar reminiscencias de géneros como la novela picaresca, por cuanto los amantes sobreviven en muchas ocasiones gracias a su ingenio y la novela bizantina, pues el amor de Manon y Des Grieux, amor no aceptado socialmente, ha de superar graves pruebas para poder consolidarse.

Pese a la amargura que subyace en el relato debido a las penalidades a las que han de enfrentar los amantes, al final, tal y como escribe Prévost, "el amor es más fuerte que la abundancia, más fuerte que los tesoros y las riquezas". Seguramente, si le preguntasen a Des Grieux, contestaría que volvería a vivirlo todo tal y como fue, porque llevó en esos años su existencia a la plenitud.

MARTY (1955), DE DELBERT MANN. EN BUSCA DEL AMOR.


El otro día cuando estaba visionando "Grupo salvaje", cada vez que aparecía Ernest Borgnine en escena me acordaba de "Marty" y reconocía en él a un gran actor, el que es capaz de abordar papeles tan diferentes y hacer creibles a sus personajes.

Marty es ante todo un ser noble y bondadoso. Trabaja en una carnicería, aunque hubiera podido terminar estudios universitarios si sus circunstancias vitales hubieran sido distintas. Pero su mayor frustración es, a sus treinta y cuatro años, no haber encontrado una mujer con la que vivir una relación amorosa, tal y como no cesan de repetirle las clientas de la carnicería. Para Marty las salidas nocturnas con sus amigos son una auténtica tortura, pues, tal y como expresa el cartel de la película, se siente solo en medio de una multitud.

Una noche, sorpresivamente, conoce a una muchacha con un alma parecida a la suya. Congenian y gozan de una larga conversación. Yo siempre he estado convencido de que el amor surge de la conversación. También son dos largas conversaciones una obra maestra posterior que se divide en dos partes: "Antes del amanecer" (1995) y "Antes del atardecer" (2004), ambas de Richard Linklater. Son películas que exploran los más íntimos sentimientos humanos y la necesidad de encontrar un ser afín a quien comunicarlos.

Él está encantado, pero sus amigos piensan que ella es un adefesio y a su madre tampoco le hace gracia que se trate de una mujer con estudios. El típico miedo de todas las madres ante las mujeres que se salen de su papel tradicional. Marty es un mar de dudas ¿debe renunciar a lo que cree será su felicidad y dejarse llevar por opiniones ajenas?

Lo más asombroso de "Marty" es que se trata de la película más sencilla posible, cuyo argumento es uno de esos pequeños dramas cotidianos que se sufren íntimamente y que los demás no pueden llegar a entender del todo. Betsy Blair también está perfecta en un papel que volvería a repetir (pero esta vez añadiendo a la fórmula la crueldad española) en otra de mis películas favoritas: "Calle Mayor" (1956), de Juan Antonio Bardem.

Les recomiendo encarecidamente que visionen todas estas películas si quieren comprender un poco mejor ese sentimiento tan humano y tan escurridizo que es el amor. Para mí "Marty" fue un descubrimiento hace años, una de esas películas que uno empieza a ver sin saber muy bien de que va el asunto y que al final quedan para siempre en la memoria. Por suerte ahora puedo volver a verla cada vez que me apetece.

domingo, 10 de julio de 2011

GRUPO SALVAJE (1969), DE SAM PECKINPAH. LOS APÓSTOLES DE LA VIOLENCIA.


La ví hace ya tantos años que solo recordaba su primera escena (que es de las que no se olvidan), seguramente en unas de esas sesiones televisivas eternas que, con publicidad incluida, podían acabar a las dos de la madrugada en el caso de películas largas como esta. Ahora he podido verla en todo su esplendor, en una copia restaurada para Blue Ray. Solo decir una cosa. A mí no me parece que esta película sea una apología de la violencia, sino todo lo contrario: se presenta como algo sucio y brutal. La apología (y banalización) de la violencia vendría en los años ochenta, con Rambo y todos sus discípulos. Aquí el artículo:

La historia del cine no sería la misma sin Sam Peckinpah, un cineasta renovador y muy personal que consiguió trabajar para los grandes estudios, trazando una carrera que le llevaría desde el clasicismo del western "Duelo en la Alta Sierra" (1962), hasta la brutal "Quiero la cabeza de Alfredo García" (1974), ya en pleno proceso autodestructivo de alcohol y drogas, compendio salvaje de las obsesiones del autor. Entre ellas, otros trabajos fundamentales para entender el séptimo arte, como "Perros de paja" (1971) (de la que se está preparando una nueva versión) o "Pat Garret y Billy the Kid" (1973).

