martes, 31 de diciembre de 2013

LOS MEJORES SETENTA LIBROS QUE LEÍ EN 2013.

Es curioso, pero al igual que el año pasado, el libro que más me ha gustado, en dura competencia con el segundo, es una novela francesa del siglo XIX. Claro que no es una novela cualquiera, sino (y en esto también coincide con Madame Bovary) una obra que he leído más de una vez y que he disfrutado de manera distinta en todas las ocasiones. Este año la lista aumenta a diez más, porque siempre se quedan fuera buenas obras. Echar la vista atrás y recordar los momentos en los que estaba leyendo cada libro, es una buena manera de hacer balance del año. Ya solo me queda desearles un feliz 2014, lleno de buenas lecturas. Ahí va la lista:

1.- La taberna, de Emile Zola.
2.- Los hijos del Arbat, de Anatoli Ribakov.
3.- Todo Sherlock Holmes, de Arthur Conan Doyle.
4.- San Manuel Bueno Mártir, de Miguel de Unamuno.
5.- Stasiland, de Anna Funder.
6.- El crimen del Padre Amaro, de José María Eça de Queiroz.
7.- La noche de los tiempos, de Antonio Muñoz Molina.
8.- La invención de los derechos humanos, de Lynn Hunt.
9.- El cero y el infinito, de Arthur Koestler.
10.- El extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde, de Robert Louis Stevenson.
11.- La Biblia en España, de George Borrow.
12.- La muerte en Venecia, de Thomas Mann.
13.- Una historia de la lectura, de Alberto Manguel.
14.- Vida de un esclavo americano contada por él mismo, de Frederick Douglass.
15.- Doña Perfecta, de Benito Pérez Galdós.
16.- El extranjero, de Albert Camus.
17.- Una soledad demasiado ruidosa, de Bohumil Hrabal.
18.- Niebla, de Miguel de Unamuno.
19.- Vida y muerte en el Tercer Reich, de Peter Fritzsche.
20.- Historia de una escalera, de Antonio Buero Vallejo.
22.- Todo lo que era sólido, de Antonio Muñoz Molina.
23.- La diversidad de la ciencia, de Carl Sagan.
24.- Diario de un hombre superfluo, de Iván Turguénev.
25.- Washington Square, de Henry James.
26.- El último encuentro, de Sándor Márai.
27.- Memorias de una joven formal, de Simone de Beauvoir.
28.- El pan a secas, de Mohamed Chukri.
29.- El rayo que no cesa, de Miguel Hernández.
30.- La historia del Cristianismo, de Paul Johnson.
31.- Vuelta de tuerca, de Henry James.
32.- El triunfo de las ciudades, de Edward Glaeser.
33.- Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez.
34.- Stanley Kubrick, de John Baxter.
35.- El caballero sueco, de Leo Perutz. 
36.- El miedo a la libertad, de Erich Fromm.
37.- El pianista del gheto de Varsovia, de Wladyslaw Szpilman.
38.- Fraudes paranormales, de James Randi.
39.- Guerra Mundial Z, de Max Brooks.
40.- Neurocultura, de Francisco Mora.
41.- Pórtico, de Frederik Pohl.
42.- El héroe de las mil caras, de Joseph Campbell.
43.- Auto de fe, de Elias Canetti.
44.- Algo va mal, de Tony Judt.
45.- Cuando el hombre encontró al perro, de Konrad Lorenz
46.- Los girasoles ciegos, de Alberto Méndez.
47.- El Maestro y Margarita, de Mijaíl Bulgákov.
48.- Los peces de la amargura, de Fernando Aramburu.
49.- Yerma, de Federico García Lorca.
50.- Historia del tiempo, de Stephen Hawking.
51.- El olvido que seremos, de Héctor Abad Faciolince.
52.- León el Africano, de Amin Maalouf.
53.- El amor de Erika Ewald, de Stefan Zweig.
54.- Rommel, de Desmond Young.
55.- Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño.
56.- La era de la Revolución, 1789-1848, de Eric Hobsbawm.
57.- Vida líquida, de Zygmunt Bauman.
58.- En tierras bajas, de Herta Müller.
59.- América, América, de Ethan Canin.
60.- Los sordos, de Rodrigo Rey Rosa.
61.- Los soldados, de Pablo Aranda.
62.- El alma está en el cerebro, de Eduardo Punset.
63.- Leer y conversar, una introducción a los clubes de lectura, de Jesús Aranda y Belén Galindo.
64.- El libro de los pequeños milagros, de Juan Jacinto Muñoz Rengel.
65.- Tiempo de cambios, de Robert Silverberg.
66.- Cosecha roja, de Dashiell Hammett.
67.- Te voy a contar, de Sara Gordan.
68.- La vida ante sí, de Émile Ajar.
69.- El castillo de la carta cifrada, de Javier Tomeo.
70.- La desbandá, de Luis Melero. 

LOS TREINTA MEJORES ESTRENOS QUE VI EN 2013

Como el año pasado, termino el año poniendo un par de listas. La primera, de las mejores películas que he visto en 2013. Es una lista muy personal, por supuesto. Y además, como casi siempre acudo a cines de centro comercial, se escapan de la misma películas muy interesantes destinadas a públicos más minoritarios. Es curioso que la última que he visto, sea la primera en el ranking.

