viernes, 27 de febrero de 2015

CAMINANDO (2014), DE VICTORIA HEITZMANN. LA VIDA ES UN PASEO.

Existe una literatura oficial. La que vemos, los que visitamos librerías habitualmente, en las mesas de novedades, de la que leemos reseñas en los periódicos y en los suplementos culturales. Y existe una literatura oculta, de difícil acceso, llevada a cabo por auténticos amantes de la escritura, que no esperan fama ni reconocimiento, sino solo calmar su necesidad de plasmar sus experiencias, ya sean reales o imaginadas, sobre la hoja en blanco.

En uno de los últimos relatos del libro, Victoria Heitzmann habla de elecciones vitales. Se puede elegir pasar por la vida como alguien eminentemente sedentario (lo que hace la mayoría), que se conforma con el hábitat que le ha correspondido y no se interesa demasiado por lo que sucede en otros lugares. O se puede elegir ser un caminante, alguien que pasea incansable por todo el mundo, acumulando experiencias, visitando lugares que no suelen pisar los turistas, lo propio de "personas con muchas ganas de leer, escribir, estar tranquilos; viajeros con tiempo, viajeros de meses, de años". Una vida envidiable, repleta de fatigas e incomodidades que se compensan sobradamente a base de paisajes y experiencias únicas. Los libros pueden otorgar conocimientos, pero si se complementan con abundantes viajes, estos otorgan perspectivas insospechadas, por ejemplo a la hora de escribir impresiones sinceras acerca del movimiento bolivariano:

"El movimiento bolivariano parece adolecer de una base intelectual y cultural. Hay relaciones con la religión, con la sexualidad que rebajan su tono revolucionario, el proyecto de una ley contra la difusión de la homosexualidad o la pornografía, por ejemplo. De nuevo la falta de presencia de la individualidad: la masa de personas que viven en la pobreza, los jóvenes idealistas tanto política como religiosamente... La tradición religiosa y social propia de de esa masa no es fácil que permita una reivindicación posterior de las libertades individuales. ¿Y la utilización de la palabra diginidad? ¿La dignidad siempre reñida con la libertad personal? La dignidad no está reñida con la pobreza. Pero no hay dignidad sin libertad personal."

Una de las recompensas más gozosas que obtendrá quien se acerque a Caminando será comprobar que su autora intercala historias de pura ficción (siempre inspiradas por sus viajes) con sus auténticas experiencias. La prosa de Victoria es limpia y depurada, de muy grata lectura, con unas estupendas descripciones de paisajes y lugares (por mucho que ella estime lo contrario) y muy evocadora de momentos irrepetibles que se logran transmitir plenamente al lector. El libro merece ser leído y difundido, porque no solo se trata de literatura, sino de una filosofía vital muy especial:  

"No desearía vivir el presente como un segmento de tiempo, sino anularlo como se anula el pasado y el futuro. El tiempo soy yo y yo soy indivisible y yo soy la que pasa. Y ese pasar yo, mi tiempo, me da más libertad, me libera de lo que no me concierne, de lo que no soy yo incluso cuando tengo que mirar un reloj para coger un autobús o para ir a trabajar."

Solo me queda agradecer profundamente el regalo que me hizo Victoria cuando me entregó personalmente este libro, en una visita en la que al fin la pude conocer en persona. Un volumen precioso por fuera y por dentro. También merece mucho la pena acercarse a su blog:

http://victoria-heitzmann.blogspot.com.es/

martes, 24 de febrero de 2015

LAS UVAS DE LA IRA (1939), DE JOHN STEINBECK Y DE JOHN FORD (1940). HACIA LA TIERRA PROMETIDA.

Existen novelas - pocas - que uno lee con un goce extraño, porque incluye un sentimiento que parece contrapuesto: el estremecimiento de leer y sentir que lo que te está contando un maestro como Steinbeck es auténtico, como si fuera nuestro guía en una visita a los años terribles de la Gran Depresión en Estados Unidos. Quizá esto sucede porque Las uvas de la ira trasciende los límites de la novela y llega a ser una narración ética, además de muy necesaria en la época en la que fue escrita.

No es necesario recordar aquí las circunstancias del crack del 29, que a tanta gente arruinó en Estados Unidos y en el extranjero, pero sí conviene mencionar que a estos males se unió la gran sequía de mitad de los años treinta, el llamado dust bowl, tormentas de arena que asolaron especialmente el Estado de Oklahoma y que provocó la emigración forzada de cientos de miles de individuos, que se dirigieron a la desesperada hacia California, con la esperanza de encontrar trabajo en sus ricos campos. Aún hoy se utiliza el término despectivo okie como sinónimo de miseria. La emigración pronto tomó un cariz casi bíblico, como una marcha hacia una tierra prometida que iba a ser la salvación contra el hambre, en la que los parias se hacen compañía en su desgracia:

"Los coches de los emigrantes que salían de las carreteras secundarias fueron desembocando en la gran carretera que atravesaba el país y tomaron la ruta migratoria hacia el oeste. Durante el día corrían como insectos en dirección oeste; y cuando la oscuridad les alcanzaba, se reunían como insectos, refugiándose junto al agua. Se arrimaban juntos porque todos estaban solos y confusos, porque todos provenían de un lugar de tristeza y preocupación y derrota y porque todos se dirigían a un sitio nuevo y misterioso; hablaban juntos; compartían sus vidas, su comida y las esperanzas que tenían puestas en su destino. Así, se daba el caso de que una familia acampaba a la orilla de un arroyo, y otra acampaba allí por el arroyo y por la compañía, y una tercera lo hacía porque dos familias habían sido pioneras en la acampada y habían encontrado que era un buen lugar. Y al ponerse el sol, quizá se hubieran reunido allí veinte familias con sus veinte coches."

