sábado, 16 de febrero de 2013

EL LADO BUENO DE LAS COSAS (2012), DE DAVID O. RUSSELL. AMOR BIPOLAR.


Todos tenemos derecho al amor. Es un mensaje que el cine y la literatura transmiten casi como uno de los elementos fundamentales de la existencia. De eso trata esta película que quiere disfrazarse de pequeña, pero que está cosechando un enorme éxito, ratificado por su candidatura a varios Oscars.

El lado bueno de las cosas tiene un comienzo prometedor. Asistimos a la salida de Pat (Bradley Cooper) de un sanatorio para enfermos mentales, después de haber sufrido un traumático episodio por el que se le ha diagnosticado bipolaridad. La actitud de Pat produce extrañeza: como si de uno de estos nuevos profetas del optimismo que saltan a la palestra en los últimos tiempos se tratara, proclama a todo aquel que quiere escucharle (en especial sus padres) que se haya imbuido de una nueva energía positiva que va a hacer, como por arte de magia, que todo le salga bien a partir de ese momento. Como es lógico, el toparse de bruces con la realidad provoca reacciones violentas en el protagonista, que sabe en el fondo que ha perdido buena parte de sus opciones vitales y que recuperar a su antiguo amor, si lo consigue, no va a suponer ningún alivio, ni siquiera temporal.

A partir de la aparición de Tiffany (Jennifer Lawrence), la película ya no puede seguir disimulando lo que verdaderamente es: una comedia romántica con algunos toques originales. Desde el primer encuentro el espectador sabe que la relación entre ambos acabará cuajando, a pesar de los altibajos (en forma de unas constantes salidas de tono de ambos protagonistas que acaban cansando) y que el título español del filme no está puesto por casualidad. Es una lástima que los personajes queden en meros esbozos, porque profundizando en sus males y siendo un poco más realista, la película hubiera ganado muchos enteros. Pero cierto cine de Hollywood no es bipolar: le encantan los finales felices.

2 comentarios:

  1. En Hollywood encantan los finales felices como a mí. Podría decirse que, sencillamente, me encantan los finales. Tal y como describes es una comedia romántica, en el sentido trillado del término "romántico", pero, tal vez, la insinuación de profundidad de los personajes sea un guiño maestro cuyo mensaje sea: "se pudo haber hecho otra película, pero hice esta a propósito". Por otra parte me llamó mucho la atención la enorme interpretación, casi siempre en primeros planos, de Robert de Niro.

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  2. Viéndolo así, puede que tengas razón, Vicente, pero me hubiera gustado poder ver esa otra versión alternativa y mucho más razonable. Sobre Robert de Niro, nada que objetar. Es tan buen actor que estoy seguro que ese papel lo realizó con el piloto automático. Por cierto, a ver si algún día te animas a pasarte por algún club de lectura. Tu presencia sería sin duda muy enriquecedora.

    Un abrazo.

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