Para comprender el cine de Peckinpah hay que atender a su biografía. Aunque la infancia y adolescencia del director transcurren en los años veinte y treinta del pasado siglo, cuando la época del Oeste Americano ya era historia, en Fresno (California) aun quedaban muchas reminiscencias de esa forma de vida, por lo que el joven Peckinpah se crió aprendiendo el trabajo propio de los rancheros. Su carácter violento y pendenciero hizo tomar a sus padres la decisión de mandarlo a una Academia Militar en 1943.

Contra lo que pudiera parecer, la obsesión por la violencia de Sam Peckinpah no proviene de haber estado presente en combate alguno durante la Segunda Guerra Mundial. Él llegó al escenario bélico cuando Japón acababa de rendirse y se dedicó a desarmar a los soldados nipones que habían combatido en China. Esto no quiere decir que Peckinpah no fuera testigo de hechos violentos durante este periodo, pues sirvió en una zona en la que las tensiones no terminaron con el fin de la guerra.

El primer contacto de Sam Peckinpah con el mundo cinematográfico se produjo bajo el mando del director Don Siegel, con el que llegó a colaborar en la magnífica "La invasión de los ladrones de cuerpos" (1954) y en los años sesenta comenzó su carrera como realizador.

"Grupo salvaje" es quizá la película más conocida de Peckinpah, la más recordada e imitada por otros directores, que intentan recrear la esencia de la violencia con la misma maestría mostrada por el director californiano. En la primera escena se nos muestra la llegada a una pequeña ciudad del Oeste de lo que parece un pelotón de soldados. Pasan junto a unos niños que parecen jugar a algo que les produce sumo placer, agachados en el suelo. En realidad, han colocado un par de escorpiones junto a un hormiguero y contemplan embelesados la lucha feroz entre los insectos. Desde el principio el director se dirige sin ambages al espectador: la vida es una eterna lucha en la que solo los más fuertes triunfan, aunque la caída final sea inevitable para todos.

Bien pronto se verá que el grupo de soldados, liderados por el circunspecto y carismático Pike (William Holden, genial en un papel que iba a recaer en un principio en Lee Marvin) son en realidad unos expertos atracadores de bancos. Lo que no sospechan es que un grupo de sucios pistoleros liderados por Thornton (Robert Ryan), antiguo compañero de fechorías de Pike, les han tendido una emboscada. Esta es la génesis de una de las escenas más famosas de la historia del cine, el intensísimo tiroteo en medio de una población repleta de hombres, mujeres y niños desprevenidos respecto a lo que va a suceder. El montaje de Peckinpah es frenético, con constantes cambios de perspectiva, lo que da idea de la confusión y el horror que produce un estallido súbito de violencia.

A partir de aquí, el grupo de Thornton, que ha salido de la cárcel bajo la condición de cazar a su antiguo compañero, va a perseguir al de Pike. En realidad Thornton sigue respetando inmensamente a Pike y, si tuviera la más mínima oportunidad, volvería a unirse a él. La acción se traslada a la zona fronteriza con México, recordando por momentos a otra magistral realización "Los profesionales" (1966), de Richard Brooks. Allí Pike y sus hombres son contratados por un corrupto general, que mantiene un pequeño ejército casi privado en plena Revolución Mexicana. La misión será asaltar un tren repleto de armas del Ejército estadounidense.

