sábado, 28 de enero de 2012

YO QUE HE SERVIDO AL REY DE INGLATERRA (1971) DE BOHUMIL HRABAL. DE CÓMO LO INCREÍBLE SE HIZO REALIDAD.


Actualmente estoy leyendo un ensayo denso, bien escrito y fascinante, como sólo saben hacerlo los historiadores británicos: "Postguerra", del tristemente fallecido Tony Judt. Entre otros muchos asuntos, se trata el de Checoslovaquia, una tierra maltratada por la historia en el siglo XX, con una población cultural y económicamente equiparable a la de cualquier país próspero occidental fue ocupada sucesivamente por los alemanes y por los rusos, viéndose obligada a adoptar regímenes que coartaban los naturales deseos de libertad de la mayoría de la gente. El intento de llegar a un compromiso de "comunismo con rostro humano", de 1968, cuyo capítulo leí ayer, es relatado magistralmente por Judt como la tragedia de un pueblo que acabó traicionándose a sí mismo en gran medida. Recomiendo vivamente leer "La broma", de Milan Kundera, para comprender el espíritu de aquellos tiempos.

El estilo de Hbrabal tiene muchos ecos de Franz Kafka (autor, por cierto, que se intentó hacer olvidar durante el comunismo, quizá porque predijo asombrosamente sus contradicciones) en su modo particular de acercarse y narrar la realidad, desde el punto de vista entre asombrado e ingenuo de quien interpreta a su modo los hechos más insólitos.

Los grandes escritores son observadores meticulosos de la vida y Hbrabal es uno de ellos. "Yo que he servido al rey de Inglaterra" es narrada, recordando un poco la novela picaresca, por un joven que quiere abrirse camino en la vida desde abajo, por lo que comienza siendo camarero en grandes hoteles y absorbiendo con su mirada atenta la vida que sucede a su alrededor. No nos encontramos exactamente ante una novela de aprendizaje, las intenciones de Hbrabal son muy distintas. A través de la peripecia del protagonista, el lector va teniendo noticias de los avatares que suceden en el país.

El deseo de subir en la escala social, de reconocimiento, es una constante en el protagonista, que no duda en acercarse a los invasores nazis y someterse a sus pruebas raciales para contraer matrimonio con una mujer aria, aunque en realidad sus nuevos amos le desprecien. Cuando los alemanes pierden la guerra, sabe aprovechar las oportunidades que ofrece el final de la guerra y cumple sus sueños: monta uno de los hoteles más envidiados de Europa, que comienza a ser frecuentado por famosos. Es feliz, pero no por completo: necesita hacer mejoras constantemente en sus instalaciones: quiere llamar la atención, ser envidiado. Por ello no sorprende que cuando los comunistas empiecen a arrestar a los millonarios checos se entregue voluntariamente: ser un prisionero selecto es otra forma de destacar, de estar con las élites.

El episodio de la prisión es el más surrealista de la novela, porque no sabemos bien quienes son los prisioneros y quienes los guardianes, una metáfora perfecta de la situación de Checoslovaquia en la era comunista, donde los gobernantes del pueblo estaban a su vez tutelados desde Moscú. Al final resulta sorprendente que un personaje en busca de reconocimiento social se sienta feliz en soledad. El mirarse en un espejo, el encuentro consigo mismo, quizá sea el conocimiento más valioso de cuantos obtiene a lo largo de su existencia. Lo más interesante de Hrabal no es tanto lo que cuenta, sino cómo lo cuenta: su riqueza de lenguaje y de matices entre lo burlesco y lo real. Es la única manera de narrar con coherencia la absurda historia del siglo XX en su país.

Les dejo este hermoso fragmento:

"(...) yo siempre había verificado que el fundamento de la vida consiste en preguntarse sobre la muerte, cómo me iba a comportar cuando llegue mi hora, que en realidad la muerte, no, el preguntarse a uno mismo es un discurso enfocado a través del prisma del infinito y la eternidad, que el hecho de pensar en la muerte es el comienzo de un pensamiento hermoso y acerca de lo hermoso, pues saborear el sinsentido de ese camino propio, que de todas maneras termina con una marcha prematura, este deleite y vivencia de la propia aniquilación, eso llena al hombre de amargura y, en consecuencia, de belleza."

miércoles, 25 de enero de 2012

MILLENNIUM: LOS HOMBRES QUE NO AMABAN A LAS MUJERES (2011), DE DAVID FINCHER. SALANDER Y LA OSCURIDAD.


Repasando las entradas de hace un par de años, cuando leí el libro de Larsson y visioné la versión sueca de la novela, advierto que esta última me gustó mucho y le otorgué especial mérito a la elección de actores. Si esa película me pareció bien ¿qué falta hacía una nueva versión solo dos años después? Si me han entrado ganas de ir a verla ha sido por dos factores: su director y las imágenes que pude ver de algún avance, que me parecieron muy estimulantes.

La versión de Fincher abunda en la oscuridad del relato desde las primeras imágenes. Los títulos de crédito, realmente espectaculares, son un resumen de las pesadillas de Lisbeth Salander, con personajes y objetos ennegrecidos, donde lo único que brilla es el fuego de una cerilla... Está claro que su fuente de inspiración son los de las películas de James Bond (quizá una especie de homenaje a Daniel Craig), pero en un tono mucho más oscuro, mucho más adecuado a las características de la estrella de la función, cuya interpretación por parte de Rooney Mara es uno de los grandes puntos fuertes del filme.

Sabiendo que la trama es muy conocida, Fincher ha optado por potenciar, más que lo cuenta, el cómo lo cuenta. Así la película está llena de imágenes perturbadoras y la violencia no se esconde, sino que se muestra con descaro, en compañía de música y sonidos siniestros que parecen potenciar el punto de vista de Salander, una muchacha que ha sufrido lo indecible y trata de sobrevivir en un mundo hostil optando por el periodista Blomkvist como su tabla de salvación provisional. Lo cierto es que no he leído todavía las dos novelas que me faltan de la trilogía, pero tengo ganas de hacerlo para seguir profundizando en unos personajes muy interesantes.