1.- Doce años de esclavitud, de Steve McQueen.
2.- Hannah Arendt, de Margarethe Von Trotta.
3.- La noche más oscura, de Kathryn Bigelow
4.- Rush, de Ron Howard.
5.- No, de Pablo Larraín.
6.- Gravity, de Alfonso Cuarón.
7.- Blue Jasmine, de Woody Allen.
8.- El consejero, de Ridley Scott.
9.- Stoker, de Park Chan-Wook.
10.- Pacific Rim, de Guillermo del Toro.
11.- Los Miserables, de Tom Hooper.
12.- Expediente Warren, the conjuring, de James Wan.
13.- Oblivion, de Joseph Kosinski.
14.- Hitchcock, de Sacha Gervasi.
15.- Star Trek, en la oscuridad, de J.J. Abrams.
16.- El hombre de acero, de Zack Snyder
17.- The Master, de Paul Thomas Anderson.
18.- Ayer no termina nunca, de Isabel Croixet.
19.- El mayordomo, de Lee Daniels.
20.- Django desencadenado, de Quentin Tarantino.
21.- Monstruos University, de Dan Scanlon.
22.- Un invierno en la playa, de Josh Boone.
23.- Elysium, de Neill Blomkamp.
24.- Quince años y un día, de Gracia Querejeta.
25.- Iron Man 3, de Shane Black.
26.- El lado bueno de las cosas, de David O. Russell.
27.- Tesis sobre un homicidio, de Hernán Goldfrid.
28.- Lobezno inmortal, de James Mangold,
29.- Thor, el reino oscuro, de Alan Taylor.
30.- Séptimo, de Patxi Amezcua.


LITERATURA Y EMOCIÓN

Un pequeño texto que he escrito para despedir el año en el blog de Más Libros Libres, un proyecto que crece en personas, ilusiones y libros día a día:


http://blog.maslibroslibres.com/la-emocion-de-la-literatura/

sábado, 28 de diciembre de 2013

HISTORIA DEL TIEMPO (1988), DE STEPHEN HAWKING. EL HOMBRE ANTE LA INMENSIDAD.

Por mucho que la ciencia nos haya explicado ya, el simple hecho de mirar al cielo nocturno sigue siendo una fuente de misterios para el hombre. Si fuera verdad que somos los reyes de la creación, como hemos creído durante muchos siglos ¿a qué viene colocarnos en un pequeño planeta perdido en un rincón de una inmensa galaxia, que es solo una más entre miles de millones? Somos una pequeña mota de existencia no solo en el espacio, sino también en el tiempo. Si las últimas estimaciones aseguran que han transcurrido unos 15.000 millones de años desde el Big Bang ¿qué es una vida humana sino menos que una gota en este océano de tiempo?

El ensayo de Stephen Hawking, uno de los más populares libros de ciencia que se han escrito nunca, intenta arrojar luz sobre algunos de estos enigmas dirigiéndose a un público profano, aunque a veces no pueda evitar que lectores profanos como yo se pierdan un poco cuando habla de las propiedades de las ondas o de las partículas. En cualquier caso, la mayor parte del tiempo Hawking tiene cuidado de explicarse con claridad, al igual que lo hacía en la magnífica serie de documentales que tuve ocasión de ver no hace mucho. Para los científicos está bastante claro que el tiempo y el universo no son eternos, sino que hubo un primer instante, una gran explosión resultante de una gran masa de energía que englobaba en un solo punto al universo entero. También está probado que en el momento actual el universo se halla en expansión, extendiendo sus fronteras en todas direcciones. Lo que es más discutible es si en algún momento entrará en contracción, volviendo al momento inicial y si eso tendría repercusiones en el tiempo. 

Respecto al tiempo, las teorías científicas del último siglo han sido tan sorprendentes que han destruido el concepto tradicional de tiempo. Ya no es algo absoluto, sino que depende de la posición del observador. Por ejemplo, al situarnos junto a un objeto de gran masa (un agujero negro, por ejemplo, aunque nadie sobreviviría si se situara demasiado cerca) el tiempo transcurre más despacio. Dentro del agujero negro, está también el final del tiempo, o al menos una frontera que no puede volver a cruzarse hacia el exterior. También, como es conocido, si alguien fuera capaz de viajar a la velocidad de la luz, su tiempo sería muy distinto del de los que quedaran atrás y, de volver a la Tierra alguna vez, habrían transcurrido siglos, mientras que para el viajero habrían transcurrido solo pocos años. A día de hoy tenemos pocas esperanzas de alcanzar las estrellas. Aun si consiguieramos viajar a la velocidad de la luz, los viajes serían demasiado largos. La física nos asegura que superar dicha velocidad es imposible, porque la masa del objeto se haría infinita y haría falta una cantidad de energía impensable para mover a ese objeto. Nuestra única esperanza serían los agujeros de gusano, una anomalía del universo que (en teoría) podría funcionar como un tubo que uniera dos puntos muy distantes. Lo malo es que estos agujeros suelen tener un tamaño extremadamente pequeño, pero quien sabe si la tecnología de dentro de varios siglos nos permitirá obtener la suficiente energía como para ensancharlos...

El mismo Hawking bromea a veces acerca de sus propias teorías. Una de las más interesantes es la posibilidad de viajes en el tiempo que nos ofrecerían estas anomalías espaciales. Desde luego, el viaje hacia el pasado es altamente improbable, si no hubiéramos ya recibido a algún viajero del futuro. Hacia el futuro siempre estamos viajando pero, teóricamente, sería posible acelerar la velocidad de este viaje. Por no hablar de la posibilidad de universos paralelos y de la existencia de otras dimensiones que no podemos apreciar a simple vista... Es difícil, incluso para los especialistas, estar al día en todos los avances científicos, puesto que estas materias se han singularizado tanto, que es imposible ser experto en todas ellas. Al menos los que tenemos poca idea de ciencia podemos echar mano de autores como Hawking, Sagan o Dawkins para que iluminen un poco nuestra ignorancia.

jueves, 26 de diciembre de 2013

UP IN THE AIR (2001), DE WALTER KIRN Y DE JASON REITMAN (2009). LIGERO DE EQUIPAJE.