La contienda mexicana es dibujada por Peckinpah como una lucha caótica, de todos contra todos, como si las peores pesadillas salidas de la mente de Thomas Hobbes se hubieran hecho realidad. El ambiente imperante va a reforzar el nihilismo de unos personajes que han hecho de la supervivencia y la violencia una forma de vida y que ni siquiera tienen ya esperanza de poder retirarse a vivir en paz con el botín de sus fechorías, tantos son sus pecados. Se trata de hombres cuyo rostro refleja el cansancio infinito de quien carece de horizontes vitales, más allá de pasar un rato regado con alcohol con una mujer cualquiera y cuyo único y secreto anhelo parece ser morir con las botas puestas. Únicamente uno de los integrantes del grupo, el mexicano Ángel (Jaime Sánchez) va a mostrar signos de idealismo arriesgando su vida para ayudar a quienes considera los auténticos representantes de su tierra.

Uno de los elementos que más llama la atención de "Grupo salvaje" es la constante presencia de niños en muchas de sus escenas, retratados con largueza por la cámara del director. Los niños observan fascinados las acciones de los adultos y las imitan, garantizando así nuevos brotes de violencia en las próximas generaciones. Algunos, más precoces, son capaces de participar directamente en las orgías de sangre que organizan sus mayores. Cuando uno de los personajes comenta que "todos soñamos con volver a la niñez. Aún los peores de nosotros. Quizá sobre todo los peores", parece que lo dijera con más sarcasmo que amargura. Los niños son pequeños hombres en potencia y los hombres no son más que asesinos en potencia.

"Grupo salvaje" constituye un compendio del lenguaje cinematográfico de Peckinpah. Contra lo que pudiera parecer en una primera lectura, la película está lejos de ser una apología de la violencia, que es retratada como una crueldad sin sentido, cuyos protagonistas son hombres feroces abocados a sufrir las consecuencias de la vida que han elegido, ya sea libremente, ya sea obligados por las circunstancias. Aún así, todavía son capaces de mantener un código de honor que les hace arriesgar la vida por sus compañeros.

En la retina del espectador quedan las miradas de los antiguos compañeros, Pike y Thornton, antihéroes cansados y atormentados por un pasado difícil de asumir, cuyo único descanso solo puede ser la muerte.

AJUSTE DE CUENTAS. COMO CONSEGUIR TRABAJO EN DIEZ DÍAS.


No suelo ver televisión prácticamente nunca. Antes, de vez en cuando veía un programa muy interesante de la cadena Cuatro, llamado "Hermano mayor", donde un valiente se enfrentaba a las fuerzas desatadas de la maldad humana en forma de hijos díscolos que, embravecidos con una combinación de porros y otras drogas en el cuerpo, tiranizaban a sus padres a base de pedirles dinero para sus vicios, bajo amenaza (muchas veces cumplida) de ir destrozando la vivienda familiar hasta sus cimientos.

Ayer puse la tele a esa misma hora y el programa había cambiado, pero este se me antojó aún más interesante, pues si en el anterior la gente común se creía libre en general de los males extremos que se mostraban, en este muchos de los espectadores pueden sentirse identicados con las historias que muestra la pantalla. "Ajuste de cuentas" está presentado por el ex baloncestista Curro Ávalos, actualmente un coach (entrenador) personal de éxito, especialista en ese término tan difuso como es la motivación. He visto algunos vídeos suyos y he de reconocer que se trata de un gran comunicador. Conozco algo del mundo de los recursos humanos y sé que el coaching es una de las alternativas que usan las empresas para despertar a algún empleado importante cuando se encuentra afectado más de lo normal por las angustias del mundo laboral. Todo esto tiene mucho que ver con la moda del pensamiento positivo, de enfocar los deseos como paso previo a conseguir los objetivos. Supongo que en la profesión habrá de todo, desde gente honesta e inteligente hasta pseudopredicadores de verbo florido y resultados mediocres.

El programa del viernes nos presentaba el caso de cuatro jóvenes que llevaban una cantidad obscena de meses en paro en esta dolorosa España de hoy. Uno de ellos era el dueño de la casa donde vivían todos juntos y el banco estaba a punto de embargársela, junto a la de sus padres, que firmaron un aval seguramente sin pensar demasiado en las consecuencias, pues antes los tiempos eran más alegres. Lo cierto es que la angustia reinaba en esa casa y esa misma angustia paralizaba a sus habitantes, que esperaban su destino con una mezcla de fatalidad y miedo. Pero un día Curro Ávalos llamó a su puerta y se dedicó a ponerles las pilas.

