sábado, 19 de octubre de 2013

EL OLVIDO QUE SEREMOS (2005), DE HÉCTOR ABAD FACIOLINCE. CARTA AL PADRE.

Miren la foto. Un instante feliz inmortalizado en el tiempo. Héctor Abad, el escritor, junto a Héctor Abad, el médico. Su venerado padre. Este es precisamente el pasado que el autor colombiano quiere evocar en El olvido que seremos: la vida pura de su progenitor, asesinado en 1987 en Medellín por grupos paramilitares patrocinados por el gobierno y su relación con este hombre que fue para él un ejemplo constante de humanitarismo y lucha valiente por la causa de los más pobres. Es un libro que ha impresionado a prácticamente todos los compañeros del club de lectura de Cristóbal Cuevas, ante todo porque el ejercicio de la memoria, siendo una actividad profundamente humana, no siempre se ejercita con la sinceridad de Héctor Abad. A mí particularmente es la segunda parte del libro la que me ha parecido inolvidable. La primera, siendo absolutamente necesaria, no es más que una preparación para que el lector comprenda la profundidad de la herida que sufre su protagonista con el asesinato de su progenitor.

Aquí el artículo:

http://asociacioncristobalcuevas.blogspot.com.es/2013/10/el-olvido-que-seremos-de-hector-abad.html

5 comentarios:

  1. Menos mal que hubo ese momento feliz,ese momento de amor desmesurado como así lo explica el niño que su padre sentía por el , y que la sociedad tachaba de mariconada, y creo que por algunos comentarios , deduje que ese amor se traducía en niño mimado y consentido, y creo que hay una diferencia entre amor incondicional y niño mimado, aunque es cierto que el padre no derrochaba ese amor a todos sus hijos por igual, cierto es que la enfermedad y muerte de su hija le cambió todos sus esquemas cosa natural ya que ese dolor no es comparable a nada, la segunda parte del libro me causó tristeza, solo destacaría la reflexión sobre la muerte, creemos que nos vamos a comer el mundo, tanta lucha, egoísmo, dolor,envidias, para acabar siendo polvo.Algún día llegará que no quede nadie para recordarnos y caeremos en el olvido pero al menos que el recuerdo mientras dure sea con cariño.

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    1. Estoy de acuerdo con todo lo que comentas, solo me queda el consuelo de que todavia existen el mundo personas como Hector padre y Hector hijo, y aunque sean olvidadas, han estado AHI...

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    2. Muy acertados ambos comentarios. Para mí este club fue algo muy especial, no solo por la oportunidad de dirigir la reunión, sino por lo implicados que estuvistéis todos en desentrañar el mensaje de esta obra.

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  2. Durante la reunión yo hice referencia a algo que en parte viene también incluido en la reseña, y que espero que no se malinterpretase, que es el bienintencionado extremismo político de muchas víctimas del terrorismo. En el libro de Héctor Abad hay una breve mención al escritor colombiano Fernando Vallejo ("amigo que ya no lo es") que llegó a justificar públicamente a los paramilitares (que asesinaron a Héctor padre). Los culpables y los responsables de los crímenes son siempre los asesinos y quienes, detentando el poder, lo consienten o lo alientan, pero parece que existe una falta de madurez política en algunas sociedades que no ayuda a hacer desaparecer las situaciones de tensión. Un hombre extraordinariamente inteligente y honesto como Héctor Abad padre era descuidado en sus juicios y su formación intelectual (empezaba a leer libros que luego no terminaba) lo que le llevó a un extremismo al que veía tal vez como única posibilidad de actuar contra la injusticia. Esto sucede constantemente y, aunque parezca poca cosa, fomentar un debate racional, tolerante e imaginativo, a cualquier nivel, supone una contribución valiosa a evitar que se den esas situaciones.

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  3. Fue uno de los puntos más interesantes de los que debatimos (y que al final llevó a comparaciones con la situación de ETA en España y recuerdos a la lectura de Arramburu). Es un mal muy extendido, ese de los intelectuales que justifican la violencia, aunque, por fortuna, cada vez está peor visto, por muy "nobles" que sean las intenciones de los que asesinan.

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