miércoles, 1 de marzo de 2017

SUMISIÓN (2015), DE MICHEL HOUELLEBECQ. ADAPTARSE A LA MAREA.

Que el miedo al islam, a la presunta avalancha de refugiados sirios y de otros países asiáticos y africanos está estimulando los nacionalismos en la Europa del presente es una innegable realidad. Vivimos actualmente en un mundo distópico, en el que un personaje como Donald Trump, que parece directamente sacado de un cómic satírico de Frank Miller, gobierna el país más poderoso del mundo. Leer una novela como Sumisión a la luz de los más recientes acontecimientos produce una sensación extraña, como si el escritor se hubiera convertido en profeta y un lúcido Houellebecq estuviera enseñándonos el futuro más inmediato, un escenario político impensable hace algunos años pero que hoy día podría convertirse en plausible (espero equivocarme de plano).

En Sumisión el protagonista, un profesor universitario cuarentón y un poco de vuelta de todo, nos cuenta en primera persona la llegada a Francia, elecciones mediante, de un régimen islámico. Antes los ciudadanos franceses han debido enfrentarse a una elección imposible entre dos males: el Frente Nacional, que instauraría el fascismo en el país o el gobierno del partido musulmán, que va a dinamitar la tradición de una Francia laica. Es muy significativo, que en su alianza con un desesperado Partido Socialista, Ben Abbes, el líder islámico desee controlar ante todo la política educativa, base fundamental para el profundo cambio social que está en la base de su programa. El protagonista nos contará sus miedos ante el posible estallido de una guerra civil en Francia, aunque pronto estos miedos quedarán casi totalmente disipados: la siguiente fase de la nueva e increíble realidad consiste en adaptarse o morir, examinar los pros y los contras de abrazar la fe islámica - tratándose de Houellebecq hay un divertido análisis del fenómeno de la poligamia - y acercarse al calor de los vencedores, cuyo deseo más ferviente es convertir a su fe a cuantos miembros de las élites francesas sea posible.

Como le explica un reciente converso al protagonista, que juguetea también con la idea de abrazarse a la fe de los vencedores, la clave del éxito del islam está en el deseo oculto de sumisión del ser humano, de la facilidad con la que éste es capaz de entregar la propia libertad a quienes le ofrecen una explicación completa del mundo, la integración en una comunidad sólida y esperanzas para el futuro si es obediente y un buen creyente:

"- Es la sumisión (...) La idea asombrosa y simple, jamás expresada hasta entonces con esa fuerza, de que la cumbre de la felicidad humana reside en la sumisión más absoluta. Es una idea que no me atrevería a exponer ante mis correligionarios, que quizá la juzgarían blasfema, pero para mí hay una relación entre la absoluta sumisión de la mujer al hombre, tal como la describe Historia de O, y la sumisión del hombre a Dios, tal como la entiende el islam. (...) ¿Qué es en el fondo el Corán sino un inmenso poema místico de alabanza? De alabanza al Creador y de sumisión a sus leyes."

A pesar de no tratarse de una de las mejores novelas del autor francés, Sumisión es una lectura imprescindible en nuestro tiempo, porque es indudable que Houellebecq es un provocador nato, alguien que no duda en ser políticamente incorrecto para exponer un análisis mucho más riguroso de lo que parece acerca de los males que acechan a occidente en la actualidad. Si llegara a darse el caso, ¿qué eligirían ustedes como mal menor, fascismo o islamismo?

2 comentarios:

  1. En efecto, no es la mejor novela de Houellebecq porque una cosa es hacer ciencia-ficción de una utopía o distopía muy alejada en el tiempo, y otra especular sobre algo tan poco creíble como una islamización de Francia. Pero el libro tiene muchas partes buenas, entre ellas el discurso final del catedrático (¿o era rector?) donde exalta la perfección de la religión musulmana como expresión irracional del vínculo con la naturaleza.

    Una de las mejores cosas de Houellebecq (¿un "posexistencialista"?) es su decidido odio a la naturaleza. Toda religión tradicional es irracional, y en tanto que irracional nos vincula a una naturaleza que para el ser humano autoconsciente es absurda y malévola. ¿Qué mejor forma de olvidarnos de la angustia de existir en una naturaleza cruel que lanzarnos de cabeza a la feliz -y falsa- armonía que nos ofrece una religión como el Islam, donde todo está clarísimo?

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  2. No es muy creíble ese paso de una sociedad laica con tanta naturalidad al islamismo, pero sí que lo es la "conversión" tan fulminante de tantos altos cargos universitarios que se unen con suma facilidad al carro del vencedor. Desde luego la religión siempre ofrece una explicación totalizadora del mundo, tan irracional como seductora.

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