Tendría que revisar la versión sueca para poder comparar con más criterio, pero esta me parece superior, porque ha captado mejor el espíritu del libro, que viene a decir que la maldad anida en todas partes. David Fincher ya lo demostró sobradamente en su mejor película hasta la fecha: Seven, pero parece que la franquicia creada por Larsson le ha tentado lo suficiente como para seguir abundando en ello.

lunes, 23 de enero de 2012

DESPEDIDAS (2008), DE YOJIRO TAKITA. LA CEREMONIA DEL ADIÓS.


Hace unos años la serie "A dos metros bajo tierra" nos enseñó la muerte como un hecho cotidiano con el que tenían que convivir los protagonistas, propietarios de una funeraria familiar. Una de las labores más importantes era la restauración del cadáver, para que la familia reconociera en el cuerpo sin vida a su ser querido.

Daigo, el protagonista de "Despedidas" se encuentra en una encrucijada cuando la orquesta a la que pertenece se disuelve y él queda sin trabajo. Se da cuenta de que sus sueños de convertirse en un gran músico eran demasiado ambiciosos y decide volver con su esposa a su lugar de origen para iniciar una nueva vida.

Cuando responde a un anuncio en el periódico ofreciendo un puesto de trabajo que tiene que ver con las "despedidas", poco puede imaginar que se va a dedicar a manipular cadáveres y prepararlos ceremonialmente para que su familia les ofrezca el último adiós. Su jefe, que al principio parece un hombre superficial le va a ofrecer valiosas lecciones de vida y muerte y, sobre todo, le va a enseñar a amar su trabajo. Tratar con los muertos está mal visto entre los habitantes del pueblo, pues para los japoneses es una práctica impura. Si bien en la actualidad, muchos de los ritos funerarios se han occidentalizado, todavía hay muchas familias que requieren el ejercicio de la ceremonia del "nokanshi", en la que se purifica el cadáver a través de unos ritos en los que está presente la familia. Daigo irá aprendiendo poco a poco a apreciar el valor social de su trabajo, que es el de proporcionar consuelo a quien pierde a un ser querido.

La historia está contada con gran sensibilidad y la elección de la música es verdaderamente exquisita. Las imágenes del rito funerario son auténticamente hermosas: un acto de respeto por el cuerpo que albergó una vida que proporcionó felicidad a sus familiares.

BARRIO (2001-2007), DE CARLOS GIMÉNEZ. MADRID, AÑOS CINCUENTA.


Después de leer hace unos meses "Paracuellos", vuelvo a Carlos Giménez y su siguiente obra "Barrio", que continúa el tono autobiográfico de la anterior, para contarnos una nueva etapa en la vida de Carlines: cuando por fin su madre se recupera y puede salir del terrible internado de Auxilio Social y empezar a llevar una vida medianamente normal aunque, eso sí, trabajando para ayudar a la familia.

Haber dejado atrás la peor etapa de su vida no quiere decir que el protagonista no encare un presente sórdido, donde la guerra está todavía muy presente (todavía existen áreas de Madrid llenas de escombros de los combates) y hay mucha gente con cuentas pendientes con el bando vencedor que debe llevar una vida discreta. Eso sí, el Estado en esta etapa quiere dar una apariencia de legalidad, por lo que la represión no es tan despiadada como en años anteriores. Curioso es el episodio de los guardias civiles que abofetean por error a un superior: han cometido el peor error de todos y se humillan para pedir perdón y redimirse.

Las viñetas de Carlos Giménez son un testimonio de una época difícil, donde se dan cita todos los tipos humanos que habitaban el miserable Madrid de los años cincuenta, todavía azotado por el hambre y el miedo. En cualquier caso, el autor no puede sustraerse a ejercer también un ejercicio de nostalgia, a describir los primeros amores frustrados, los juegos infantiles (que a veces también eran un reflejo de la brutalidad de la sociedad) y las humildes diversiones de la época.

En la narración de Giménez está siempre presente el miedo al desamparo, a pertenecer a una familia numerosa que se desmorona de pronto por la muerte de uno de los progenitores, a la visita de las autoridades para saldar viejas cuentas pendientes, a la palabra o al acto realizados en el momento equivocado... Una España todavía idealizada por algunos, pero que a los ojos sinceros de Giménez aparece como terrible y sórdida.

miércoles, 18 de enero de 2012

LA DAMA DE HIERRO (2011), DE PHYLLIDA LLOYD. UNA OPORTUNIDAD PERDIDA.


A finales de los ochenta yo solía escuchar, entre otras, las canciones de Morrissey. Había una que me llamaba en particular la atención: Margaret on the guillotine, una expresión de odio puro contra la primera ministra del momento.

Desde luego, a pesar de mis pocas luces políticas en aquellos años, tenía claro que no me caían bien ni Reagan ni Thatcher. Representaban un mundo poco compasivo que estimulaba el triunfo de los fuertes sobre los débiles y no tenían problema alguno en engordar los presupuestos militares. El momento álgido de la presidencia de Thatcher coincidió, no por casualidad, con la victoria en las Malvinas.

Me hacía mucha ilusión ver la película dedicada a la dirigente británica, aunque algo me hacía sospechar que no me iba a dejar del todo satisfecho: las críticas, unánimes al alabar la interpretación de Meryl Streep, apenas se hacía eco de otros aspectos destacables de la película. En todo caso, y aunque fuera en versión doblada, me acerqué a verla en pantalla grande.

Y me encuentro a una Margaret Thatcher aislada del mundo. Una anciana senil que conversa con su marido muerto y que debe ser sometida a discreta vigilancia para que no salga del recinto donde está confinada. Una mujer que una vez fue poderosa y que vive de los recuerdos de esos años gloriosos, unas píldoras de aquellos tiempos que es lo que se nos ofrece al espectador.

