viernes, 29 de diciembre de 2017

LA CONSPIRACIÓN CONTRA LA ESPECIE HUMANA (2010), DE THOMAS LIGOTTI. DE LA VIDA DE LAS MARIONETAS.

Hay lecturas que uno aborda con una mezcla de horror y fascinación, porque su autor está apelando directamente a tu ser, hablándote de modo personal, adivinando que tu experiencia tiene mucho en común con la del resto de la humanidad e instándote a pensar acerca de una visión de la existencia que, pudiendo tener mucho de real, preferimos mantener al margen de la vorágine de la vida cotidiana.

Es importante señalar que Ligotti es un maestro contemporáneo del relato de horror, uno de esos escritores cuya lucidez consiste en ser consecuente con la experiencia propia - en su caso una grave crisis de pánico-ansiedad sufrida en su adolescencia y cuyas secuelas le han seguido acompañando toda la vida - para que sus creaciones no sean un canto a la eterna lucha entre el bien y el mal, sino una descripción de cómo el mal - o más bien lo absurdo - es el verdadero triunfador en una materialidad en la que el hombre y toda su historia de milenios pinta bien poco. Lo verdaderamente doloroso de La conspiración de la especie humana es que el creador de ficciones se atreve a diagnosticar nuestra realidad de manera tan sincera como brutal.

Lo cotidiano es que escuchemos voces a nuestro alrededor que nos aseguran que la vida es buena, que tiene sentido en la propia existencia, que nacer es un bien, por lo que nuestra misión de reproducirnos y seguir poblando la Tierra es perfectamente legítima. Las voces, como la de Ligotti o el filósofo marginal al que éste apela, Peter Wessel Zapffe, que apelan al pesimismo, a la falta del sentido, son acalladas como agoreras, sobre todo cuando estiman que nuestro gran objetivo debía ser la desaparición como especie, a través del sencillo método de renunciar a tener más hijos.

Para Ligotti, la raíz de nuestros males se encuentra en el nacimiento de la consciencia, en esa capacidad, que no compartimos con el resto de los animales, de sentir nuestro yo, de pensar de modo complejo y de ser conscientes de que algún día vamos a morir. Esos temores hacia el futuro que tan frecuentemente nos atormentan, esa intuición de que estamos sometidos todos los días al horror de peligros y accidentes insospechados, es suficiente para que el pensamiento optimista se desmorone. Pero esto suele durar poco: pronto vuelve la esperanza y la forma de vida para la que estamos programados se reactiva:

"Pero aun así no hacemos caso del viejo dicho: "Confía en lo mejor, pero espera lo mejor". En lugar de eso, esperamos lo mejor y pensamos que tenemos una buenísima oportunidad de conseguirlo. Si esperáramos realmente lo peor, podríamos volvernos locos o reaccionar de alguna otra manera patológica antes de que lo peor nos ocurriera a nosotros y a los nuestros. Y eso sería realmente lo peor."

Nuestra consciencia como una paradoja otorgada por la Evolución que es a la vez nuestro mayor don y nuestra mayor maldición, una cualidad que nos hace imaginar que somos libres, cuando realmente somos marionetas programadas para actuar tal y como nos dicta la Naturaleza, una ilusión, en suma. A mediación de este ensayo, perturbador como pocos, Ligotti nos regala una terrible sentencia del neurofilósofo alemán Thomas Metzinger:

"Hay aspectos de la visión científica del mundo que pueden ser nocivos para nuestro bienestar mental, y eso es lo que todo el mundo siente intuitivamente."

jueves, 14 de diciembre de 2017

LA ACUSACIÓN (2014), DE BANDI. CUENTOS PROHIBIDOS EN COREA DEL NORTE.

Es indudable que la de Corea del Norte es una de las tiranías más atroces de todos los tiempos. Inspirado por la versión más totalitaria de la doctrina comunista, el régimen norcoreano no solo subyuga a su población a través de un sistema orweliano, en el que todos se sienten vigilados, sino que está prácticamente aislado del resto del mundo, por lo que es difícil conocer de primera mano qué aspecto tiene aquel infierno. Por eso, un libro de relatos como éste, escrito por alguien que sigue habitando en Corea del Norte, constituye el testimonio más valioso para acercarnos a la existencia cotidiana de unos seres que solo pretenden sobrevivir al día a día esperando, en lo más íntimo, que la pesadilla en la que están inmersos se acabe de una vez.

Porque los nortecoreanos no pueden compartir su angustia con casi nadie, puesto que es fácil que las historias de disidencias, reales o imaginarias, se difundan y acaben llegando a los oídos de alguno de los agentes del régimen, siempre dispuestos a corregir a quienes no están dispuestos a admitir que la vida en aquel país es poco menos que el paraíso en la Tierra, puesto que están dirigidos por un líder infalible, que sacrifica su existencia en pos del bien del pueblo. En las historias de Bandi, Kim Il-sung es una presencia constante, que se encuentra retratado en cualquier rincón del país. Su presencia física en algún lugar es anunciada con anticipación, para que la gente ensaye costosos preparativos: desfiles, actuaciones y coreografías que deben ser ejecutadas a la perfección. Además, cuando el líder se desplaza de un punto a otro del país, las comunicaciones se interrumpen durante días para el resto de la población, que a veces queda varada en tierra de nadie durante días, sin comida y expuesta a los elementos, hasta que las autoridades permitan de nuevo la circulación ferroviaria.

En esta tesitura, ni siquiera los más pequeños se libran del deber de ser fervorosos con el régimen. En una de las historias, un niño confunde un retrato de Marx con el Obi, el equivalente en España al Coco, un comentario inocente y temeroso que puede acabar hundiendo en el descrédito a una familia... En Corea del Norte un hombre puede ser acusado por los motivos más nimios y grotescos, aunque haya dado su salud y parte de su esencia vital trabajando sin descanso a las órdenes del régimen. Y cuando alguien es acusado, no hay defensa posible, puesto que el régimen es infalible y cualquiera que se testimonio en favor del reo puede acabar sentado en el banquillo junto a él. No basta con ser devoto del régimen, el buen comunista tiene que estar vigilando siempre la propia conciencia y los propios actos para no caer en la traición.

Aunque ya había leído el magistral cómic Pyongyang, de Guy Delisle, aquí no nos encontramos con un retrato de Corea a los ojos de un extranjero que se encuentra de visita, sino con la descripción detallada de aspectos cotidianos de una vida que al lector se le aparece como algo insoportable. El verdadero valor de los escritos de Bandi (evidentemente es un seudónimo, el autor no puede dar su nombre), reside en la autenticidad del testimonio de un autor anónimo y magistral, que nos da una lección de para qué sirve la literatura. Si no puedes con tu enemigo, por ser demasiado poderoso, al menos puedes retratarlo y conseguir así un testimonio muy elocuente del absurdo de una dictadura pavorosa.

jueves, 7 de diciembre de 2017

MÁSCARAS DE LA FICCIÓN (2002), DE ROMAN GUBERN. PERSONAJE Y MITO.

Desde que el ser humano empezó a poder comunicarse con sus semejantes, sintió la necesidad de contar historias. Y no solo historias en torno a la vida cotidiana, sino que se embarcó en la creación de mitos que explicaran el mundo. Estos mitos engendraron posteriormente a los héroes y toda esta ficción ha llegado hasta nuestros días, con el revestimiento o complejidad que convienen a este tiempo, tan saturado de relatos como sediento de ellos. El renacer de series televisivas, que no son más que sagas que ponen a prueba a unos determinados héroes, temporada tras temporada, no es sino el reflejo de un flujo que nos hace conectar con nuestros antepasados.

El profesor Gubern ha escogido a algunos de los personajes más concocidos de nuestro tiempo, aquellos que se han hecho inmortales, como Drácula, Frankenstein o Sherlock Holmes, para realizar un análisis de cada uno de ellos (como es lógico, fueron creados a la vez que muchos otros personajes, pero estos en concreto poseían algo que los hizo permanecer en el olimpo del reconocimiento colectivo) y dilucidar qué es lo que tocó la fibra sensible del público en cada caso. Porque es cierto que nada hay más democrático que la creación, porque su éxito no viene dado por ninguna fórmula mágica:
 
"Las ficciones no se imponen al público, sino que se proponen, y su destino es la fecundación o la esterilidad. Ni siquiera los mitos patógenos de la ideología del Tercer Reich se impusieron a la sociedad alemana, sino que se propusieron, y ya se vio su resultado. Y lo mismo ocurre con esas sombras incorpóreas que son los protagonistas de nuestras ficciones."