Cualquier lector actual de Las uvas de la ira apreciará que el tema tratado constituye un espejo para nuestra época, también de crisis profunda, dominada por la rapacidad de unos bancos que desahucian a familias todos los días y acumulan beneficios después de haber sido rescatados con el dinero de todos. Los Joad son expulsados de su hogar, al igual que sus vecinos, de la manera más humillante, sin defensa posible y sin ningún respaldo de un Estado que en aquella época se encontraba aún más ausente que en la nuestra. El liberalismo salvaje de los años veinte, basado en las ganancias especulativas en la Bolsa, desembocó en una crisis criminal para los más pobres. En el río revuelto de la depresión, algunos supieron realizar buena pesca y engordar sus ganacias, a costa del sufrimiento de la mayoría:

"Y las compañías, los bancos fueron forjando su propia perdición sin saberlo. Los campos eran fértiles y los hombres muertos de hambre avanzaban por los caminos. Los graneros estaban repletos y los niños de los pobres crecían raquíticos, mientras en sus costados se hinchaban las pústulas de la pelagra. Las compañías poderosas no sabían que la línea entre el hambre y la ira es muy delgada. Y el dinero que podía haberse empleado en jornales se destinó a gases venenosos, armas, agentes y espías, a listas negras e instrucción militar. En las carreteras la gente se movía como hormigas en busca de trabajo, de comida. Y la ira comenzó a fermentar."

Cuando fue publicada la novela, a Steinbeck se le tildó de agitador y muchos ejemplares ardieron en piras, pero pronto el éxito de la novela acalló a estas voces malintencionadas. En realidad al autor no le interesa adoctrinar acerca de ninguna ideología concreta. Él solo describe unas determinadas circunstancias que vio con sus propios ojos y deja que los hechos hablen por sí mismos. Quizá la versión cinematográfica de John Ford sea algo más política, sobre todo cuando muestra el campamento organizado por el gobierno y el cartel de la puerta deja claro que aquel sitio civilizado y semiutópico es responsabilidad del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, como apoyo al New Deal y a las políticas keynesianas de Rooselvelt, que empezaban a dar sus resultados por aquella época, impulsadas, por desgracia, por la necesidad de preparar al país para la Segunda Guerra Mundial.

Fue una suerte para los emigrantes que el gobierno habilitara esos refugios temporales, porque fuera de ellos reinaba la esclavitud laboral y la opresión de las fuerzas del orden compradas por los terratenientes. Los primeros intentos de organizar huelgas son duramente reprimidos. Lo único que interesa es un trabajador dócil, que gane poco y que desaparezca cuando acabe la época de la cosecha. Las condiciones de vida de los campesinos importaban poco, ni siquiera si sus hijos pasaban un hambre atroz que mataba a muchos. Era como un regreso a las condiciones del medievo, a las figuras de siervo y señor. Además, los pobres eran constantemente deshumanizados, un método muy efectivo para evitar empatizar con su situación: 

"Esos condenados okies no tienen sensatez ni sentimiento. No son humanos. Un ser humano no podría vivir como viven ellos. Un ser humano no resistiría tanta suciedad y miseria. No son mucho mejores que gorilas."

Steinbeck aboga por la Justicia Social, por la dignidad de los oprimidos, en contra de la idea de caridad porque, como dice uno de los personajes "cuando uno acepta caridad, eso deja una señal que no se va". Uno no puede estar más de acuerdo con esta afirmación, sobre todo porque en cierta forma experimenta el sufrimiento de una familia a la que el autor ha dotado de unos rasgos muy humanos y creíbles, quitando la razón a quienes acusan a la narración de exceso de sentimentalismo. Entre todos los personajes, es la madre (y esto la película de John Ford lo refleja de manera sublime) la que constituye el nexo de unión de la familia, la que hace que todos salgan adelante y no pierdan la esperanza, aun con las pérdidas humanas que se suceden. El mismo autor explicó el sentido de su narración en una entrevista en la radio de aquella época:

"He puesto por escrito lo que amplias capas de nuestra sociedad hacen y buscan, y simbólicamente lo que todo el mundo en cualquier tiempo hace y busca. Esta emigración Okie es, simplemente, la manifestación o signo externo de esa búsqueda."

