martes, 18 de junio de 2013

UN INVIERNO EN LA PLAYA (2012), DE JOSH BOONE. DEMASIADA FELICIDAD.


Un invierno en la playa (título absurdo el que se ha escogido para este estreno en España) es una de esas películas que intenta ser amable a toda costa, seduciendo a cualquier clase de público: gente que busca cine independiente, historias sentimentales o incluso amantes de la comedia. Se me olvidaban los aspirantes a escritor, porque la familia protagonista es casi utópica en este sentido: el padre es un novelista de éxito que estimula a sus dos hijos para que se hagan escritores también y ellos no tardan en estar a la altura de las expectativas: la hija publica una novela en una prestigiosa editorial y el hijo un cuento de terror (con llamada telefónica incluida de uno de los maestros del género) en una de las más afamadas revistas del género. 

Pero no todo es perfecto en la vida de los Borgens (hasta el apellido es literario). William, el padre, está divorciado y se dedica a espiar la vida amorosa de su ex, de quien espera que vuelva. A su vez, la hija no perdona a la madre que se haya marchado a vivir con otro hombre y ha cortado toda relación con ella, lo cual estimula que su propia vida sexual sea una sucesión de polvos sin el menor atisbo de amor: un miedo al compromiso que en realidad es miedo al sufrimiento. El otro hijo, el de los relatos de terror, es de carácter mucho más romántico y sentimental y busca una relación problemática con una chica drogadicta, otro de los problemas que aborda la película.

Que no se preocupe el espectador. No nos encontramos ante un drama. Todos los conflictos van a ser resueltos de una manera más o menos artificial. Porque los Borgens, que gozan de un razonable bienestar material, están destinados a ser felices. Todos y cada uno de ellos. Por ello, Un inverno en la playa es una propuesta de visión agradable, pero insulsa en el fondo. Nos propone un retrato muy amable de la existencia, abordando temas muy serios desde una perspectiva un tanto frívola, por lo que la resolución de los conflictos es poco creíble. Lo mejor: las constantes referencias literarias que impregnan el relato, muy en consonancia con la profesión presente y futura de sus protagonistas.   

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