viernes, 2 de noviembre de 2012

EL ASTILLERO (1961), DE JUAN CARLOS ONETTI. LA INVENCIÓN DE LA SOLEDAD.


La primera vez que tuve noticias de Juan Carlos Onetti fue cuando leí, hará veinte años, una entrevista con un señor que había decidido postrarse en la cama y no salir de ella. No estaba enfermo ni nada parecido, sino que había tomado esa decisión y le parecía la más cómoda de pasar el resto de su vida. Onetti aparecía despeinado y rodeado de novelas policiacas, con las que distraía sus horas de postración voluntaria.

La escritura de Onetti no es complaciente con el lector, le exige una atención absoluta y aún así, a veces hay que volver a empezar el párrafo para captar toda la riqueza de detalles y de matices que transmite. Porque en realidad lo que más importa en El astillero, como en las novelas de Kafka, es  el ambiente donde sucede la historia, como el absurdo va impregnando a su protagonista que se refugia en una realidad ilusoria, aún sabiendo que este refugio es provisional y que al final tendrá que afrontar la realidad auténtica, esa que lo va a arrojar a la soledad y el desamparo más absolutos que intenta distraer provisionalmente (todo es provisional, nada es sólido en esta narración) con sus fantasías. Estamos ante un mundo gris, derrumbado, sórdido, lleno de desperdicios del pasado que recuerdan tiempos mejores. Pero los personajes tienen que vivir y deben inventar su propia realidad. Es lo único que les queda.

Dice Luis Harss, especialista en literatura iberoamericana, que Onetti era "un tipo muy taciturno y depresivo, pero al mismo tiempo chistoso. Le gustaba burlarse de sí mismo y caricaturizar su propia forma de ser." Hay mucho de esto en El astillero, una caricatura, un simulacro de la vida auténtica. Larsen se entusiasma con su trabajo, aún a sabiendas de que ha sido contratado por una empresa fantasmal y sus honorarios (que puede elegir él mismo) nunca serán satisfechos. En cierto pasaje de la novela se dice que es la desgracia la que se ha instalado en su vida y, cuando eso sucede, hay que convivir con ella de la mejor manera posible. Es la misma desgracia que parece haberse instalado también en nuestra realidad y que todo lo impregna. Como en el libro de Onetti, vivimos entre ruinas de lo que hasta hace poco fue un gran sueño y algunos aún fantasean con la posibilidad, siempre aplazada, de su restauración.

3 comentarios:

  1. Te noto desengañado.

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  2. Miguel, haces un buen análisis de la novela y tal vez de la situación actual en comparación desengañado como dice Pepe.

    Abrazos

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  3. Aparte de a la situación actual de España, y esto se me ha pasado ponerlo en el artículo, el ambiente de la novela me recuerda al de una película que vi hace poco
    "Todos tenemos un plan", de Ana Piterbarg.

    Abrazos a los dos.

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