Las uvas de la ira es una narración ética y fuertemente simbólica. La odisea de sus personajes adquiere un sentido casi religioso en muchas de sus escenas y especialmente en su final, muy distinto al de la versión de Ford, que, a pesar de todo, resulta muy fiel al original y una obra maestra que le hace plena justicia al contenido de la novela. Cine y literatura que utilizan los sentimientos humanos de los más desfavorecidos en pos de su mejora social. Pocas veces una obra ha servido tanto como ésta para concienciar y para actuar en consecuencia, tratando de que el Estado sea el garante de la redistribución más justa de la riqueza, algo hoy tan prioritario como hace ochenta años.

domingo, 22 de febrero de 2015

TIMBUKTU (2014), DE ABDERRAHMANE SISSAKO. LA PIEDRA DE LA PACIENCIA.

La ciudad de Tombuctú, en la actual Malí, ha gozado durante buena parte de su historia de una posición de privilegio como enclave estratégico en las rutas de comercio que atravesaban el Sahara. La llegada en 2012 a la población de la organización islámica radical Ansar Dine, después de que el ejército de Malí se retirara sin prácticamente ofrecer resistencia, llevó el nombre de Tombuctú a los telediarios, que recordaron ante todo el rico patrimonio cultural que atesoraba la ciudad, destruido por los bárbaros invasores. Especialmente dolorosa fue la desaparición de cientos de manuscritos que se remontan a la época medieval, un legado cultural irrecuperable. Aunque durara solo un año, el periodo en el que Ansar Dine gobernó los destinos de Tombuctú, no será olvidado fácilmente por los habitantes que no huyeron de la ciudad.

Lo que nos muestra Sissako desde los primeros minutos de esta magistral película es la llegada de unos extraños a un lugar que, si bien no resulta ser el paraíso en la Tierra, sigue manteniendo las alegrías primordiales que dan sabor a la existencia humana. Un ejemplo es la familia de Kidane, que vive a las afueras de la ciudad, viviendo un tanto al margen de la nueva realidad, aunque al final no puedan evitar un encontronazo con los que se acaban de proclamar dueños de Tombuctú. Y no serán los únicos. Si algo nos deja claro Timbuktu, es que las principales víctimas del terror islámico son los habitantes de aquellos países, que deben dotarse de unos niveles de paciencia y aguante para sobrevivir, difílmente concebibles por nosotros. Por cada zarpazo de estos iluminados a occidente, ellos reciben cien. Por eso lo primero que hacen los militantes de Ansar Dine a su llegada es recorrer las calles con un megáfono, proclamando que ellos son guerreros de la yihad y dando a conocer las rigurosas leyes que van a ser de aplicación a partir de ahora, como la obligación por parte de las mujeres de llevar guantes o la prohibición de jugar al fútbol o de tocar música.

Lo más grave es que esta gente cree estar practicando la más perfecta de las virtudes amargándole la vida a los demás. En otras circunstancias serían considerados unos payasos y nadie les haría el menor caso, pero por desgracia tienen la costumbre de sustentar sus razones con la exhibición permanente de sus fusiles. La única resistencia posible - muy tibia, eso sí - es tratar de vencerles en su terreno, en el de la discusión teológica. Y eso solo puede hacerlo el imán de Tombuctú, un hombre que practica una versión mucho más tolerante y flexible del islam. Aún así, es muy difícil hacer que un iluminado siga otro camino que el marcado por su secta. Enseñorearse de una ciudad, sentirse importante y provocar miedo en los demás son sensaciones a las que difícilmente se puede renunciar. Es la droga del poder otorgada a unos muchachos que seguramente hasta hace poco eran unos parias en su tierra.

Con su película Sissako pone de manifiesto una de las características más peligrosas de las religiones: cuando las palabras de cualquier libro considerado sagrado pueden utilizarse para justificar cualquier barbaridad: latigazos, lapidaciones, destrucción del patrimonio cultural y prohibiciones absurdas. Mientras el espectador se estremece con la visión de un horror que solo atisba de vez en cuando durante algunos minutos en el telediario y es capaz de identificarse con el sufrimiento kafkiano de los habitantes de la hermosa ciudad de la República de Mali, el director le ofrece también dos hermosos regalos: la fotografía preciosa de un paisaje único en el mundo y algunos momentos en los que la una música realmente mágica, aún más valiosa por estar prohibida, se adueña de la pantalla. Todavía existen muchos lugares en este planeta en los que se puede ser rebelde tocando una melodía o jugando un partido de fútbol sin balón. La película de Sissako ayuda a que los occidentales seamos conscientes de la inmensa suerte que tenemos al haber nacido a este lado del Mediterráneo y a concienciarnos de lo frágiles que resultan estas libertades que damos por hechas todos los días.

martes, 17 de febrero de 2015

ANATOMÍA DEL MIEDO (2006), DE JOSÉ ANTONIO MARINA. UN INCÓMODO COMPAÑERO DE VIAJE.