Segunda vez que veo la película de Jason Reitman (esta vez después de leer la novela) y segunda vez que tiene mi admiración, sobre todo después de comprobar el inteligente uso que realiza de un material literario que no resultaba a priori demasiado cinematográfico. De hecho, partiendo del mismo personaje, lo que cuentan ambas obras no tiene mucho que ver. Aquí el artículo:

http://asociacioncristobalcuevas.blogspot.com.es/2013/12/up-in-air.html

domingo, 22 de diciembre de 2013

DOÑA PERFECTA (1876), DE BENITO PÉREZ GALDÓS. LAS DOS ESPAÑAS DE ORBAJOSA.

Hasta hace poco era bastante reticente a emprender segundas lecturas, salvo casos muy especiales, pero este año, que ha sido pródigo en ellas, me ha enseñado que en realidad lo que se vuelve a leer tiene poco que ver con los recuerdos que me habían dejado ciertas novelas leídas hace años. Doña Perfecta, cuyo redescubrimiento ha venido patrocinado por el club de lectura de la Biblioteca Provincial, no ha sido una excepción. Donde yo había advertido a un personaje noble que tiene la mala suerte de caer en un lugar donde no es bienvenido, veo ahora una metáfora de las dos Españas, con Galdós ejerciendo de profeta muy a su pesar. En cierto modo, Doña Perfecta es una obra de contenido político en la que el escritor canario nos describe la escisión casi irreconciliable (como tristemente certificaron las Guerras Carlistas) entre dos maneras de entender el país: una moderna que mira a la ciencia y a Europa y que quisiera acabar con los inmensos privilegios de la Iglesia católica y otra absolutamente conservadora que vive mirando a un presunto pasado glorioso de la nación y quisiera volver a los tiempos del teocentrismo, siendo el catolicismo y España una misma cosa.  En el discurso de don Inocencio, el sacerdote de Orbajosa, hay reminiscencias de la España de la Reconquista mezcladas con un falso deseo de martirio, puesto que en realidad lo que anhela su corazón es lo que acabaría sucediendo varias décadas más tarde: el surgimiento de una cruzada contra la anti-España:

"En aquel centro de corrupción (Madrid), de escándalo, de irreligiosidad y descreimiento, unos cuantos hombres malignos, comprados por el oro extranjero, se emplean en destruir en nuestra España la semilla de la fe... (...) Sé muy bien que nos aguardan días terribles; que cuantos vestimos el hábito sacerdotal tenemos la vida pendiente de un cabello, porque España, no lo duden Vds,  presenciará escenas como aquellas de la Revolución Francesa en que perecieron miles de sacerdotes piadosísimos en un mismo día... Mas no me apuro. Cuando toquen a degollar presentaré mi cuello: ya he vivido bastante. ¿Para qué sirvo yo? Para nada, para nada, para nada."

La llegada de Pepe Rey, el protagonista, a Orbajosa, es ya premonitoria. Encuentra un paisaje desolado habitado por gentes tan ignorantes como orgullosas, que estiman que su tierra es la mejor del mundo. Algo de eso había advertido ya en sus viajes por España George Borrow, que detectó esa absurda soberbia en los pueblos más miserables. En Orbajosa, el único ser interesado por el conocimiento es don Cayetano, que resulta ser una caricatura de intelectual, un hombre un poco ido, empeñado en demostrar que los hijos de Orbajosa han estado presentes en todos los episodios de la historia patria a través de un método tan erudito como absurdo. La auténtica autoridad cultural del pueblo es don Inocencio, cuyas palabras cargadas de razones teológicas, conmueven el corazón de todo hijo de vecino. Pepe Rey se ha criado en ambientes más liberales y cuenta con estudios universitarios y un espíritu práctico y científico que choca de manera contundente con los usos tradicionales de un pueblo en el que la más mínima chispa va a hacer saltar las ganas de organizar partidas para rebelarse contra el gobierno central.

Hay una fuerza poderosa que mueve a los personajes, a doña Perfecta, a don Inocencio y a doña Remedios y esta no es otra que la ambición, la voluntad de dominio a través de la pureza que otorga la religión y la propiedad. Doña Perfecta está cómoda en su papel de cacique del pueblo y la llegada de su sobrino no es más que una molestia en su irreprochable vida. Entre ella y el cura manejan en la sombra los hilos del pueblo y saben insertar en las mentes simples las ideas de levantamiento y violencia sin que parezca que son ellos los que incitan, tan solo mostrando que la presencia de tropas gubernamentales en Orbajosa conspira contra sus intereses. Todo ello lo mezclan con la natural exaltación religiosa y la idea de guerra santa, conceptos que, como he dicho antes, sobrevivirían en ciertos círculos durante décadas y luego serían empleados como excusa para lanzar una guerra fraticida en nuestro país.

Me quedo con una de las frases del sabio don Inocencio, un maestro de las evasivas y de las indirectas de relamido discurso, en la que lanza sus dardos contra la ciencia moderna, ante el peligro de que acabe desbancando a los postulados de la teología como verdades indiscutibles:

"(...)la ciencia, tal como la estudian y propagan los modernos, es la muerte del sentimiento y de las dulces ilusiones. Con ella la vida del espíritu se amengua; todo se reduce a reglas fijas, y los mismos encantos sublimes de la Naturaleza desaparecen. Con la ciencia destrúyese lo maravilloso en las artes, así como la fe en el alma. La ciencia dice que todo es mentira y todo lo quiere poner en guarismos y rayas, no solo maría ac terras, donde estamos nosotros, sino también aelumque profundum, donde está Dios... Los admirables sueños del alma, su arrobamiento místico, la inspiración misma de los poetas. El corazón es una esponja, el cerebro una gusanera." 

DOCE AÑOS DE ESCLAVITUD (2013), DE STEVE MCQUEEN. LA BANALIDAD DEL LÁTIGO.

Hace unos meses leí una obra de esas que dejan marcada la conciencia para siempre: Vida de un esclavo escrita por él mismo, de Frederick Douglass. Se trataba de un libro autobiográfico en el que un antiguo esclavo contaba su vida en los Estados Unidos de mitad del siglo XIX. Luego descubrí que este tipo de obras se convirtieron en todo un género en aquella época, con el fin principal de ayudar a la causa abolicionista, haciendo ver a los lectores que los negros con los que se comerciaba impunemente eran también seres humanos.