En un libro tan magnífico, existe una sombra: Gubern vuelve a contar todas las historias y puede destrozar las sorpresas a quienes todavía no se hayan acercado a ellas (no es mi caso, se trata de personajes tan fundamentales que ya lo había leído o visto casi todas las propuestas). A pesar de este detalle, párrafos que pueden ser pasados por alto por quienes no estén interesados en ser spoileados por parte del autor, el ensayo conforma un panorama muy completo de aquellos personajes que representan las virtudes y defectos que son capaces de activar nuestras neuronas espejo y emocionarnos profundamente. Al final, todo deriva de los estereotipos que ya se utilizaban en el teatro griego:

"Los protagonistas de las narraciones son artefactos culturales, son personas virtuales que ocupan la cúspide de la jerarquía literaria canónica, formada por tipos, caracteres y personajes, en una escala de creciente individualidad y profundidad. (...) En la cúspide se halla el personaje (del latín personam, máscara del actor), sujeto investido de una fuerte individualidad o singularidad y, muchas veces, fundador de una estirpe de descendientes o variantes de su modelo original. En el teatro griego, una treintena de máscaras permitían representar todos los personajes posibles, sin que su público percibiera limitación o monotonía por ello."

sábado, 2 de diciembre de 2017

WONDER WOMAN (2017), DE PATTY JENKINS. FEMINISMO Y PODER.

Como en España tradionalmente se han distribuido mucho más ampliamente los cómics de Marvel que los de DC, la popular amazona Wonder Woman, uno de los miembros fundamentales de la Liga de la Justicia, era hasta ahora escasamente conocida en nuestro país. Diana es una de esas heroínas que surge de la vertiente mitológica que hemos heredado de griegos y romanos y es presentada como la hija del mismísimo Zeus, una semidiosa que siente una fascinación especial por nuestro mundo y que acabará convirtiéndose en una de sus protectoras. En realidad, una historia muy parecida a la de Supermán, cambiando ciencia ficción por mitología.

Uno de los aspectos que más se han difundido de esta producción es su carácter eminentemente feminista, pues nos presenta a una heroína que no necesita la ayuda de los hombres para brillar. Diana es un ser independiente con una misión - buscar al dios Marte, al que considera responsable de haber desencadenado la Primera Guerra Mundial, para matarlo - y si bien se vale de un grupo de soldados para que le orienten acerca de las reglas del nuevo mundo que está explorando, muy diferente al jardín paradisiaco en el que ha habitado hasta el momento, cuando tiene que tomar decisiones importantes, lo hace por sí misma, impulsada por el mismo aliento que los grandes héroes masculinos. 

Pero hay que decir que Wonder Woman es una película problemática, tanto para quienes busquen un alegato feminista en forma cinematográfico como para quienes quieran disfrutar de una buena historia de superhéroes. En el primer caso, porque no estamos ante la narración de la lucha de una mujer que se libera de un mundo repleto de imposiciones masculinas, sino ante una diosa superpoderosa que se ha criado en un mundo de mujeres y cuya mejor cualidad es la búsqueda de la justicia en la Tierra. Esto quiere decir que la protagonista no emprende un camino repleto de dificultades con el que al final pueda reivindicar su triunfo contra una sociedad violenta y patriarcal, porque se trata, ya de entrada, de un ser mucho más poderoso que sus antagonistas, que puede destruir divisiones enteras del enemigo casi sin despeinarse y cuyo antagonista final, el mismísimo Ares, tampoco le resiste más que un par de asaltos. Quizá se han excedido mostrando a una protagonista tan poderosa o, mejor dicho, a unos enemigos tan débiles.

Tampoco como película de superhéroes, Wonder Woman es una producción especialmente reivindicable, pues está repleta de tópicos: el ser poderoso que llega a nuestro mundo y debe adaptarse rápidamente a través de muchas situaciones equívocas (se abusa en este aspecto de bromas en torno a la inocencia y belleza de Diana, que, bien analizadas, incluso podrían tener un componente machista), para pasar a un romance un tanto insípido y a unas escenas de acción que poco aportan al conjunto final. Si a todo esto le añadimos unos efectos especiales muy poco inspirados y la incursión, como con calzador, en el caótico universo cinematográfico que están creando Warner y DC, el resultado final es muy pobre respecto a lo que nos habían querido vender. Supongo que si se quiere ver un buen film feminista habrá que asomarse a historias como Figuras ocultas, que cuentan con la ventaja de tener los pies en la tierra. O si se quiere una propuesta más fantástica, revisar esa obra maestra llamada Aliens, en la que una mujer resulta ser mucho más efectiva y valiente que una horda de marines frente a unos auténticos demonios del espacio, todo ello mostrado de una forma coherente y hasta realista.

sábado, 18 de noviembre de 2017

HACEDOR DE ESTRELLAS (1937), DE OLAF STAPLEDON. LOS PLANETAS INVISIBLES.

En 1937, cuando fue publicado Hacedor de Estrellas, el mundo se encaminaba hacia una nueva catástrofe. Nuestra Guerra Civil estaba ya en curso - y Stapledon hace alguna referencia a la misma - y los ejércitos de Europa afilaban bayonetas, preparándose para un nuevo baño de sangre, dando la impresión de no haber aprendido las terribles lecciones de 1914. Es natural que aquel resultara un momento ideal para reflexionar acerca de la naturaleza humana y si eran posibles otros caminos para hacer avanzar la civilización. Nada mejor para ésto que imaginar otros mundos, civilizaciones extraterrestres que, como la nuestra, viven momentos de auge y caída, de cooperación con otras razas o conflictos con éstas. 

Hacedor de Estrellas está contada en primera persona por un hombre corriente que va a vivir la más extraordinaria de las experiencias. Una noche especialmente clara contempla las estrellas y siente la grandeza del Universo, en contraste con la insignificancia de su ser (algo que hemos sentido todos alguna vez) y de pronto empieza a viajar por las estrellas, sin que se le ofrezca explicación alguna de este hecho. Poco a poco va aceptando su nueva condición metafísica y aprovecha su estado para visitar otros mundos de los que, a modo de antropólogo, (o la palabra equivalente que quepa aplicar para el estudio de las costumbres extraterrestres) va estudiando la conformación de diversos mundos y las relaciones que se establecen entre ellos. Y no solo esto, sino que también es capaz de establecer contacto telepático con alguno de sus habitantes y así comprender mejor unas psicologías a veces demasiado alejadas de la nuestra.

En los relatos de Stapledon, muy densos y repletos de imaginación, muchas de estas civilizaciones tropiezan con la misma piedra que la humana y acaban autodestruyéndose. Unas pocas se salvan, prosperan y sus habitantes, después del paso de milenios, acceden a un estadio superior. Pero la verdadera búsqueda del protagonista es la del responsable de la existencia del Universo - o de los Universos -, el llamado Hacedor de Estrellas, una tarea que, desde el punto de vista humano, no puede ser sino religiosa:

"Si el Hacedor de Estrellas es Amor, sabemos que esto debe estar bien. Pero si no es Amor, si es alguna otra cosa, algún espíritu inhumano, esto está bien. Y si no es nada, si las estrellas y todo lo demás no son sus criaturas y subsisten por sí mismas y si el espíritu adorado no es más que una exquisita creación de nuestras mentes, entonces y otra vez esto está bien, esto y ninguna otra posibilidad. Pues no podemos saber si el amor ocupa su posición más alta en el trono o en la cruz. No podemos saber qué espíritu gobierna, pues en el trono se sienta la oscuridad. Sabemos, hemos visto, que en la disipación de los astros el amor es crucificado y, justamente, probándose a sí mismo y para la gloria del trono. Nuestros corazones reverencian el amor y todo lo que es humano. Sin embargo, también saludamos el trono y la oscuridad en el trono. Sea Amor o no Amor, nuestros corazones lo alaban por encima de la razón." 

La importancia de la obra de Stapleton para la historia de la ciencia ficción es indiscutible: influyó directamente en autores como Asimov, Heinlein o Niven. Sin embargo, la lectura de este libro puede ser un tanto indigesta por el afán totalizador del autor, por la desmesura de sus ideas metafísicas, tan ambiciosas como abrumadoras. Sin duda, la potente imaginación del escritor inunda los relato, pero también los lastra en parte, porque no hay límites a su fantasía y la única coherencia que ofrece es de origen más metafísico que científico. Todo esto no quiere decir que no se trate de una lectura imprescindible, puesto que estamos hablando nada menos que de los orígenes de la ciencia ficción moderna. También es cierto que Hacedor de Estrellas es una narración muy borgiana. El mismo Borges dijo de ella que es "además de una prodigiosa novela, un sistema probable o verosímil de la pluralidad de los mundos y de su dramática historia".

miércoles, 15 de noviembre de 2017

LA FUERZA DE EXISTIR (2006), DE MICHEL ONFRAY. MANIFIESTO HEDONISTA.

