jueves, 13 de diciembre de 2012

EL VELO ALZADO (1859), DE GEORGE ELIOT. VISIONES FUNESTAS.


George Eliot es una de esas escritoras clásicas que uno siempre tiene en mente leer alguna vez, pero la oportunidad de acercamiento nunca llega, por un motivo u otro. Es interesante constatar que fue una mujer que nunca aceptó el papel pasivo que la sociedad tenía reservado para ella. De hecho, superó su estricta educación evangélica para derivar hacia un pensamiento racional. No puedo decir mucho de otras obras suyas pero El velo alzado constituye una magnífica primera toma de contacto con una escritora que domina ese tipo de literatura que hipnotiza al lector hasta el punto de que éste es capaz de leer sutilmente entre líneas y encontrar mensajes que transcienden la propia narración para, una vez terminada la novela, hacerse muchas preguntas en torno a la misma, acerca de sus personajes y de sus medias verdades: esto es sin lugar a dudas la literatura, un eterno diálogo que no se acaba cuando dejamos de leer.

En El velo alzado encontramos algunos elementos un tanto insólitos para la literatura de la época: un protagonista masculino muy sensible, tanto que cuenta con el poder (en realidad para él es una maldición) de atisbar escenas del futuro, por lo que puede conocer aspectos del alma de las personas que normalmente están ocultos a la visión ordinaria. Así pues, cuando Latimer contrae matrimonio con la deseada Bertha (heredando así a la prometida de su fallecido hermano) sabe que se encamina hacia su perdición pero, aún así la atracción que siente hacia la belleza y misterio de esta mujer son más fuertes que cualquier decisión racional. 

Latimer posee uno de esos caracteres hipersensibles que derivan en una vida interior tan rica como dolorosa. Es incapaz de relacionarse con su padre, un ser racional, con los pies en el suelo y la vida en sociedad le aterroriza. Todo lo contrario que su fallecido hermano, al que define perfectamente en unas pocas palabras:

""¡Deprimido!", pensé amargamente, mientras Alfred se marchaba a caballo; "esa es la típica frase con la que personas tan romas y miopes como tú creen que describen unas experiencias de las que saben tan poco como tu caballo. Son las personas como tú las que disfrutan de las cosas buenas de este mundo: estupidez a toda prueba, sano egoísmo, bondadoso engreimiento; tales son las llaves de la felicidad".

Si tales son las llaves de la felicidad, Latimer está lejos de alcanzarlas, al contrario que su mujer, con un carácter totalmente opuesto al suyo, por lo que apenas hacen vida en común más allá de las  apariencias: para el protagonista la relación con su mujer es absolutamente masoquista, en un sentido mucho más moral que físico. Contemplar a su oscuro objeto de deseo le produce sentimientos ambivalentes: no puede odiarla aunque quisiera: Latimer simplemente ha visto su destino y lo acepta melancólicamente.

Con El velo alzado George Eliot consigue una narración magnífica, muy medida, que aúna magistralmente varias tendencias literarias: la gótica, el realista y el romanticismo. Resulta curioso el detalle final, directamente inspirado en Frankenstein de Mary Shelley: un punto más de horror en una narración verdaderamente siniestra.

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