En esta corriente se enmarca Doce años de esclavitud, adaptación de un libro de Solomon Northup, que cuenta su infernal experiencia después de ser engañado y vendido como esclavo. A diferencia de Douglass, que nació de padres esclavos y no conoció otra vida hasta su madurez, Northup era un hombre libre y próspero, que había fundado una familia en Saratoga, además de un excelente músico. Es difícil imaginar lo que debió sentir este hombre cuando fue separado de su familia, trasladado al Sur y vendido como si fuera un animal a un amo que tendría derecho a tratarlo como a un objeto de su propiedad. Decía Aristóteles en su Política que la humanidad se divide en dos, amos y esclavos. Pues bien, la condición de esclavo implicaba el trabajo sin descanso para un amo que podía tratar a su mercancía con mayor o menor humanidad, pero su principal preocupación al respecto era de índole capitalista: cómo sacar la mayor rentabilidad a su inversión en una economía (la sureña de Estados Unidos) eminentemente rural y cuya explotación de de estos trabajadores forzados producía enormes beneficios. Cuanto más se portara el esclavo como un animal dócil, más posibilidades tenía de seguir viviendo y no ser castigado. Lo que más odiaba la mayoría de los propietarios es que sus bestias mostraran signos de inteligencia. Y para el esclavo culto, conocer la injusticia a la que estaba siendo sometido era el mayor de sus tormentos, como escribía Frederick Douglass:

“(…) aprender a leer había sido una maldición más que una bendición. Me había permitido apreciar la desgracia de mi condición, sin proporcionar un remedio. Me abrió los ojos al espantoso pozo, pero sin darme una sola escalerilla por la que salir. En momentos de angustia envidiaba a mis compañeros de esclavitud por su ignorancia. He deseado muchas veces ser un animal. Prefería la condición del más mísero reptil a la mía. ¡Cualquier cosa, fuese la que fuese, con tal de librarme de pensar!”

En la magistral película de Steve McQueen las imágenes son el testimonio del espíritu de una época en la que la esclavitud era algo tan natural, tan insertado en la vida cotidiana, que resultaba difícil que quien hubiera crecido en aquel ambiente se cuestionara el status quo. Además, la interpretación interesada de ciertos pasajes de la Biblia (la Biblia sirve también para reforzar las ideologías más inhumanas) daba alimento espiritual a quienes creían en la superioridad de ciertas razas sobre otras, cuyos miembros ni siquiera tenían alma. Esta cotidianidad infame me recuerda mucho a lo que expresaba Hannah Arendt en su crónica del juicio en Jerusalén de Adolf Eichmann: la banalidad del mal ejercitado por gente normal que no es capaz de ver el horror que desencadenan sus acciones. Fustigar la piel de una mujer negra hasta arrancarsela a tiras no es más que una consecuencia lógica de las seducciones que ha ejercicido sobre su amo, el cual no tiene más remedio que redimir su pecado de lujuria castigando al objeto del mismo.

Si Doce años de esclavitud estremece es precisamente por eso, porque los espectadores podemos vernos reflejados en los privilegiados, en los que se aprovechan de leyes injustas para cumplir la ley del mercado que estipula la consecución de máximos beneficios al mínimo coste. La trata de esclavos era más un asunto económico que otra cosa, una competencia del derecho mercantil. La mirada del propietario (un espléndido Michael Fassbender, como de costumbre) sobre su mercancía lo dice todo. Él es el amo, el que regula los ritmos de trabajo y la vida y la muerte de sus negros. La oscuridad del alma humana está condensada en esa mirada. Quizá dentro de un siglo podamos ver una película acerca de cómo nos aprovechamos los privilegiados de hoy en día del trabajo semiesclavo de tantos asiáticos que entierran sus vidas en talleres subterráneos. Y volveremos a estremecernos de horror y a cuestionarnos cómo tal sistema era posible.  




Una de las más gratas sorpresas de mi vida de lector ha sido el descubrir la existencia de toda una literatura autobiográfica del siglo XIX escrita por los antiguos esclavos de Estados Unidos, que lograban escapar de su cautiverio y que publicaban los abolicionistas del Norte para ganar adeptos a su causa. Dichos escritos poseen un particular valor histórico y literario, son testimonios de primera mano de una de las más terribles lacras que asoló durante muchas décadas a la joven nación estadounidense y que solo logró abolirse (sobre el papel, pues la discriminación siguió existiendo muchas décadas más) después de una cruenta guerra civil.

Frederick Douglass no conoció durante sus veinte primeros años de existencia otro estado que el de la esclavitud. Para los propietarios sureños estos seres se asemejaban a animales, no eran considerados seres humanos completos, sino posesiones materiales destinadas a obtener un beneficio económico para el amo. Por eso era importante que el esclavo estuviera conforme con su situación y no pensara nunca en escapar, que se sintiera inferior, como una bestia de carga a la que se le ofrece un granero para dormir y comida. Si Douglass tomó conciencia de su estado fue porque tuvo la suerte de que una de sus amas, más compasiva que la mayoría, le enseñara algunas nociones de lectura. Cuando el marido se enteró, reaccionó escandalizado: le espetó a su esposa que estaba cometiendo el mayor pecado en el que se puede incurrir con un esclavo: ofrecerle conocimientos, ampliar sus horizontes. En resumen, que estaba estropeando un bien valioso, pues la expansión mental que ofrece la lectura acabaría por llevarle a anhelar la libertad.