Empieza el libro de Onfray con un tono autobiográfico. Terriblemente autobiográfico, cabría decir, pues el pensador arrastra un trauma de niñez al haber sido prácticamente abandonado por sus padres en un internado religioso enfocado a jóvenes huérfanos. Allí conoció los abusos del poder absoluto de los curas que gobernaban el lugar, las pequeñas y grandes humillaciones, agresiones sexuales incluidas. La vida se convirtió en un invierno interminable que solo los libros, la música y después la filosofía lograron aliviar. Es algo bastante impresionante que Onfray proclame que la verdadera vida adulta empieza cuando somos conscientes de nuestra capacidad para perdonar. Así el filósofo ajusta cuentas con su pasado de la manera más suave posible. Se recuerda, pero ya no duele tanto, puesto que la experiencia, por mala que esta haya sido, es una parte fundamental en la construcción del ser.

Seguidamente La fuerza de existir toma forma de ensayo filosófico, uno que se propone criticar la historiografía tradicional de la filosofía, aquella que ensalza a Platón, Aristóteles y Santo Tomás, hasta llegar a Kant y Hegel. Esta conformación cristiano-idealista de la sociedad occidental podía haber tomado otro rumbo si se hubiera prestado más atención a otro tipo de discurso, cuya obra escrita en gran parte se ha perdido, como la de Demócrito o Diógenes. Una filosofía de carácter hedonista que proclama una relación mucho más liberal del hombre con su cuerpo, un rechazo del espíritu y del alma y una reivindicación del sexo como algo mucho más rico que la simple capacidad de procrear. Desterrar la idea absurda de pecado cuando se dan situaciones en las que no estamos perjudicando a terceros y crear una nueva ética que acepte que no somos más que una forma extraordinaria de materia, pero nada más. El tener certificado de caducidad nos debe llevar a disfrutar cada minuto de nuestra existencia y potenciar lo mejor que tenemos, nuestra mente:

"El bien y el mal, lo verdadero y lo falso, lo justo y lo injusto, lo bello y lo feo, dependen de decisiones humanas, contractuales, relativas e históricas. Estas formas no existen a priori, sino a posteriori, y deben inscribirse en la red neuronal para existir; no hay moral sin las conexiones neuronales que lo permitan. La ética presupone, pues, un cuerpo faústico, constituido por la potencia y la demiurgia de una inteligencia que desea. La moral se aprende, se inscribe en la materia del cerebro para producir sinapsis y permitir las funciones anatómicas de la empresa moral."

lunes, 13 de noviembre de 2017

DIEZ DÍAS QUE ESTREMECIERON AL MUNDO (1919), DE JOHN REED Y ROJOS (1981), DE WARREN BEATTY. EL RELATO DEL TESTIGO.

Contemplada hoy, cien años después, la Revolución Rusa se nos aparece como un acontecimiento muy trágico, pues, si bien consiguió terminar con el régimen pseudomedieval de los zares, en realidad culminó con la fundación de uno de los Estados totalitarios más terribles de la historia, que aupó al poder a criminales como Stalin. Pero es cierto que, cuando se produjo, la revolución no fue valorada de ese modo, sino que supuso un estallido de esperanza y de ilusión para muchos desheredados que esperaban que los acontecimientos que sucedían en Rusia fueran la chispa que encendiera la llama de la revolución mundial. Uno de aquellos testigos fue el famoso John Reed, comunista estadounidense, cuyo olfato periodístico le dictó viajar a San Petersburgo precisamente cuando se estaba produciendo el golpe final por parte de los bolcheviques que arrasaría con el intento de democracia que se había instaurado en Rusia tras la caída de los zares.

Aunque se puede calificar de relato periodístico, puesto que es narrado por alguien que es testigo directo de los hechos, Diez días que conmovieron al mundo, no es un libro imparcial, puesto que su autor era un militante convencido e impulsor de la revolución. No obstante, se trata de una obra única y vibrante, las palabras de un testigo privilegiado que transmitió para las futuras generaciones los episodios más importantes de unos hechos que hoy podemos examinar con perspectiva histórica, pero que en aquellos instantes se desarrollaban de manera caótica y a veces absurda, pero sin que sus protagonistas supieran cual iba a ser el futuro inmediato. La toma del Palacio de Invierno, por ejemplo, es emocionante, sobre todo porque describe el contraste entre la miseria del pueblo y la opulencia en la que habían vivido sus dirigentes:

"Arrastrados por la impetuosa oleada humana, entramos corriendo en el Palacio por el portal derecho, que daba a una habitación abovedada, enorme y vacía, sótano del ala este, de donde arrancaba un laberinto de pasillos y escaleras. Allí había infinidad de cajones. Los guardias rojos y soldados se lanzaron furiosos a ellos, rompiéndolos a culatazos y sacando tapices, cortinajes, lencería y vajilla de porcelana y cristal. Alguien se echò al hombro un reloj de bronce. Otro encontró una pluma de avestruz y se clavó en el gorro. Pero en cuanto empezó el saqueo alguien gritó: "¡Compañeros! ¡No toquéis nada! ¡No toméis nada! ¡Esto pertenece al pueblo!". Inmediatamente le apoyaron veinte voces por lo menos."

En 1981, Warren Beatty, realizó una aparatosa versión cinematográfica de la vida de John Reed, una película muy irregular que intenta abarcar demasiado, desde la relación que mantuvo con la también escritora Louise Bryant, muy tormentosa y repleta de altibajos, hasta los conflictos en el seno del Partido Comunista estadounidense, que fue objeto a finales de la Primera Guerra Mundial de una especie de caza de brujas, predecesora de la del senador McCarthy. Todo ello, sin acabar de encontrar el tono, entre el documental y la narración cinematográfico, preciso para narrar una historia tan compleja. 

Si algo deja muy claro Rojos es que Reed era un idealista, alguien capaz de sacrificar su bienestar y su salud - recordemos que nació en el seno de una familia adinerada - en pos de una utopía, que ya en 1919, en la época de su segundo viaje a Rusia, dejaba ver su verdadero y sanguinario rostro, algo que se aprecia muy bien en las advertencias que Emma Goldman, expulsada de Estados Unidos que se fue a vivir a San Petersburgo, le realiza. Quizá Reed murió algo desencantado, pero esperanzado en que los acontecimientos tomaran el rumbo que él siempre había soñado. ¿Qué pensaría con la perspectiva de cien años después? Sería interesante tener la posibilidad de preguntárselo...

miércoles, 8 de noviembre de 2017

LOS CABALLOS DE DIOS (2010), DE MAHI BINEBINE. LAS RAZONES DEL MONSTRUO.

A pesar de tratarse de un país con algunas zonas prósperas, Marruecos está repleto de bolsas de pobreza, conformadas con gente sin esperanza, cuya máxima aspiración es emigar algún día a Europa. La narración de Los caballos de Dios la realiza uno de los jóvenes protagonistas en primera persona y lo hace después de muerto. Se trata de un muchacho que se ha hecho estallar en un hotel de Casablanca junto con sus amigos, después de haber sido captado por el islamismo radical. Ahora, desde las sombras de la muerte, mientras se va advirtiendo que quizá los cuentos de un paraíso reservado a los combatientes suicidas que han ayudado a convencerlos de emprender la acción, son una mentira y que la muerte es siempre la misma oscuridad, suceda como suceda.

El protagonista ha nacido en Sidi Moumen, un barrio de chabolas junto a un vertedero. Un lugar desolado, cuyos habitantes viven su día a día envueltos en una miseria inimaginable para las mentes occidentales. Los más jóvenes de entre ellos dedican la jornada a remover la basura para encontrar cualquier material que tenga algún valor. Pero su verdadera ilusión se encuentra en el equipo de fútbol que conforman: las Estrellas de Sidi Moumen. Todos los domingos disputan encuentros contra equipos de los barrios vecinos que acaban siempre en violentas peleas. Los muchachos no conocen otra forma de vida, intuyen que hay algo mejor, pero aceptan su suerte e intentan sobrevivir a los sinsabores de la existencia, materializados en familias desestructuradas en las que también anida la semilla de la violencia.

