martes, 23 de agosto de 2016

UTOPÍA (1516), DE TOMÁS MORO. LA BÚSQUEDA DE LA SOCIEDAD PERFECTA.

Las obras que son capaces de crear un nuevo género literario son muy escasas, sobre todo si la palabra que lo designa - utopía en este caso - acaba haciendo fortuna y siendo utilizada para designar el tipo de sociedad al que debe aspirar el ser humano. Claro que el entusiasmo por crear una sociedad utópica puede degenerar en el peor de los infiernos, como bien nos probó el siglo XX. No obstante, es inevitable que cualquier pensamiento político pueda derivar en pensamiento utópico: el comunista con el socialismo científico al fin funcionando como predijo Marx o el ultraliberal soñando con una sociedad en la que el Estado solo tenga el papel de salvaguardar la sacrosanta libertad de mercado. Lo original es que Tomás Moro, un personaje que cuenta con una biografía muy curiosa e insólita (terminó siendo canonizado por la Iglesia Católica), pensara en estas cosas en un tiempo que se nos antoja muy remoto y las plasmara en un libro que, justo cinco siglos después de su publicación, continua gozando de muy buena salud y suscitando sanas discusiones.

Utopía se muestra al lector como una especie de falsa narración, en la que el propio autor cuenta su encuentro con un viajero que llegó a visitar la nación que de nombre al volumen. Después de esta introducción, el resto del libro está dedicado a describir las diferentes instituciones y forma de vida utópicas, dejando que sea el lector el que juzgue si se trata de la sociedad más perfecta que la humanidad podía concebir en aquel tiempo o de un disparate de imposible realización. La vida en aquella isla se basa en la abolición de la propiedad privada y con ello de todo deseo de enriquecimiento e incluso de estatus. Se supone que la eliminación del deseo por lo material fomenta la espiritualidad, la virtud y las buenas costumbres. La de Utopía es una sociedad igualitaria en la que la principal norma es el trabajo para el bien común. El Estado se organiza en ciudades con una misma estructura y los ciudadanos están obligados a pasar un tiempo trabajando en labores agrícolas, para experimentar en sus propias carnes lo que significa consagrar la vida a las mismas. Solo unos pocos están exentos de trabajo físico, pero primero han de demostrar un singular brillo intelectual que sea provechoso para el avance social.

El gobierno de Utopía intenta ser paternalista, tratando con justicia y benevolencia a sus ciudadanos. Las penas son proporcionadas a la infracción cometida e intentan no ser crueles (un problema muy común en la Europa de aquella época era la desproporción que existía en este ámbito). Además, existen pocas leyes y estas son claras y accesibles a cualquiera que quiera leerlas. El conocimiento perfecto de la legislación supone una gran ventaja, algo que es absolutamente imposible en nuestra sociedad, ni siquiera para los más expertos juristas:

"Tienen pocas leyes, pues para un pueblo instruido y organizado así muy pocas bastan. Sí, esa es la cosa que principalmente censuran en otras naciones: que no basten los innumerables libros de leyes y consideraciones sobre los mismos. En cambio ellos creen que va contra todo derecho y justicia el que los hombres tengan que estar sujetos a esas leyes, que son en número excesivo para poder ser leídas o ciegas y oscuras en demasía para que cualquier hombre sea capaz de entenderlas bien."

Uno de los aspectos que más llaman la atención, siendo Tomás Moro un reconocido católico, fiel seguidor de las enseñanzas de la Iglesia, es la institución de la libertad religiosa absoluta en la isla, hasta el punto de que lo expone como un bien, ya que la dispersión de credos y la tolerancia con los mismos fomenta la convivencia pacífica. Por supuesto, el único límite a la difusión de las propias creencias es la no utilización de métodos violentos o agresivos. También es sorprendente, en una época como el siglo XVI, que el autor se atreviera a elogiar el concepto de eutanasia. Este párrafo es uno de los contiene ideas más avanzadas en la obra: 

"Y viendo que su vida no es más que una tortura, que no sea reacío a morir, sino mejor que cobre buenos ánimos y se desembarace a sí mismo de esta dolorosa vida como de una prisión o de un potro de tormento, o permita de buen grado que otro le libre de ella. Y le dicen que obrando así hará sabiamente, viendo que con su muerte no perderá ningún privilegio sino que acabará con su dolor."

Aunque la sociedad utópica no esté exenta de puntos oscuros, como la ausencia de libertad de circulación, no invalida la idea que puede asaltar a numerosos lectores de que nos encontramos ante un sistema que merecería la pena poner en marcha. Que cuando se haya intentado establecer una sociedad similar a ésta se haya fracasado casi por sistema, dice mucho de la naturaleza humana, del inevitable deseo individual de poseer un estatus por encima del resto y lo poco atractivo de la idea de dedicar los esfuerzos laborales al progreso de la sociedad, en vez de al enriquecimiento individual. En cualquier caso, la palabra utopía sigue ahí, esperando que el próximo que la reivindique no acabe creando una terrible distopía.

