sábado, 11 de febrero de 2012

MARTÍN EDEN (1909), DE JACK LONDON. EL MUNDO COMO VOLUNTAD Y DECEPCIÓN.


He vuelto a leer esta novela, veinte años después, poseído de nuevo por el extraño influjo que ejerce en mí, sintiendo las mismas emociones que la primera vez. Y es que esta novela de London tiene una magia especial, quizá porque su autor sabía de lo que estaba hablando cuando contó la historia de un joven al que su sed de cultura acaba destruyendo. Pero lo importante no es tanto lo que cuenta, sino como lo cuenta. Para mí es una de las novelas más fascinantes que puedan leerse. Aquí el artículo:

Al igual que la del protagonista de esta novela, la vida de Jack London durante sus primeros años fue durísima: abandonado a muy temprana edad por sus progenitores, el futuro escritor pasó periodos como marinero, como vagabundo y ejerciendo los más duros trabajos para sobrevivir. También estuvo una temporada en Alaska, en plena fiebre del oro, experiencia que le inspiraría magníficas colecciones de relatos. Igual que Martín Eden, London fue un autodidacta que alimentaba su intelecto nutriéndose de las bibliotecas públicas, alimentado por su deseo de convertirse en un escritor de éxito, algo que logró gracias a la amplia difusión de las revistas literarias de la época, que publicaron sus cuentos. Pronto se convertiría en uno de los escritores más populares de Estados Unidos.

El comienzo de Martin Eden nos presenta al protagonista, un joven marinero rudo y sin estudios, a una casa de gente rica, a un ambiente que desconoce. Ha ayudado a un muchacho en una pelea y este, en agradecimiento, le ha invitado a comer con su familia. El ambiente hogareño, limpio, educado y lleno de buenos modales, deslumbra al protagonista hasta el punto de considerar a sus habitantes como seres superiores, alimentando su deseo de querer ser como ellos. Pero lo verdaderamente perturbador es descubrirse enamorado profundamente de la hermana del muchacho que salvó. Ruth es para él una especie de ser angelical, la verdadera inspiración de todos los sacrificios que realizará desde ese momento para mejorar.

A partir de este acontecimiento, el protagonista se entrega a una vida de trabajo. Alquila una habitación y pasa el día escribiendo y leyendo. Aunque con muchas dificultades al principio, Martín Eden es un personaje al que guía una indómita fuerza de voluntad a la que acompaña una profunda inteligencia, lo que le hace progresar de un modo extraordinario:

"Los muchos libros que leía no le servían sino para aumentar su desasosiego. Cada página era un agujerito por donde mirar el vasto campo del saber. Su hambre se excitaba con cada cosa que aprendía. Además, no sabía por donde empezar y continuamente sufría por falta de preparación. Las nociones más sencillas, que él comprendía que poseía cualquier lector, eran enigmas para él. (...) En cierto modo había experimentado una revolución moral. La limpieza y la pureza de Ruth le habían afectado, y sentía siempre la necesidad de ser puro y limpio también."

Su nueva visión del mundo, adquirida en los libros, le hace mirar con otros ojos el mundo del trabajo duro donde se ha desarrollado hasta entonces su vida y al que deberá recurrir todavía durante algunos meses para lograr medios con los que subsistir: es un mundo despiadado, que embrutece a los hombres asimilándolo a los animales, que únicamente obtienen su recompensa a través del olvido que les proporciona la bebida. Martín Eden va advirtiendo que la cultura es un medio para superar todo eso, para sentirse auténticamente humano.

Pero cuanta más sabiduría va adquiriendo, cuanto mejores son sus escritos, mayor es la soledad de Martín Eden. Su novia no logra comprender sus propósitos de triunfar como escritor. Con su arraigado pensamiento burgués, pretende que trabaje honradamente; en la abogacía o en la política, algo que desagrada profundamente al protagonista, que poco a poco va derivando su pensamiento hacia un marcado individualismo, el individualismo de quien se siente superior y es capaz de criticar sin miedo la hipocresía y la falta de horizontes de las llamadas clases superiores, lo que le hace aparecer como un insolente ante la familia de su novia.

A él le hace gracia que se le confunda con un socialista, cuando lo que es realmente es un darwinista social, ya que estima que un Estado socialista estaría formado por esclavos. Para él la sociedad es un campo de juego donde sólo deben sobrevivir los más aptos, cuyos hijos heredarán sus cualidades. "Sólo creo en el hombre fuerte, en el hombre a caballo que salvará al Estado de su necia y podrida futilidad", llegará a decir. Y es que en sus lecturas queda gratamente impresionado por la obra de Herbert Spencer, al que adoptará como su padre espiritual. Ni que decir tiene que estas ideas y otras, como la del superhombre de Nietzsche, llevadas a su extremo, han servido para justificar los más enormes crímenes en el siglo XX.

Uno de los aspectos más atractivos de la novela de London es la relación de su protagonista con los editores de revistas de la época. Si por algo se caracteriza Martín Eden es por su tenacidad: envia sus escritos una y otra vez a las revistas más populares de la época. Cuando al fin es publicado, los problemas se presentan a la hora de cobrar. También merece ser destacada su diatriba contra los críticos literarios:
"Los hombres que no pueden escribir escriben demasiado sobre los que pueden escribir. (...) Cogen a un escritor y le miden con la medida de su miseria."

Al final el éxito le llega a Martín Eden demasiado tarde, cuando ya no puede disfrutarlo. Para él, dotado de una mente excepcional, la sobredosis de cultura ha sido letal. En pocos años ha dado de sí todo lo que podía dar. Después, se siente sólo en el mundo, como un lobo estepario que ni siquiera cuenta con dientes para morder. Aquí la cultura aparece casi como un veneno que ha ingerido el protagonista, pero que no utiliza para vengarse de quienes se han opuesto a él hasta el momento de su triunfo.

Lo aprendido, lo asimilado en tan corto espacio de tiempo le corroe por dentro. Quienes antes le despreciaban ahora se acercan a él. Pero no porque entiendan su obra, sino porque se ha convertido en un hombre con dinero. Lo que menos importancia tiene es cómo lo haya conseguido. Su soledad absoluta le llevará inevitablemente a la autodestrucción. El mundo ya sólo puede ofrecerle una fama y una frivolidad que él odia profundamente.

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