Pero a Douglass ya se le había presentado una pequeña abertura de luz en su oscuro mundo y se las ingenió para terminar de aprender a leer y a escribir por su cuenta. Incluso llegó a fundar una escuela clandestina en la que preparaba a sus hermanos de cautiverio para una figurada vida en libertad. No obstante para las personas de su condición, tomar conciencia de la injusticia a la que estaban sometidos era particularmente duro:

“(…) aprender a leer había sido una maldición más que una bendición. Me había permitido apreciar la desgracia de mi condición, sin proporcionar un remedio. Me abrió los ojos al espantoso pozo, pero sin darme una sola escalerilla por la que salir. En momentos de angustia envidiaba a mis compañeros de esclavitud por su ignorancia. He deseado muchas veces ser un animal. Prefería la condición del más mísero reptil a la mía. ¡Cualquier cosa, fuese la que fuese, con tal de librarme de pensar!”

A partir de ese momento el esclavo necesita la libertad sobre todas las cosas. Ya sabe lo que es la vida libre y comprende que él no es un ser humano inferior, sino un igual, tan inteligente como el amo. Y comprende también que es un instrumento indispensable en un sistema económico criminal basado en la más perversa explotación. El relato de Douglass no elude escenas realmente duras protagonizadas por el instrumento más odioso: un látigo que dejaba marcas indelebles en la piel de quienes lo probaban, una experiencia que sufrían todos los esclavos en uno u otro momento.

El testimonio de Frederick Douglass, como el de otros muchos esclavos que testificaron contra las costumbres del Sur a través de la palabra escrita, era muy importante para refutar aquellas voces paternalistas que justificaban esta institución como una forma de encauzar las energías de una raza inferior que mostraba una disposición particular para el trabajo físico y no era capaz de desarrollarse intelectualmente. Los estados sureños también justificaban dicho status quo con argumentos religiosos, algo que el propio Douglass califica como el más escandaloso  y cínico de los razonamientos. En Vida de un esclavo, hay constantes apelaciones a un Dios muy distinto al que decían adorar los esclavistas, un Dios que ama a todos los seres humanos, no el instrumento de unos cuantos hipócritas fariseos.

El libro de Douglass conoció un gran éxito desde la fecha de su publicación, 1845, y su autor sigue siendo recordado como uno de los grandes impulsores del fin de la esclavitud en el país, junto a pensadores de la talla de Henry David Thoreau, Harriet Beecher Stowe o Ralph Waldo Emerson, habiéndosele dado su nombre a numerosos colegios e instituciones en todo el país. Cabe recordar, para terminar, las nobles palabras con las que cierra su escrito, toda una declaración de intenciones:

“Esperando sincera y encarecidamente que este librito pueda contribuir a algo e informar sobre el sistema esclavista estadounidense, y adelantar el día gozoso de la liberación de mis millones de hermanos encadenados, confiando fielmente en el poder de la verdad, del amor y la justicia para el éxito de mis humildes esfuerzos, y comprometiéndome de nuevo yo mismo con la causa sagrada, yo mismo firmo.”

martes, 17 de diciembre de 2013

TE VOY A CONTAR (2006), DE SARA GORDAN. AMOR HERIDO.

Mi amigo, el prestigioso escritor cubano afincado en Suecia René Vázquez Díaz ha tenido la gentileza de enviarme el último libro que ha traducido al castellano, un volumen de prosa poética de la sueca Sara Gordan. Aunque es casi desconocida en nuestro país, este pequeño volumen merece ser difundido, pues nos encontramos ante una obra muy original y dotada de una singular calidad literaria.

Los amantes que describe Gordan en Te voy a contar parecen vivir su amor enfermizo al margen del resto del mundo. La intimidad de estos dos seres heridos por una infancia traumática nos es desvelada de manera desnuda y a la vez dolorosa, sin obviar ningún detalle, siquiera los más íntimos. Ellos viven refugiados en unas relaciones sexuales sórdidas, repletas de perversiones. Perversiones que parecen jugar con su identidad y a la vez resultan liberadoras, pues su capacidad de imaginar los protege y casi los transforma en un solo ser. Además están los inquietantes sueños de ella, repletos de símbolos, culpa y soledad:

"Sueño que camino sola por el fondo brillante del mar.
Es temprano en la mañana, la luz es mortecina, no hay
sol, el mar está pálido y alejado y el fondo por el que me
muevo no tiene color ni vida. Siento el viento en la cara
pero el viento no se oye, me vuelvo y ya no puedo ver 
el pueblo detrás de mí, sólo la silueta del acantilado en
la lejanía como grandes dedos petrificados en el gesto
de agarrar algo. Mis pasos no se oyen, tampoco se oyen
los pasos de nadie, nada se oye, ni siquiera el mar allá, en
el horizonte, todo es silencio. Entonces veo que el agua
empieza a acercarse a lo lejos y quiero retroceder, pero
estoy como clavada y no puedo moverme."

Es fácil sentarse y leer los breves párrafos poéticos de Te voy a contar. Lo difícil es no estremecerse ante la cruda intimidad de esta pareja que trata de convertir su inmenso dolor en un placer efímero que hay que seguir prolongando por cualquier medio a su alcance. La excelente traducción de Vázquez Díaz da voz a esta mujer que convive con su alma gemela, asilada del resto del mundo en su propia habitación y que cuando sale al exterior, solo lo hace para asomarse a algún abismo. Una lectura inquietante, diferente y de calidad que nos llega desde el norte de Europa.

LA SONRISA DE LA GIOCONDA (2004), DE LUIS RACIONERO. LAS PASIONES DE LEONARDO.

Preciosa la reunión que mantuvimos anoche en el club de lectura de Más Libros Libres, en torno a temas tan amplios y apasionantes como Leonardo da Vinci y el Renacimiento italiano. Leonardo es, junto a Miguel Ángel, la gran figura de esta época en la que se vuelve al Humanismo y se recupera el espíritu de la época clásica de Grecia y Roma, que se había atesorado en los conventos medievales a la espera de tiempos mejores. Leonardo es un hombre que se interesa por todo, al que todo le apasiona. Además de un artista genial, dejó multitud de códices repletos de inventos o de investigaciones anatómicas entre otros muchos asuntos. Se movió por varias de las ciudades-estado italianas de la época y acabó recalando en Francia, el Estado que invadió Italia y acabó con el frágil equilibrio de poderes hasta entonces imperante en este territorio. Como no podía ser de otra manera, el genio de Leonardo también se adaptó a los malos tiempos y diseñó instrumentos para la guerra.

