miércoles, 8 de mayo de 2013

AYER NO TERMINA NUNCA (2013), DE ISABEL COIXET. EL MAÑANA NUNCA MUERE.


¿Y si la crisis que estamos padeciendo pudiera hacerse más profunda? Al comienzo de Ayer no termina nunca, se nos muestran algunas pinceladas de la presunta España de dentro de cuatro años, en 2017. A nuestro país le acaban de denegar el tercer rescate y los políticos siguen sin ponerse de acuerdo acerca de lo que hay que hacer mientras la economía, en caída libre, suma otro millón de parados. Pero no todo son malas noticias: los aficionados del Barcelona pueden deleitarse con el décimo balón de oro de Messi y por el fichaje de una nueva estrella balcánica por ciento cincuenta millones de euros. Razones más que suficientes para no salir huyendo del pais.

Pero en la película de Coixet la crisis económica no es más que una excusa para presentar la historia de sus dos únicos personajes: una pareja separada por una circunstancias que poco a poco se le van desvelando al espectador. Por lo que vamos sabiendo, él abandonó de improviso el hogar familiar y fue a vivir una nueva vida en Alemania, huyendo de la amargura infinita que ha producido en su mujer la muerte del hijo, afectado de una meningitis que no pudo ser tratada a tiempo por culpa de los recortes sanitarios. Ayer no termina nunca basa la efectividad de su propuesta en el buen hacer de los dos actores protagonistas. A Candela Peña, nada que reprocharle, pues se hace a la perfección con un personaje complejo y lleno de matices. El miembro femenino de la pareja está roto por el dolor y su única pretensión es que él sepa comprender sus sentimientos, que han quedado anclados en una terrible imagen del pasado. La interpretación de Javier Cámara resulta un poco más artificial y muchos de sus diálogos dan la impresión de ser recitados por el actor más que expresados por un personaje mucho más práctico, que representa la necesaria y algo cínica mirada hacia el futuro, aunque conforme avanza el metraje este problema se va solucionando.

Si bien Ayer no termina nunca es una producción arriesgada y poco convencional, lo cual constituye ya un punto a su favor, su problema principal estriba en la confusión acerca de sus pretensiones ¿es una metáfora de la crisis actual en Europa en la que el norte no puede entender los problemas del sur? ¿es un retrato de la eterna incompresión entre hombres y mujeres? El escenario, que remite a un país desolado y sin esperanza no podría ser más adecuado, sin embargo el diálogo entre estos dos personajes que sucesivamente se quieren y se odian que presuntamente es tan trascendental, acaba acercándose peligrosamente a las fronteras de lo ridículo y al final, en la mente del espectador, hay muchas posibilidades de que la película descienda a la categoría de obra de teatro filmada. No obstante, en un panorama cinematográfico que se presenta tan poco interesante este mes, la de Coixet es al menos una obra que ofrece algo de alimento intelectual (aunque éste sea algo pedante y pretencioso), circunstancia que puede ser una buena excusa para pagar el precio de la entrada.   

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