Este caldo de cultivo va a ser aprovechado por un personaje carismático, el religioso Abu Zubeir, que va a captar a estos chicos hablándoles de la lucha que el islam sostiene contra occidente, ordenada por Alá. Frente a la presunta decadencia de las democracias europeas y sus costumbres impías, les ofrece la pureza de la religión Finalmente, cuando ha captado sus mentes, les exige sus cuerpos y les ofrece el gran honor de ser protagonistas de un atentado suicida, acción que les llevará directamente al paraíso. No hace falta mucho para convencerlos. Halagados por la confianza que manifiesta en ellos el líder supremo, acatan la orden y se preparan para atacar un hotel repleto de turistas. Las palabras que les dedica Abu Zubeir en su última noche resumen una de las filosofías del islamismo: usar a los desesperados como carne de cañón, ofreciéndoles lo que más anhelan: un sentido a sus existencias:

"Acordaos de que esta noche, hijos míos, os esperan muchos retos. Pero tenéis que encararos con ellos y entenderlos. Ya no es hora de juegos. Ha llegado el momento del juicio. Debemos, pues, usar estas horas para pedirle perdón a Dios. Tenéis que estar convencidos de que ya casi no os queda tiempo de vida. Luego, comenzaréis una existencia de beatitud, el paraíso infinito. Sed optimistas. El Profeta siempre era optimista. Rezad, pedidle ayuda a Dios. Seguid rezando toda la noche. Habéis jurado morir y habéis renovado el juramento por amor a Dios. Es algo que os honra. Me hago cargo de que todo el mundo aborrece la muerte; todo el mundo la teme. Pero recordad estos versículos que dicen que desearíais la muerte, ante de encontraros con ella, solo con estar al tanto de cuál será la recompensa posterior." 

Los caballos de Dios es una novela dura, sin concesiones, un retrato sociológicamente fiel de la vida de los desheredados de la Tierra, capaces de arrojarse a cualquier causa desesperada que les ofrezca una salida que consideren digna a unas vidas que ellos mismos consideran vacías, puesto que cualquier mejora en su situación económica jamás va a ser comparable al nivel de vida del enemigo occidental, que goza de ella a través de la explotación de los hermanos musulmanes. Bien es cierto que tiene unas coordenadas geográficas muy determinadas y sirve sobre todo para reflejar las razones que llevaron a los terroristas suicidas de Casablanca del año 2003 a emprender su acción. Escuchar a un monstruo que ha sido abducido por un monstruo mayor, es una manera de entender muchas cosas.

sábado, 4 de noviembre de 2017

EL PUENTE (1959), DE BERNHARD WICKI. LA CRUZADA DE LOS NIÑOS.

Los tres últimos años de la Segunda Guerra Mundial fueron terribles para la población civil alemana. Las grandes ciudades, que a la vez eran los grandes centros de producción que sostenían el esfuerzo bélico eran sistemáticamente bombardeadas, cada vez con más precisión, por la aviación Aliada. En los pueblos pequeños, donde solo llegaban ecos de tan terrible destrucción, la gente temía por los familiares que vivían en aquellos núcleos urbanos y por los hijos que peleaban en el frente ruso. Nos encontramos en 1945, en uno de esos pueblos en los que las autoridades intentan todavía galvanizar el espíritu de resistencia de la gente frente a la invasión de la patria. Son llamadas las quintas de los alemanes más jóvenes y más ancianos, en un intento desesperado de detener a fuerzas muy superiores.

El puente empieza mostrando la vida cotidiana de un grupo de chicos que todavía va al colegio y que sienten la guerra como algo a la vez próximo y lejano, pero muy excitante. Para ellos, el hecho de que un avión Aliado deje caer una bomba junto al puente del pueblo constituye todo un acontecimiento. Los combates se van acercando y saben que pronto van a ser llamados a filas. Como apenas han tenido experiencia de lo que significa realmente combatir, imaginan un escenario que dará rienda suelta a sus fantasías heroícas. Sus mentes impresionables se han tragado toda la propaganda del partido nazi y creen posible la victoria si se pone la suficiente voluntad en ello. Mientras tanto, sus padres viven con desesperación las horas finales del Tercer Reich. Saben que es imposible oponerse a la inmolación de sus propios vástagos y se aferran a la esperanza de que la guerra termine antes de que éstos pisen el frente.

Pero el momento del reclutamiento llega. Los muchachos se lo toman como una especie de recreo respecto a sus obligaciones escolares. Al día siguiente de su llegada al cuartel, la división se pone en alerta para repeler una ofensiva de los americanos. Los más veteranos saben que van al matadero. Los nuevos reclutas parten con una mezcla de curiosidad y miedo. Pero en el último momento, el destino parece haberse apiadado de los protagonistas: un oficial los deja atrás, defendiendo un puente que va a ser volado en unas horas, con el fin de que se libren del combate. Los muchachos se toman su cometido en serio y, cuando llegan los americanos, en vez de retirarse, ponen lo mejor de sí mismos en defender una posición totalmente inútil: el absurdo de la guerra en toda su expresión.

Filme profundamente antibélico, realizado cuando las heridas de la guerra todavía no se han cerrado del todo, El puente lleva consigo un potente mensaje acerca la espiral en la que acaban convirtiéndose todas las guerras: al final los seres más inocentes, a los que se supone que el Estado entró en combate para proteger, son los que sufren más por las decisiones criminales de sus mayores. Destacan dos cosas en esta poderosa película: por un lado la ambientación del microcosmos del pueblecito alemán que espera en tensión la llegada de la guerra a su territorio y por otro las extraordinarias escenas bélicas de su tercio final, muy crudas para la época en la que fueron realizadas. Es seguro que a muchos espectadores alemanes se le despertaron recuerdos muy desagradables contemplando esas imágenes. 

miércoles, 1 de noviembre de 2017

EL ESPANTAPÁJAROS, LA RATA Y OTROS CUENTOS SOBRE LA MALDAD (2017), DE MELKER GARAY. LA REALIDAD Y SUS SOMBRAS.

A veces, solo a veces, hay momentos en los que advertimos la extrañeza que supone la misma existencia. No me refiero a buscarle un sentido a la vida, tarea prácticamente imposible, salvo para quien se aferra a su fe religiosa o a su creencia en la bondad intrínseca del mundo, sino al hecho de que estemos aquí, con nuestra capacidad de tomar decisiones, finita pero cierta. Por supuesto que eso nos supone poder optar por el camino de la maldad, además de sufrir la maldad de otros o de las mismas circunstancias de la vida, que son ciegas y, por ello, indiferentes a nuestro sufrimiento. Escribir sobre ello es algo que han intentado numerosos autores, con desigual fortuna. Por eso es gozoso, a la vez que estremecedor, encontrar unos textos que verdaderamente dan en el clavo, que apelan a la vez a la curiosidad, a la morbosidad y a la desazón del lector, interrogándolo directamente acerca de lo que piensa de su fuerza de existir, en expresión del filósofo Michel Onfray. 

El primer texto que se nos muestra, es toda una declaración de principios:

"No podemos escaparnos de la maldad. Como seres humanos siempre estaremos expuestos a la indefensión. A través de la Historia, el hombre ha tratado de describir la maldad porque tanto en los pequeños como en los grandes contextos, y tanto dentro como fuera de nosotros, la maldad está presente. Conformarse con su existencia es una misión imposible. Lo malo no se puede reducir a unas pocas palabras. La maldad que convierte al hombre en un ser indefenso no se deja expresar por el lenguaje. No obstante, la literatura nos ofrece un medio para combatirla. Quizás no logre vencerla, pero sí luchar contra ella por medio de la bondad. ¿Pero qué es la bondad? Es todo lo que da un sentido a nuestras vidas."

Que nadie espere encontrar un resquicio de esperanza en estos relatos. Ni siquiera los niños, los seres más inocentes, se salvan de horribles destinos, a veces provocados por aquellos en quienes más deberían confiar. Tampoco los animales o los objetos, que adquieren espíritu humano para la ocasión, se libran de las más terribles vicisitudes. Un espantapájaros, que vivió años de esplendor, se ha convertido en el putrefacto hazmerreir de las aves de la zona. Una cometa, se engaña a sí misma, reflexionando que no quiere su libertad, cuando en realidad no puede conseguirla, porque no hay manera de desenganchar el hilo que la ata a sus amos. Y una flor, sabe que su belleza es efímera y se dedica a elucubrar pensamientos como éstos: 

"Suele decirse que la vida puede ser cruel. No es verdad. La vida es cruel cuando la propia perdición está decidida de antemano. No, nadie se libra de la tiranía de la extinción. El que creó la vida no tiene corazón. Pero no todos los que están a mi alrededor piensan así. Ellos hablan de la vida como un regalo, como si el que les dio la vida estuviera lleno de amor. Y sí, es cierto, es innegable que la vida puede ser considerada como un bien, pero sólo si uno se deja defraudar por la mentira."