Supongo que como coach experto, Ávalos tendría sus motivos para actuar como actuó, pero yo lo único que sentí como espectador es que el hombre les dedicaba una bronca tras otra a los pobres desempleados y les llamaba vagos. Les culpabilizaba todo el tiempo de su situación y llegaba a enseñarles una representación de la tumba de los padres del protagonista. Les daba diez días para encontrar trabajo, si no llegaría la hecatombe. En un determinado momento les llevaba a visitar el despacho de lujo de unos expertos financieros vestidos como pijos que les confirmaban que sin ingresos no podían pagar la hipoteca y que les ofrecían como solución buscar un trabajo. Los jóvenes lloraban, se reconocían ante la cámara como inútiles y se dedicaban a responder a ofertas de trabajo de cualquier cosa y a dejar currículums en empresas de la más variadas actividades. A veces yo llegaba a pensar si alguno no se le suicidaría al responsable del programa, ante el negro panorama que les mostraba continuamente.

El momento estelar llegó cuando Curro Ávalos les anunció que iban a gozar de una entrevista de trabajo con un conocido empresario del sector de la restauración en unos segundos. La cosa consistía en que debían correr hacia un lujoso Mercedes negro donde les esperaba el que podría llegar a ser su futuro patrón, vestido impecablemente con su traje y echando miradas condescendientes, cuando no algo despreciativas, a los candidatos. Todos realizaron desastrosamente la entrevista. Lo cierto es que a mí, o a cualquiera, le hubiera pasado lo mismo. Uno de los chicos comentó que se había sentido como una mierda frente al esplendor del triunfador.

Llegan los últimos días, el tiempo apremia. Según nos informa una voz en off, los chicos espabilan y dedican todo el día a la búsqueda de empleo. Curro Ávalos les echa las últimas broncas, les hace mirar al abismo (desde mi punto de vista no hubiera estado mal también un poco de motivación positiva para que los chicos fueran conscientes también de sus virtudes y no solo de sus defectos) y ¡oh milagro! cuando está a punto de acabarse el plazo comienzan a encontrar trabajo. La última escena es impagable. Están todos reunidos en el salón y Curro Ávalos le anuncia a uno de ellos que tiene una llamada telefónica: es un empresario que quiere que comience a trabajar para él en labores de mantenimiento. ¿Pero cómo que llamaron a Curro antes que al candidato? ¿No habrá tenido nada que ver el programa en tan oportuno final? Lo más divertido es que en los agradecimientos del final pueden leerse los nombres de algunas de las sociedades que han empleado a los tres chicos que encuentran trabajo.

Realmente no dudo de que los métodos de Curro Ávalos sean positivos y den buenos resultados, pero como espectador me queda la duda razonable (por no decir certeza) de si el programa no ha intervenido para que ciertas empresas ofrezcan empleo a los protagonistas a cambio de la mención del final. Eso desvirtuaría todo lo anterior, pues el objetivo no habría sido conseguido únicamente por el esfuerzo de los desempleados y su coach, sino por otros medios. Hoy día, por mucha motivación que haya por medio, es prácticamente imposible en España conseguir un puesto de trabajo en diez días. Y menos tres. Y menos aún si los candidatos son tan inútiles como se nos ha hecho ver durante todo el programa. Parece que el mensaje final sería este: en España el que no trabaja es porque no quiere. Un insulto para las personas que se esfuerzan cada día en conseguir un trabajo en medio de una crisis tan severa.

LA NOVIA ERA ÉL (1949), DE HOWARD HAWKS. EL ESPOSO DE GUERRA.


De las colaboraciones entre dos monstruos del cine como Howard Hawks y Cary Grant surgieron dos obras maestras incontestables: "La fiera de mi niña" y "Luna nueva" (nada que ver con la saga Crepúsculo). Esta es la más floja de todas y a mí particularmente me ha decepcionado muchísimo.