Así vemos como una joven con dotes de mando va escalando posiciones hasta la presidencia del partido conservador y finalmente al puesto de primera ministra. Desde Downing Street pone en marcha su revolución conservadora: el desmantelamiento del Estado de bienestar, el debilitamiento de los sindicatos y la desregulación financiera que fue el inicio del caldo de cultivo de la crisis que hoy padecemos. Por supuesto, como hacen hoy día los políticos (en eso han evolucionado poco) se nos informa de que esa es una medicina amarga, pero la única posible.

Hay otras pinceladas: la decisión de ir a la guerra contra los fascistas argentinos (aunque se guarden bien de airear las relaciones de esta señora con otro fascista como Pinochet) y la lucha contra el terrorismo y las relaciones, no siempre cordiales y educadas, con otros miembros de su gobierno: si no se hacía lo que ella proponía les tachaba de cobardes. La gota que colmó el vaso para muchos británicos fue la trístemente célebre poll tax, un impuesto que pretendía gravar igualmente todo tipo de renta, es decir: que los ricos pagaran lo mismo que los pobres. En esto Thatcher fue toda una visionaria, pues hoy se ha ido mucho más allá y los trabajadores suelen pagar mucho más que las rentas del capital.

"La dama de hierro" es una oportunidad perdida. Queda, eso sí, la magistral interpretación de su protagonista, pero esto sirve de poco cuando el retrato de Thatcher es tan parcial y tan íntimo, abordando los temas más polémicos de su mandato como de pasada. Más les hubiera valido producir una buena serie de televisión y contarlo todo con calma y objetivamente. Así, la imagen de Thatcher queda distorsionada y aparece casi como una víctima de las circunstancias que le tocó vivir.

lunes, 16 de enero de 2012

TREN NOCTURNO (1997), DE MARTIN AMIS. EL SÍNDROME DEL PARAÍSO.


Hacía tiempo que tenía la intención de leer algo de Martin Amis, uno de los mejores novelistas británicos de la actualidad. Un artículo de Rosa Montero, en el que citaba estaba novela, me despertó la curiosidad, así que "Tren nocturno" ha sido mi puerta de entrada al universo de Martin Amis.

La novela presenta en principio el dilema del género policiaco clásico: la protagonista se presenta como una mujer policía a la que se le encarga que investigue el supuesto suicidio de la hija de uno de sus jefes, a la que ella también conocía. Lo que no encaja del caso es que la suicida, Jennifer, parecía llevar una vida perfecta: era una mujer hermosa, en su plenitud, enamorada de su pareja y que ejercía un trabajo muy interesante. ¿Cómo una persona que aparentemente vive en el paraíso se suicida? ¿realmente se ha producido tal suicidio, a pesar de las evidencias?

"El suicidio es un tren nocturno, un tren que te lleva velozmente a la oscuridad. No podrías llegar más rápido de otra forma, o por medios naturales. Compras el billete y subes a bordo. El billete te ha costado todo lo que tienes. Pero no hay trayecto de vuelta. Este tren te lleva al interior de la noche. Es el tren nocturno."

Lo más interesante de la novela es el tono que adopta a partir de su segunda mitad, cuando la investigación policial se torna en una investigación más bien filosófica, acerca del significado del suicidio. Mike, la protagonista, era una candidata más idónea debido a su historial: violada por su padre de pequeña y con episodios graves de alcoholismo. Pero las motivaciones del suicida son un misterio en demasiadas ocasiones, puesto que es imposible dilucidar los pequeños infiernos internos de cada persona. Se trata de la postura más radical que puede adoptar el ser humano consigo mismo, puesto que no tiene vuelta atrás y supone un fracaso y un golpe hiriente para el entorno del suicida:

"Porque el suicidio es un desastre. Como objeto de estudio el suicidio es quizá el súmmun de la incoherencia. Y el acto mismo carece de hechura, de forma. El proyecto humano "implosiona", estalla hacia dentro... avergonzado, pueril, convulso, gesticulante. Un caos."

La narración de Amis deja muchas más interrogantes que respuestas. El punto de vista adoptado, el de la desconcertada Mike, que parece tener tentaciones de seguir el camino de Jennifer, resulta muy acertado. Ni siquiera el llamado síndrome del paraíso, la vida perfecta, libra a su poseedor de la pulsión de muerte.

sábado, 14 de enero de 2012

WYATT EARP (1994), DE LAWRENCE KASDAN. PASIÓN DE LOS FUERTES.


Aunque se han producido varios intentos, el western es un género que no acaba nunca de resurgir. Las películas de John Ford o Howard Hawks crearon el arquetipo del vaquero íntegro, el pionero en la construcción de los Estados Unidos en rostros como los de John Wayne o James Stewart. Después llegaría la desmitificación que mató al género: la visión de Sam Peckinpah y otro, llena de buscavidas nihilistas. La culminación de esta visión negra y realista llegó con Clint Eastwood y su magistral "Sin perdón".

Lawrence Kasdan es uno de mis directores favoritos de los últimos años, aunque sea por ser el autor de esa visión de la vida contemporánea titulada "Gran Cañón", película que, por cierto, ya me va tocando revisar. En "Wyatt Earp" la mirada de Kasdan se posa en uno de los grandes mitos del oeste, un superviviente nato en cuyo currículum de sheriff está el mítico duelo en Ok Corral, que tantas veces ha retratado el cine, siendo sus versiones más conocidas las de John Ford y John Sturges. En esta ocasión se quiere profundizar en el personaje , intentando retratar al hombre antes que al mito.

Hay una escena de la juventud de Earp que me encanta, pues resume perfectamente lo que debía ser vivir en el oeste americano. Al joven Wyatt y su hermano su padre les encarga que vayan a un pueblo a comprar provisiones. Allí asisten alucinados a un duelo, uno de esos duelos a pistola que tantas veces nos han retratado como protagonizados por hombres fríos y calculadores. Pero en esta ocasión no es así. Se trata de dos borrachos que apenas se tienen en pie y que tienen que dispararse varias veces para matarse mutuamente a una distancia de dos metros. Supongo que esa escena se aproxima mucho más a la realidad del oeste americano que las que nos han mostrado tradicionalmente. Igual que si vemos hoy día una pelea en la calle el espectáculo será poco caballeresco.