El espantapájaros, la Rata y otros cuentos sobre la maldad, es un libro que es imposible no leer de un tirón. La portenstosa imaginación de Garay, autor chileno afincado en Suecia, hace que seamos incapaces de dejar de pensar en qué es lo que viene a continuación y - lo más grandioso y lo más terrible a la vez - nos sintamos identificados con el triste destino de sus protagonistas, que al final acaban resignándose ante lo inevitable, como nos tendremos que resignar nosotros cuando lleguen nuestras horas más difíciles. Como se comenta en uno de los relatos, un ave puede estar condenado por los barrotes de su jaula, pero para la mayoría de los hombres esa función la toman sus propios pensamientos. Garay bebe de los mejores: de Poe, de Borges o de Villiers de L Isle-Adam, pero es capaz de crear su propio universo, inquietante y original. Como nos recuerda René Vázquez Díaz en el prólogo, la mayor amenaza contra el hombre, es el hombre mismo y sus prejuicios; su desprecio al mundo, su iniquidad y sus miedos. Agradezco infinitamente a René que me haya hecho llegar esta pequeña joya de un autor que merece ser divulgado por estos lares.

sábado, 21 de octubre de 2017

COMUNIDADES IMAGINADAS (1991), DE BENEDICT ANDERSON. REFLEXIONES SOBRE EL ORIGEN Y DIFUSIÓN DEL NACIONALISMO.

No digo nada nuevo si escribo que nuestro país está viviendo horas muy difíciles, de gran incertidumbre. La explosión del nacionalismo catalán, que venía gestándose desde hace muchos años, ha despertado algunos fantasmas dormidos del nacionalismo español más rancio. Por ahora la guerra es solo de banderitas, y esperemos que permanezca así. En el día en el que el gobierno se ha decidido a aplicar el artículo 155 de nuestra Constitución - territorio inédito - uno se queda medianamente tranquilo al saber que la Unión Europea apoya en bloque la soberanía de nuestro país y el orden legislativo, cuya piedra angular es precisamente esta Constitución que fue ninguneada el mes pasado por un Parlamento autonómico en una sesión que tuvo mucho más de bochonorsa que de solemne.

Precisamente uno de los postulados del nacionalismo es la solemnidad ante los símbolos. Uno sigue esta crisis con curiosidad, pero la proliferación de declaraciones y actos solemnes por parte de las autoridades catalanas quizá esté provocando un hartazgo entre muchos ciudadanos que se creyeron las promesas de prosperidad con las que les han estado machacando repetidamente. Cataluña iba a declarar fácilmente la independencia, la comunidad internacional reconocería al nuevo Estado y la Unión Europea no podría dejar salir de su seno a tan importante país, mientras la rancia nación española era humillada. La triste realidad con la que han chocado en las últimas semanas ha obligado a algunos - supongo - a replantearse sus convicciones, pero muchos otros siguen instalados en un delirio colectivo del que ni siquiera les hace despertar la enorme fuga de empresas que ha seguido a esa extraña declaración de independiencia inmediatamente suspendida con la que Puigdemon nos sorprendió la semana pasada. 

Es posible que algún día los instigadores de este desaguisado dejen de esconderse detrás de una bandera y asuman su responsabilidad, pero queda mucho todavía para eso. Mientras puedan seguir encadenando declaraciones solemnes y sentirse arropados por masas de ciudadanos con banderas, el delirio seguirá adelante. Bien es cierto que la responsabilidad se comparte con un Estado central que ha dejado enquistarse un problema que se veía venir de lejos y ha asumido sus obligaciones - que las circunstancias han convertido en semipunitivas - en el último minuto, cuando recomponer lo que se ha ido rompiendo en los últimos meses va a convertirse en un proceso largo y costoso. Muchos ciudadanos están hastiados del tema, pero pasará mucho tiempo hasta que dejemos de hablar con él con esa mezcla de pasión y algo de miedo que imponen las noticias algo confusas que se suceden de hora en hora.

Por supuesto, todo país necesita su mitología, su discurso histórico-épico que justifique la singularidad de un pueblo milenario. Y no basta con una lengua y unas costumbres propias, hay que examinar los hechos históricos y reintepretarlos para que encajen de la manera más conveniente para derivar en una especie de justificación digna de un pueblo elegido:

"Si se concede generalmente que los Estados nacionales son "nuevos" e "históricos", las naciones a las que dan una expresión política presumen siempre de un pasado inmemorial y miran un futuro ilimitado, lo que es aún más importante. La magia del nacionalismo es la conversión del azar en destino."

Y luego está el victimismo. Cualquier afrenta, real o imaginaria se exagerará hasta convertirla en una agresión inaceptable, aunque esta supuestamente ocurriera hace tres siglos. Cualquier pronunciamiento de los poderes del Estado en contra de acciones ilegales será considerada represión totalitaria contra el pueblo y los razonamientos serán sustituidos por mares de banderas que desarmen los argumentos del contrario con la elocuencia de los colores propios. En una época en la que las fuerzas más razonables del progreso intentan profundizar en la Unión Europea, una organización imperfecta que nació precisamente como reacción frente a los nacionalismos, algunos abogan por un independentismo sin fronteras que solo puede llevar al desastre, como ya se probó repetidamente en el pasado. Leer en estos días el estudio ya clásico de Benedict Anderson (publicado por primera vez en 1983), es una manera de meditar serenamente sobre el problema y tomar consciencia de que los Estados, pasados, presentes y futuros, no son más que construcciones imaginarias que deben servir para la convivencia, para unir y no para separar a los ciudadanos. Lo verdaderamente importante, algo de lo que se habla poco estos días, es respetar los derechos individuales de estos ciudadanos, un tema de mucho más calado que el absurdo choque de banderas al que estamos asistiendo.

jueves, 19 de octubre de 2017

BLADE RUNNER 2049 (2017), DE DENIS VILLENEUVE. EL ALMA DE LA MÁQUINA.

Dejo aquí mi comentario acerca de una de las películas más esperadas del año, la segunda parte de la madre de todas las películas de culto. En esta ocasión, junto con mi compañero Eduardo González. Aquí el enlace:

http://astoria21.es/critica-blade-runner-2049/

miércoles, 18 de octubre de 2017

LA TIENDA DE LOS SUICIDAS (2007), DE JEAN TEULÉ. EL SUPERMERCADO DE LA MUERTE.

Una de las mejores formas de humor es el humor negro. Si se aborda correctamente, sin traspasar la tenue línea de lo que una determinada sociedad considera tabú (por ejemplo, hacer humor de las víctimas del terrorismo), resulta una manera estupenda de reirnos de nosotros mismos, de nuestros miedos y de nuestros defectos. ¿Y qué es más temido que la muerte? Aunque todos desechamos ese miedo en el día a día, a veces nuestros pensamientos derivan hacia ese trance tan inevitable como indeseado. Pero ¿qué sucedería si en el futuro construimos una sociedad en la que la idea de suicidio contenga cierto atractivo? Pues como un negocio como el que presenta Teulé en La tienda de los suicidas, sea tan popular como próspero.

Aunque no se ofrecen muchos detalles, la novela transcurre en un futuro siniestro, en el que parece que el cambio climático es una realidad que ha llevado a gran parte de la humanidad a un sentimiento de desesperación y derrota. El establecimiento que regenta la familia Tuvache (que es presentada como una especie de remedo de los televisivos Monster), ofrece toda clase de servicios de ayuda al suicidio, contando con los métodos más originales e innovadores, para asegurar al usuario no fallar en el intento. En consonancia con su dedicación, los miembros de la familia son pesimistas y malencarados, creando el ambiente propicio para que la clientela no se eche atrás en la decisión tomada. Pero en todos los grupos existe una oveja negra - o blanca, en este caso - y el hijo menor de los Tuvache, Alan, ha resultado ser un optimista nato, que no depone su actitud ni cuando es enviado a pasar una temporada al campamento de terroristas suicidas...

La tienda de los suicidas es una narración con un buen planteamiento, que comienza con buenas dosis de ironía, pero cuya trama poco a poco se va desinflando, hasta derivar en un mensaje más propio de los libros de autoayuda que de una obra dirigida al público adulto. Porque hay pasajes en los que Teulé parece escribir para los más jóvenes, como si toda la segunda mitad de la novela fuera un gran cuento moral destinado a fomentar el arma del optismo contra un mundo oscuro y hostil. Es una lástima, porque el argumento daba lugar a muchas posibilidades interesantes y se ha elegido quizá la más fácil y previsible. No es que la lectura de la novela se haga desagradable, pero constituye un ejercicio demasiado ligero, cuando se está tratando un asunto tan serio y con tantas implicaciones.

jueves, 12 de octubre de 2017

ESPAÑA Y CATALUÑA. HISTORIA DE UNA PASIÓN. (2014), DE HENRY KAMEN. UNA RELACIÓN CONFLICTIVA.