Lo cierto es que la química entre los dos protagonistas es inexistente, sobre todo por la actuación de Ann Sheridan, demasiado gris. Cuenta la historia de un militar francés que realiza misiones rutinarias en la Alemania ocupada de la postguerra. En una de ellas tendrá que pasar más tiempo del que quisiera con una oficial con la que mantiene una relación de amor-odio, muy típica de este tipo de comedias. En esta primera parte de la película se fuerzan las situaciones para que Cary Grant haga un poco el ganso: la consigna parece ser no dejar dormir al protagonista en paz ni una noche.

Luego, como no podía ser de otra manera, el amor acaba imponiéndose. El morbo del asunto a partir de ese momento es asistir a su peculiar noche de bodas, donde son separados y el personaje de Cary Grant es incapaz de encontrar alojamiento y, sobre todo, al momento culminante, cuando deben arreglárselas para partir juntos a Estados Unidos, teniendo en cuenta que los papeles de él lo definen como una "esposa de guerra". El machismo del ejército, que no preveía en su burocracía que una de sus miembras pudiera enamorarse con los mismos derechos que un hombre. Como es sabido (y como se ve en todos los carteles de la película), Cary Grant no tiene más remedio que hacer de tripas corazón y convertirse en un travesti con la ayuda de una peluca improvisada realizada con la crin de un caballo. La película se deja ver a ratos, pero se hace muy larga.

miércoles, 6 de julio de 2011

DEL ASESINATO CONSIDERADO COMO UNA DE LAS BELLAS ARTES (1827), DE THOMAS DE QUINCEY. LA ESTÉTICA DEL CRIMEN.


Un poco decepcionado me ha dejado este texto de Thomas de Quincey, por debajo del gran nivel mostrado en otro libro suyo que leí hace unos años, "Confesiones de un inglés comedor de opio". En cualquier caso, es una lectura rápida y, digamos, imprescindible. Un texto que causó escándalo en su época, pero que ha envejecido mal, aunque sigue teniendo encanto:

Entre todos los autores británicos de la primera mitad del siglo XIX, Thomas de Quincey es uno de los más singulares, prácticamente inclasificable en su perpetuo deseo de escandalizar.

Nacido en 1785, la infancia de este escritor va a estar marcada por la muerte de dos de sus hermanas a muy temprana edad. Su juventud va a ser la propia de un rebelde: huirá del colegio en el que estaba internado en Manchester, pasando un par de años de extrema pobreza hasta que se reconcilió con su familia. En realidad la causa última de su huida fue el desprecio que le provocaban sus maestros, cuyo intelecto consideraba inferior al suyo. Su búsqueda de un auténtico mentor le llevó a acercarse al poeta Wordsworth, al que conoció en plena madurez creativa, en la época en la que escribió su famosa "Oda a la inmortalidad".

En realidad el traicionero amigo que va a marcar la vida de De Quincey va a ser el opio, pasión que compartiría con otro poeta: Coleridge. Sus experiencias con esta sustancia van a ser narradas con profundidad y maestría en la que quizá es su obra más conocida "Confesiones de un inglés comedor de opio". Aquí podemos encontrar una de las primeras definiciones de lo que significa ser esclavo de la droga:

"...un comedor de opio confirmado y habitual, a quien preguntarle si tal día en particular había o no tomado opio equivaldría a preguntarle si sus pulmones habían respirado, o si su corazón había cumplido sus funciones."

"Del asesinato considerado como una de las bellas artes" se divide en dos artículos, publicados en el Blackwood´s Magazine en los años 1827 y 1829. Nada más comenzar el primer texto, De Quincey da noticias al lector de una asociación llamada "Sociedad de Conocedores del Asesinato", compuesta por aficionados a analizar crímenes reales como si de obras de arte se tratara. Cuanto más virulento sea el crimen, cuanto más inexplicables los motivos, cuanto más arriesgue el asesino en su consecución, mayor mérito estético tendrá este, obviando la condena moral que merezca. El conferenciante lo explica de este modo:

"...supongamos que la pobre víctima ha dejado de sufrir y que el miserable asesino ha desaparecido como si se lo hubiese tragado la tierra; supongamos, en fin, que hemos hecho todo lo que estaba a nuestro alcance, estirando la pierna para poner una zancadilla al criminal en su huida, aunque sin éxito (...) suponiendo todo esto me permito preguntar: ¿de qué sirve aún más virtud? Ya hemos dado lo suficiente a la moralidad: ha llegado la hora del buen gusto y de las Bellas Artes."

