viernes, 28 de diciembre de 2012

LA VIDA DE PI (2012), DE ANG LEE. RELATO DE UN NAÚFRAGO.


Ang Lee es uno de esos directores que debería ser ejemplo para muchos otros. Se toma su tiempo en sus proyectos, los elabora concienzudamente y entrega películas impecables, que son capaces de mostrar vertientes poco exploradas del arte cinematográfico. Además, es un todoterreno capaz de moverse por los géneros más diversos: cine de acción, histórico, comedia, drama, de superhéroes... 

En esta ocasión su punto de partida es una exitosa novela de Yann Martel, elogiada por el mismísmo presidente Obama, que narra la original historia de un muchacho que naufraga en el oceáno junto a un grupo de animales, de los cuales irá dando cuenta la otra estrella de la narración: un enorme tigre con el que Pi tendrá que convivir si quiere dar un final feliz a su travesía... Hay que decir que Ang Lee no comete el mismo error que Juan Antonio Bayona en Lo imposible: antes de que comience la parte catastrófica, antes de poner a prueba al personaje, se ha tomado algún tiempo en presentarlo al espectador y que este empatice con sus sentimientos. Además, Pi tiene algo de todos nosotros: es un gran explorador de eso que llamanos alma y pretende encontrar a Dios haciéndose adepto de varias religiones a la vez.

Y esta decisión del protagonista, esta búsqueda, va a condicionar su comportamiento durante la terrible prueba a la que cree estar siendo sometido por el mismo Dios que debería amarle y cuidar de él. Para mí, que soy agnóstico, el mensaje de la película es que las religiones son una gran broma y que el hombre está tan solo y desamparado en el mundo como lo está Pi en medio del inmenso oceáno. Otros verán confirmadas sus creencias en las hermosas imágenes que ofrece Ang Lee, en la supervivencia del muchacho gracias a la inspiración divina y a su fe. Como todos los grandes relatos, La vida de Pi no toma claramente partido. Ni siquiera a la hora de decidir acerca de la verosimilitud del relato, por cuanto da a elegir al espectador si lo que ha visto es realidad o metáfora. No es otra cosa el cine que un engaño maravilloso que contiene grandes verdades. Y nosotros, como decía Buñuel, nos dejamos hipnotizar, la lógica interna del relato nos arrastra y, a veces, incluso nos transforma.

Ang Lee no se conforma con adaptar el maravilloso material de partida, sino que le ha otorgado un sello personalísimo. La cámara viaja junto a Pi y no sólo nos muestra lo que sucede en el interior del bote salvavidas, sino que en ocasiones baja al fondo del oceáno, para enseñarnos que la realidad que nos circunda no sólo se compone por lo que vemos con nuestros ojos, sino que es infinitamente más rica. Además, el director ha sabido adaptarse perfectamente a la nueva tecnología del 3D, poniéndola al servicio de su historia y no al contrario. Les dejo esta explicación, que nos muestra a un Ang Lee tan ilusionado como un principiante en la exploración de las nuevas posibilidades del cine:

 "Yo quería trabajar con el 3D, creo que es una nueva forma de arte absolutamente legítimo. Ahora bien, es importante tener en cuenta que el 3D actual es absolutamente torpe, casi rústico. El 2D tiene 100 años, y solo por eso es injusto comparar ambos formatos. Lo que me gusta del 3D es que tienes una nueva lista de reglas y eso me parece muy excitante; lo del 2D ya lo conozco, pero con el 3D es como empezar de nuevo. De repente, la cámara ya no es plana y puedes crear profundidad, no tienes que fingirla, pero al mismo tiempo esa profundidad es de algún modo elusiva… Me parece francamente emocionante. "Avatar" legitimó el formato en su momento, pero de eso ya hace tres años, necesitamos seguir avanzando. Hay que ver que las cámaras o los proyectores son aún muy primitivos, porque las tres dimensiones son como un niño dando sus primeros pasos: no le vas a exigir que corra de buenas a primeras, hay que dejarle cierto margen."

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