El miedo ha sido desde siempre un compañero inseparable del ser humano. A diferencia del resto de animales, nosotros contamos con la capacidad extraordinaria de evocar el pasado y de representarnos el futuro. Esta aptitud para no vivir solo en el presente amplía nuestras expectativas y es un mecanismo imprescindible para el desarrollo de nuestra principal arma de supervivencia: la inteligencia. Pero a la vez también supone una enorme carga para el hombre: ser consciente de los peligros que nos rodean continuamente, reales o imaginarios, es un enorme lastre. Todos sentimos miedo de vez en cuando, ya sea en forma de ansiedad, de pánico o fobia. Algunos lo sienten casi todo el tiempo.  Las cuatro respuestas posibles ante el mismo a veces resultan una difícil elección: la huida, el ataque, la inmovilidad o la sumisión.

Lo cierto es que uno de los asuntos que producen mayor temor es la falta de explicación de nuestra misma existencia. Somos arrojados al mundo sin propósito, sin saber exactamente qué se espera de nosotros. Además, tenemos fecha de caducidad y tampoco estamos seguros de si nos espera algo después de la muerte, uno de los terrores más universales. Respecto a las relaciones sociales entre seres humanos, el miedo es un instrumento de poder. Nada como la intimidación, el temor al castigo, para conseguir la obediencia de los semejantes. En épocas pasadas (y también presentes, por desgracia) la tortura fue moneda corriente para cualquiera que cuestionara el poder o la religión establecida:

 "Uno de los hilos que trenzan la historia de la humanidad es el continuo afán por librarse del miedo, una permanente búsqueda de la seguridad y, recíprocamente, el impuro deseo de imponerse a los demás aterrorizándolos. Hobbes descubrió en el miedo el origen del Estado. Maquiavelo enseñó al príncipe que tenía que utilizar el temor para gobernar, le proporcionó un manual de instrucciones. La terribilitá como herramienta. Ambos coincidían en una cosa, a saber, que el miedo es la emoción política más potente y necesaria, la gran educadora de una humanidad indómita y poco de fiar. «Es terrible que el pueblo pierda el miedo», advertía Spinoza, un cauteloso."

Conseguir un sentimiento de seguridad, aunque sea falso, aún a costa de la propia esclavitud, es el deseo de la mayoría de los hombres. Por eso en épocas de miedo, cuando se agitan amenazas como el terrorismo o la crisis, es más fácil que la gente renuncie a sus derechos. Marina dice con gran acierto que la obediencia es un buen antídoto contra la ansiedad. Si no tengo que decidir por mí mismo, no seré el responsable de mi futuro, ya que se lo estoy confiando a otra persona que estimo más sabia. Más grave es cuando un sentimiento nacionalista o religioso fanatiza a la persona hasta el punto de estar dispuesto a dar su vida en nombre de estas creencias irracionales.

El autor también se acerca al existencialismo, a la visión de la realidad como un gran absurdo sin sentido. Es el peligro de perder el norte, las motivaciones vitales que, sin saber si son verdaderas o falsas, distraen al hombre mientras transcurren sus días. La angustia vital es un gran peligro, en muchas ocasiones inevitable:

"Hay un sentimiento de angustia peculiar que nos acomete ante la pérdida de sentido. Es una vivencia del absurdo, de la insignificancia, de la finitud. Nuestro asiduo Kafka lo cuenta: «Me encuentro sobre la plataforma de un tranvía, y advierto una incertidumbre respecto a mi posición en el mundo, en esta ciudad, en la familia. No sé dar justificación clara al hecho de encontrarme en pie sobre esta plataforma, de agarrarme a esta correa, de dejarme llevar por este tranvía». Se parece al brusco sentimiento de extrañeza que experimentan algunas personas."

Con Anatomía del miedo, José Antonio Marina pone otra piedra en su gran proyecto de divulgación filosófica, equivalente al que lleva años realizando Punset con la ciencia. El libro no contiene ideas originales, pero sabe sintetizar las de los más importantes pensadores en torno al miedo y la angustia. La primera parte del libro es mucho más coherente con el título que la segunda, que se centra más en el concepto de heroísmo, vinculándolo al comportamiento ético. Me quedo con esta frase, que habla de la dignidad para con uno mismo:

"La obligación de comportarnos justa, respetuosa, valientemente no afecta sólo a nuestro trato con los demás, sino también al trato con nosotros mismos. Si no debemos atentar contra la dignidad de otra persona, tampoco debemos atentar contra la nuestra. Si la dignidad implica libertad, no podemos abdicar de nuestra libertad, por ejemplo mediante las adicciones o la cobardía; si la dignidad implica conocimiento, no podemos permanecer en la ignorancia; si la dignidad implica rechazar la tiranía, no podemos claudicar ante nuestros tiranos interiores."

jueves, 12 de febrero de 2015

THE INTERVIEW (2014), DE EVAN GOLDBERG Y SETH ROGEN. EL DICTADOR ES LA ESTRELLA.

