miércoles, 15 de marzo de 2017

DOCTOR STRANGE (2016), DE SCOTT DERRICKSON. LOS MUNDOS OCULTOS.

Una de las premisas de las historias de editorial Marvel desde su creación fue estimular el sentido de la maravilla de sus jóvenes lectores mostrando siempre personajes, situaciones y escenarios a cual más sorprendente. Dicha característica se acentuó al principio en su cabecera estrella, Los cuatro fantásticos, esencialmente una familia de superhéroes exploradores de lo desconocido que, en un determinado momento, se daban cuenta de que existen incontables mundos dentro de otros mundos, tendiendo hacia lo infinitamente grande y lo infinitamente pequeño sin obviar, por supuesto, la presencia de otras dimensiones. En este contexto nació el Doctor Extraño, un superhéroe un poco aparte, puesto que su función no era tan llamativa como la de sus colegas, ya que debía pelear con amenazas ocultas en otras dimensiones y usando la magia como su arma más poderosa, por lo que el resto de la humanidad normalmente ni siquiera era consciente de esas batallas. El dibujante Steve Ditko (el mismo que plasmó sobre el papel por primera vez a Spiderman) fue el encargado, junto al imprescindible Stan Lee, de dar vida a estas historias "cuyo grafismo surrealista , alucinógeno, anticipó la fascinación de la contracultura por el misticismo oriental y la psicodelia", en palabras del escritor Bradford Wright.

Algo de esto queda en la adaptación cinematográfica de Scott Derrickson: las primeras dudas del doctor Stephen cuando su cerebro racional se enfrenta a la pura magia, el concepto de universos paralelos o de control del tiempo al que se puede acceder a través de esa misma magia o la divertida escena del auténtico creador, Stan Lee, leyendo a Aldous Huxley, nada menos que Las puertas de la percepción. Pero, aparte de estas pinceladas, Doctor Strange no pasa de ser un ejercicio convencional de cine de superhéroes que depende en exceso de unos efectos especiales muy trabajados, pero nada originales (a la mente de cualquier espectador acudirá la película Origen, de Christopher Nolan), y de una trama un poco confusa cuyo final es más que esperado, a pesar de que la forma de ganar al villano sí que se sale de lo convencional.

El director de la interesantísima El exorcismo de Emily Rose parece haber puesto el piloto automático a la hora de filmar las aventuras del doctor Strange. Tampoco la presencia de grandes actores como Benedict Cumberbatch, al que parece que no le dejan ser todo lo divertido e irónico que quisiera, o Mads Mikkelsen, animan demasiado la función, quizá porque plasmar esas peleas místicas resulta mucho más difícil que sus equivalentes físicas. Doctor Strange es simplemente una obra correcta, pero absolutamente olvidable. Veremos si al menos aporta algo en el futuro al cada más rico universo Marvel cinematográfico. La escena post créditos parece apuntar hacia esa dirección.

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