Aunque la película dura tres horas, a mí no se me ha hecho larga. A esto ayuda una convincente interpretación de Kevin Costner que retrata muy bien la evolución de su personaje y su rápido aprendizaje para sobrevivir en un medio hostil: gran parte de su secreto consiste en tomar café en vez de whisky. El mítico enfrentamiento con los hermanos Clanton intenta aferrarse lo más posible a los hechos históricos y aparece desarrollado en varias fases. El contexto del tiroteo se encuentra en el conflicto entre los ganaderos y vaqueros tradicionales y la nueva ley burguesa de las ciudades, que se acabó imponiendo. Wyatt Earp aparece aquí como un defensor impecable de la nueva ley, por lo que se ganó muchos enemigos y perdió a varios hermanos en los enfrentamientos. Una visión muy interesante de un momento trascendental de la historia de los Estados Unidos.

lunes, 9 de enero de 2012

LA PATRIA DE LA ELECTRICIDAD Y OTROS RELATOS (1926), DE ANDRÉI PLATÓNOV. UN ESCRITOR DEL PUEBLO.


Cada vez que me asomo a un escritor soviético del siglo XX, la tragedia cultural vivida por país de una gran tradición literaria se me antoja más inmensa. El caso de Platónov, que no fue asesinado ni mandado al Gulag, es igualmente trágico, pues el régimen se ensañó con su hijo y con sus relatos, novelas y publicaciones, que son como otros hijos. Para mí la escritura de Platónov entronca perfectamente con la tradición de su país y a la vez quiere ser un instrumento de modernización y emancipación para las gentes sencillas, que es a quienes se supone que se dirigían las políticas del nuevo régimen. Platónov no se conforma con la escritura, sino que utiliza su profesión de ingeniero para tratar de mejorar las condiciones de vida de la gente, aunque choque con la burocracia y frialdad de un Estado más interesado en las estadísticas de producción que en el bienestar individual. Aquí el artículo:

Los regímenes totalitarios siempre han sido devastadores para la independencia de las artes, muy particularmente para la literatura. El talento, para desarrollarse, necesita el estímulo de libertad. El caso de Rusia es paradigmático en este sentido desde tiempo de los zares, continuando con la llegada del comunismo e intensificándose hasta límites insoportables en la época de Stalin, que fue un auténtico represor del pensamiento libre y aplastó cualquier disidencia, ya fuera real o urdida por sus propios servicios secretos en las tristemente célebres purgas.

En los años noventa comenzaron a abrirse los antiguos archivos del KGB que desvelaron el drama sufrido por estos escritores, muchos de los cuales creían en el socialismo, pero por diversos motivos no agradaban a Stalin, que era un lector cuyas críticas podían costar caras al destinatario de las mismas. Desde la revolución se habían dejado atrás las temáticas burguesas y la literatura se había hecho mucho más social. Máximo Gorki era el autor canónico de las letras soviéticas al que muchos escritores, desesperados ante la censura de sus obras, intentaban acogerse. Las condenas podían ir desde la prohibición de publicar (como le sucedió en gran medida a Platónov) hasta el Gulag o la muerte. La palabra escrita, para Stalin, podía usarse como un poderoso vehículo de traición. Así fue represaliada gran parte de lo mejor de las letras rusas de aquella época: Marina Tsvetaeva, Boris Pasternak, Vasili Grossman o Mijaíl Bulgakov entre otros muchos grandes nombres.

Andréi Platónov recibió la revolución con gran entusiasmo, como un medio de transformación social que por fin redimiría a los oprimidos. Su vida oscilará entre dos actividades que le apasionaban: la escritura y la ingeniería, que él intentará utilizar como medios para cambiar la realidad. Platónov reprenta, como pocos autores, la hermandad entre el trabajo y las letras. Siempre luchó contra la burocracia centralizada de Moscú, que reducía los problemas del pueblo a meras cifras y estadísticas. Esto le acarreó sus primeras dificultades ya en 1926, cuando fue expulsado del Comité Central de Unión de actividades agrícolas y forestales un mes después de tomar posesión. Gran parte de su visión del hombre se resume en este texto, encontrado en uno de sus borradores:

"En la cabeza del hombre se ha producido una fisura entre la sociología y las ciencias naturales. Pues el hombre, en su esfuerzo por transformar el mundo, se ha olvidado de transformase paralelamente a sí mismo. Por eso la gran ciencia no ha sido de provecho para el hombre, no ha contribuido a su salvación, sino a su perdición. Un ejemplo de ello lo hemos visto en la guerra del 14."

A partir de los años treinta comienza un auténtico calvario para muchos escritores soviéticos, que ven censuradas sus obras, cuando no son silenciados definitivamente. Son los años más duros del comunismo, cuando Stalin se hace con las riendas del poder absoluto. Ser escritor soviético se convirtió en algo casi tan utópico como la llegada del socialismo real y Platónov fue vetado en numerosas revistas y, lo que es mucho más grave, sufrió cruelmente la represión en la persona de su hijo de quince años, que fue ingresado durante dos años en un campo de concentración. Su gran obra maestra, la novela Chevengur vio la luz en Rusia por primera vez en 1988 y reveló en toda su plenitud al que quizá fue el mejor escritor ruso del siglo XX.

Lo primero que advierte el lector de los cuentos de Andréi Platónov es la continuación con la tradición de la literatura rusa del siglo XIX. Para él la nueva época comunista no tendría por qué suponer una ruptura con el pasado literario de su país. Muchas de sus narraciones están protagonizadas por campesinos y niños, lo que les otorga una mirada inocente al mundo y a la naturaleza con una simplicidad y atención por los detalles extraordinaria, lo que también denota un inmenso amor por esas gentes sencillas que para Platónov son el alma de la revolución.