Casi todo lo poco que sé acerca de Corea del Norte lo aprendí leyendo un cómic excepcional: Pyongyang, de Guy Delisle. En él se describía la visita que un occidental realiza a la capital de Corea del Norte por motivos de trabajo y sus impresiones de un país que puede considerarse como la gran distopía de nuestro tiempo. Un lugar en el que la gente es adoctrinada en el culto al líder desde el mismo instante en que empieza a tener uso de razón, como si de una inmensa secta se tratara. La gran pregunta que se hacía Delisle en su obra era la siguiente: ¿son conscientes los coreanos de estar siendo manipulados o han sufrido tal lavado de cerebro que obedecen las consignas con sumo gusto?

Como en Pyongyang, en el film del que nos ocupamos, también hay dos occidentales que se desplazan a Corea del Norte por motivos laborales, aunque en este caso sean mucho más relevantes: entrevistar en exclusiva a un Kim Jong-Un que, como buen dictador, es toda una estrella mediática. Nada como una buena ración de amenazas diarias para despertar el interés de la prensa. De existir hoy, Hitler también sería una estrella codiciada por los programas de mayor audiencia. Porque en realidad al presentador Dave Skylark y a su productor y amigo Aaron Rapoport no se les puede considerar ni por asomo como periodistas. Son más bien hijos de nuestro tiempo, profesionales al servicio del espectáculo más zafio (hurgando en los secretos más escabrosos de sus entrevistados) al servicio de la audiencia más amplia posible. En cierto sentido su modo de manipular se parece al del dictador de Corea del Norte, con la salvedad de que el caso de éste último, no hay manera de apagar el televisor para librarse de él: Kim Jong-Un está presente las veinticuatro horas del día en la vida de sus súbditos: ha de ser amado y venerado en cada instante y en cada acción.

Con estos ingredientes, The interview podría haber derivado en una gran película de sátira política. Ridiculizar al régimen de Corea del Norte no es algo demasiado difícil: posee una mezcla de arrogancia y pensamiento infantil irresistible para cualquier humorista, pero la propuesta de Goldberg y Rogen prefiere centrarse más en el retrato de sus dos protagonistas y en sus relaciones personales, aunque tampoco profundice demasiado en ellas. La vocación principal de The interview es la de ser una película gamberra, en la que se pronuncien muchas frases escatológicas y en la que el dictador coreano no sea más que un juguete en manos de estos dos impresentables. Es innegable que hay muy buena química entre los personajes y que algunas escenas me han provocado carcajadas muy gozosas, pero en todo momento está presente la sensación de que la película prefiere quedarse en lo anecdótico y no posar su mirada en lo que debería importar más, aunque lo hiciera desde un punto de vista cómico: el bienestar de cartón piedra al que está sometido el pueblo coreano, más allá del retrato del ridículo ambiente cortesano que rodea a Kim Jong-Un, un tipo capaz de caer bien en las distancias cortas: gordito, poco inteligente, acomplejado, pero con ganas de agradar a su interlocutor.

Si me preguntaran si merece la pena gastar el dinero de una entrada de cine en ir a ver The interview, respondería que sí, pero sin esperar nada trascendente en torno a un tema tan interesante, solo a pasar el rato con un espectáculo que no tiene más pretensiones que el de ser divertido. Como el programa que presenta Skylark, que sube su audiencia cuando anuncia la entrevista con el dictador, la película se ha beneficiado enormemente del ataque informático del régimen coreano a Sony Pictures, amenazando con todos los males a Estados Unidos si se estrebaba la cinta. Como es lógico, esta polémica no ha hecho más que impulsar la taquilla de una producción que seguramente en otras circunstancias hubiera pasado bastante desapercibida. Quizá después de todo Kim Jong-Un tenga derecho a un porcentaje de la recaudación... 

martes, 10 de febrero de 2015

BIG HERO 6 (2014), DE CHRIS WILLIAM Y DON HALL. CÓMO ENTRENAR A TU ROBOT.

Uno de los grandes logros del cine de animación de los últimos años es haber huido de los estereotipos típicos de este género y haber convertido muchas de sus producciones en auténticas cajas de sorpresas, repletas de imaginación, en las que a veces incluso cabe alguna complicidad secreta con el público más adulto de la sala. Así sucedía con la magnífica Rompe Ralph, que aludía a la generación que pasó buena parte de su adolescencia en las salones recreativos, jugando y - sobre todo - viendo cómo jugaban otros. 

Los superhéroes están de moda desde hace tiempo y Disney, propietaria de los derechos de Marvel, no podía ser ajena a esa tendencia en su división de animación. Con el ilustre precedente que constituye la ya clásica Los increíbles, Big Hero 6 se decanta más hacia un estilo manga, que se constata incluso en la concepción de la urbe donde habitan sus personajes: san Fransokyo, una ciudad fusionada donde encontramos rasgos de la cultura occidental y de la oriental conviviendo con toda naturalidad, como una anticipación de un futuro próximo altamente probable.

Pero si de lo que hablamos es de futuro, nuestro interés debemos centrar nuestro interés en la auténtica estrella de la película, el robot Baymax. Baymax es una creación de carácter radicalmente asimoviano. No solo cumple a rajatabla las tres leyes de la robótica, sino que está programado para curar al ser humano de toda enfermedad o herida física y espiritual. De ahí su aspecto sencillo e inofensivo, con esa sonrisa bonachona. Baymax es el robot que todos quiséramos tener en nuestras vidas. Por eso no nos gusta el uso que hace de él Hiro (el héroe), entrenándolo para que sea un arma ofensiva en su venganza personal. A pesar de todo, el robot nunca va a lucir demasiado amenazante.