Lo que más me ha gustado de la novela de Racionero son algunas reflexiones que pone en boca del protagonista, sobre su manera de trabajar, sobre sus múltiples intereses, su búsqueda de la tolerancia y de la estabilidad que le pudiera ofrecer cualquiera de los príncipes renacentistas que en esta época turbulenta protegían a los artistas. En un determinado momento, Leonardo nos habla de su forma de pintar (sabemos que siempre buscaba nuevas técnicas y experimentaba continuamente, por lo que algunas de ellas se han terminado perdiendo):

"¿Hay otro modo de trabajar? Los que creen que una pintura son sólo pinceles y muñeca van equivocados: el ojo debe estar criticando, evaluando, corrigiendo, el alma debe estar sopesando en las delicadas balanzas de su sensibilidad las emociones que aparecen en rostros y cuerpos. Mi obra fue un trabajo de geometría, sensibilidad y técnica; cada una sin la otra sólo puede resultar en frialdad, exageración o virtuosismo. Yo quería veracidad, fuerza y sencillez."

Y esta, acerca de la relación del artista con la naturaleza y la ciencia:

"El artista debe competir con la naturaleza creando obras viables y durables, no efímeras fantasías ni quimeras; debe ampliarla y completarla dando materialidad a las infinitas causas y razones que no se han manifestado aún. La ciencia en sí es un juego mental; de la ciencia nace la acción creativa que es mucho más valiosa. Hay que entender la naturaleza para imitarla, pero no copiando lo exterior, sino reproduciendo sus actos generativos que hacen germinar las cosas desde dentro. Yo quería entenderla analizándola e imitarla creando; lo primero es ciencia, lo segundo arte, ambos una misma cosa."

Por lo demás, La sonrisa de la Gioconda peca de narración ambiciosa, intentando abarca la entera vida de Leonardo Da Vinci en trescientas páginas, por lo que el lector sin muchos conocimientos sobre historia del arte (y yo puedo incluirme en ese grupo) puede sentirse apabullado por la cantidad de datos y nombres que se ofrecen. Hubiera sido mejor que el autor se centrase en algún episodio concreto de la vida del artista para ofrecer un análisis más introspectivo del mismo. Es posible que la novela, al optar a un premio literario importante, fuera escrita por encargo y sin el sosiego que requiere una obra de estas características. En cualquier caso, es una lectura de esas que, aún dejándome profundamente insatisfecho por la experiencia literaria vivida, sí que dejan un poso que puede fecundarse con nuevas lecturas, biene elegidas, acerca de un periodo tan fascinante de la historia.

lunes, 16 de diciembre de 2013

EL LIBRO DE LOS PEQUEÑOS MILAGROS (2013), DE JUAN JACINTO MUÑOZ RENGEL. REALIDADES ALTERNATIVAS.

Otra gran tarde en la Biblioteca Cristóbal Cuevas gracias a uno de los autores malagueños que más éxito están cosechando en la actualidad: Juan Jacinto Muñoz Rengel y sus estupendos microrrelatos recogidos en El libro de los pequeños milagros. Aquí el artículo:

http://asociacioncristobalcuevas.blogspot.com.es/2013/12/el-libro-de-los-pequenos-milagros-de.html

martes, 10 de diciembre de 2013

EL CONSEJERO (2013), DE RIDLEY SCOTT. LA CAÍDA.

Resulta impactante que un hombre como Ridley Scott, que supera ya ampliamente los setenta años, siga trabajando al ritmo que lo hace y que sea capaz de reiventarse a sí mismo con una película tan fascinante como El consejero. Scott ha sido capaz de los mejor (Alien, el octavo pasajero, Blade Runner, Gladiador) como de lo peor (Black Rain, La teniente O´Neill) en su carrera cinematográfica, pero siempre ha sido un director que se ha arriesgado dentro del estrecho margen del circuito comercial de Hollywood. Además, es capaz de manejar distintos géneros con soltura. En esta ocasión su colaboración con el prestigioso escritor Cormac McCarthy ha dado pie a una obra muy singular, exigente con el espectador y a la vez muy literaria. En todo momento se nota la mano del maestro McCarthy, responsable también de las obras en las que se basan dos magníficas películas: La carretera, de John Hillcoat y No es país para viejos, de Joel Coen.

El protagonista de El consejero es un actor que cada vez destaca más en el panorama cinematográfico actual, por la variedad de registros de la que es capaz, Michael Fassbender, que interpreta a un abogado que parece tenerlo todo: una posición sólida en su profesión y una hermosa prometida, (interpretada por Penélope Cruz). Pero hay una ambición humana que a veces nos lleva a la gloria y a veces a la perdición. Se trata de la codicia y el abogado parece arder en deseos de multiplicar su bienestar material. No basta con un buen coche, una buena vivienda y una buena imagen. Todo puede mejorarse y la manera más rápida de hacerlo es contactando con narcotraficantes que se mueven en la frontera de México con Estados Unidos (uno de los territorios favoritos de McCarthy) y establecer una relación con ellos. No sabemos exactamente la naturaleza de los servicios que el abogado ofrece a los criminales, aunque podemos intuirla, aunque eso no es lo importante. Lo interesante son los efectos inmediatos que este pacto con el diablo van a tener en la hasta ahora plácida vida del protagonista, que va a entrar de cabeza en un mundo de lujo, sangre y violencia para el que se creía preparado, pero que va a engullirlo como una víctima más del absurdo de la prohibición de la droga, que tantas fortunas produce y tantas vidas se lleva por delante.