4 comentarios:

  1. "Que cuando se haya intentado establecer una sociedad similar a ésta se haya fracasado casi por sistema, dice mucho de la naturaleza humana, del inevitable deseo individual de poseer un estatus por encima del resto y lo poco atractivo de la idea de dedicar los esfuerzos laborales al progreso de la sociedad, en vez de al enriquecimiento individual. "

    Evidentemente, éste fue el error de todos los socialistas, muy en la línea del error de "Utopía". El amor propio, el egoísmo, el deseo de estatus, la crueldad y el deseo sexual ilimitado son, en mayor o menor medida, deseos innatos de la naturaleza humana ("pecado original" según la psicológicamente habil doctrina judeo-cristiana). Tomás Moro y los socialistas pensaban que era suficiente con hacer desaparecer la propiedad privada para anularlos. Tomás Moro tenía que haberse fijado con más atención en los controles psicológicos que se utilizaban en el monasticismo, que no eran meramente reglamentarios, sino que trataban de reconducir los deseos naturales mediante estrategias psicológicas menos superficiales.

    Y conviene fijarse en que se dice precisamente que los de "Utopía" tienen pocas leyes. Moro se refiere a las leyes civiles, pleitos, litigios privados y todo eso, pero la ley socialista de "Utopía" reglamenta incluso el número de habitantes en cada casa familiar y el tiempo máximo que pueden residir en ella antes de cambiar forzosamente de domicilio... Todo para intentar evitar el arraigo que generaría dependencia de la propiedad... Debería haberse preocupado más por las reglas que rigen las emociones y el pensamiento, que son las que realmente controlan el deseo conflictivo.

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    1. Aunque se haya fracasado,sabemos que al menos los Socialistas lo han intentado. En verdad, el mas perfecto de los sistemas aplicable a las sociedades humanas está destinado al fracaso, porque el problema radica en los individuos. Mientras no se enseñe a los ciudadanos el cultivo de las Virtudes espirituales, es decir, la superación de los aspectos negativos de nuestra personalidad,la Humanidad no avanzará hacia planos de inteligencia mas sutiles. Lo triste es que la política que ahora se aplica, sumado a los sistemas de comunicación audio-visuales promueven la violencia en todos los órdenes. No hartos de las tantas guerras padecidas siglo tras siglo, el cine, los estudios de televisión,se solazan con la muestra de los horrores que los militares causan por su paso en los países que tienen la desgracia de ser invadidos. A las clases políticas, al igual que a las diversas religiones, no les interesa en absoluto el desarrollo de una Conciencia de los individuos, para llevarlos a un verdadero Mundo Pleno de Armonía, como debiera ser el nuestro, desde hace siglos.

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  2. Supongo que la naturaleza humana, siempre ambiciosa, prefiere esforzarse en el bien propio antes que el bien común, a no ser que este últimos le suponga beneficios sin demasiado trabajo. Además está el miedo a los experimentos sociales, que ya padecieron muchos ciudadanos en décadas y siglos pasados. Como se ha probado en las últimas elecciones, sigue habiendo mucha gente con naturaleza conservadora, que prefiere lo malo conocido a arriesgarse a elegir algo mejor.

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  3. "la naturaleza humana, siempre ambiciosa, prefiere esforzarse en el bien propio antes que el bien común"

    La solución podría ser aplicar estrategias inteligentes a la diversidad y pluralidad de impulsos en la naturaleza humana. Nos consta que ha existido un "proceso civilizatorio" que ha vuelto el comportamiento de los individuos más amable, considerado y cooperativo, y sin embargo la naturaleza humana no ha cambiado. Lo que han cambiado son las estrategias sociales, sobre todo en el ámbito de la moralidad.

    La estrategia más efectiva es promover sub-culturas de comportamiento altruista, que una vez desarrolladas, al ser económicamente más productivas, promueven la expansión de sus innovaciones en el comportamiento. Esto es lo que las "religiones compasivas" hicieron con el fenómeno del monasticismo. La "Utopía" de Moro está sin duda inspirada en el comportamiento monástico, pero avanza en la dirección contraria: las reglas del monasticismo se usaban no tanto para hacer a los monjes más productivos y competitivos con el mundo convencional exterior, sino para perfeccionar la moralidad de los monjes. More y los socialistas creen que las reglas determinan el resultado más productivo ("la propiedad privada queda abolida", "ya no hay dinero ni riquezas", "todo el mundo trabajará por el bien común"), pero lo único que hacen es forzar (a modo de "lecho de Procusto" https://es.wikipedia.org/wiki/Procusto )a que los comportamientos antisociales emerjan en nuevas formas. Las reglas no han de imponerse a la sociedad con vistas a los resultados de la cooperación, han de imponerse emocionalmente a los individuos en forma eficaz (educación, seducción, manipulación) con vistas a que den lugar a los particulares cambios de comportamiento (no de naturaleza, que es imposible) que son los que permiten, como consecuencia, el incremento de la cooperación.

    En "Utopía" More (y todos los socialistas utópicos en general) debería haber puesto el énfasis en el modo en el cual los utopianos transforman su carácter. Hay algo de eso, como que tenían buena religión y buenos maestros, pero predomina la descripción de las reglas sociales asociadas a los buenos resultados. Por supuesto, los utopianos son ricos, ¿cómo si no podrían estar satisfechos con su sistema?, y sin embargo todos los socialistas utópicos del siglo XIX fracasaron económicamente. Si los pensadores comprometidos de la época hubieran reflexionado correctamente sobre ese fracaso de los "socialistas utópicos" nos podríamos haber ahorrado el desastre del "socialismo científico" que vino después...

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