Big Hero 6 funciona como espectáculo, pero falla en el dibujo de personajes, demasiado pasional el protagonista humano y demasiado grises sus compañeros superheroicos. En ningún momento consiguen empatizar con el espectador, algo que incluso llega a conseguir mejor Baymax. Por tanto, nos encontramos ante una obra entretenida, visualmente impecable, aunque falta de alma. Se nota la intención de sus directores de crear una especie de franquicia a partir de esta historia. Si así fuera, no creo que la siguiente película de la saga despertara demasiado mi interés.

sábado, 7 de febrero de 2015

EL SEÑOR DE LAS MOSCAS (1963), DE PETER BROOK. CIVILIZACIÓN Y BARBARIE.


La novela de William Golding en la que se basa esta película es una de las grandes obras maestras del siglo XX. Podríamos decir que es una de esas narraciones que, recogiendo el espíritu de una época, tiene una vocación universal, puesto que lo que refleja es la condición humana natural que surge cuando se raspa un poco la piel de civilización con la que nos vestimos todos los días. La versión de Peter Brook es una traslación casi literal de la novela, aunque cambiando un pequeño detalle: los niños son evacuados de Inglaterra en un clima de Guerra Fría muy propio de los años sesenta, cuando fue rodada la película. ¿Se ha desatado un conflicto nuclear mientras ellos sobreviven en su aislamiento? Nunca vamos a saberlo, porque los que realmente interesan son los conflictos que surgen en el microcosmos de la isla, donde se va a poner a prueba la inocencia que se le supone a todos los niños.

A lo primero que apelan estos niños cuando comprenden que no hay ningún adulto en quien apoyarse es a la enseñanza transmitida por estos últimos. "Los ingleses somos los mejores en todo y saldremos adelante", dicen, mientras entonan cánticos vestidos con las togas de sus colegios. Aunque hay un voluntarioso intento de establecer una democracia, pronto abandonarán estas actitudes y estas ropas y tendrán que ir adaptándose a un nuevo entorno que, si bien les ofrece lo necesario para sobrevivir, resulta inhóspito y demasiado alejado de casa. Además, empieza a hablarse de una bestia oculta que ataca de noche y se esconde de día. Poco a poco los usos de la civilización se van olvidando y toma posesión de la mayoría de los chicos un pensamiento salvaje y primitivo. Sin haber leído textos de antropología, adoptan las conductas más ancestrales: cánticos repetitivos, danzas, camaradería de cazadores e incluso un involuntario asesinato ritual: la capa más primitiva de la naturaleza humana solo necesita un pequeño empujón para salir a flote. Piggy, el único ser racional del grupo, es ridiculizado constantemente, a pesar de ser uno de los de mayor edad: es gordito, miope y débil. Si ya era tratado mal por sus compañeros en la civilización, ahora su vida va a convertirse poco a poco en una grotesca pesadilla.

Es curioso que al final, cuando llegan los marinos a rescatarlos, aparezcan casi como dioses a los ojos de los habitantes de la isla. Algo parecido debieron sentir los pueblos americanos o del Pacífico cuando aparecieron los occidentales en sus costas. La versión de Peter Brook, realizada con pocos medios, usa unas imágenes de gran fuerza visual y simbólica, en un poderoso blanco y negro. Las interpretaciones de sus jóvenes actores son muy correctas, destacando la de Hugh Edwards, que compone a un Piggy tan lúcido, humano y atormentado como el de la novela. Aquí dejo el enlace al artículo que escribí hace cuatro años:

http://elhogardelaspalabras.blogspot.com.es/search?q=el+se%C3%B1or+de+las+moscas

HISTORIA MÍNIMA DE ESPAÑA (2012), DE JUAN PABLO FUSI. EL AZAR Y LA NECESIDAD HISTÓRICA.


Todavía me acuerdo de aquellas declaraciones de uno de nuestros ex-presidentes de gobierno, cuando decía que España fue invadida por Al-Qaeda en el siglo VIII. No sé si fueron pronunciadas por pura ignorancia o por puro instinto manipulador, pero dejan patente que en demasiadas ocasiones la historia de nuestro país no es más que una excusa para que ciertos grupos políticos y nacionalistas puedan interpretar los hechos a su antojo (otro ejemplo terrible es el de la Guerra de Sucesión y sus presuntos vínculos con el independentismo catalán). Por eso es importante que todos conozcamos los azares (porque la historia no la dicta ninguna Providencia, sino el azar) que nos han traído hasta donde estamos. Que sepamos que todo es relativo, que no tenemos ninguna "misión", más allá de lograr el bienestar de los ciudadanos que formamos parte de este país que, después de todo, ha superado crisis mucho más graves que la actual. Conocer la propia historia evita ante todo que nos engañen, que nos manipulen y nos lleven como corderitos a escenarios que solo interesan a unos pocos. El patriotismo, esa palabra que siempre ha gozado de tan buena prensa, ha sido el caldo de cultivo de demasiadas injusticias.

