viernes, 9 de septiembre de 2016

MR. HOLMES (2015), DE BILL CONDON. EL HÉROE CANSADO.

Los grandes mitos nunca mueren. Y pocos mitos literarios son tan grandiosos como un Sherlock Holmes que a día de hoy sigue gozando de una excelente salud e inspirando grandes historias. De la fortaleza del personaje habla la capacidad que tiene para ser trasladado a cualquier época y seguir funcionando con la misma efectividad (véase si no la magnífica serie de televisión, Sherlock), además de haber inspirado cientos de historias de autores que han querido continuar la saga comenzada por un Conan Doyle que llegó a renegar de un personaje que le impedía ocuparse de asuntos literarios que él estimaba más elevados. Pero es que lo que creó el autor inglés no fue solo un personaje inmortal, sino que imprimió a sus narraciones de un hilo metanarrativo que se convierte en uno de los atractivos más evidedentes para cualquier lector que quiera acercarse a las mismas. Que sea el propio compañero del protagonista, Watson, el encargado de novelar los casos hace que el propio Holmes se enoje amigablemente con él, puesto que para él la ficción, con sus adornos y su ambición estética, se aleja de la realidad de los hechos, lo único que le interesa. Es curioso leer, en Todo Sherlock Holmes, la frialdad con la que escribe el propio detective en alguna ocasión en la que toma la pluma. Pero, como ya descubrimos leyendo algunos de los cuentos, en Mr. Holmes vamos a ver confirmada la idea de que el mejor detective de la historia es un ser humano, es capaz de cometer errores y puede dejarse llevar por sus más íntimos sentimientos.

Mr. Holmes nos muestra a su protagonista como un ser retirado del mundo, dedicado casi por completo a una de sus grandes pasiones: la apicultura y estableciendo una relación casi paterno filial con el hijo de su asistenta en la magnífica propiedad rural en la que vive desde hace treinta años. Porque Holmes tiene ya noventa y tres años y siente que ha fracasado como detective y como ser humano, debido al tormento que le provoca evocar su último caso, que se saldó con un doloroso fracaso que le hizo retirarse de la profesión. Además, el detective se enfrenta con un problema mucho peor que el más enrevesado de los enigmas que tuvo que resolver en su juventud: la inevitable llegada de la demencia senil. La pérdida de la memoria, que es lo mismo que perder la propia existencia es una desgracia para cualquiera, pero en el caso de una mente privilegiada como la de Sherlock Holmes constituye una auténtica tragedia, sobre todo si tenemos en cuenta que le sucede a un personaje que estimamos inmortal.

Con una interpretación prodigiosa del gran Ian McKellen, cuya sola presencia sostiene toda la película, Mr. Holmes es una acertada reflexión sobre la decadencia, sobre esa senectud que ni siquiera perdona a los grandes héroes. Porque Holmes fue siempre un héroe de acción, un hombre que era capaz de estar días pateándose las calles de Londres con el fin de confirmar una pista, pero sobre todo era un héroe del intelecto, capaz de reconstruir cualquier hecho con una frialdad que le alejaba de la humanidad común. Fue Watson, el gran ausente de la película de Condon - aunque su espíritu esté presente en toda la cinta - el que logró humanizarle ofreciéndole el más valioso (y prácticamente imposible de conseguir para Holmes) de los bienes: la amistad. Ahora el Holmes de McKellen, soñador y evocador de glorias pasadas puede morir tranquilo. Después de todo su vida ha sido virtuosa y sus errores - pocos - no han hecho más que engradecerle. En cualquier caso, el personaje seguirá estando en el corazón de sus lectores durante muchos siglos más. 

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