Desde hace varias semanas España vive unas jornadas de vértigo, una situación que no por haber sido anunciada repetidamente en los últimos años se hace más comprensible. La realidad es que uno de los territorios más prósperos de la Unión Europea, que goza de unos niveles notables de autogobierno y de un nivel de vida muy por encima de la media del resto del país está dedicando todos sus esfuerzos a estimular un proceso de independiencia que le coloca al margen de toda la legislación española y de la Unión Europea. Porque si observamos dicho proceso desde un punto de vista estrictamente jurídico, su concepción resulta un auténtico disparate. Un Parlamento autonómico se saca de la chistera en una tarde una serie de leyes que derivan en un referéndum de autodeterminación organizado con prisas y con la total oposición del Estado. Las escenas vividas el 1 de octubre, día en que se produjeron numerosos excesos policiales para intentar detener la jornada electoral ilegal, no han hecho sino estimular el victimismo propio que está en las entrañas de todo nacionalismo que se precie. Pero ¿cómo hemos llegado hasta este punto tan irracional como peligroso? La respuesta, como casi siempre, está en la Historia, una disciplina apasionante que, si se sabe manipular a conveniencia, puede convertirse en un arma arrojadiza formidable. 

Es importante resaltar que la situación española de los últimos años, con una crisis económica devastadora para muchos ciudadanos, sazonada con una enorme cantidad de casos de corrupción, no ha hecho sino estimular a un independentismo que no ha dudado en señalar a España como causante de todos los males que padecía Cataluña, obviando que buena parte de la corrupción que ha asolado el país está conformada por décadas de prácticas irregulares por parte de Convergencia i Unio y sus socios. Desde la llegada de los primeros Habsburgo, la península ibérica se había organizado como una especie de comunidad de naciones que reconocían al monarca como su Señor, pero que contaban con sus propios fueros. La Corona de Aragón, de la que formaban parte los territorios catalanes, era uno de estos territorios, cuyos privilegios legislativos eran protegidos por sus propias Cortes. Esto no quiere decir que Cataluña llegara a ser jamás un territorio independiente, pero sí que mantenía sus propias instituciones de autogobierno en el contexto de la Corona aragonesa.

Todo nacionalismo necesita una mitología para sobrevivir y el catalán la encontró en los acontecimientos de 1714, cuando las tropas de Felipe V, al final de la Guerra de Sucesión, entraron en Barcelona y abolieron las instituciones tradicionales que habían regido la existencia de los catalanes e impusieron los Decretos de Nueva Planta. Pero aquello no fue, como aseguran los nacionalistas, una lucha por la independencia de Cataluña, sino el último episodio de un conflicto mucho más largo, enmarcado en un contexto europeo, en el que se produjo el cambio de la monarquía hispánica de los Austrias a los Borbones. Muchos catalanes habían apoyado al pretendiente perdedor, el archiduque Carlos y otros muchos se habían decantado por Felipe V. La resistencia final de Barcelona, estimulada de manera temeraria y casi criminal por Rafael Casanova, culminó en la rendición de la ciudad el 12 (no el 11), de septiembre de 1714, fecha que el catalanismo del siglo XIX rescató como germen del nacimiento de una nueva Cataluña, pues, como dejó dicho Ernest Renan, "los sufrimientos tienen más valor que los triunfos, porque los sufrimientos imponen obligaciones y requieren un esfuerzo común". En la visión del mundo del nacionalismo, los agravios contra Cataluña por parte de Castilla comenzaron mucho antes, pero 1714 es la fecha capital que demuestra la represión que siempre ha ejercido el centralismo contra un pueblo oprimido.

En los últimos cuarenta años, la Generalitat ha tenido tiempo de adoctrinar a generaciones de catalanes en una visión tergiversada e interesada de la historia, ha empleado grandes recursos en campañas internacionales de reconocimiento de un supuesto derecho a decidir y en campañas de fomento del catalán como lengua imperante en la región (después de otras tantas décadas de represión franquista, bien es cierto). A estas alturas se torna una tarea imposible convencer a miles de catalanes nacionalistas de que no son un pueblo oprimido y de que gozan de derechos y libertades equivalentes a los de cualquier ciudadano de la Unión Europea. Después del esperpento del que hemos sido testigos el pasado 10 de octubre, la situación es todavía muy peligrosa, pues la previsible intervención del Estado a la autonomía será instrumentalizada por Puigdemon y los suyos como una intolerable agresión que deberá ser contestada en las calles. Quizá nos ayude recordar las palabras que Baltasar Gracián escribió en 1640, para advertir que estos problemas vienen de muy antiguo:

"En la Monarquía de España, donde las Provincias son muchas, las naciones diferentes, las lenguas varias, las inclinaciones opuestas, los climas encontrados, es menester gran capacidad para conservar, assí mucha para unir".

jueves, 5 de octubre de 2017

POEMAS Y CANCIONES (1918-1953), DE BERTOLT BRECHT. LA VERDAD ES CONCRETA.

Como la mayoría de los alemanes de su generación, la vida de Bertolt Brecht estuvo marcada por dos terribles guerras mundiales. Aunque durante la primera, que aconteció cuando todavía era muy joven, se dejó llevar por la ola de patriotismo que asoló todo el país, bien pronto, con la llegada de los primeros soldados terriblemente mutilados y avergonzados por la derrota, Brecht advirtió la verdadera naturaleza de los conflictos y la de los canallas que los alientan. Una balada compuesta en 1919, acerca de un cadáver putrefacto de un soldado alemán, que los mandos desentierran para utilizarlo como carne de cañón, le valió una acusación de alta traición. Un poco más adelante, los nazis utilizaron sus escritos para declararlo enemigo del pueblo y retirarle la nacionalidad alemana. Para el escritor comenzaría un largo periplo que le llevó de exilio en exilio por las capitales de medio mundo. 

Quizá la premonición del catastrófico porvenir le llevó a escribir estos versos, que desarrollan la idea del carpe diem:

No os dejéis engañar
con que la vida es poco.
Bebedla a grandes tragos
porque no os bastará
cuando hayáis de perderla

La idea de escritor comprometido con su tiempo, que asume el deber de denunciar tremendas injusticias se encuentra en este manifiesto autobiográfico:

Soy un autor dramático. Muestro
lo que he visto. Y he visto mercados de hombres
donde se comercia con el hombre. Esto
es lo que yo, autor dramático, muestro.

Personalmente, me conmueven estos versos, que demuestran una tertura desmesurada por los objetos, por su utilidad más allá de su uso cotidiano, por el arraigo a instrumentos que otros encontrarían perfectamente inútiles:

De todos los objetos, los que más amo
son los usados.
Las vasijas de cobre con abolladuras y bordes aplastados,
los cuchillos y tenedores cuyos mangos de madera
han sido cogidos por muchas manos. Éstas son las formas
que me parecen más nobles. Esas losas en torno a viejas casas,
desgastadas de haber sido pisadas tantas veces,
esas losas entre las que crece la hierba, me parecen
objetos felices.

Pero en lo que más destaca Brecht es en reflejar en sus escritos el terrible ambiente que impregnó Europa en la Segunda Guerra Mundial. Una realidad de terror, muerte y destrucción de la que no se libraban los más inocentes. Hay un poema durísimo acerca de una peregrinación de niños que trata de huir de la guerra y van muriendo poco a poco y otros que reflejan la conmoción de los alemanes al ver sus ciudades y pueblos - es decir, su alma - destruídas por los bombardeos. Se puede criticar su militancia comunista y su aceptación en 1955 del premio Lenin de la Paz, un equivalente al Nobel que otorgaba la Unión Soviética, pero sus Poemas y canciones quedan como una de las cumbres de la literatura de denuncia escrita en unos tiempos muy oscuros.

jueves, 28 de septiembre de 2017

CINE O SARDINA (1997), DE GUILLERMO CABRERA INFANTE. UN OFICIO DEL SIGLO XX.

¿Cuál es la función del crítico cinematográfico en el mundo actual? Es evidente que han perdido buena parte de su influencia, si es que, en realidad, alguna vez la tuvieron, pero todavía se trata de un oficio necesario, porque los amantes del cine necesitamos a gente con buen criterio que sea capaz de separar el trigo de la paja, que nos oriente en el laberinto que suponen los estrenos que se suceden semana a semana (por suerte, infinitamente menos enrevesado que el laberinto literario). Ya muchos somos los que acudimos directamente a webs como Filmaffinity para contrastar lo que opinan los espectadores de a pie acerca de una película. Pero yo personalmente procuro complementar tales discursos con los más trabajados que nacen de la pluma de los críticos profesionales. Suelo leer mes a mes la revista Dirigido, que me parece la más solvente entre la amplia oferta que ofrece el mercado y escuchar en lo posible a algún crítico en la radio. Lo fascinante viene cuando la película es comentada por una estrella del universo literario, como Guillermo Cabrera Infante.

