domingo, 28 de abril de 2013

EL CRIMEN DEL PADRE AMARO (1875), DE JOSÉ MARÍA EÇA DE QUEIROZ. LA ESENCIA DEL CATOLICISMO.


De Eça de Queiroz, el llamado "Galdós portugués", había leído anteriormente la magnífica novela La ilustre casa de Ramires. Como al escritor canario, a Eça de Queiroz le interesa analizar la sociedad de su tiempo y exponer al lector sus grandes males con la finalidad de que él mismo saque conclusiones. En El crimen del padre Amaro, esta obra mítica de la literatura anticlerical, dispara con artillería de grueso calibre contra la institución eclesiástica que, todavía a finales del siglo XIX, contaba en Portugal casi con tanto poder como en la Edad Media. La novela nos presenta una galería de personajes inolvidables, dedicados a la holganza y tratados como santos por las damas más beatas de Leiria. Es muy recomendable también el visionado de la gran adaptación cinematográfica del mexicano Carlos Carrera, que traslada la historia de Amaro a nuestros días en el país americano, introduciendo además los temas de la guerrilla, el narcotráfico e incluso la teología de la liberación. Aquí el artículo:



Aunque la literatura de Eça de Queiroz ha tenido una suerte muy desigual en España, El crimen del padre Amaro sigue siendo la más célebre de sus novelas y la que con más facilidad puede encontrarse en las librerías de nuestro país. Algunos de nuestros grandes escritores como Valle Inclán o Unamuno  fueron seguidores fervientes del portugués.

La inspiración para escribir El crimen del padre Amaro le surgió a Eça de Queiroz a raíz de su experiencia como administrador municipal en la pequeña ciudad de Leiria. El protagonista de la novela, un joven sacerdote, llega al municipio para hacerse cargo de una parroquia, después de pasar un tiempo ejerciendo en una olvidada aldea de las montañas. Amaro no es un sacerdote vocacional, sino que se ha visto obligado a estudiar en el seminario para no quedar desamparado. En realidad el protagonista siente una humillación íntima por tener que vestir los ropajes sacerdotales, por la tonsura que adorna su coronilla y, sobre todo, por el voto de castidad perpetuo al que dicha dignidad le obliga. Así pues, cuando conozca a Amélia, la hija de la señora que le hospeda, surgirá en él un sentimiento de deseo mucho más carnal que espiritual. Amélia es un ser inocente, que ha sido educada en el temor constante a un Dios mucho más severo que benévolo:

“En la escuela, en casa, por cualquier bagatela, le hablaban siempre de los castigos del cielo: de tal modo que Dios se le figuraba como un ser que sólo sabe dar el sufrimiento y la muerte y al que es necesario ablandar rezando y ayunando, oyendo novenas, mimando a los curas. Por eso, si alguna vez al acostarse olvidaba alguna salve, hacía penitencia al día siguiente, porque temía que Dios le enviase unas fiebres o la hiciese caer por la escalera.”

El microcosmos social de Leiria que presenta el autor portugués nos muestra un municipio (y por ende, un país) dominado por el poder eclesiástico, siempre temeroso de que las ideas revolucionarias y laicistas que se encuentran en desarrollo en otros países europeos impregnen a la sociedad portuguesa. Porque los sacerdotes presentados en la novela son practicantes habituales de la mayoría de los pecados capitales. Ante todo viven una existencia regalada de hombres santos con pocas obligaciones, más allá de decir alguna misa de vez en cuando. A esta permanente holganza unen un gusto muy sofisticado por la buena mesa y, en algún caso, también prueban las delicias de la carne del sexo opuesto, justificándolo en alguna conversación privada como una satisfacción de los sentimientos más naturales del ser humano, que no pueden ser obviados ni siquiera por un sacerdote. Precisamente el trágico desenlace de la narración tiene mucho que ver con las consecuencias de los apetitos sensuales de Amaro.

Como es lógico, la riqueza material en la que viven los sacerdotes, en comparación con la mayoría de sus vecinos, también cuenta con su correspondiente justificación teológica: 

“Que el cielo es también para los ricos. Usted no entiende el precepto. Beati pauperes, benditos los pobres, quiere decir que los pobres deben sentirse felices en la pobreza; no desear los bienes de los ricos; no querer más que el trozo de pan que tienen; no aspirar a participar de las riquezas de los otros, bajo pena de no ser benditos. Es por eso, sépalo usted, que esa canalla que predica que los trabajadores y las clases bajas deben vivir mejor de lo que viven va en contra de la expresa voluntad de la Iglesia y de Nuestro Señor. ¡Y no merecen otra cosa que un bastonazo, como excomulgados que son!”

Visto así, El crimen del padre Amaro no es más que un drama acerca de flaquezas humanas  que no pueden ocultarse, un drama sobre la hipocresía. Uno de los pasajes más interesantes de la novela es el del “Comunicado” que escribe uno de los protagonistas en la prensa local denigrando al clero de Leiria. Los representantes locales de la iglesia ponen toda la carne en el asador de su intolerancia con el fin de que sea desenmascarado el autor del artículo y poder así señalarlo como elemento anticristiano hasta el punto de que tenga que buscarse la vida en otra parte. 

La novela de Eça de Queiroz cumple a la perfección su función de denuncia social del desmesurado poder que detentaba en su tiempo una casta eclesiástica absolutamente parasitaria e indolente, sustentada en el poder de una tradición que consideraba un anatema cualquier idea nueva que surgiera fuera de las fronteras portuguesas. Como es bien sabido, la libertad de pensamiento es capaz de poner en peligro los intereses de una religión intransigente.

1 comentario:

  1. Coordino un club de lectores en Ferrol. Si queréis ver comentarios de las obras que leemos están en Google, escribiendo
    Ferrol: Club de lectores.
    Espero que os guste.
    Eva Ocampo.

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