Evidentemente, cuando se lee con atención, a veces surge esa sutil ironía que tantos problemas le acarrearía con el poder constituido, como sucede en el relato La patria de la electricidad, cuando el Soviet Rural habla al pueblo:

"(...) No hemos sido nosotros los que hemos creado este valle de lágrimas, pero todo lo reformaremos íntegramente. Y habrá huevos y gallinas para todos y cada uno, y la vida será más plena y sorprendente. Hoy la inteligencia comunista vigila insomne y no habrá quien impida el influjo sobre la tierra... Es grande nuestro corazón guerrero, dejad de llorar, porque ya pasará el vacío sepulcral de los estómagos, y llegado será el día en que comamos pedazos de pastel".

Uno de sus relatos más polémico fue Las dudas de Makar, del que se dice que Stalin, cuando le leyó escribió "canalla" en uno de sus márgenes. Se cuenta como un campesino ingenuo, que nunca ha salido de su aldea, visita Moscú, donde admira la obra del socialismo, pero no tiene reparo en oponer su visión del mundo a la forma de hacer las cosas en la capital, una visión que él considera mucho más práctica. También tiene Platónov espacio para apoyar sin reservas al nuevo régimen cuando transforma la vida de comunidades y personas, cuando ofrece oportunidades y un mínimo de dignidad a huérfanos y descarriados, como glosa en el relato Afrodita:

"Por aquel entonces la Rusia soviética había comenzado a vivir su destino. Su pueblo se adentró por un glorioso camino que no tenía vuelta atrás, seguros de que serían los primeros en arribar a un futuro en que nadie jamás había estado y hacer realidad todas sus esperanzas, encontrar en el trabajo y en las hazañas los bienes eternos y la dignidad de la vida humana y compartirlas con otros pueblos"

Así transcurre la obra de Platónov, oscilando entre las esperanzas de futuro que puede aportar un sistema en el que creyó desde su advenimiento y las dudas sobre el presente, observando el distanciamiento y la poca sensibilidad de los dirigentes con su pueblo. Él consideró que los avances debían realizarse trabajando codo con codo con las clases humildes, construyendo infraestructuras y mejorando condiciones de vida y eso no podía hacerse sentado en un despacho moscovita rodeado de burócratas. Para él el comunismo debía ser una especie de nueva religión, lo único que puede colmar los corazones de la gente sencilla:

"Si queremos destruir la religión y somos conscientes de que necesariamente lo hemos de hacer, ya que el comunismo y la religión son incompatibles, entonces hay que darle al pueblo, en lugar de la religión, algo más que una religión. Entre nosotros muchos creen que se puede quitar la fe y no dar nada mejor a cambio. El alma del hombre actual está organizada de tal modo que si le arrancas la fe, ésta toda ella se derramará y el pueblo saldrá de su espacio y con horcas y hachas exterminará las vacías ciudades que han arrancado al pueblo su consuelo, un consuelo insensato y falso, pero que es el único consuelo."

Platónov murió en 1951, ocho años después que su hijo, con la angustia de saber que sus obras se rechazaban en bloque y nadie se atrevía a publicarlas. Tendrán que pasar algunas décadas para devolver al escritor al puesto de honor que se merece en las letras rusas este escritor obrero que supo estar siempre del lado de los humillados y ofendidos.

THE ARTIST (2011), DE MICHEL HAZANAVICIUS. LA ESENCIA DEL CINE.


¡Qué insolencia! ¿Cómo es posible? ¡Realizar una película muda en pleno siglo XXI, obviando que existe el 3D, la alta definición y los efectos especiales digitales! Lo cierto es que en esta ocasión si que podemos hablar de milagro. Que a día de hoy esta película se haya estrenado en cines y esté teniendo cierto éxito es algo prodigioso. Resucitar el cine mudo, aunque sea para homenajearlo ha sido la ocurrencia de un loco, pero una ocurrencia genial a fin de cuentas.

Siempre me ha fascinado el cine mudo. Cuando aborda historias de terror suelen adoptar la forma de las peores pesadillas, por lo que su visión resulta particularmente inquietante. En el apartado de cine cómico, con nombrar a Charlot, Buster Keaton o Harold Lloyd está todo dicho. Lo que más me llama la atención de este tipo de cine es la capacidad de los actores para transmitir emociones sin hacer uso de la palabras. La expresividad de gestos y movimientos hacen de ellos un tipo de intérpretes especiales muchos de los cuales no lograron adaptarse a la llegada del cine sonoro.

Esta historia se contó magistralmente en "Cantado bajo la lluvia". Ahora llega una historia que homenajea los orígenes del cine adoptando sus mismas formas, realizando interesantísimos ejercicios de cine dentro del cine y utilizando el sonido en tan contadas ocasiones que su utilización llega a impresionar al espectador como si de algo nuevo se tratase. Esa es la función del cine y de esta película: maravillar al espectador, hacerle sentir emociones y sorprenderle, por lo que tradicionalmente ha sido un medio en búsqueda constante de innovaciones, de técnicas nuevas, incluso de lenguajes experimentales.

Jean Dujardin, en el papel de galán del cine cuyo reinado está a punto de caducar (con un sorprendente parecido a Gene Kelly, desde mi punto de vista) y Beredice Bejó, como la nueva reina sonora de las pantallas, están perfectos en unos papeles que seguramente resultan difíciles, por requerir acogerse a técnicas de interpretación superadas hace décadas. Y mencionar, por supuesto, al perro, auténtica estrella que da la réplica perfectamente a su amo. En el cine mudo una sonrisa, un guiño o un gesto podían significar mucho y ellos son capaces de transmitir desde es más pleno optimismo al más sombrío pesimismo. Y por encima de todo queda el séptimo arte, esa imitación o idealización de la vida que tantos sueños ha regalado al siglo XX y que tiene en esta magistral película su más sentido homenaje.

DRIVE (2011), DE NICOLAS WINDING REFN. VIVIR Y MORIR EN LOS ÁNGELES.


Ha sido toda una sorpresa ver esta película, de la que no tenía referencia alguna hasta hace un par de semanas. "Drive" es cine negro puro, con mujer fatal incluida, aunque una mujer fatal honesta, sencilla y madre de familia. Un cine negro modernizado, que no tiene miedo a mostrar algunas de las escenas violentas más perturbadoras de los últimos años, sobre todo porque están protagonizadas por un joven con cara angelical.

