miércoles, 13 de junio de 2012

EL ÚLTIMO REY DE ESCOCIA (2006), DE KEVIN MACDONALD. EL INGENUO Y EL TIRANO.


En el imprescindible ensayo periodístico "Ébano", Ryszard Kapuscinski, cuenta, entre otras muchas cosas, las razones de las permanentes guerras civiles en los países africanos: los europeos olvidaron que las fronteras trazadas por su expansión imperialista poco tenían que ver con los reinos y tribus originarios de aquellos territorios. Cuando se fueron, rivalidades de siglos que llevaban décadas aparcadas, pero latentes, volvieron a surgir con fuerza.

Nicholas Garrigan es un joven escocés recién licenciado en medicina. Pensando que seguir la tradición de su padre y heredar su consulta va a ser demasiado aburrido, decide viajar a África (concretamente a Uganda) con toda la buena conciencia de un occidental para echar una mano. Al principio comienza a trabajar con una misión humanitaria, pero pronto una serie de casualidades le harán conocer al nuevo gobernante del país: al dictador Idi Amin. La atracción entre ambos es mutua e instantánea. Nicholas es un joven idealista y, como todos los idealistas, bastante ingenuo. Cree en las palabras de Amin cuando le dice que su gobierno va a significar una liberación para un pueblo oprimido y le invita a formar parte del mismo con un extraño cargo en el que se va a dedicar a velar por la salud del gobernante, en sus vertientes corporal y espiritual: un auténtico consejero al que va Amin va a someter a sus extraños cambios de humor.

Y es que Idi Amin, (un personaje real) es un auténtico hijo de África. Orgulloso del legado de sus antepasados, ha conquistado el poder por la fuerza de las armas y opina de sí mismo que es un auténtico regalo para su pueblo. Su discurso produce en Nicholas una extraña fascinación y aunque a veces la conducta del líder le resulte errática, en ningún momento deja de creer en sus buenas intenciones, a pesar de los acontecimientos que se suceden a su alrededor, visibles para cualquiera que no padezca su ceguera moral: Nicholas Garrigan es el prototipo de occidental bienintencionado que se entusiasma con el proyecto de construcción de una nueva África, al que se adhiere sin indagar demasiado en los fundamentos del mismo. Cuando la realidad al fin se vuelve mucho más poderosa que el mundo de fantasía que se ha creado, quizá sea demasiado tarde para huir de ella y volver a un occidente que le ofrece una aburrida (y después de sus experiencias, más anhelada que nunca), seguridad.

La interpretación de Forest Whitaker es sencillamente asombrosa: su personaje llena la pantalla y está presente aún en las escenas en las que no aparece físicamente. Un auténtico dictador africano: un ser que basa su discurso en la reparación de las afrentas infringidas a su pueblo a través de los siglos, pero que no duda en cimentar su poder en la sangre de estos mismos seres a los que asegura defender. El sueño de África, la tragedia de África.

2 comentarios:

  1. No es raro que un occidental se sienta fascinado por las tiranías revolucionarias en los países del Tercer Mundo. Se une la identificación con el ideal tradicional del caudillo con el deseo de ruptura con los modelos burgueses de gobierno en Occidente.

    Aparte del caso de Fidel Castro, muy admirado por personajes como Grahan Greene, Vázquez Montalban u Oliver Stone, también recuerdo que Stalin prefirió que su biografía oficial la escribiese un francés y no hace mucho leí un libro sobre el genocidio de Ruanda en el que el autor no ahorraba elogios al líder y luego presidente Paul Kagame, actualmente denunciado también por sus crímenes.

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  2. En el próximo cine-forum podremos hablar largo y tendido de estos temas, puesto que es la siguiente película elegida. Espero que guste al público asistente.

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