Por eso es bueno que, a pesar de que en el mercado haya abundancia de historias de España escritas por los más prestigiosos divulgadores, se sigan escribiendo. Y si es una síntesis tan estupenda como la de Juan Pablo Fusi, capaz de llegar a todo tipo de lectores, el libro cumple una función fundamental y pedagógica para el ciudadano que estudió estos temas en el instituto y necesita refrescar estos conocimientos básicos. Una de las características más agradables de este libro es que intenta no tomar partido, ser lo más objetivo posible, aunque esta pauta se rompa hasta cierto punto en la descripción de las distintas etapas del actual régimen democrático. Lo que Fusi pretende es normalizar la historia de nuestro país, equiparándola a la del resto de los países de nuestro entorno. No voy a ponerme a resumir aquí el contenido del volumen, pero sí apuntaré un detalle que me ha parecido muy revelador: que el término español no se generalizó por lo menos hasta el siglo XII, por lo que el proyecto de España como nación no se inció con don Pelayo ni nada parecido, como quisieran hacer creer algunos. El mejor resumen de Historia mínima de España puede extraerse del último capítulo del libro, que sigue abundando en la idea de que es el azar, lo imprevisible, lo que al final gobierna nuestras vidas. El pleno sentido a lo que sucede solo podemos dárselo mucho después:

"La historia futura de esa España refundada democráticamente desde 1975 será, por definición, imprevisible, a menudo inquietante y siempre problemática: en ningún sitio está escrito que la historia sea o racional o justa. España, muchas historias posibles, era -si se recuerda lo escrito al principio- la tesis de este libro. España, en efecto, pudo haber quedado de forma permanente, como Turquía, dentro del mundo islámico, o pudo haber cristalizado, como Italia hasta 1861, en una pluralidad de reinos y estados, tal como se constituyó en los siglos XIII a XV. España se asomó a la historia europea con los Reyes Católicos. Fue un imperio universal y la gran potencia hegemónica en los siglos XVI y XVII. Fue, luego, un estado fallido en el siglo XIX y un país en buena medida trágico (Guerra Civil, dictadura de Franco), en el XX. La historia española no es -quede claro- ni una historia única ni una historia excepcional. 

Como la historia de cualquier otro país, la historia española es, sencillamente, una historia muy interesante, cuyo conocimiento -una obligación política y moral para hablar apropiadamente de España- plantea un amplio repertorio de cuestiones esenciales. La verdad histórica, escribió Ranke, al fin y al cabo el más importante historiador de los tiempos modernos, es “infinitamente más hermosa e infinitamente más interesante que la ficción novelesca”."

miércoles, 4 de febrero de 2015

CLUBES DE LECTURA EN MÁLAGA EN FEBRERO. EL AÑO DE LENGUA VERDE.

El sábado pasado, en la celebración del segundo ¡segundo ya! aniversario de Más Libros Libres, tuvimos ocasión de asistir a un acontecimiento poco común: el nacimiento de una nueva editorial. Eduardo y Francisco, dos buenos amigos y miembros de los clubes de lectura de la asociación, han creado un proyecto destinado a la difusión de la literatura infantil y juvenil, que no descarta en un futuro próximo editar también literatura más adulta. 

Hay que felicitar a estos dos jóvenes emprendedores que, en unos tiempos de incertidumbre, han apostado por la industria cultural, especializándose en principio en la difusión de la historia y las leyendas de los pueblos de la provincia de Málaga. En la exposición que nos ofrecieron, tuvimos oportunidad de disfrutar en exclusiva de muestras de las preciosas ilustraciones de su primer trabajo (a cargo de María del Mar Núñez), una historia ambientada en el Ojén medieval. Estoy seguro de que esta editorial, alimentada por la ilusión de sus dos valedores, se consolidará y crecerá, dándonos muchas alegrías a los amantes de la literatura. Su lema: "si tienes una historia, la convertimos en leyenda".  Aquí el enlace a su blog:

https://libroslenguaverde.wordpress.com/

Paso a comentar los clubes de lectura de un mes que viene muy cargadito:

En el club de lectura de Más Libros Libres, un clásico imperecedero, que fue objeto de una adaptación cinematográfica de lujo por parte de John Ford: Las uvas de la ira, de John Steinbeck.

En el club de ensayo de Más Libros Libres, nos acercamos a uno de nuestros más populares pensadores a través de un volumen que seguro dará lugar a un intenso debate: Anatomía del miedo, de José Antonio Marina.

En el club de lectura de la Biblioteca Provincial, un premio Nobel capaz de lo mejor, pero también algo irregular en ocasiones: Orhan Pamuk con El novelista ingenuo y sentimental.

En el club de lectura de la Biblioteca Cristóbal Cuevas, un  thriller psicológico de Austin Wright: Tres noches.