Lo primero que cabe decir de Cine o sardina es que se trata de un volumen bastante irregular. Artículos de indudable interés se mezclan con otros en los que hay mucha más erudición que un discurso verdaderamente atractivo, como cuando cuenta las andanzas de personajes cubanos e hispanoamericanos en el siempre exigente mundo de Hollywood. Lo que sí que está presente en todos los escritos es la intensa pasión y amor que Cabrera Infante siente por el séptimo arte: desde niño el cine ha sido para él un objeto de placer y fascinación, una ventana por la que asomarse a un mundo que sería inaccesible de cualquier otra manera (incluso a la literatura le falta a veces la fuerza de las imágenes que solo es capaz de ofrecer una buena película) y ser testigos de formas de vida antagónicas con la nuestra, pero con las que somos capaces de identificarnos. Todo se resume en una frase que me ha gustado mucho:

"Como sabemos, la visión del cine está en los ojos del que mira."

Y también nos habla de la íntima relación del espectador con las imágenes, de la apelación que realizan éstas a nuestros sentimientos más primitivos:

"La cámara (y la pantalla de televisión también) es una rape machine: la máquina de violar imágenes."

Como corresponde a un alguien que siempre escribe con un reconocible estilo literario, las crónicas cinematográficas de Caín están repletas de juegos de palabras y estimables giros lingüísticos que las hacen casi siempre más atractivas y a veces un poco menos ligeras de lo que deberían ser.  Cabrera Infante no le hace ascos a ningún género, ningunea un tanto el cine mudo y escarba en el pasado de directores, actores y actrices. Además alaba el vídeo doméstico como una bendición para cualquier amante del cine (¿qué hubiera opinado hoy del blue ray?). Cine o sardina es una lectura apta para cualquier amante del cine o de la literatura, que quiera profundizar en la vinculación profunda que siempre ha existido entre ambas artes.

domingo, 24 de septiembre de 2017

DÉJAME SALIR (2017), DE JORDAN PEELE. CUANDO HUIR ES LA RESPUESTA.

En pleno siglo XXI, el problema racial estadounidense es un dinosaurio que todavía sigue y, lo que es peor, tiene síntomas de crecimiento debido a un presidente Donald Trump, cuyo discurso acerca del racismo es todo, menos sutil. Lo cierto es que los estallidos violentos respecto a este asunto son esporádicos, pero virulentos. En cierto modo Déjame salir, ópera prima de Jordan Peete, es hija de este clima ahora reavivado por las sucesivas polémicas que Trump protagoniza y protagonizará en los próximos años: el pirómano encargado de apagar el fuego.

La situación de partida de la película casi remite a esas peliculas de domingo por la tarde en Antena 3 a la hora de la siesta: una atractiva pareja interracial que viaja a conocer a los padres de ella. Él va un poco nervioso, porque va al encuentro de lo desconocido. Ella trata de tranquilizarlo, aunque sus palabras tampoco son definitivas respecto a lo que van a encontrar en la casa familiar. La llegada ya va acompañada por un signo de inquietud: la cordialidad de los padres parece un poco impostada y la actitud de la criada negra que sirve a sus amos blancos, resulta una especie de pincelada tragicómica en medio de un clima levemente enrarecido. Pronto el ambiente írá trocándose a colores más sórdidos: Chris se siente cada vez más acorralado ante unos seres que parecen estar interpretando una obra de teatro a su alrededor. El protagonista solo tiene una vía de contacto con el exterior: a través de un móvil que va y biene, habla con su mejor amigo, un negro tópico, gracioso, paranoico y dado a creer teorías de la conspiración, una cualidad esta última que podría ser de bastante utilidad ante la situación que se está creando...

Planteando un inteligente discurso sobre el racismo en nuestros días y acerca de la posibilidad de dar pasos - o zancadas - hacia atrás en la solución de un mal enémico, Déjame salir mezcla varios géneros - el terror, el suspense y algunos toques de comedia - para entregar una trama sólida, cuyo único defecto reside en alargarse un poco en exceso y en resolverse de una manera un tanto facilona. No obstante, se trata de una propuesta interesante desde un punto de vista ideológico e irónico: cuando todo es en exceso políticamente correcto, puede que los demonios del discurso supremacista estén pugnando por salir a la superficie. Lo mejor es que las conclusiones finales son más ambiguas - al final no se sabe de quien es o será la victoria - de lo previsible en este tipo de producciones.

viernes, 22 de septiembre de 2017

LA BATALLA DE ROMA (2003), DE ROBERT KATZ. LOS NAZIS, LOS ALIADOS, LOS PARTISANOS Y EL PAPA.

La imagen que ilustra este artículo es una de las más insólitas de las que se dieron en Roma entre julio de 1943 y junio 1944, once largos meses en los que la suerte de la Ciudad Eterna, de sus ciudadanos y de su inmenso patrimonio histórico, estuvo pendiente de un hilo. Hasta aquellas fechas, la ciudad había sido más o menos respetada por los bombardeos Aliados, quizá como una especie de cortesía por la presencia del papa en ella. Esto cambió el 19 de julio de 1943, cuando un intensa incursión de la aviación norteamericana (entre cuyos tripulantes figuraba el actor Clark Gable), dejó cientos de muertos en el barrio obrero de San Lorenzo, en la periferia de la ciudad, a pesar de que ésta había sido declarada citta aperta. En un gesto desacostumbrado para un hombre de un carácter tan frío, Pío XII acudió de inmediato al lugar del bombardeo y rezó junto a los supervivientes, que se afanaban en aquel momento en buscar a sus seres queridos entre las ruinas. Pío XII fue uno de los personajes más controvertidos de la época, pues su afán, por encima de todo, era preservar su ciudad - especialmente el Vaticano - de cualquier tipo de destrucción, estimando en secreto que la mejor fórmula para ello era llegar a un acuerdo con los alemanes e implicar a los Aliados en la lucha contra el que consideraba el auténtico adversario: el bolchevismo. Pero la situación era demasiado complicada para que uno solo de los actores implicados en el laberinto italiano de aquel tiempo pudiera hacer realidad sus planes: los americanos, los ingleses, el gobierno italiano del sur, los monárquicos, la República de Saló, las fuerzas de ocupación nazi y los distintos movimientos de resistencia eran un cóctel demasiado explosivo como para que pudiera llegarse a soluciones fáciles.

Todavía a finales del verano, con los ejércitos Aliados acercándose poco a poco por el sur, los romanos podían tener esperanza de que la ansiedad de la espera acabase pronto. El mes de septiembre lo cambió todo: Mussolini había sido arrestado en julio por una rebelión del Gran Consejo Fascista. Aunque el nuevo gobierno dio garantías de seguir cooperando a los alemanes, su auténtico anhelo era llegar a una paz por separado con los Aliados, algo que sucedería a principios de septiembre. La reacción de los alemanes fue fulminante: liberaron a Mussolini de su prisión en el Gran Sasso y ocuparon la ciudad de Roma, ante la pasividad de los Aliados, que tuvieron la oportunidad de enviar fuerzas aerotransportadas para ocupar la capital. En la ciudad se vivieron momentos dramáticos, con una resistencia esporádica y desordenada, - entre otras cosas, Katz cuenta el dramático enfrentamiento, frente al arco de Diocleciano entre un Tiger alemán y una lata de sardinas italiana - que pronto colocó a los nazis como amos absolutos de Roma.

La esperanza de ser liberados pronto se disolvió ante los fracasos de norteamericanos y británicos en Montecassino y Anzio. La vida se fue volviendo paulatinamente más dura. Las acciones de la resistencia contra las tropas alemanas hacían que las ordenanzas de los ocupantes fueran cada vez más crueles y restrictivas. En este ambiente se llevó a cabo, casi con total impunidad, y con un clamoroso silencio por parte del papa, la redada contra los judíos de Roma. De los mil que salieron hacia los campos de exterminio, solo volverían quince. Mientras tanto, los romanos de a pie se enfrentaban a condiciones de vida cada vez más espantosas: el hambre y el miedo se estaban adueñando de la ciudad. Pronto se llegó a decir que media Roma se escondía en casa de la otra media. Como dejó escrito Elena, una resistente y protagonista de muchas de las páginas del libro:

"La desesperación y el miedo crecientes, el hambre y las enfermedades estaban consumiendo a la gente. Los bombardeos habían destruido la capacidad de funcionamiento de los servicios públicos, en especial para quienes estaban escondidos. (...) A menudo no había agua potable e incluso las casas de los ricos estaban infestadas de gérmenes e insectos. Pululaban los piojos y para infestarse bastaba con sujetarse al pasamanos de un autobús. (...) Todos estábamos cada vez más delgados y más pálidos y a la gente la ropa le caía holgada..."