Para quienes se escandalicen ante esta exaltación del asesinato, el autor recuerda que la gente no puede evitar sentir morbo ante la desgracia ajena. Si se incendia una casa vecina, el lugar se llenará de curiosos, que incluso disfrutarán del espectáculo. Algo parecido sucede con los crímenes horrendos, que enardecen la imaginación y no puede evitarse que en muchas ocasiones el criminal acabe siendo una estrella, aunque sea por la fascinación que el mal produce cuando uno no es la víctima.

El asesino queda definido como un criminal, sí, pero también, en casos especiales, como un ser superior, como alguien que busca deliberadamente el peligro para ponerse a prueba. Algo que recuerda poderosamente al argumento de la película de Alfred Hitchcock "La soga", en la que dos estudiantes, embriagados por lecturas de Nietzsche, intentan hacerse pasar por superhombres más allá de la moral.

El ensayo de De Quincey resulta interesante por el uso que se hace en el mismo de la ironía, recordando como precedente el famoso opúsculo de Jonathan Swift "Una modesta proposición", donde el autor de "Viajes de Gulliver", proponía que los hijos de los campesinos pobres de Irlanda vendieran sus hijos a los poderosos para que les sirvieran de alimento. El sarcasmo también está presente en la divertida utilización en sus argumentaciones de las vidas de filósofos como Descartes o Spinoza. Además, hay que recordar la más célebre frase de la obra, por la que es más recordada, cuando un criado que pretende entrar a su servicio le ofrece, entre las habilidades propias de su cargo, la práctica del arte:

"Si uno empieza por permitirse un asesinato, pronto no le da importancia a robar, del robo pasa a la bebida y a la inobservancia del día del Señor, y se acaba por faltar a la buena educación y por dejar las cosas para el día siguiente. Una vez que empieza uno a deslizarse cuesta abajo ya no sabe dónde podrá detenerse. La ruina de muchos comenzó con un pequeño asesinato al que no dieron importancia en su momento."

Leído hoy, "Del asesinato considerado como una de las bellas artes" ha perdido gran parte de su frescura y de su capacidad de sorprender. El ciudadano del siglo XXI, sometido diariamente a un bombardeo de imágenes violentas, difícilmente se va a escandalizar ante las descripciones de De Quincey. El cine, la televisión y nuevas formas de arte han hecho que el hombre actual sea capaz de gozar estéticamente, sin remordimientos, de representaciones muy realistas (o incluso reales) de lo que es reprobable moralmente. Pero hay que imaginar el efecto que causaría la obra de De Quincey, cuando fue publicada, a principios del siglo XIX.

lunes, 4 de julio de 2011

WHO´S THAT KNOCKING AT MY DOOR. (1967), DE MARTIN SCORSESE. MACHISMO ITALOAMERICANO.


Descubrir las primeras obras de los grandes cineastas es un ejercicio muy interesante. Hace algunos años lo hice con Stanley Kubrick visionando "El beso del asesino", que, igual que este "Who´s that knocking at my door" está obviamente muy por debajo de sus grandes obras maestras, pero ya se pueden advertir algunos de los elementos característicos de su cine.

Lo primero que llama la atención en esta primera obra de Scorsese es lo bien que está rodada, el buen manejo de la cámara y la experimentación constante, la libertad creativa de quien tiene muchos proyectos en mente y aprovecha su primer rodaje comercial para ir definiendo su cine. Ya aquí están patentes algunas de las obsesiones que posteriormente poblarán su filmografía: la educación de los jóvenes italoamericanos que deben salir adelante en un ambiente neoyorkino altamente competitivo: como explicará más tarde Scorsese, muchos de estos muchachos que aún conservan casi intacta su inocencia y que en su vacío existencial solo piensan en juergas nocturnas y en practicar sexo con mujeres más experimentadas, caerán bajo el influjo de la mafia.

