martes, 10 de febrero de 2015

BIG HERO 6 (2014), DE CHRIS WILLIAM Y DON HALL. CÓMO ENTRENAR A TU ROBOT.

Uno de los grandes logros del cine de animación de los últimos años es haber huido de los estereotipos típicos de este género y haber convertido muchas de sus producciones en auténticas cajas de sorpresas, repletas de imaginación, en las que a veces incluso cabe alguna complicidad secreta con el público más adulto de la sala. Así sucedía con la magnífica Rompe Ralph, que aludía a la generación que pasó buena parte de su adolescencia en las salones recreativos, jugando y - sobre todo - viendo cómo jugaban otros. 

Los superhéroes están de moda desde hace tiempo y Disney, propietaria de los derechos de Marvel, no podía ser ajena a esa tendencia en su división de animación. Con el ilustre precedente que constituye la ya clásica Los increíbles, Big Hero 6 se decanta más hacia un estilo manga, que se constata incluso en la concepción de la urbe donde habitan sus personajes: san Fransokyo, una ciudad fusionada donde encontramos rasgos de la cultura occidental y de la oriental conviviendo con toda naturalidad, como una anticipación de un futuro próximo altamente probable.

Pero si de lo que hablamos es de futuro, nuestro interés debemos centrar nuestro interés en la auténtica estrella de la película, el robot Baymax. Baymax es una creación de carácter radicalmente asimoviano. No solo cumple a rajatabla las tres leyes de la robótica, sino que está programado para curar al ser humano de toda enfermedad o herida física y espiritual. De ahí su aspecto sencillo e inofensivo, con esa sonrisa bonachona. Baymax es el robot que todos quiséramos tener en nuestras vidas. Por eso no nos gusta el uso que hace de él Hiro (el héroe), entrenándolo para que sea un arma ofensiva en su venganza personal. A pesar de todo, el robot nunca va a lucir demasiado amenazante.

Big Hero 6 funciona como espectáculo, pero falla en el dibujo de personajes, demasiado pasional el protagonista humano y demasiado grises sus compañeros superheroicos. En ningún momento consiguen empatizar con el espectador, algo que incluso llega a conseguir mejor Baymax. Por tanto, nos encontramos ante una obra entretenida, visualmente impecable, aunque falta de alma. Se nota la intención de sus directores de crear una especie de franquicia a partir de esta historia. Si así fuera, no creo que la siguiente película de la saga despertara demasiado mi interés.

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