El protagonista es un lacónico muchacho de pasado incierto que sobrevive en Los Ángeles gracias a su habilidad al volante, aceptando todo tipo de trabajos, legales e ilegales. Su soledad es inmensa que, cuando conoce a su vecina, madre de un niño cuyo padre está en la cárcel, se meterá en graves problemas por tratar de ayudarles. La historia de amor, nunca consumada, llama la atención por la pureza de sentimientos de un protagonista, que no duda en matar friamente cuando es necesario.

A veces el estilo de "Driver" recuerda a Tarantino, pero a un Tarantino más elegante más preocupado por la dirección que por la estética y el golpe de efecto. Quizá le falte un poco de coherencia a algunos puntos de la historia, pero la película fascina desde el primer minuto, con ese coche escondiéndose de la policía a través del laberinto que forman las cien mil calles de Los Ángeles.

viernes, 6 de enero de 2012

INSIDE JOB (2010), DE CHARLES FERGUSON. EL TRIUNFO DE LOS AMOS DEL UNIVERSO.


Tom Wolfe los llamaba "amos del universo" en su inolvidable novela "La hoguera de las vanidades". Oliver Stone los retrató certeramente en "Wall Street", a través del personaje de Gordon Gekko, que aseguraba que la codicia es buena. Así lo ha entendido el capitalismo desde Adam Smith, el teórico que aseguraba que existía una mano invisible que regulaba el mercado y redistribuía la riqueza.

Desde mi punto de vista, la gestación de esta crisis y sus consecuencias constituyen la mayor estafa de la historia. Y este documental ofrece argumentos de sobra para pensar así. Después de la Gran Depresión, que duró casi una década, el gobierno estadounidense pareció aprender la lección y se dedicó a regular los mercados y a desarrollar el estado de bienestar. En los ochenta, el señor Ronald Reagan, secundado por la señora Margaret Thatcher decidieron que las libertades más importantes de todas eran las libertades económicas y se dedicaron a desregular los mercados financieros, proceso que continuó con Bush padre, Clinton y Bush hijo. Los banqueros se frotaron las manos y el mercado de bonos se convirtió en el puntal de sus negocios.

Antiguamente, las compraventas y los negocios en general tenían una base sólida, tenían una razón de ser: se trataban normalmente de intercambio de bienes por dinero. Desde hace unas décadas nos encontramos en la era de la ingeniería financiera. Se sacan productos cada vez más complicados, basados en perspectivas futuras y en los cálculos de analistas que tienen algo de astrólogos medievales. Recientemente me enteré que en la actualidad la mayoría de las operaciones las efectúan ordenadores. Ya no es sólo que el dinero que circula es puro humo, sino que los cerebros de estas operaciones no están formados por neuronas, sino por cables y chips.

Durante la pasada década el boom inmobiliario produjo masivamente las llamadas "subprime", un producto basado en la concesión masiva de hipotecas a gente que difícilmente podía pagarlas y avalado por compañías de seguros y por la máxima calificación crediticia de nuestras queridas agencias de riesgos, que siguen influyendo en los mercados como si no hubiera pasado nada.

Cuando la estafa piramidal se desplomó y los bancos comprobaron que sus balances no cuadraban, pidieron ayuda a los Estados. Y los Estados respondieron generosamente, prestando miles de millones de dólares a estos bancos y dejando que los directivos responsables de este desastre se fueran de rositas con indemnizaciones millonarias. Todo lo había causado la codicia y la rapiña de unos individuos que sabían muy bien lo que estaban haciendo, pero que se jugaban los ahorros de la gente como si estuvieran en un casino y luego se iban a prostíbulos de lujo, a celebrar sus ganancias con putas y coca.

¿Cuál ha sido el papel del Estado en todo esto? Simplemente el de perrito faldero de los bancos. Ante unos hechos tan graves y que han provocado la ruina de tantos inocentes se han dedicado a avalar a los criminales y con esta actitud se han hecho el harakiri. El endeudamiento bestial que ha provocado el rescate bancario lo financian los propios bancos comprándole deuda a los Estados, pero a un tipo de interés mucho más alto que el que los Estados le impusieron en sus préstamos. El negocio del siglo.

Uno visiona este documental y comprende el verdadero significado de la palabra rapacidad. Los directivos de los bancos no se conformaban con un par de buenas casas, querían tener diez, querían tener yates cada vez más grandes, helicópteros, reactores y colecciones de arte. Parece que hacer dinero es como una droga: nunca se tiene suficiente. Cuando se entrevista a alguno de los responsables del gobierno de Bush, estos responden con patéticas evasivas y con sospechosas lagunas de memoria.

Algún día en los libros de historia se analizará en profundidad esta gran estafa y los eruditos disertarán acerca de como fue posible que a los ciudadanos de una sociedad presuntamente democrática les engañaran de una forma tan burda y tan cínica. Al menos este documental hace lo que no hicieron en su día los gobiernos: explicar la cruda verdad. Aunque ya la sospecháramos.

TRUHANES (1983), DE MIGUEL HERMOSO. LA EXTRAÑA PAREJA.


El debut cinematográfico del realizador Miguel Hermoso no pudo ser más afortunado: adaptó una historia original suya y pudo contar con dos de los actores más populares del momento: Francisco Rabal y Arturo Fernández.

Francisco Rabal todavía era considerado un seductor del cine, por lo que este papel era toda una revolución en su carrera (poco después llegaría "Los santos inocentes). Rabal interpretaba a Ginés, un hombre ya maduro, carne de prisión, tan pícaro como infantil e ignorante, bebedor compulsivo y amante de la vida disoluta. Arturo Fernández, que siempre había interpretado papeles de galán, interpreta a un personaje que es una parodia de sí mismo: un hombre educado, de comportamiento casi aristócratico, pero que es tan sinvergüenza como Ginés. Quizá su papel es la representación más aproximada del pícaro moderno español: amante de la buena vida, de las relaciones sociales y de la impunidad de sus actos.

