jueves, 30 de marzo de 2017

EL MITO DEL ETERNO RETORNO (1951), DE MIRCEA ELIADE. ARQUETIPOS Y REPETICIÓN.

Los humanos hemos interiorizado el concepto de historia lineal, de progreso y retroceso histórico, solo desde hace unos cuantos siglos. Una tradición de milenios que aseguraba que la historia era circular nos precede. El hombre arcaico creía que sus gestos, que cualquier acción que pudiera emprenderse, había sido modelada ya anteriormente por otro que no era hombre. Y no solo eso: el mundo en el que habitamos no es más que una imitación imperfecta de otro mundo primigenio, creado antes que éste y que está situado en una especie de nivel cósmico superior. Pero cuando nos referimos a malas acciones o a regiones desérticas u hostiles a la vida, el arqutipo no es aquel mundo primigenio, sino el caos, que acaso es un fenómeno mucho más antiguo y que sigue presente en algunos aspectos de nuestra existencia. Especial importancia tiene la idea de ritual, porque en este caso la sacralidad viene de la evocación del modelo divino en el que se basa: por eso solo puede ser llevado a cabo por alguien cercano a los dioses, como el chamán de la tribu. 

En realidad todas las actividades importantes que regulan la vida humana - la caza, el nacimiento, la muerte... - estaban investidas por el halo de lo sacro, con lo cual contaban con modelos ejemplares instituidos por los dioses. La idea de la reversibilidad y de lo novedoso en la historia humana es bastante reciente. A los primitivos no se les hubiera ocurrido, porque toda su existencia se basaba en la repitición, en la regeneración del tiempo que se repetía simbólicamente cada año con el paso de las estaciones y las actividades que generaba cada una de ellas. La representación del tiempo se parece a esas ruedas de la fortuna que representaban los miniaturistas medievales: a la edad de oro que tan brillantemente evocó don Quijote le sucede una de plata y así sucesivamente, hasta la edad de hierro actual, en la que la vida del hombre supone solo un suspiro respecto a lo que duraban sus predecesores. Pero no obsta para que en algún momento pueda volver la edad de oro y que esa sucesión vuelva a comenzar, una esperanza que está presente en muchos de los escritos de los antiguos. 

Desde luego, nos quedan reminiscencias de estas creencias. Sin ir más lejos, el año litúrgico cristiano que todavía regula la vida una buena parte de la población en occidente:

"El año litúrgico cristiano está, por lo demás, fundado en una repetición periódica y real de la natividad, de la pasión, de la muerte y de la resurrección de Jesús, con todo lo que ese drama místico implica para un cristiano; es decir, la regeneración personal y cósmica por la reactualización in concreto del nacimiento, de la muerte y la resurrección del Salvador."

Pero si bien esto es una realidad de las creencias cristianas, también es cierto que precisamente la presencia de Dios en la historia, convertido en un mero hombre hace que el ciclo de las repeticiones se torne absurdo: ahora la historia tiene un fin, que es la redención de la humanidad y la llegada del Reino: la muerte de Cristo por nuestros pecados solo sucede una vez y el cristiano solo tiene una oportunidad para salvarse y gozar de la vida eterna. Mircea Eliade, uno de los especialistas más reputados en historia de las religiones, con su prosa erudita a la vez que amena y comprensible, es el mejor guía para reflexionar acerca de las creencias de nuestros antepasados y hacernos ver que conceptos que creemos muy arraigados, como el de historia lineal, fueron desconocidos por muchos milenios por nuestros antepasados. 

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