"Who´s that knocking at my door" también servirá para hacer debutar a un jovencísimo Harvey Keitel, que interpreta con solvencia a un muchacho que no tiene claras sus aspiraciones, pero cuya relación con una chica mucho más centrada que él, con mejor formación, hará desencadenar todas sus defensas en forma de un machismo exacerbado que divide a las mujeres en vírgenes y putas. Todavía es pronto como para que la sangre llegue al río, pero estas ideas tan arraigadas acaban provocando tragedias. La virtud obligatoria de las mujeres y la virilidad de sus maridos, que casi por obligación deben demostrar, si quieren ganar prestigio en el grupo, que son machos alfa en potencia, forman un cóctel difícil de manejar.

sábado, 2 de julio de 2011

CLUBES DE LECTURA EN MÁLAGA EN JULIO. A MEDIO GAS.


Cuando van llegando las vacaciones (para quien puede tomárselas), se disipan un tanto las actividades culturales, entre ellas los clubes de lectura, aunque todavía habrá oportunidad de asistir a alguno en este mes de julio.

En la biblioteca Cristóbal Cuevas (no se fíen mucho de la fecha que he puesto, pues todavía tengo que confirmarla), una novela de un autor del que solo he leído hasta ahora los artículos que publica los sábados en El País: "El lápiz del carpintero", de Manuel Rivas.

En la Casa del libro, una novela coreana de la que no sé nada, y que me intriga: "Por favor cuida de mamá", de Shin Kyung Sook.

Y en la Fnac, en la misma fecha que en la Casa del libro, ¿contraprogramación?, "El espía", la nueva novela de Justo Navarro.

Respecto al club de la biblioteca provincial, el miércoles pasado celebramos la despedida. Se está leyendo para el final del verano "Rayuela", de Julio Cortázar. Para quien le resulte demasiado densa, yo propuse "Bartebly el escribiente", una novela corta de Herman Melville.

Por mi parte, espero tener tiempo de leer las dos primeras. Mis horas de lectura están ocupadas ahora con las novelas que participan en el concurso literario del que soy miembro del jurado. Supongo que no podré reseñarlas hasta octubre, pero iré compatibilizando con otras lecturas, que no sean muy extensas.

Feliz verano a todos los lectores.

BULLIT (1968), DE PETER YATES. LAS CALLES DE SAN FRANCISCO.


Se trata de una de estas películas icónicas que todavía no había visto. Por algún extraño motivo, yo suponía que se trataba de una especie de precedente de Harry el sucio (seguramente por desarrollarse ambas en San Francisco), pero no es exactamente así.

A diferencia del personaje de Clint Eastwood, Bullit es un policía bastante integrado en el cuerpo, sin demasiados conflictos personales, con una compañera que parece bastante estable y respetado, al menos en principio, por sus superiores. De hecho, la misión que se le confía no resulta demasiado espectacular: proteger a un testigo durante un par de días en un hotel de mala muerte, aunque todo se va a complicar muy pronto.

En "Bullit" las escenas de acción están muy dosificadas, pues lo que se busca ante todo es el realismo. Esto puede suponer un suplicio a ojos del espectador actual, acostumbrado a tiroteos inverosímiles y persecuciones a doscientos por hora, pero ciertamente, la famosa persecución por las calles de San Francisco de esta película no ha sido superada todavía. Por lo que he leído, el propio Steve McQueen, gran piloto, realizó toda la escena, que se extiende durante diez minutos trepidantes. Un auténtico precedente de los videojuegos actuales cuando la cámara se situa en la misma perspectiva que el conductor.

A "Bullit" no se le puede juzgar por su guión, demasiado rutinario, ni por su ritmo irregular, sino por una confluencia de elementos que la hacen única: los ojos azules de Steve McQueen, que compone un personaje con mucha personalidad, la belleza de Jacqueline Bisset y, sobre todo, el hermoso retrato de la ciudad de San Francisco, recorrida a ritmo de persecución, pero no tan deprisa como para no apreciar lo singular de sus calles. Visionar hoy esta película, perfectamente restaurada en blue ray, resulta un espectáculo mucho más estimulante que la mayoría de los estrenos insufribles del verano.