A partir de aquí la trama de la película está llena de consideraciones morales y filosóficas. El abogado tomó su decisión con libertad, pero ha entrado en una cárcel de oro de la que ya no puede salirse. Se lo advierte el personaje de Javier Bardem, que ignora si su lujosa casa es un lugar seguro o no en el clima de guerra permanente de carácter hobbesiano que mantienen entre sí los distintos cárteles de la droga. Tampoco parece importarle mucho, porque los que se dedican a este negocio saben que las ascensiones y caídas son tan pronunciadas como las que describe una montaña rusa. Se lo advierte también el personaje de Brad Pitt, un veterano y decadente contacto de esta mafia, de vuelta de todo y que cree tener un pasadizo para salir cuando lo estime oportuno. Cuando comprueba lo rápido que todo se desmorona a su alrededor, el abogado comprende que no hay vuelta atrás y que ni siquiera cabe el arrepentimiento ni la redención. Se lo dice otro abogado mexicano: ha pasado de una realidad a otra donde ya no es el dueño de su vida ni de sus actos.

El consejero es una película propia de unos tiempos pesimistas, repleta de negrura moral y de fatalismo. Propone un retrato muy oscuro de las ambiciones humanas y de nuestra nula capacidad de aprendizaje en ciertas cuestiones, por muy inteligentes que seamos. Hasta la persona más brillante puede caer en la trampa del dinero fácil y vender su alma a cambio de un poco de lujo efímero. No esperen una película de narrativa fácil y que ofrezca explicaciones de todas la vicisitudes de los personajes, solo siéntense y disfruten de una propuesta arriesgada, bien sazonada por los diálogos escritos por McCarthy. Y después reflexionen acerca de lo que han visto. Si la ven en el cine, será dinero bien invertido.

viernes, 6 de diciembre de 2013

LEER Y CONVERSAR, UNA INTRODUCCIÓN A LOS CLUBES DE LECTURA (2009), DE JESÚS ARANA Y BELÉN GALINDO. FORMAS DE LECTURA COLECTIVA.

Queriendo escribir un artículo en torno al magnífico manual técnico sobre clubes de lectura de Jesús Arana y Belén Galindo, al final me ha salido más un escrito en torno a mis propias impresiones de lo que es un club de lectura. La lectura del libro me ha servido para conocer otras experiencias (algunas realmente veteranas) y darme nuevas ideas acerca de una actividad colectiva que cada día está más extendida. Aquí el artículo, mi colaboración en Alta Fidelidad:

http://www.altafidelidad.org/los-clubes-de-lectura/

martes, 3 de diciembre de 2013

CLUBES DE LECTURA EN MÁLAGA EN DICIEMBRE. LA REVOLUCIÓN DE LOS HOMBRES-ESTANTERÍA.

¿Han oído hablar de los hombres-libro? Sí, esa gente de la que habló Ray Bradbury, que vivían en una sociedad en la que los bomberos se dedicaban a quemar libros y, para salvar los textos, su único recurso era aprenderselos de memoria para después recitarlos en reuniones secretas. Yo he conocido a gente que practica eso, pero más como homenaje personal a la literatura que como una necesidad. Hoy podemos almacenar miles de libros en nuestras computadoras y leerlos cuando nos place. Lo malo es que cada vez se hace menos. La gente no se concentra en lo que lee, sino que atiende a los mil reclamos constantes de los nuevos aparatos. ¿Cuando fue la última vez que se sentaron tranquilamente a leer un buen libro, con el ordenador, la tablet y el móvil apagados? Bueno, yo les propongo una pequeña revolución, una revolución mucho más modesta que la de Ray Bradbury, la revolución de los hombres-estantería, hombres y mujeres que leen y que son incapaces de aprenderse de memoria el texto, pero les queda un poso del mismo que llevan en su interior, como si de los anaqueles de una estantería se tratara, con los títulos bien visibles y el mensaje del libro interiorizado. Yo conozco a muchos-hombres estantería y a algunos hombres-biblioteca. Cuanto más tiempo dediquen a la lectura serena, más se llenarán sus anaqueles.

En los clubes de lectura de este mes, hay bastantes ausencias, por la cercanía de las fiestas navideñas, pero hay otros que siguen tan activos como siempre.

En el club de lectura de la Biblioteca Provincial, de nuevo recurrimos al gran Benito Pérez Galdós, con un libro que es como una metáfora de las dos Españas: Doña Perfecta.

En el club de lectura de la Biblioteca Cristóbal Cuevas, tenemos el gusto de recibir a un autor de éxito. Nos acompañará Jacinto Muñoz Rengel para hablar de su última creación, El libro de los pequeños milagros.

En el club de lectura de Más Libros Libres, un encuentro con una muy peculiar novela histórica, en torno al genio Leonardo Da Vinci: La sonrisa de la Gioconda, de Luis Racionero.

En el club de lectura "Encuentro con los clásicos", de la Biblioteca de Arroyo de la Miel, uno de los indispesables de la literatura de todos los tiempos: Jorge Luis Borges y sus cuentos reunidos en El Aleph.

En el club de lectura del Ateneo, extensión Torremolinos, conmemoran el año Camus con su obra más emblemática, una de las primeras que escribió, El extranjero.

En el club de lectura de la Biblioteca de El Palo, una novela de la ganadora del premio Pulitzer, la escritora realista Willa Cather: Una dama extraviada.

Y, pasando a la relación entre cine y literatura, tres propuestas: en el ciclo que organizo en la Biblioteca Cristóbal Cuevas, Up in the air, de Jason Reitman, una de las propuestas cinematográficas más estimulantes de los últimos años (y no lo digo por George Clooney) por su fino análisis de las consecuencias de la crisis en el eslabón más débil de la cadena productiva: los trabajadores. En el Ateneo, en consonancia con la lectura elegida para noviembre, se ofrece la adaptación cinematográfica de La muerte en Venecia, de Luchino Visconti. Y en la Biblioteca Dámaso Alonso, en Ciudad Jardín, una película que tengo muchísimas ganas de volver a ver: El fuego y la palabra, de Richard Brooks, en torno a un predicador y sus engaños.