Toda la película mantiene un buen ritmo y decae en pocas ocasiones. Destacaría las primeras escenas, la entrada Gonzalo en un medio tan hostil a su condición social como la cárcel, esas puertas que se van cerrando detrás de él y esa sensación de soledad e indefensión que siente todo el que entra por primera vez en prisión. Conocer a Ginés es lo que le salva: él está en la cárcel como pez en el agua, pero necesita de alguien que le ayude una vez alcanzada la libertad.

Como retrato bufo de personajes, al estilo de la comedia italiana, la trama es estupenda. Contiene un extraño final, con un viaje casi surrealista a Badalona, con presencia de Lola Flores incluida. Las escenas de un derrotado Gonzalo mirando al mar, sabiendo que se le han cerrado todos los caminos muestran al espectador que Arturo Fernández es un intérprete mucho más completo de lo que comúnmente se cree, aunque él mismo ha limitado su carrera eligiendo siempre el mismo tipo de papel.

miércoles, 4 de enero de 2012

CLUBES DE LECTURA EN MÁLAGA EN ENERO. LIBROS PARA ACOMPAÑAR EL COMIENZO DE AÑO.


Comienza un nuevo año en el que espero leer tanto al menos como en el anterior. De hecho, como ya es costumbre, ya escogí el libro ruso del siglo XX (el XXI también vale) con el que inaugurar la temporada: los cuentos de Andréi Platónov recopilados bajo el título "La patria de la electridad", que estoy disfrutando mucho. Enero significa nuevas energías, nuevos proyectos y nuevos libros en nuestros clubes de lectura.

En el club de lectura de la Biblioteca Provincial, llevaremos leído "Historia de dos ciudades", de Charles Dickens, del que acabo de publicar la reseña. Hacia mitad de mes, harán un experimento pionero con nosotros: seremos uno de los primeros clubes en utilizar el libro electrónico. Las posibilidades que se abren son infinitas.

En el club de lectura de la Biblioteca Cristóbal Cuevas, un libro que ya leí el año pasado y con el que quizá contemos con la presencia del autor: "Málaga, ciudad del paraíso", de Antonio Soler.

En el club de lectura de Cincoechegaray proponen una novela finlandesa: "Mi abuelo llegó esquiando", de Daniel Katz.

En el club de lectura de la Casa del libro, un libro de un gran autor checo, del que leí hace tiempo "Trenes rigurosamente vigilados". Se trata de "Yo que he servido al rey de Inglaterra", de Bohumil Hrabal.

En el club de lectura "Encuentro con los clásicos" de la Biblioteca de Arroyo de la Miel, otra novela que leí no hace mucho: "El retrato de Dorian Gray", de Oscar Wilde.

Y en el club de lectura del Centro Andaluz de las Letras, sesión doble este mes: "Los territorios del sueño", de José Melero (con presencia del autor) y "Stoner", de John Williams.

Además, retomo la actividad "Literatura y cine", de la que soy responsable, en la Biblioteca Cristóbal Cuevas, disertando en torno a un clásico: "El loco del pelo rojo", de Vincente Minnelli.

Como siempre, información actualizada en la columna de la derecha. Si me van llegando más convocatorias, tendrán noticia puntual de las mismas.

Feliz año nuevo a todos los lectores.

HISTORIA DE DOS CIUDADES (1859), DE CHARLES DICKENS. LOS DIOSES TIENEN SED.


Dickens siempre ha sido uno de mis autores predilectos, desde que leí muy joven "Oliver Twist", uno de esos libros que dejan marcado. "Historia de dos ciudades" es una de sus obras más conocidas, pero no la mejor. Su magnífica descripción de ambientes, de la miseria prerrevolucionaria y la venganza posterior queda lastrada por la pobreza de sus personajes y por una estructura narrativa inadecuada. En todo caso, se trata de una lectura imprescindible, con algunos momentos sublimes que compensan todo lo anterior. Aquí el artículo:

Dickens es uno de esos ejemplos más patentes de la historia de la literatura de comunión entre un escritor y su público. Sus novelas por entregas eran seguidas fielmente por miles de lectores que se impacientaban cuando el nuevo capítulo se retrasaba en cualquiera de los países en los que publicaba, como Alemania, Australia o Estados Unidos. Entre sus devotos seguidores se encontraba la mismísima reina Victoria. Cuando Dickens ofrecía una lectura pública, la gente se hacinaba para verle y era capaz de pasarse varias noches en cola para conseguir un buen sitio.

Cuando Charles Dickens (1812-1870) nació, la aventura napoleónica comenzaba su decadencia, con lo que se asentaban las bases del periodo de mayor esplendor del imperialismo británico. Su infancia fue muy parecida a la de muchos de sus personajes. Su padre, siempre endeudado, terminó dando con sus huesos en la cárcel y el joven Dickens, con doce años, vio su futuro lastrado y tuvo que ponerse a trabajar en terribles jornadas de diez horas en una fábrica de betún, algo que le marcó de por vida y le hizo colocarse siempre de parte de los desheredados. Como expresa Stefan Zweig, uno de sus admiradores, en el ensayo Tres maestros:

"En su alma prendió como el anhelo más profundo el ansia de vengarse de esta infancia humillada cuando el Destino le concediese poder y un campo para desarrollar sus fuerzas; el ansia de acudir con sus novelas en ayuda de esos niños pobres, abandonados y olvidados, que sufren como él sufrió la injusticia de malos maestros, de escuelas descuidadas, de padres indiferentes, del carácter indolente, egoísta y seco de la mayoría de los hombres. Salvar para ellos las flores de la alegría infantil, malogradas tan temprano en su pecho sin el rocío de la bondad humana."