En el club de lectura del Centro Andaluz de las Letras un gran ensayo de Manuel Chaves Nogales, uno de los mejores periodistas de nuestra historia, que fue testigo de la invasión nazi al país vecino: La caída de Francia.

En el club de lectura de la librería Luces, se aproximan a un texto de uno de nuestros clásicos del teatro: La dama boba, de Lope de Vega.

El club de lectura del Ateneo de Málaga tiene sesión doble este mes con sendos clásicos: La ciudad y los perros, de Mario Vargas Llosa y La familia de Pascual Duarte, de Camilo José Cela. En la extensión de Torremolinos, un libro cuya lectura fue muy especial para mí en su día: La lluvia amarilla, de Julio Llamazares y en Fuengirola Nada, de Carmen Laforet, libro imprescindible de la postguerra española.

En el club de lectura de la Casa del Libro, una novela editada por Errata Naturae, siempre garantía de calidad: Karl y Anna, de Leonhard Frank.

En el club de lectura y cibercultura del Centro Andaluz de las Letras, una novela de ciencia ficción que quiero leer desde hace tiempo: Snow Flash, de Neal Stephenson.

En el club de lectura de Fnac Málaga, un libro divertido, pero a mi parecer bastante intrascendente en la producción de Eduardo Mendoza: El asombroso viaje de Pomponio Flato.

Y los debates en torno a películas vienen cargados de buenas propuestas: Una historia verdadera, de David Lynch, en Cristóbal Cuevas, La mejor oferta, de Giuseppe Tornatore, en Más Libros Libres, El salario del miedo, de Henri-Georges Cluzot, en el Centro Andaluz de las Letras y Vivir, de Akira Kurosawa, en el Ateneo.

Como de costumbre, fechas, horas y lugares, en la columna de la derecha. ¡Felices lecturas!

martes, 3 de febrero de 2015

LA MEJOR OFERTA (2013), DE GIUSEPPE TORNATORE. EL AMANECER DE LA DECADENCIA.

Hay películas de las que es difícil hablar sin desvelar aspectos esenciales de la trama. Aunque yo voy a procurar no hacerlo, ruego encarecidamente al lector que no se haya acercado todavía a esta obra de Tornatore que se abstenga con este artículo hasta que no la haya visto. Porque si por algo destaca La mejor oferta es por su capacidad de crear suspense, lo cual deriva en un desmesurado interés del espectador por el destino de su singular protagonista.

Virgil Oldman es un experto en arte muy apreciado por los coleccionistas, que dedica buena parte de su tiempo a evaluar, tasar y hallar joyas escondidas en los domicilios de sus clientes. Si por algo se caracteriza Oldman es por sus excentricidades: se trata de un individuo solitario, que rehuye en lo posible los contactos sociales, limitándolos a lo meramente profesional. Solo cuenta con un amigo, con el que mantiene un acuerdo para conseguir obras de arte (en las subastas de las que él  mismo es agente) de manera ilegal. Esta es la razón de vivir de Oldman: ampliar su colección de lienzos de hermosas mujeres. En su propia casa, escondido, posee una habitación repleta de cuadros, que es su sancta sanctorum, el único lugar donde puede relajarse mientras se abstrae en la contemplación de la belleza absoluta, una belleza que cree que solo puede expresarse a través del arte y que solo unos cuantos elegidos pueden disfrutar plenamente.

Quizá el plan de Oldman (adviértase que el apellido define al hombre) era seguir así en los años de senectud, hasta la muerte. Relacionándose con el mundo a través de sus omnipresentes guantes y su actitud prepotente. Pero he aquí que un hecho inesperado va a trastocar su vida: el descubrimiento de que el amor físico y carnal también es posible y su objeto puede poseer las mismas perfecciones que las mujeres eternas de sus cuadros. Así, su vida solitaria en la que todo está controlado se transforma de súbito en una montaña rusa de emociones, quizá intuidas, pero seguramente desconocidas con esa intensidad. Y toda historia de amor es una apuesta, sobre todo para un hombre maduro que ama con la inexperiencia de un adolescente. Durante semanas Oldman va a sentirse como un nuevo Pigmalión, dando forma a la mujer perfecta...

Se ha comparado el planteamiento de Tornatore en La mejor oferta con el cine de Hitchcock y es verdad que tiene muchos puntos en común, con la salvedad de que el italiano enseña sus cartas quizá demasiado pronto y no es capaz de hilar un discurso fílmico tan bien estructurado como el cineasta británico. Porque el espectador, que asiste al espectáculo con interés, también advierte algunos artefactos narrativos no del todo creíbles, sobre todo en el último tramo de la cinta, donde se desvelan todos los misterios. Para hacerme una idea completa del verdadero valor cinematográfico de La mejor oferta, tendría que verla de nuevo, conociendo esta vez su desenlace, para ver si mantiene el interés a otros niveles, más allá del suspense, quizá como reflexión sobre la verdadera naturaleza del mundo del arte, un universo que rinde culto a la belleza, pero en el que la corrupción y el engaño se mueven con mucha comodidad.