lunes, 8 de octubre de 2012

ARMAS, GÉRMENES Y ACERO (1998), DE JARED DIAMOND. LA DESIGUAL EVOLUCIÓN HUMANA.


Cuando Pizarro se encontró con el rey de los incas en Cajamarca logró tomarlo prisionero y derrotar a sus numerosas tropas con unos pocos hombres. Un imperio que había ido consolidándose en varios siglos caía en pocos meses en manos de un aventurero enviado por la corona española. ¿Cómo era posible esto? ¿Qué factores hicieron que un pueblo estuviera varios siglos más avanzado que el otro? Estas son las preguntas que responde este fascinante libro, lectura obligada para cualquiera que quiera saber algo acerca de quienes somos los seres humanos y cuales son nuestros orígenes. Aquí el artículo:



Existen libros, como el que nos ocupa, cuya lectura resulta poco menos que imprescindible, dado que es uno de esos volúmenes que nos abren los ojos acerca de quienes somos realmente los seres humanos y cómo se ha llegado a conformar el mundo actual. Jared Diamond no sólo es un erudito versado en historia, biología o antropología, sino que sabe aunar todas estas disciplinas en un único discurso cuyo mayor mérito es el de resultar tan cristalino como riguroso para el lector.

Investigando los orígenes de la desigualdad humana

El mecanismo que impulsa la investigación de Diamond es la pregunta que le formula Yali, un nativo de Nueva Guinea, al que le inquieta el hecho de por qué los colonizadores que llegaron a su territorio dos siglos antes poseían una tecnología muy superior a los indígenas. Partiendo de la base de que, biológicamente, no existen diferencias entre las razas humanas, pues todas tienen características físicas y de inteligencia similares, los orígenes de estas desigualdades deben tener su explicación miles de años atrás. Esta es la apasionante tarea que emprende Diamond, que va a dar fruto a teorías tan interesantes como esclarecedoras.

El eje este-oeste euroasiático favorece el desarrollo humano

Partiendo desde África, origen de la humanidad, los seres humanos se fueron distribuyendo, a través de los siglos, por diferentes continentes. En unos lugares encontraron mejores condiciones para prosperar que en otros. Los que llegaron a Nueva Guinea, por ejemplo, se dedicaron a exterminar a todo animal comestible en un territorio relativamente pequeño, hasta que terminaron extinguiéndose. Esto les dejó sin la posibilidad posterior de la domesticación, que tanto haría por la evolución humana. Sin embargo, para los pobladores del continente asiatico-europeo, no existía ese problema. Es más, al encontrarse en un eje este-oeste, las condiciones climáticas y de accesibilidad entre unos territorios y otros eran idóneas, por lo que podían prosperar con mayor rapidez, crear sociedades de mayor población y dedicar recursos al desarrollo de la tecnología y, sobre todo a expandir la agricultura y la domesticación de especies, elementos principales para que el hombre se asiente en un territorio y abandone el nomadismo.

En otros lugares, como América, estas conquistas fueron parciales, pues no disponían de la variedad de cultivos y de especies animales de Europa y Asia. Así pues, no hay diferencias esenciales entre las distintas razas y pueblos de la Tierra, sino distintas circunstancias materiales, geográficas y climáticas que han sido decisivas a la hora de tener acceso a la tecnología y, por lo tanto, a una evolución mucho más rápida. Todavía en el siglo XXI existen pueblos de cazadores-recolectores, aunque ya no están aislados del resto de la humanidad. Resulta fascinante constatar que hay grupos humanos que mantienen la misma forma de vida desde hace milenios.

La evolución de las formas de organización comunitaria

Respecto a la evolución social, el investigador estadounidense realiza una clasificación de las formas de organización comunitaria que han existido a lo largo de la historia. Al principio, cuando todavía las densidades de población eran muy bajas, los seres humanos se organizaban en hordas de cazadores-recolectores. Si entraban en conflicto con otras hordas, solo tenían que desplazarse a otro territorio. Con el inevitable aumento de la población, las hordas se transforman en tribus, que practican el sedentarismo y tienden a controlar la mayor cantidad de territorio posible en relación con el número de sus miembros, además de nombrarse un jefe (con lo cual la tribu pasa a ser denominada jefatura), que suele tener el monopolio de la fuerza, con lo cual se acaba con el igualitarismo de la tribu. Cuando un grupo humano numeroso, bajo un liderazgo centralizado, comienza a controlar a otros y los utiliza como esclavos o les obliga a pagar tributos y conquista gran cantidad de territorio, organizándolo burocráticamente se puede hablar de los primeros Estados e Imperios: reflejo de la voluntad humana de prosperar a través del dominio por la fuerza.

Los orígenes de la religión como instrumento de dominio

También ofrece Diamond un texto muy esclarecedor acerca del origen de la religión, refiriéndose a los primeros detentadores del poder como cleptócratas, es decir, ladrones de la voluntad popular y los bienes comunitarios:


"La última fórmula de los tecnócratas para conseguir el apoyo público consiste en construir una ideología o religión que justifique la cleptocracia. Las hordas y las tribus tenían ya creencias sobrenaturales, del mismo modo que las religiones establecidas modernas. Pero las creencias sobrenaturales de las hordas y las tribus no servían para justificar la transferencia de la riqueza ni mantener la paz entre individuos no relacionados. Cuando las creencias sobrenaturales obtuvieron esas funciones y se institucionalizaron, se transformaron en lo que llamamos una religión. (...) El jefe afirmaba servir al pueblo intercediendo por él ante los dioses y recitando las fórmulas rituales necesarias para conseguir lluvia, buenas cosechas y éxito en la pesca." (Armas, gérmenes y acero, editorial Debolsillo, pag. 319).

La conquista del reino inca por Pizarro

Así pues, unos territorios prosperaron a mayor velocidad que otros, dadas las condiciones que el azar dispuso para que así sucediera. Diamond dedica muchas páginas a explicar el encuentro entre dos culturas que aconteció en Cajamarca, en el actual Perú, cuando Pizarro, con unos cientos de hombres, logró doblegar a miles de incas, simplemente porque contaba con una tecnología muy superior: armas de fuego, corazas y, sobre todo, la gran ventaja de la caballería. Además, los pueblos americanos no pudieron defenderse de un enemigo invisible, pero aún más letal: los gérmenes que traían los españoles, para los que su organismo no estaba inmunizado. Gracias a estos factores, la conquista de América del Sur fue una misión relativamente sencilla (teniendo en cuenta las dificultades de dominar un territorio de miles de kilómetros cuadrados) para un pequeño número de occidentales.

El predominio de occidente es fruto de factores accidentales

Armas gérmenes y acero, ganador del premio Pulitzer, ayuda a descartar teorías racistas en la exégesis de la desigual evolución humana: simplemente fueron factores climáticos y geográficos los que consiguieron que unas sociedades prosperaran y lograran usar tecnología y otras, mucho más aisladas, se quedaran en la edad de piedra prácticamente hasta nuestros días. Esto nos hace ver que el azar, y no ninguna clase de predestinación o superioridad biológica hizo que occidente tomara ventaja sobre otras partes del mundo.

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