Pero el momento culminante de estos meses llegó con el atentado de la vía Rasella, contra un regimiento de soldados de las SS, de los que fallecieron una treintena. La calle, en pleno centro histórico de la capital italiana - yo he tenido ocasión de recorrerla recientemente - es muy estrecha, con lo que los efectos del explosivo, que los resistentes escondieron en un carro del servicio de basuras, se multiplicaron contra los desprevenidos alemanes. Katz logra recrear este episodio casi como si de una novela de suspense se tratara: los preparativos, la larga espera, el miedo, las víctimas colaterales... La reacción de los nazis fue inmediata: detuvieron a una gran cantidad de vecinos y los concentraron junto al palacio Barberini, en uno de los extremos de la calle, ya en la vía Quattro Fontane. Una sencilla placa recuerda hoy en ese mismo punto estos difíciles momentos. Muchos de estos vecinos fueron liberados, pero otros fueron conducidos a prisión. Mientras tanto, Hitler se enfureció al conocer la noticia y exigió que se fusilara a treinta romanos por cada alemán muerto. Al final se consiguió rebajar la cifra de la represalia a diez por cada uno, lo cual tampoco facilitaba demasiado la tarea de elaborar las listas de prisioneros que debían ser ejecutados de inmediato. La masacre se materializó en las tristemente famosas Fosas Ardeatinas, y se convirtió en el episodio más bárbaro de la ocupación nazi de Italia. Mientras tanto, el Vaticano seguía guardando un clamoroso silencio, que muchos interpretaban como un intento de no echar más leña al fuego de la explosiva situación de Roma.

Cuando por fin llegó la liberación, a principios de junio de 1944, la explosión de júbilo de los romanos hizo olvidar momentáneamente tantos meses de privaciones. La Ciudad Eterna se había salvado in extremis de la destrucción segura que hubiera supuesto una lucha en sus calles entre dos poderosos ejércitos y eso era lo más importante en esos momentos, a pesar del recuerdo permanente que suscitaban los ausentes, los que habían muerto antes de poder ver el día de la liberación. En el recuerdo queda la inmortal frase del soldado norteamericano Thomas García, cuando contempló por primera vez la anhelada imagen del Coliseo: "¡Dios mío!, ¡también lo han bombardeado!".

La batalla de Roma es uno de los mejores libros acerca de la Segunda Guerra Mundial que he tenido la oportunidad de leer. Es un relato que se mueve entre la historia y el periodismo para ofrecer un relato verídico de uno de los episodios más apasionantes de este periodo, en el que se jugaba la suerte del más rico legado de la civilización occidenteal. Robert Katz tuvo oportunidad de acceder a archivos inéditos y el detallismo de su narración atestigua la pasión y el rigor con el que se acerca a la historia de la pasión y resurrección de Roma.

MATRIX (1999), DE LILLY Y LANA WACHOWSKI. DETRÁS DE LA PASTILLA ROJA.

Dejo aquí mi artículo, publicado en Astoria 21, acerca de una de las películas de ciencia ficción más influyentes de la historia:

miércoles, 20 de septiembre de 2017

CONTRA EL TIEMPO (2016), DE LUCIANO CONCHEIRO. FILOSOFÍA PRÁCTICA DEL INSTANTE.

Resulta indudable que la aceleración de la existencia que hemos experimentado en las últimas décadas, es uno de los temas fundamentales de nuestro tiempo. La expansión global del capitalismo ha provocado que muchas zonas del planeta salgan de la pobreza, pero como contrapartida perversa, ha provocado nuevas e insospechadas servidumbres. La primera de ellas es la conexión permanente, no solo a través de las redes sociales, algo se hace de manera voluntaria, sino también desde el ámbito laboral, perdiéndose buena parte de nuestra privacidad a su vez por esta vertiente. No es raro que el empleado deba tener el móvil disponible las veinticuatro horas al día por si surgiera algún asunto urgente y mirar obsesivamente el correo electrónico, a riesgo de dejar tareas pendientes, unas tareas, a juicio de Concheiro, siempre inacabadas, siempre acuciantes.

Respecto a las intenciones de Contra el tiempo, el autor mexicano las deja claras desde las primeras líneas del ensayo:

"Si me viera obligado a señalar un rasgo que describiera la época actual en su totalidad, no lo dudaría un segundo: eligiría la aceleración. Este fenómeno explica en buena medida cómo funcionan hoy día la economía, la política, las relaciones sociales, nuestros cuerpos y nuestra psique. El incremento de la velocidad es una mirilla por la cual, sin tener que recurrir a perspectivas reduccionistas, podemos ver - y acaso entender un poco mejor - el mundo contemporáneo y a quienes lo habitamos."

En la línea de filósofos como Byung Chul Han, Concheiro describe nuestra época como un gran festín capitalista, donde los ciudadanos han vendido lo más valioso que poseen, su tiempo y su intimidad a cambio de la posesión de objetos, que tendrán casi siempre una duración limitada, puesto que la novedad está llamado constantemente a la puerta del consumidor. El bienestar es transitorio, dura un solo instante, y pronto es sustituido por la ansiedad de no quedar atrás, tanto en el trabajo como en el consumo. Frente a todo esto, Contra el tiempo (finalista del premio Anagrama de ensayo del año pasado) apela al movimiento propugnado por Carl Honoré en su estimable Elogio de la lentitud. Pero bien es cierto que la gente quiere aprender a ser lenta lo más deprisa posible. El propio libro de Concheiro se intenta adaptar a los tiempos que corren exponiendo las ideas en párrafos cortos, con ideas claras y concentradas.

Al final de lo que se trata es de recuperar el tiempo perdido, a poder conquistar momentos de intimidad con uno mismo y con los demás en los que no nos acucien las agujas del reloj, cuestión complicada en nuestros días, sobre todo para gran cantidad de gente que no es capaz de medir las consecuencias de echarse encima demasiadas responsabilidades. Así pues, la Filosofía práctica del instante, sería una especie de revolución privada, una cuestión íntima y transformadora:

"La Filosofía práctica del instante sería una filosofía en un sentido poco convencional porque no sería sistemática y no le interesarían los problemas tradicionales de la disciplina. Encontrar la verdad, así como proceder objetiva y racionalmente, le resultarían cuestiones secundarias. Su interés es más bien terrenal: quiere transformar la vida."

viernes, 15 de septiembre de 2017

PASSENGERS (2016), DE MORTEN TYLDUM. EL SUEÑO DEL AVALON.


A través de la historia, el hombre ha sido constantemente un animal emigrante, buscando siempre tierras mejores o huyendo de situaciones imposibles, de conflictos, de pobreza o de lugares sobrepoblados. Viajar a un lugar distinto es la mejor manera de empezar una nueva vida. ¿Seguirá sucediendo esto en el futuro? Sin duda. Y si algún día somos capaces de resolver el problema de los viajes espaciales (algo a priori poco probable a medio plazo, debido a las enormes distancias siderales), es muy posible que nos convirtamos en colonos de nuevos planetas. Esta es la premisa de partida de Passengers: una nave, la Avalon, con cinco mil pasajeros en estado de hibernación durante décadas, hasta que se despierten unos meses antes de llegar a su destino, un planeta vendido como una especie de lugar paradisiaco, que el espectador nunca llegará a ver.

Lo más interesante de la película de Tyldum (un director con nombre de personaje de Juego de Tronos) es que plantea un enorme conflicto ético al protagonista que, por un accidente, es despertado décadas antes de que termine el viaje. La perspectiva, ya que no sabe cómo volver a dormirse, es vivir y morir solo en la enorme nave, que va a proporcionarle todo lo necesario para la supervivencia, excepto la compañía. La tentación de este nuevo Adán de despertar a una muchacha para que sea su compañera es demasiado grande... A favor de Jim Preston, hay que decir que el hombre duda y se atormenta durante semanas debatiendo consigo mismo los pros y los contras. Su decisión final no la voy a poner aquí, pero ustedes se la pueden imaginar...

Desde mi punto de visa, Passengers es una de las películas de ciencia ficción más interesantes de los últimos años, debido sobre todo a su falta de pretensiones grandilocuentes y en que se centra en una historia intimista protagonizada por un personaje que experimenta una situación que sobrepasaría a cualquier ser humano. También hay espacio para una leve crítica social, con esos espacios de Avalon que solo pueden ser disfrutados por los pasajeros de mayor nivel adquistivo, espacios preparados para que los últimos meses de navegación hasta el planeta prometido se parezcan a unas vacaciones en un resort de lujo, con pulserita digital incluida. Quizá el último tercio de la película sea el más convencional, el que redime al protagonista de una forma un tanto forzada, pero en realidad supongo que no había más remedio que concebirlo así, puesto que el happy end es imprescindible en este tipo de producciones.