Cuando vaya conociendo nuevas propuestas, las tendrán puntualmente en la columna de la derecha. ¡Felices lecturas!

lunes, 2 de diciembre de 2013

LA MUERTE EN VENECIA (1912), DE THOMAS MANN Y DE LUCHINO VISCONTI (1971). EL ARTE Y LA PASIÓN.

Aunque todavía nadie lo sospeche, la Europa de la época en la que fue escrito La muerte en Venecia se acerca con paso firme a la catástrofe de la Primera Guerra Mundial. Mientras tanto, los usos sociales son todavía decimonónicos y los aristócratas, intelectuales y rentistas de distintos países europeos pasan buena parte de su tiempo viajando a lugares turísticos, con hoteles bien acondicionados para tan insignes huéspedes, como Venecia. A uno de estos hoteles, situado en la playa del Lido, acude Gustav von Aschenbanch, un escritor alemán consagrado, que necesita poner distancia con Munich, para pasar un periodo de soledad necesario para garantizar la paz de su espíritu.

Aschenbanch es un representante perfecto de los usos burgueses de su tiempo. Artista de gran éxito y a la vez viudo, cuando el lector lo conoce parece haber renunciado para siempre a la idea del placer, para consagrarse a la búsqueda de la perfección creativa. Bajo su conducta externa perfectamente decorosa se esconde una rica vida interior en la que prevalece una visión racional de su propio arte, el instrumento que cree le va a llevar al encuentro de la perfección, de la belleza absoluta: su punto de vista es claramente apolíneo.

Cuando se piensa en el argumento de esta novela es difícil pensar en una ciudad más adecuada que Venecia para contar el tremendo mazazo pasional que recibe el protagonista cuando contempla por primera vez a Tadzio, el muchachito de aspecto angelical que parece haber puesto el diablo - o la muerte - en su camino para perderlo. De pronto todos los sentidos que estaban adormecidos parecen despertarse en Aschenbanch, doblegando su espíritu de una manera despiadada, transformando al anodino burgués que ha sido hasta entonces en un ferviente admirador de la belleza carnal del muchacho, hasta el punto de que en más de una ocasión está a punto de dejarse llevar por los deseos sin atender a las conveniencias sociales. Para Vargas Llosa, el civilizado Aschenganch ha sido conquistado por los deseos más primitivos, sin que sepa ni quiera volver al comedimiento que le caracteriza:

"Embridar los deseos y las pasiones de los individuos de modo que los apetitos particulares, azuzados por la imaginación, no pongan en peligro al cuerpo gregario, es la definición misma de la idea de civilización."

Venecia es una ciudad tan singular, tan bella, que es capaz de enfermar a sus visitantes. Una urbe que ha sabido hacer de la decadencia su marca de identidad, cuyos laberínticos callejones esconden rincones perturbadores por su misterio. Pero también es un lugar que puede resultar malsano, por sus olores, por su suciedad, por la concentración destructiva de turistas. A veces es una ciudad tan turbia como sus aguas y otras se presenta tan transparente como sus cielos primaverales. Aschenbanch ha caído irremediablemente presa del hechizo de la ciudad y no puede abandonarla aunque lo intente (de hecho, se alegra de inmediato cuando se tuercen sus planes de huir de allí). Está demasiado embelesado por el misterio de Tadzio, su ángel de la muerte, al que sigue por las tortuosas callejuelas de una Venecia que no puede ya ocultar la epidemia que se ceba con ella. Tadzio es la belleza, la perfección y el misterio de lo absoluto, todo ello encarnado en un ser al que nunca se atreverá siquiera a tocar, quizá para que no se rompa el sortilegio de esos días sublimes y terribles:

"Pues el hombre ama y respeta al hombre mientras no se halle en condiciones de juzgarlo, y el deseo vehemente es el resultado de un conocimiento imperfecto."

¿Quién es Tadzio? ¿Un joven inocente ajeno a los deseos de su admirador o alguien mucho más pícaro, que entra en el juego de seducción y miradas, más por curiosidad que por otra cosa? Eso no reviste gran importancia. Tadzio es simplemente el acicate que opera la gran transformación en el espíritu del protagonista, algo que le resultará fatal a la postre. Hasta ese momento la relación de Aschenbanch con el mundo ha sido la misma que el crítico teatral tiene con la obra que contempla: está allí para juzgar, no para participar. Cuando sus impulsos le instan a participar como protagonista en la obra, algo dentro de él se rompe: de pronto el mayor de sus temores, el de hacer el ridículo, queda atrás y es capaz de maquillarse y arreglarse con un coquetería desconocida hasta entonces con tal de seducir al joven. Pero es incapaz en todas las ocasiones de dar el último paso, el paso definitivo, el que sin duda lo perderá. Antes de eso prefiere salir del escenario que ha visitado tan breve como tímidamente, pues no puede resistir emociones tan intensas como desconocidas. El artista que creía saberlo todo acerca del mundo, se descubre de pronto desnudo.

La película de Visconti plasmó de manera sublime el espíritu de la novela, una tarea que puede antojarse titánica. El Aschenbanch de Visconti cambia su profesión literaria por la musical, pero sigue siendo el mismo ser introvertido y taciturno que se escuda del mundo bajo un grueso barniz de intelectualidad. La playa del Lido y la Venecia de la película parecen pinturas impresionistas tocadas por una muerte acechante y escondida en un Tadzio enormemente perturbador. Quizá fue un personaje tan icónico y poderoso lo que acabó destruyendo la vida de quien lo encarnó, Bjorn Andresen.