Su trabajo como cronista parlamentario fue su primera ocasión de dar a conocer su prosa. La publicación de las primeras entregas de Los papeles póstumos del club Pickwick le hizo probar por vez primera las mieles del éxito, que ya no le abandonarían hasta su muerte. Para la posteridad dejó un legado de obras imperederas: Oliver Twist (1839) o la denuncia de crueldades con la infancia demasiado comunes en su patria, David Copperfield (1850), su obra más autobiográfica, Tiempos difíciles (1854) o la descripción de la explotación a la clase obrera por parte de una sociedad opulenta. Uno de los mayores logros de Dickens fue conseguir movilizar a una sociedad conmovida con sus obras: después de la publicación de Oliver Twist, aumentaron las ayudas a los niños huérfanos y el Estado modernizó las instituciones de beneficiencia.

Un admirador de Dickens como Vladimir Nabokov le dedicó estas palabras en su Curso de literatura europea:

"Como es evidente me interesa más el encantador que el narrador o el maestro. En el caso de Dickens, esta actitud me parece el único modo de mantener vivo a Dickens, por encima del reformador, por encima de la novela barata, por encima de la pacotilla sentimental trillada, por encima de la teatralidad estúpida. Ahí es donde resplandece eternamente, en esas cumbres cuya altitud, perfil y formación conocemos exactamente, así como los senderos para llegar hasta ellas a través de la niebla. Es en su imaginación en donde es grande."

El comienzo de Historia de dos ciudades (1859) sitúa al lector unos años antes del comienzo de la Revolución francesa con estas palabras sublimes:

"Era la mejor y la peor de las épocas, el siglo de la locura y de la razón, de la fe y de la incredulidad; era un periodo de luz y de tinieblas, de esperanza y de desesperación, en la perspectiva del horizonte era más esplendente y la de la noche mucho más profunda, en el que se iba en línea recta al cielo y por el camino más corto al infierno; era, en una palabra, un siglo tan diferente del nuestro que, según la opinión de autoridades muy respetables, solo se puede hablar de él en superlativo, tanto para bien como para mal."

Una de las principales influencias del escritor a la hora de abordar esta temática fue la lectura de la Historia de la Revolución francesa, de Thomas Caryle, donde abunda en el protagonismo de unos cuantos héroes que provocan los acontecimientos, en contraposición a las fuerzas sociales o económicas utilizadas por otros historiadores como justificación de los hechos. Así pues, una de las principales críticas que se han realizado a Dickens ha sido la de la simplificación de los acontecimientos: la revolución aparece aquí como una violenta venganza de los oprimidos contra la aristocracia, sin mencionar siquiera la importancia del pensamiento ilustrado que se había estado desarrollando durante todo el siglo XVIII y sin informar al lector de las distintas etapas por las que discurrió la revolución.

En contraposición a la pacífica existencia en el Londres de aquel tiempo, Dickens no ahorra escenas de miseria y opresión en la Francia prerrevolucionaria: el aristócrata que pasa a toda velocidad con su coche de caballos por un barrio humilde y atropella a una niña, el hambre onmnipresente y, sobre todo, la figura del marqués de Evremonde, una especie de señor medieval con derecho de vida y muerte sobre sus hambrientos vasallos, símbolo de la maldad contra la que se levanta el pueblo. Algunos críticos sostuvieron que Dickens había exagerado el poder de la aristocracia en esa época, pero él se defendió con estas palabras:

"Naturalmente yo sabía que los privilegios feudales habían desparecido pero se dejaban sentir amargamente en tan cercanos a la revolución como la narrativa del doctor Manette (...) Si hay algo cierto en esta vida, para mí es que la situación del campesino francés en aquella época era , en líneas generales, intolerable. Ninguna investigación posterior o cálculos hechos con cifras pueden desmentir el tremendo testimonio de los hombres que vivieron aquel tiempo."

Cierto es que, si bien no se ahorran descripciones de los abusos de la aristocracia, tampoco la revolución, en su avidez de sangre, sale bien parada. La época en la que los personajes llegan a Francia es sin duda la del terror jacobino, que tuvo su mayor expresión entre el 2 y el 6 de septiembre de 1792, cuando se asesinó a unas mil doscientas personas. Sin duda las mejores páginas de Dickens se producen con las descripciones de aquel ambiente de miedo y venganza:

"Los carros mortuorios cargados de víctimas pasaban todos los días por las calles, y jóvenes graciosas, mujeres brillantes de cabellos negros y de cabellos canos, niños y ancianos, nobles y plebeyos formaban el vino rojo que se sacaba todas las mañanas de la bodega de la cárcel para apagar la sed devoradora del monstruo. ¡Libertad, Igualdad, Fraternidad o Muerte! La última es más fácil de dar que las otras tres. ¡Oh Guillotina!"

Si algo es criticable en esta novela es su estructura y la poca profundidad de sus personajes. Hasta casi la mitad de la narración no se hilvana una trama propiamente dicha. Hasta ese momento se ha estado realizando un complicado juego de presentación de situaciones y personajes en Inglaterra y Francia. Bien es cierto que debe tomarse su tiempo en mostrar como la tiranía de la aristocracia planta la semilla revolucionaria, pero debería haber aprovechado ese espacio para profundizar en la psicología de unos personajes demasiado planos y maniqueos. Ni siquiera el doctor Manette, cuya creación se inspiró en una visita de Dickens a una prisión de Filadelfia en 1842, donde los presos adoptaban el trabajo manual como alivio de su soledad, está suficientemente desarrollado.

El arte de Dickens está aquí limitado por su sentido moral: siempre busca situaciones en las que el héroe, humilde, valeroso y constante, salga triunfante y el mal, representado por la riqueza, el fanatismo y la avaricia acabe pagando. Era el precio de su popularidad: debía dar al lector lo que le pedía y no alterar el orden del mundo en el que vivía. Bien es cierto que en esta novela también hay perdedores, sobre todo en un pueblo francés fanatizado en la venganza que no duda en masacrar a todo sospechoso de haber simpatizado con el Antiguo Régimen, pero el héroe es salvado en el último momento de una manera novelesca e inverosímil. Es mucho más conmovedor, por ejemplo, el Dickens de Oliver Twist, un personaje mucho más humano y con el que el lector se identifica con mucha más facilidad.